viernes, 18 de julio de 2014

Un premio muy repartido

Cuando uno lee ciertas noticias no puede evitar pensar en las imágenes que de manera recurrente se captan el día de la lotería de navidad. Ciudadanos en la puerta de administraciones de barrio sosteniendo improvisadas copas de una sidra El Gaitero medio tibia por recién comprada. La repetida imagen que todos tenemos en la retina ha sufrido pocos cambios desde que era uno un mozalbete, si acaso la inclusión en el bodegón del pintoresco señor de la administración de Sort al que ya le crece el bigote con vetas de oro gracias a la dorada bruja y su azarosa circunstancia. Lo que no ha cambiado son las coletillas que aderezan el momento: “Muy repartido” y “Entre gente trabajadora”. Dado que encontrar gente trabajadora o más bien gente que tenga un trabajo empieza a tomar tintes de búsqueda arqueológica, debe centrar uno su análisis en lo repartido que está siempre el premio. El premio y otras cosas, claro.

En la misma semana en la que Diego Costa posa en la web del Chelsea con cara de púber dispuesto a tomar la comunión de manos del Padre Yosé, en la que Adrián se marcha al Oporto con nocturnidad y en la que Filipe Luis I, el parco en palabras, anuncia su marcha al mismo club que el delantero de Lagarto por cosas que no tienen que ver con el vil metal ni tan siquiera, o ni tan Siqueira vayan a saber, colateralmente, a uno le vienen casi sin querer esas imágenes de las que les hablaba antes. Las del muy repartido como mantra y las de la muchachada enfervorecida. Les contaré el por qué: resulta que el coste de la operación de Costa asciende a 38 millones como 38 soles (uno se entera de esto porque los ingleses son unos indiscretos de aúpa, que si fuera por nuestro club pareciera que lo hemos cambiado por una quincena en una multipropiedad en la costa, valga la redundancia), Adrián se marcha del todo tras trocear sus derechos futbolísticos como el lomo de una ternera retinta en capítulos anteriores y parece que 20 millones han hecho que Filipe se mude a Londres gracias a un episodio de clausulitis menguante, un mal que aqueja a nuestra gerencia cada verano cuando oye tintinear la saca del negociador contrario entre sus refajos. 



Tomando como ejemplo la transacción en la que se ha visto envuelto el punta hispanobrasileño, dicen los que saben a pesar de que no interese que se sepa que el montante se despieza con precisión de matarife y obtienen su parte del pastel fondos de inversión, representantes de traje almidonado, el Valladolid, el Celta, el Braga y un viajante de fajas de Albacete que pasaba por allí y compró una participación del fichaje porque ya es una tradición en su familia comprar participaciones en cada sitio en el que para a tomarse un sol y sombra. Lo que les decía yo, muy repartido.  

Reflexiona uno sobre las peregrinas razones por las que las operaciones financieras que se producen con el Atleti de fondo se vuelven nebulosas y se pregunta por qué los números tienden a no cuadrar como aconsejarían el sentido común y la propiedad conmutativa de la suma, lección que ya aprenden los niños de ocho años en sus primeras clases de matemáticas pero parece ajena a veterinarios no ejercientes y productores con pelucón. Servidor de ustedes lleva unos cuantos años sin obtener respuesta pero eso sí, es llegar el verano, los rumores de fichajes y los brotes esquizoides de Manoletes y otras hierbas y a uno se le forma casi sin querer aquella manida imagen de los agraciados con ese premio tan repartido. Repartido y punto, claro. La gente trabajadora no tiene absolutamente nada que ver con estos pájaros.