– ¡No te
olvides de mí! ¡Escribe cuando llegues! –gritaba contrito el atezado muchacho
mientras perseguía al coche familiar cargado hasta los topes que iniciaba el
periplo de regreso a la rutina tras las vacaciones playeras.
– ¡Uy!, Bea
hija, ¡pues sí que has dejado huella en este zagal! ¡Qué despedida tan emotiva
y visceral a la vez! ¿Y cómo dices que se llama?
– Ni idea
mamá. ¡Como si diera tiempo a conocer a nadie en dos noches de media pensión
que hemos estado en la costa!
Terminada
esta bonita estampa, el cabeza de familia puso en el cassette del coche la
cinta del Dúo Dinámico para que sonase “El final del verano”, tonada que
siempre viene bien para ambientar despedidas estivales y enardecer depresiones
postvacacionales….
Terminado
ya casi agosto, uno se da cuenta de que los veranos actuales distan sobremanera
de ser considerados azules. Cuesta pensar que a un grupo de mozalbetes les dé
tiempo a intimar con estos asuetos express a los que nos vemos abocados. Cuesta
pensar en que se atrevan a atrincherarse en la barca, situada en tierra, de un
pescador barbudo que atiende al nombre de Chanquete sin que los antidisturbios
aceleren el desahucio y se lleven preso al anciano por fundadas sospechas de
pederastia. Cuesta pensar, en fin, en una jovial excursión canicular de
muchachos y muchachas en bicicleta, silbando despreocupadamente por esas
carreteras comarcales de Dios ajenos a que probablemente una Ford Transit sin
seguro se los lleve por delante a la vuelta de la siguiente curva con
visibilidad reducida.
No son
tampoco las cosas como antes si de los veranos rojiblancos, pero también azules
de pantalón, hablamos. Pasaron los años de los proyectos megalómanos para dejar
paso a los tiempos de los proyectos minimalistas. Atrás quedaron aquellos días
de fichajes caros o directamente inflados, véase por ejemplo lo que se pagaba por los indirectos protagonistas del caso Negritos, símbolos del mestizaje
solidario y trincón. Lejos quedan aquellas fotos de nuevas incorporaciones que
podían formar una alineación, lejos las presentaciones más o menos
multitudinarias y con caídas de culo incluidas. Ahora las presentaciones se
hacen aprovechando una oferta tres por uno, y cuando digo uno me refiero a
millones de euros. Están las cosas mal, o más bien se suponen. Todo lo que
tiene que ver con aspectos contables en nuestro club entra en el terreno de la
suposición y de las conjeturas pero siempre con una verdad inexorable de fondo, aquella
que ya se dictó en forma de sentencia.
Con este
panorama, andan las ilusiones frente al nuevo curso algo anestesiadas. Ya nadie
osaría a poner una pancarta como aquella que aparecía en estas fechas al lado
de un córner, “Este año sí”. Les diré más, no solo estas fechas vienen magras
de ilusión sino que se preñan de canguelo. Mira el aficionado cada día el
periódico temiendo la acostumbrada venta de última hora y espera como agua de
mayo a que lleguen las cero horas del día uno de septiembre en una revisión del
clásico, ¡Virgencita, que me quede como estoy! Aún así, algo queda. Quedamos todos
nosotros, que no es poco, queda alguien que sabe de qué va esto en el
banquillo, que es algo no tan habitual y quedan clavos a los que agarrarse en
el campo, que ya es algo más.
Preparado
para salir andaba el Atleti en la bocana de vestuarios mientras en la grada la
afición se encontraba comparando todavía tonos cetrinos de piel. Los más y los
menos presumían de esa palidez amarillenta que tan bien potencia la luz de los
focos del Calderón sin que hubiera noticia, como en anteriores años, de que
algún presuntuoso hubiera dado muestra de querer enseñar las fotos de una excursión
optativa nadando entra manatíes. Solo aquella dama que se apoya en la
barandilla de la primera fila de tribuna, rompía la uniformidad al mostrar un
aspecto tostado y saludable ofreciendo un rayo de esperanza a sus vecinos de
sector que más tarde se disipó al aclarar ésta que el tono corresponde a haber
estado sembrando patatas en la parcela del pueblo por lo que pueda pasar. Rendía
visita el Athletic y apareció en el campo también pálido ante la falta de
muchos de sus anteriores puntales, declarados en rebeldía tal vez por las
maneras de Marcelo Bielsa, ese entrenador con modos de tía solterona que vive
rodeada de gatos.
Dejaba el
Cholo para la ocasión a Adrián en el banco para salir con el esquema que a él
realmente le gusta: un delantero y una segunda línea con tres. Volvían Filipe y
Juanfran a los costados y volvía Mario, mucho más seguro, como de costumbre, a
la hora de realizar un cambio de estilismo capilar que a la hora de realizar un
cambio de juego. Se hicieron con el mando los nuestros casi sin querer ante un
equipo tocado y casi hundido. Aparecía el peligro siempre prendido de las
acciones de Arda, ese jugador capaz de realizar regates en un baldosín de
piscina municipal, y con Falcao en uno de esos días en los que tiene hambre. No
desentonaba el resto: bien plantada la defensa aunque con menos vocación
ofensiva de los laterales; solvente un medio del campo poco exigido, con Gabi
ejerciendo de pulmón, con Koke llegando al área con asiduidad y con el Cebolla haciendo honor a su nombre, meritorio como base de sofritos y salsas pero
insuficiente a todas luces como plato principal. Por encima de todos, como les
decía antes, el turco y el colombiano.
Llegó el
primero de la noche en una pillería de Radamel adornada por la pasividad del
central marcador. Llegaba el segundo tras posible posición dudosa de Godín pero
indudable e inapelable remate del nueve rojiblanco. Llegaron más oportunidades que
se encontraron con Iraizoz y llegó el descanso dejando sensaciones de partido
mucho más plácido que brillante por mucho que a los comentaristas televisivos
les guste abusar del epíteto.
Comenzó la
segunda por donde se marchó la primera, con el Atleti llegando y con los bilbaínos
prácticamente noqueados. Poco ayudaron a los vizcaínos los cambios de Bielsa,
al que debería reconocérsele su aportación a la comodidad de las últimas
victorias madrileñas en choques directos. Lo mismo que puso a Javi Martínez de
lateral en el choque del curso pasado, ayer se sacó de la manga a Iturraspe
como central, consiguiendo con ese genial movimiento un doble efecto, dejar el
centro de la defensa temblando como flan al baño maría y extinguir cualquier
intento de salida de balón con criterio. Ante tanta facilidad, redondeó Falcao
su cruzada devoradora de redes contrarias y hasta Tiago, siempre tan tacaño en
el disparo, sorprendió anunciando de zapatazo que la cuarta ronda la pagaba él
tras genuina jugada, por atropellada, de Diego Costa.
Se nos va casi
agosto y con él esta segunda jornada.
Deja el partido de ayer aroma a equipo trabajado. Se ha hartado el Cholo de
decir en sus comparecencias que habrá que suplir la falta de individualidades
con el bloque y eso mismo se reflejó ayer. Un bloque en el que asoman dos o a
lo sumo tres jugadores algo desequilibrantes. Aún así, el partido más que
aromas deja tufo de que el rival no estuvo nunca a la altura. No estuvo el
Atleti especialmente inspirado en el juego, no presionó de manera feroz, tuvo
más errores que aciertos en la definición y, con eso, fueron cuatro, aunque no
hubiera extrañado que fueran ocho. Queda todavía, antes de que termine el mes un
partido festivo y conmemorativo. Por lo conseguido el año pasado en Europa y
por ver a uno de los nuestros en el equipo contrario. Será en Mónaco, cuna de
grandes premios, princesas díscolas y colchones de viscolástica. Una cita para
celebrar. Una cita que en la victoria te deja henchido y que en la derrota casi
te deja tan pancho….
– ¿Pancho? –dijo
Bea intentando recordar el nombre del mozalbete que corría todavía junto al
coche a pesar de ya estar en la autovía –. Pues sí, creo que se llama Pancho –concluyó
admirada por la velocidad casi jamaicana que exhibía su enamorado antes de
chocar con un poste de SOS.