domingo, 27 de febrero de 2011

Cualquier tiempo pasado

Petronila miraba por la ventana. Miraba sin mirar. Vamos, que no reparaba en que el niño del quinto se estaba fumando su primer cigarro en el parque de enfrente. Su mente estaba mucho más allá del parque. Estaba viajando hacia su vida de hace unos años, en cuando estaba con Aurelio, su novio desde casi el parvulario. Acababa de verlo pasar por la calle. Iba con una bufanda verde y oro, de esas que llevan ahora los atléticos que luchan por un Atleti mejor. También llevaba la camiseta enfundada, pero ya no era esa que ella le regaló, esa con el nueve a la espalda y el nombre de Torres. Ahora era otra, pero con la chaqueta no vio el nombre ni el número. Hacía tiempo que le había dejado. Después de quince años de novios. Le había dicho que se había cansado de lo de siempre. De la rutina. De los caracoles en Cascorro y las bravas y la jarra de sangría en la Latina los domingos a mediodía. Del paseo hacia el estadio bajando por Pontones en días primaverales como hoy. De los achuchones en el vagón del metro atestado en Pirámides. De los torpes besos en el portal. De las despedidas hasta el día siguiente.
La verdad es que no se había cansado. La verdad es que se cruzó Vicente. El comercial que se incorporó por esas fechas a su empresa. El que llevaba un traje barato pero que le quedaba impecable. El que hablaba tan bien. El que hablaba de objetivos de ventas, de objetivos de ingresos, de objetivos subjetivos y hasta de objetivos Birmania. El que la sedujo con su palabrería. El que le habló de un piso en un barrio en construcción cerca de la carretera de Burgos. El que le habló de niños rubios vestidos de manera idéntica. El que le prometió viajes a sitios exóticos. El que le habló de restaurantes con platos deconstruidos. El que había echado barriga. El que la había llevado a Andorra como destino más exótico para ganarse un dinero con tabaco de contrabando. El que esta tarde cancelaría su cita excusándose en un repentino dolor de muelas.
Pensaba Petronila en lo tonta que había sido. En que se había dejado embaucar por las palabras de Vicente. En que aún hoy cuando ella le echaba en cara sus embustes, él seguía hablando de burbujas inmobiliarias, de sinergias, de oportunidades hipotecarias, pero al final nada. Es lo que tienen las palabras. Que si no están acompañadas de hechos, cansan. Engañan. Tapan miserias. Pensaba también en cómo le gustaría volver a la rutina. A los domingos de tapas y raciones. Y sabía que estos horarios a los que somete la Liga de Fútbol en connivencia con las televisiones no permiten tomar bravas la mayoría de las veces. Ya casi no había domingos a las cinco. Pero bueno, podría haber sábados de café y pastas y domingos de bocadillo de mortadela. Le daba igual. Sólo quería volver a las antiguas costumbres.

Se encontraban en el Calderón dos equipos llamados a luchar por objetivos mayores que se encuentran en plena lucha por objetivos subjetivos. No crean, para el común de los mortales es de una tremenda objetividad decir que no tienen objetivos. Que se han dejado todos por el camino. Algunos pocos, entre los que se encuentra nuestro técnico, opinan con el entendimiento lleno de subjetividad que todavía hay objetivos, aunque sean birmanos. Que todo esto no es más que un trance para afianzar la gestión del cambio que toda sociedad anónima o sociedad apropiada indebidamente debe afrontar. Que lo importante es buscar sensaciones que refuercen a la psique para generar respuestas de carácter positivo. Entonces nos miramos unos a otros y ponemos la misma cara de poker que utilizamos cuando un consultor repeinado y con la raya del pantalón planchada según el meridiano de Greenwich nos dice que no hacemos bien nuestro trabajo porque lo pone el powerpoint. Y que todo lo que dice el powerpoint es sagrado. Y que para eso ellos son expertos en adquisiciones, fusiones y aligeramiento de cargas. Y nosotros les intentamos excusar pensando que lo que les pasa es que sufren traumas de infancia, de ese tiempo en que un padre con gafas ahumadas les obligaba a ver La Clave los viernes por la noche, mientras la mayoría veíamos a la Bombi y a Bigote Arrocet en el Un, dos, tres. Pero siguen hablando de procesos de aclimatación de gestión de la demanda. Aunque la mayoría pensemos que es palabrería. Aunque canse. Aunque engañe. Aunque tape miserias. Aunque eche barriga.
Muchos vemos los partidos pensando en tiempos pasados. Mirando sin mirar, con nostalgia de regates vistos y de juego al primer toque. De un equipo dominador. De jugadores internacionales. De volver en el vagón atestado del metro achuchados pero contentos. No como ahora que ni fu ni fa. Y el equipo también tiene nostalgia, aunque sea de tiempos no demasiado lejanos. De los tiempos en los que se partía. De los tiempos en que cada llegada del contrario era una moneda al aire. De los tiempos en que cinco atacan y cinco defienden. Y lo vuelve a hacer a ratos. Y en esos ratos por lo menos carga el partido de emociones. Y también echa de menos la sangría y la vive en partidos como ayer por la banda izquierda de nuestra defensa. Aunque hay cositas que de vez en cuando encienden algo las ilusiones: la buena pinta de Koke y su intención de asociarse y tocar rápido; la solidez de Domínguez; la garra de Ujfalusi; la pelea del Kun aún cuando no juega un partido con las dosis de genialidad acostumbradas.
Pero esas ilusiones mueren un poco por ejemplo cuando ves que en el equipo contrario hay un jugador que no es una maravilla pero que ha elegido jugar en el rival en vez de en nuestro equipo. En que tal vez nuestro director deportivo se muestra absentista a la hora de convencer a jugadores que no habitan en zonas tropicales. En que los fichajes muchas veces no se logran porque tienen el mismo problema que las piscinas comunitarias: las filtraciones. Y luego miras al palco y mueren del todo. Y miras alrededor y ves que tus iguales prefieren tomarla con un jugador antes que con los verdaderos culpables. Y tienes ganas de que vuelvan aquellos domingos. Los de los caracoles en Cascorro y las bravas con jarra de sangría en la Latina. Los del paseo hacia el estadio bajando por Pontones. Para volver contentos. Con nuestro antiguo novio. Ése que derrochaba coraje y corazón.

miércoles, 23 de febrero de 2011

De vaquillas y burras varias

O sexta entrega de las crónicas de Fuenteturbia, tras El Oriundo, Cultura popular, Noche de clásicos, La verdad está ahí fueran y Se prohibe fumar

Don Rufino miraba atentamente al tratante de ganado. No le gustaba un pelo que no se hubiera quitado las gafas de sol. Prefería mirar a los ojos a quiénes hacían negocios con él, era una costumbre. Igual que esa otra de pagar siempre al contado: “Mi dinero tiene que escuchar los tratos que cierro” decía él cuando sacaba la pinza que sujetaba el fajo de billetes. Con su fiel Serapio a su lado y con el forastero enfrente, daban cuenta de unos botellines con pausa, alargando el momento. Pasados los primeros instantes de tanteo tocando lugares comunes, se aprestaron a entrar en harina:
– Don Rufino, si de verdad quiere dar un impulso a las fiestas del pueblo para potenciar el turismo, no le queda más remedio que echar toda la carne en el asador en el encierro. ¿Y cómo se hace eso? Con los ejemplares que aquí le traigo. Reses bravas que han paseado sus triunfos por toda la geografía patria. ¿Han oído ustedes hablar de Ratón, el famoso toro asesino? Una ursulina al lado de mi cuadra. Los vendo o cedo con opción a compra con certificado de que no hay encierro en el que no garanticen una cornada, varios varetazos y revolcones a tutiplén. Vamos, que me los quitan de las manos, aunque esté feo que yo lo diga –dijo el vendedor moviendo mucho las manos, como las mueven todos los vendedores de género sospechoso–. Miren, miren, aquí les traigo las fotos para dar fe de que lo mío no es palabrería vacía, vacua e inane.
– Un poco raquíticos, ¿no? –dijo el alcalde con desconfianza.
– Hombre Don Rufino, con el límite presupuestario que me han dado de antemano, uno no puede hacer milagros. Si me dicen ustedes que están dispuestos a un desembolso digamos, superior, les puedo traer las reses que vendo en plazas de primera. Para que ustedes lo sepan, he vendido toros y alguna vaca brava en Madrid, Sevilla y hasta Londres –presumió mostrando ufano una sonrisa con varios dientes de oro.
– ¿Londres? –preguntó sorprendido el guardia civil.
– Sí señores, Londres, como se lo cuento. Había un mayoral de mi cuadra allí al que le vendí varios toros. Con decirles que el mayoral ha venido a ejercer su oficio a Madrid y me ha vuelto a pedir el mismo toro. Ricardo se llama. El toro, no el mayoral. De hecho, tengo más reses allí colocadas incluso una herrada con el siete que levanta la patita varias veces cuando va a hacer un requiebro. Da gusto verla oigan, parece un caballo andaluz. Todo esto a otros precios, claro.
– ¿Y que entren en nuestro presupuesto no tiene?
– Ahora que lo pienso podría tener algo para ustedes. Pero esto que les digo debe quedar entre nosotros. Es el modelo más económico, pero un modelo de éxito, no crean. Lo llevo haciendo varios años con un conocido mío, productor de cine él, para la feria de su pueblo. Ustedes lo que quieren es atraer gente, ¿no? –dijo sonriendo con malicia–, pues es cuestión de venderlo de otra manera. Primero que paguen y luego se les suelta lo que sea, aunque sea una vaquilla sarnosa. Lo único que hay que decir es que viene de lejos (normalmente de encierros que nadie haya tenido la oportunidad de ver) y ya está, asunto solucionado.

– ¿Pero la vaquilla embestirá aunque sea barata? –pregunto Serapio con inocencia.
– Tampoco les quiero mentir, casi ninguna embiste. A ese precio ya se sabe. Pero son todo ventajas. Al tratarse de reses de bajo coste está casi todo subvencionado. Les digo más, no son pocas las veces en las que hemos acordado pagar mil duros por una vaca y declarar que ha costado cuatro mil, que uno es muy sensible a las necesidades de sus clientes. Ya les digo, a este amigo productor esa fórmula le encanta, valga de muestra  que le acabo de vender otra cabeza de profético nombre en el mercado de reses de invierno.
– ¿Y qué tal ha salido? –inquirió Don Rufino.
– De momento la tienen en chiqueros, no ha participado casi en encierros. Pero lo que importa no es eso, lo que importa es callar a los mozos con alguna novedad, embista o no. Como se lo cuento, y no crean que es la primera vez que lo hacemos, ¡ca! Lo hicimos con varias vaquillas: Cleberia, Manicha, Costiña, etc…Para que vean ustedes la de veces que se puede hacer sin que pase nada. Además les doy facilidades de pago, me dan un pagaré aquí, una carta de intenciones allá y el ganado es suyo. Y si luego vienen mal dadas y entran ustedes en quiebra, me las llevo a otra parte y sanseacabó.
– Mire Don Jorge, me va a usted a perdonar pero esto a mi me suena a cuento. Le diría que a cuento chino, pero creo que es un cuento portugués. Porque permítame que dude eso de que usted es de Badajoz, un extremeño nunca nos propondría este apaño –intervino el alcalde.
– ¡Me ofende ushted Don Rufino! Poner en duda mi origen, habrashe vishto. ¡Como que me llamo Jorge Mendesh que no me habían tratado nunca ashí! –dijo iniciando bruscamente el primer movimiento de una despedida a la francesa sin preocuparse como hasta ese momento en disfrazar su acento del Alentejo.
– ¿Quiere que vaya a por él y le aplique dos hostias, Don Rufino? –preguntó Serapio emocionado ante la posibilidad de acción.
– Déjale Serapio, éste no vuelve más por aquí. Además, tiene pinta el gachó de codearse con seres superiores y apropiadores indebidos, que no se diga que en Fuenteturbia tratamos a palos a estos rajamantas, aunque lo merezcan ¡Pues no que me proponía engañar a mi gente! ¡Por ahí no paso, por ahí no!
– Por eso sale usted siempre reelegido Don Rufino –admitió con cariño Serapio–. Porque hace lo que cualquier buen alcalde (y quién dice alcalde, dice dirigente, presidente, consejero de SAD, etc…) haría. No tratar de vender burras o en su defecto vaquillas a los suyos.

domingo, 20 de febrero de 2011

El viajante

A pesar de los años que llevaba devorando kilómetros, Ismael no se había acabado de acostumbrar a conducir en noches como esa. Noches en las que las nubes deciden darse un garbeo a ras de suelo, noches en las que el coche a medida que avanza, las rompe llevándose jirones prendidos en los espejos retrovisores. Por lo menos, en cinco minutos empezaría el partido del Atleti. Eso le permitiría sobrellevar mejor las dos horas largas que todavía le quedaban hasta su destino, aunque asumía que la única emisora en la que lo daban se cogiera con demasiada estática, tal vez por la humedad y por la altura de los eucaliptos que bordeaban el camino impidiendo el paso de cualquier onda.

Pensaba Ismael en lo importante del partido de hoy, en lo que el equipo se jugaba, en que si se hubiera celebrado en el Calderón estaría calándose hasta los huesos en el mismo asiento que ocupaba desde hace treinta años, justo dónde la grada lateral se convierte en fondo norte. De repente, frenó con firmeza al ver a una chica que hacía autostop. Por muy extraño que le resultara que anduviera sola por esos parajes en una noche así, paró como le gustaría que hiciera cualquiera que viera a su hija si ésta se encontrara en apuros.
– ¡Vaya nochecita! ¿Cómo se te ocurre salir con este tiempo? –intentó dar conversación mientras se fijaba en lo demacrada que estaba la muchacha, cuya cara le era muy familiar–. ¿No eres de mucho hablar? ¡Ay, los jóvenes, siempre con vuestras cosas! –apostilló quitando hierro a que no le contestara, pensando en la de veces que había intentando él que su Isma le hablara cuando llegaba de madrugada con casi peor cara que su callada pasajera.
– ¿Pero hoy juega el Atleti? –susurró entre dientes la chica–. Hace una eternidad que no escucho un partido.
–Pues has tenido suerte, más atlético que yo no vas a encontrar a nadie y acaba de empezar el partido –dijo entusiasmado Ismael, contento de haber encontrado a una igual.
Pasaron los kilómetros y a medida que se sucedía cada oportunidad del equipo, cada parada de De Gea, cada genialidad del Kun, la chica mostraba mejor color de cara. Comentaron el gran partido de Koke, que ayer se postuló como titular indiscutible hasta el final de temporada, la voluntad de Reyes aún cuando las cosas no le acababan de salir del todo, la seguridad que daba jugar con el mejor defensa de la plantilla, Domínguez, de titular, la poca gasolina que admite el depósito de Tiago, las intermitencias más o menos sospechosas de Forlán, las opiniones encontradas que las actuaciones de Raúl García provocan en cada partido. También hablaron sobre lo bien que empezó el partido, ésta vez sin pájaras. Sobre cómo luego se igualó y cómo en uno de los momentos dónde se peor se estaba pasando, con una melé en nuestro área pequeña de esas que suelen acabar con gol en contra, apareció el mejor jugador del partido para darnos tres puntos que saben a tranquilidad, que invitan a mirar hacia arriba. Se abrazaron con el gol, sufrieron con la presión final del Zaragoza, dieron gracias al larguero en dos ocasiones, maldijeron incluso lo barato que sale pegar patadas a Agüero, tal vez porque no hay periódicos que alcen la voz para decir cuánto se le da. Se mordieron las uñas, apretaron los puños y finalmente, terminaron con una sonrisa, como todos los colchoneros.
Tan enfrascados iban reviviendo la victoria, que, ya a punto de llegar a su destino, Ismael tomó a más velocidad de la debida una curva muy cerrada. Por un instante pareció que le sería imposible hacerse con el control del coche tras derrapar pero, como por arte de magia, el coche que se dirigía derecho hacía el tronco de un árbol volvió a la carretera. Todavía con el susto en el cuerpo Ismael se giró para dirigirse a la muchacha y se percató de que ésta ya no estaba. Paró en el arcén preocupado y buscó durante diez minutos para ver si había salido despedida por la brusquedad de la maniobra, pero nada, ni rastro de ella. Retomó su marcha azorado, todavía temblando por lo ocurrido cuando empezó a ver a lo lejos las primeras luces del pueblo. Decidió no contar a nadie lo sucedido, sólo faltaba que no pudiera cerrar el negocio porque le tomaran por loco o por algo peor.
–Buenas noches –dijo dirigiéndose al dueño del único bar del pueblo con el que había quedado por teléfono antes de salir–. Soy Ismael, el viajante de fosfatos  ¿Usted es Don Casto?
–El mismo, Don Ismael, le estábamos esperando. Nos pareció extraño que prefiriera usted viajar por la noche, porque ya sabe lo que dicen de la carretera que nos une con la civilización.
–Pues me debe disculpar usted, pero no tengo ni idea –contestó con curiosidad nuestro protagonista.
–Es por una leyenda, por un accidente que hubo hace ya muchos años. Muchos dicen que una chica se aparece en la carretera cerca de la curva dónde se mató, pero eso son tonterías de pueblos, a gente como usted le parecerán cosas de paletos supersticiosos.
–No lo crea, Don Casto, no lo crea –afirmó Ismael mientras reflexionaba sobre que hay sentimientos que duran eternamente y caía en dónde había visto la cara de la chica, en la curva, sí, pero en esa curva del Calderón que transforma la grada lateral en grada de fondo norte. De eso hacía casi treinta años.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Expulsado del partido

(Vayan por delante mis disculpas por salirme del guión esperado y hablar de un tema que toca solo de manera pseudotangencial a nuestro equipo, pero ésta es la idea de las entradas de entreguerras, dar rienda suelta a la verborrea mental que padezco y ustedes sufren)
El pasado domingo nuestro subvencionado cine se volvió a poner de largo. Ya saben ustedes que cuando el cine español se pone de largo no es como cuando lo hacen otros celuloides, no. El cine español se pone de largo pero con desgana. Se pone con chaqueta pero sin el nudo de la corbata bien apretado, se pone con vestido de raso pero con zapatillas de estar en casa, se atusa el pelo pero deja un remolino que realce el tono casual, en fin, que les voy a contar que ustedes no sepan. En este anual desfile por alfombras rojas atestadas de ácaros de autocomplacencia, destacaban dos papeles protagónicos antagonistas: el del bueno que intenta luchar contra los elementos subvencionados (el director de Acción Mutante) y la mala que intenta obligar a las masas a comer el filete de hígado que perpetran cada año los creadores patrios poniendo puertas al campo de internet a base de legislación (la celebrada guionista de Mentiras y gordas). A poco que ustedes hayan leído u oído sobre el tema, tendrán claro quién fue el que se llevó el aplauso casi unánime del personal. Esto es todo lo que tengo que expresar de una institución que admite sin reparo la presencia del cooperador necesario entre sus filas y esta es toda la relación que en este post encontrarán con el Atleti. Bueno, toda no, el Atleti últimamente aburre, lo mismito que casi todo el cine español.
Comencemos con la historieta de hoy….
A la mañana siguiente de la gala nuestro protagonista (ahora siempre principal) se sentía extraño. No le había ido nada mal, pero algo había cambiado. A la espera del vuelo que le llevara de vuelta a casa con escala en Miami, había clasificado el correo atrasado que se amontonaba sobre la mesita étnica del recibidor de su piso de soltero en Madrid. Una de las últimas cartas le había dejado descolocado. Todavía resonaban en su cabeza aquellas palabras leídas: “…por lo que procedemos a darle de baja del partido por falta de pago y conducta sospechosa…”. No podía ser, debía haber un error. Ahora cobraba sentido la frialdad con la que Willy, Alberto y otros camaradas le habían saludado ayer. Ahora entendía el por qué de que nadie le hubiera invitado a ninguna de las fiestas posteriores. ¿Falta de pago? Creía haber pagado religiosamente (con perdón) la cuota, ¿o era la del club de golf la mensualidad que había domiciliado?
Lo de conducta sospechosa le enfadaba más. ¿Qué entendían ellos por conducta sospechosa? ¿No fiarse de la Seguridad Social? ¿Querer que tuviera doble nacionalidad? Aunque claro, si la otra mitad de la nacionalidad hubiera sido mozambiqueña o laosiana no sería sospechosa. Además había tenido que tragarse los desplantes solo, bueno, con mamá. Le hubiera gustado que además de mamá, también ella hubiera venido pero casi hubiera sido peor, los más integristas no entendían que ella hubiera pasado de budista a ciencióloga y de ciencióloga a marxista de Rodeo Drive. Como si no se pudiera hablar de lucha de clases mientras tomas un brunch con Susan y Tim. ¡Qué inmovilistas, coño! Bueno, no conducía a nada hacerse mala sangre. Seguro que si lo dejaba en manos de mamá le volverían a admitir, que para algo estaban la antigüedad  y los trienios pasados detrás de la pancarta.
Ya en la terminal, se dirigió a la sala vip de la compañía aérea donde una amable señorita de aspecto eficiente le preguntó que de qué quería el minibocadillo con pan de centeno al que tenía derecho por ser cliente preferencial.
–Jamón, jamón –dijo presto, suspirando seguidamente por los recuerdos desempolvados.

domingo, 13 de febrero de 2011

Veredicto final

Su Señoría entró en la sala de nuevo tras el receso para el aperitivo, permitió que los comparecientes tomaran asiento y constató avergonzado que el sonido cacofónico del mazo se debía a los restos de almendras que trajo el ujier de su pueblo.
–¿Está preparado el ministerio fiscal para su alegato final?
–Sí señoría –dijo levantándose el fiscal de ceño fruncido, como casi todos los fiscales.
–Proceda entonces –ordenó el juez litúrgicamente.
–Señoras y señores del jurado, mi misión durante los siguientes minutos será que ustedes se convenzan más allá de toda duda razonable de que el acusado es culpable. Ya sé que la defensa ha intentado argumentar que él es solo un peón más en el tablero de la nefasta gestión de sus dos superiores, pero ese no es el objetivo de este proceso. Todos sabemos que ellos son los grandes culpables, pero hemos de esperar a verlos sentados en este banquillo de inculpados al igual que ahora vemos al acusado. Ya sé que también se ha esgrimido que el acusado confeccionaba las alineaciones y convocatorias en un estado de enajenación mental transitoria, que lo que importaba era su trabajo a lo largo de la semana. No se engañen, ese trabajo semanal le acusa de igual forma. Les pido que recuerden la intervención del testigo Domínguez, que pidió testificar detrás de una mampara para no ver la cara de quién tanto daño le ha infringido. Les pido que no olviden el testimonio de Keko por videoconferencia desde los juzgados de Cartagena, Girona, Brazatortas o dónde leches le haya mandado el acusado para quitárselo de encima. Les pido también que reparen en el hecho de que tan solo uno de sus pupilos haya declarado en su favor ¡Solo uno señoras y señores del jurado!, sólo un testimonio en el que además se ha tenido que utilizar traducción simultanea para que ustedes pudieran entender el dialecto utrerano. Es por ello que el ministerio fiscal solicita el veredicto de culpable. Culpable de alinear aleatoriamente, culpable de rigidez táctica, culpable de disfrazar con palabrería las propias carencias, culpable de no conseguir que sus pupilos funcionen como un equipo, sin que tan siquiera sirvan de coartada sus quejas sobre los jugadores vendidos: primero ese mediapunta de pelo rebelde (permítanme aquí un ejercicio de transcripción libre y obviar su redundante nombre en la historia de hoy) y luego Simao. Culpable al fin y al cabo de que los aficionados se hayan tenido que personar como acusación particular. Sólo quiero que tengan esto en cuenta cuando ustedes se reúnan para acordar su veredicto. Cíñanse a los hechos por favor, es el único de los que ha ejercido ese cargo que ha perdido más partidos de los que ha ganado. Y eso es lo que debe pesar en su decisión como jurado. Muchas gracias. La fiscalía ha terminado su alegato.
–El jurado puede retirarse a deliberar –anunció el juez –. Se suspende la sesión hasta que lleguen a un veredicto y así aprovechamos también para hablar algo del partido de ayer.





Se presentó el Valencia en Madrid con dos ventajas claras, por un lado la tranquilidad y suficiencia del que ya ha pasado la varicela de nuestra actual dirección deportiva (incluyendo entrenador) y está inmunizado. Por otro, la equipación. Un equipo que juega de naranja inconscientemente recuerda a Neeskens, a Cruyff, a Rep, a Krol… o incluso a los más cercanos Van Basten, Koeman y Gullit. Vaya por delante que el Valencia es conceptualmente algo alejadísimo de la Naranja Mecánica, pero con todo eso, terminó la jornada de ayer a 17 puntos del Atleti.
Nueva demostración en nuestro equipo de que su justicia necesita una reforma. Los secretarios judiciales de la defensa no dan abasto ante tanto procedimiento atrasado. Los procuradores del medio del campo siguen sin presentar con diligencia los casos a los jueces de la delantera. Si sumamos a todo ello, que los jueces, antaño tan decisivos, ayer repartieron más errores que aciertos, incluyendo un caso de pena capital que fue lanzada al poste por nuestro rubio magistrado. Poco más se puede añadir, ni tener el marcador a favor en los comienzos de la causa garantiza el éxito final. Enfrente no había mucho, no crean, pero tal vez duela más por eso, porque se ve que un equipo puede ganar muchos partidos solo con que el turno de oficio, personificado en Joaquín en el día de ayer, conozca eso, su oficio. Ya no quedan recursos a ningún tribunal superior, ya no quedan instancias que nos puedan dar la razón. El objetivo es simple y llanamente terminar la temporada llegando a un acuerdo para declararnos culpables y salvar la categoría.
 –¿Tienen ustedes un veredicto? –solicitó el juez reparando en el cambio de vestuario del acusado, que había sustituido el jersey ajustado y el gabán oscuro por un mono de presidiario de color naranja, de un naranja que recordaba a Neeskens, a Cruyff, a Rep, a Krol…o a los más cercanos Van Basten, Koeman y Gullit.
– Lo tenemos, Su distinguida Señoría. En el caso que nos ocupa declaramos al acusado culpable.
– Gracias señoras y señores del jurado. Este tribunal le inhabilita a partir de este momento para entrenar en lo sucesivo al Club Atlético de Madrid. Se levanta la sesión.
– ¡NOOOOOOOOOOO! –exclamó a voz en grito el reo –. Yo os he llevado al triunfo. Yo soy el responsable de alcanzar objetivos talasoterápicos. Yo he creado sensaciones perifrásticas. Yo soy el que gestiona intenciones paralelepípedas. Yo soy el que asume responsabilidades estocásticas. Yo soy el que dice supercalifragilisticoespiladoso sin pestañear. Yo soy el de alegatos lacrimógenos. Yo soy aquel que cada noche te persigue, yo soy aquel que por quererte ya no vive, el que te espera, el que te sueña…¡NOOOOOOOOO! –seguía gritando mientras los alguaciles le desalojaban en volandas, lo que hizo reflexionar a Su Señoría sobre el uso de los polisílabos y sobre que tal vez era cierto eso de que estaba enajenado, pero no transitoriamente.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Nobleza obliga


Bautista recurrió con paso apresurado el largo pasillo que conectaba sus dependencias con las del ala principal de la casa. ¿Cuántas veces habría andado y desandado el mismo camino? Cuando se jubilara se entretendría en calcularlo, aunque visto lo visto le quedaban todavía muchas travesías que cotizar. Entró en la salita como debe hacer un mayordomo de los de la vieja escuela, sin que se le oiga. Constató que su señor seguía en la misma posición que hace dos horas cuando le trajo el yogur con muesli que servía de carabina a la pastilla de la tensión. Mira que acababa de comprar un sofá de esos que dan masajes o calambres de forma alícuota pero no había manera, a él le gustaba el sillón de orejas, y si estaba de cara a la ventana para poder ver cómo los criados industriaban en las tierras de labranza mejor aún.
-Ejem…señor. Perdone la intromisión ¿El té de las cinco lo tomará en la salita o en la biblioteca? Me he permitido la libertad de encender la chimenea de la biblioteca por si usted tuviera a bien merendar allí, ya tiene la estancia caldeadita como a usted le gusta.
-Hum…Gracias Bautista, me has sobresaltado un poco. No, no hace falta que te molestes, tráemelo aquí mismo –dijo el aristócrata con evidentes signos de amodorramiento.
-Como usted guste señor –respondió Bautista disimulando la contrariedad que le producía volver a apagar la chimenea y recoger la ceniza. La próxima vez se metería la proactividad por donde amargan los pepinos-. ¿Le apetece una porción de pastel de castañas recién traídas de la finca de Salamanca?
-No, gracias. Desde la transfiguración de la sangre roja en azul de la semana pasada algo ando mareado. No quiero abusar. Para que luego digan que estas cosas son baladíes. A mí me ha sentado como un tiro –admitió con prevención el reciente miembro de la nobleza.
-Si no le es de mucha molestia le tengo que importunar con un par de temas que tenemos pendientes, que luego llaman esos pesados por teléfono y no quiero interrumpirle en sus reflexiones nobiliarias. ¿Va el señor marques a jugar con dos mediocentros o solo uno? ¿Cuántos puntas va a poner? Ya sabe el señor que dicen por ahí que Villa necesita a Torres para que le abra huecos.
-¡Ay, no sé Bautista, hijo! Ya veré lo que hago. Bastante tengo con planear el menú de la montería de dentro de dos domingos, no me decido entre buffet frío o templado. Retírate Bautista, ya te llamaré si te necesito.
-Lo que usted mande señor marqués.
El mayordomo reculó sin dar la espalda a su señor hasta que ya fuera de la salita, reflexionó sobre lo largo que se le estaba haciendo este tiempo de servicio con el señor marqués. ¡Cómo pasaba el tiempo! Llevaba ya una semana larga a su servicio pero le parecían años. Decidió no hacerse mala sangre (en su caso roja, como la camiseta en cuestión) y seguir el consejo de sus maestros: un buen mayordomo debe ver, oír y callar. Aunque eso sí, si a él alguien le preguntara contestaría con firmeza que el mérito del señor marqués había consistido en no estropear lo que otro creó. Y que a ese otro le deberían haberle adjudicado un ducado, un condado o un señorío aunque fuera pequeñito. El de Hortaleza, por ejemplo.

lunes, 7 de febrero de 2011

Tardes-noches de perros

Mi perra es del Atleti. Sí, no me miren raro, lo es. ¿Que cómo lo sé? Baso mi afirmación en pruebas concluyentes. Ya sea por ligas o por copas nacionales o europeas, rara es la semana en la que mi hogar no se ven cuatro o cinco partidos. Ella, que ha visto mucho fútbol desde que llegó a nuestras vidas, suele ver la tele mientras hace otras cosas, olisquea por aquí, mordisquea por allá, cosas de perros, vamos. Pero amigos, cuando juega el Atleti es otra cosa, donde va a parar. Se tumba en el sofá a mi lado, muy quieta, mirando la pantalla fijamente. Allí se pasa el partido entero, los noventa minutos con su tiempo de prolongación correspondiente. Les digo más, en eliminatorias reñidas, aguanta incluso prorrogas y penaltis si los hubiera. Y no protesta aunque necesite un alivio en el parque de enfrente, no. Ella resiste como una valiente hasta que el árbitro señala el camino de los vestuarios. Algún racionalista dirá que lo hace porque me ve a mí más alterado, pero yo sé que no. Ella es colchonera. ¿Cómo se lo explican si no?
Por razones que no vienen al caso, este pasado fin de semana nos hemos ausentado de casa (cosas de la familia política ya que me tiran de la lengua). Estas causas ajenas a mi voluntad han hecho que mi perra haya pasado el fin de semana en una residencia canina muy moderna. Como buena perteneciente a su especie, gusta de jugar con la pelota o de correr por el campo, pero esta vez me ha contado que ya no se lo ha pasado tan bien. Dice que antes jugaban todos los perros juntos y que se divertían mucho, ganando y perdiendo en igual medida, pero dice que las cosas han cambiado. De un tiempo a esta parte solo un par de grupos de perros disfrutan de su estancia. Los primeros son canes de aspecto enclenque, esmirriado incluso, pero que, cuando juegan a perseguir la pelota da gusto verlos. Mueven la pelota con gran velocidad y suelen ganar por goleada sus competiciones de persecución. Los segundos son perros que pecan de mirar por encima del hombro a los de su especie (nosequé de seres superiores me cuenta) y ceden el protagonismo a su adiestrador luso. Ambos son muy aburridos, explica ella. Argumenta que ambos, incluso, tienen la desfachatez de quejarse si el dueño de la residencia les tira la pelota en igualdad de condiciones con perros de otro clan, tan acostumbrados como están a que siempre se les tire cerquita y fácil. Total, que el resto de perros han acordado en asamblea plenaria si no sería mejor dejar de jugar con ellos y darles el galardón de campeones del juego de perseguir la pelota directamente. Así, el resto de canes podría jugar libremente y descansaditos cuando los dos grupos ya tengan cubiertas sus necesidades ególatras. Cuenta mi perra que cuando los otros duermen el resto de perros como ella se lo pasan de miedo jugando: los de Bilbao, los de Málaga, La Coruña y Valencia, etc., pero que cuando despiertan aquellos vuelven otra vez a este tipo de competición tan tediosa por ser conocido el final. Me ha pedido que la próxima vez la deje con mi hermano, que prefiere que las sobrinas le tiren de la cola a ir allí a aburrirse. Vayan ustedes a saber, lo mismo la residencia tendrá que cerrar por quedarse sin público. Con lo orgullosos que estaban sus gerentes hablando de la mejor residencia canina del mundo ¡Qué cosas pasan!

Los nuestros se presentaban en el Camp Nou en lo que anteriormente siempre había sido un partido esperado por sus ingentes dosis de espectáculo y goles. Nada menos que el escenario de los cuatro goles de Pantic, el de la confirmación de la mayoría de edad del Niño, el teatro dónde el tío del número uno de la ATP perdió su cintura con Caminero. En la situación actual de los contendientes y de la liga, este partido se convierte para los más pesimistas en un ejercicio de adivinación sobre cuántos goles te pueden caer y si sobre tu moral saldrá muy tocada. Otros más optimistas, entre los que quiero incluirme, pensamos que puede ser una cita en la que tienes mucho que ganar y poco que perder. Una cita como esa que te preparó tu cuñado, en la que te pusiste un clavel en la solapa y la americana de cuadros para parecer más mayor. Esas citas de las que no esperas mucho y suelen servir para conocer a las madres de tus hijos.
Los presagios no invitaban demasiado al optimismo, en una esquina el amante atento e ideal del balón, en la otra el equipo sobre el que últimamente pesa una orden de alejamiento del cuero (por incapacidad propia). Una vez más, la alineación binguera (por aleatoria, no por picantona y setentera) de nuestro técnico nos sorprendía. Dejaba al díscolo uruguayo en el banquillo y daba la alternativa a Fran Mérida, ese en el que desde el verano confiamos y seguimos esperando. Otro cambio con respecto a los últimos sorteos fue la inclusión de Filipe, otro de los esperados con ansiedad, en el centro del campo. Para glosar la historia del partido basta decir que debo contradecir anteriores comentarios por mi parte. Si recuerdan ustedes, hace poco me quejaba amargamente de la no evolución del sistema del equipo desde tiempos de Aguirre, al no encontrar solución a la tendencia al equipo de partirse. Ahora me presento ante ustedes sin entender como un equipo que pecaba de indescifrable y anárquico, con lo bueno y malo que conllevaba, se ha convertido en un equipo timorato. En un equipo que firmaría perder por sólo un gol, en un equipo que haría osado un planteamiento de Clemente. Con estos mimbres no es de extrañar que un Barça a medio gas tocara y moviera sabiendo que la victoria no tardaría en caer. Podríamos hablar de los desajustes, de la baja forma de Assunçao, de la mejora engañosa al salir Forlán, pero no voy a hacerles perder el tiempo con temas ya sabidos.
Les dejo hasta la próxima entrada. Me toca salir al parque con mi perra. A ver si me sigue contando sus impresiones sobre el fin de semana en la residencia. Y a ver si consigo, cosa que no va a ser fácil, convencerla de que vea los siguientes partidos del Atleti. Tal vez podría tomar nota de las ruedas de prensa del tío segundo de Elena Furiase y hablarle de objetivos secundarios y terciarios, de mentes fuertes, de dinámicas de grupo y de otros polisílabos rimbombantes. Lo más seguro es que me diga que “a otro perro con ese hueso”. Sí, tiene razón, y además será muy duro de roer de aquí hasta el fin de la temporada en esta residencia canina de las estrellas de la que somos testigos privilegiados.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Preguntas (de las que probablemente nunca conozcamos la respuesta e incluso no queramos saberla)

¿Cuánto hace que no disfrutamos de un partido redondo del Atleti? ¿Ningún entrenador es bueno para nuestro equipo? ¿Qué ha aportado Quique Flores al sistema? ¿Es verdad que no hay modificaciones tácticas con respecto al modelo de Aguirre? ¿Por qué la defensa rota tanto? ¿Tenemos estilo de juego? ¿Milinko Pantic? ¿Simeone? ¿Volvería Luis? ¿Y Radomir? ¿Ha recibido el Nobel de medicina el descubridor de los isquiotibiales? ¿Cómo es que nadie hasta hace cinco años había reparado que existían esos músculos con lo que deben doler?
¿Por qué los fichajes de otros equipos son más baratos? ¿Por qué Rakitic o Afellay no quieren venir aquí? ¿Quién es el responsable de una plantilla con tanto mediocentro? ¿Cuántos Maniches o Seitaridis van? ¿Todos los brasileños que compramos están por catar, como los melones? ¿Dónde va nuestro director deportivo cuando se anuncia a bombo y platillo que viaja para descubrir perlas en mercados emergentes? ¿Cuántos puntos acumula en su tarjeta de puntos por cliente preferente en vuelos y hoteles? ¿Viaja en Business? ¿Comparte peluquero con ese jugador ahora compañero de Simao en el Besitkas sobre cuya tendencia sexual se duda? ¿Se ha planteado alguien suspender de empleo y sueldo y hasta meter en prisión preventiva a dicho estilista capilar?
¿Es necesario irse del Calderón? ¿Cuánto van a durar las obras de la Peineta? ¿Será verdad que será un campo cinco estrellas? ¿No será que tendrá esa denominación para que nos acordemos de la fábrica de Mahou? ¿Soy el único que echa de menos el olor a cebada en los alrededores del Calderón cuando el calor aprieta? ¿Con cuánto tiempo de antelación tendremos que ir al futuro nuevo estadio contando con que el Circo del Sol (que mueve a ochenta veces menos coches) provocaba un atasco de hora y media? ¿Cuánta imaginación le echó el que hizo la maqueta? ¿Cómo es que los servicios sociales no actuaban de oficio en casos como el de Marco (una de nuestras torturas infantiles), en el que la madre le deja con un mono como canguro y se va a Argentina? ¿Andaba ya Suso de viaje por el cono sur?
¿Las nóminas se pagan al día? ¿Cómo es que si los jugadores son tan malos como algunos piensan, hay tantos clubes que ofertan por ellos? ¿Hay algún precedente sobre renovaciones de estrellas que recortan su cláusula de rescisión? ¿Estamos en constante periodo de rebajas? ¿Son los jugadores los que quieren irse ante el ambiente de desintegración que se atisba? ¿Por qué el culpable de todo lo que pasa sobre el campo parece Domínguez? ¿Es cierto que negocia con el Bayern? ¿Se ha buscado los pitos el propio Forlán? ¿Somos unos desmemoriados desagradecidos? ¿Cuánto tiempo pasará hasta que Kun se canse de perseguir balonazos? ¿Solo hasta este verano? ¿No será cierto eso de que no se mudará de ciudad? ¿Quemaremos su camiseta? ¿Dónde se mete Indy en las segundas partes? ¿La mascota también tiene el cartel de transferible?

¿Cómo es posible que la prensa (salvo honrosas y valientes excepciones) no denuncie lo que pasa? ¿Estamos tan equivocados los aficionados? ¿El Atleti no vende? ¿Es necesario fichar lusitanos maleducados para que te presten atención? ¿Cuántas tertulias pueden caber en un día? ¿Importa que sea laborable? ¿Por qué les siguen bailando el agua? ¿Pagan ciertos periodistas en el Asador Donostiarra? ¿Es malo tomar Coca Cola con Bayleys? ¿Es cierta la leyenda urbana que dice que se te hace una bola de imprevisibles consecuencias intestinales?
¿En qué momento empezamos a mirar desde abajo a los grandes? ¿Se ha asumido la condición de derrotado en partidos señalados? ¿Cuándo pasó a ser un objetivo ser cuarto? ¿Cuánto tiempo hace que no tenemos internacionales con la Roja? ¿Qué se siente al tener en tu equipo a varios campeones del mundo? ¿Tenemos que preguntar en Villareal? ¿Por qué los árbitros no tienen miedo a equivocarse reiteradamente con nosotros? ¿Por qué partidos los lunes? ¿Qué pinta el presidente? ¿Tiene Cerezo a un monologuista en potencia dentro de él? ¿Cooperador necesario es menos que apropiador indebido? ¿Qué organización es capaz de dar un premio a la gestión a alguien que la mayoría pensamos que está haciendo mucho daño? ¿Cuántas multas por exceso de velocidad acumula el consejero en sus vueltas alrededor de la M-30? ¿Cómo escucha el partido por la radio en los tramos soterrados? ¿Es cierto que dejó la práctica veterinaria ante las presiones de varias asociaciones en contra del maltrato animal? ¿Qué intensidad tuvo el golpe que diagonalizó su apéndice olfativo? ¿A qué especialista va Indy cuando cae enfermo? ¿Médico o veterinario? ¿Vendrá algún día un jeque? ¿Le recibirán? ¿Dónde van a ir que más valgan (o ganen)? ¿En qué equipo se paga al gestor más que al noventa por ciento de los jugadores?  ¿Podría ser que ante la reforma laboral en curso, tengan miedo a quedarse en paro? ¿Los veremos en un comedor social?
¿Quién puede ser la persona que aglutine y una a toda la masa social atlética para echar a estos? ¿Será el 24 de abril un punto de inflexión? ¿Importaría algo si no se renovasen los abonos? ¿Cuántos estamos hastiados? ¿Cuántos años más tienen que pasar? ¿Cuántos preferimos quedarnos en casa? ¿Cuántos cambiamos de canal al ver lo de siempre? ¿Cuántos preferimos ir al bingo? ¿Nos dejará de doler? ¿Cuántos niños no cenan tras una derrota? ¿Cuántos tardamos en dormirnos? ¿Por qué a nosotros? ¿Cómo se puede pisotear la historia de esta manera? ¿Qué dirían nuestros abuelos si levantaran la cabeza? ¿Qué hemos hecho nosotros para merecer esto?
Y en definitiva... ¿Por qué? ¿Hasta cuándo?