jueves, 26 de julio de 2012

Luces, faros y Torres...


Pocas veces, sólo en muy contadas ocasiones, pasan cosas a las que uno debe agarrarse. Una flor creciendo entre el estiércol, un político que no recalifica ni acomoda a sus cuñados en poltronas tapizadas de vergüenza, alguien que agarra del brazo a un señor mayor para subir las empinadas escaleras, esas cosas, ya saben. Luces en un paisaje abarrotado de tinieblas. Faros que impiden chocar con los acantilados de la rutina. Torres que permiten ver más allá del desilusionante presente. Sí, sí, ese es un buen ejemplo, al de las Torres me refiero.

La calurosa tarde de Vigo nos permitió ver una de esas señales para soñar. Jugaba el Atleti su primer envite serio de esta pretemporada contra el recién ascendido equipo local. Salieron los nuestros como se suele salir en este tipo de partidos, con su grado de imprecisión, con su trote, con su carga de trabajo y con la carga de hombros de Salvio. Salió en suma el Atleti preñado de pretemporada, con ese sí pero no que caracteriza estas fechas. Salió también el Cebolla y muchos le pudieron poner cara, que el fornido cuerpo ya lo pone él. Salieron muchos de los habituales y también Borja, delantero en el que se depositaban grandes esperanzas hace un tiempo sobre las que se sospecha que muchas se quedaron en una maldita lesión de rodilla. Salió Silvio y daba reparo verle allí en el campo, expuesto a las corrientes y a las irregularidades del campo. Cada vez que la cámara enfoca a Silvio, la parroquia se teme lo peor como si fuera una madre primeriza e hipocondriaca, llena de miedos por la de virus y distensiones de ligamentos que acechan a su enfermizo retoño en esos campos de Dios. Salió Courtois sin salir demasiado de debajo del larguero. Salió Mario y no confirmó la sensación de parecerse a aquel Mario que solo vimos en la final de Bucarest. Salió Asenjo con la suerte dando la espalda. Salió Tiago como suele salir él normalmente, inmerso en una eterna pretemporada que dura ya dos años y medio. Salió un Raúl García que ahora juega en la posición donde siempre debió, no quedando claro si será tarde ya para él. Salieron los centrales y se echaba de menos a Domínguez. Salió también un niño, otro niño distinto. Moreno él y con cara de pillo. Se apellida también Torres, ¡qué casualidades tiene la vida!, o tal vez no, hay ciertas cosas que no pueden ser achacadas a la casualidad.



Llegaba el balón a este nuevo Torres y se iban haciendo agua las bocas rojiblancas esparcidas por el mundo. No solo por lo que hacía con el balón, que fue mucho y bueno, sino por lo que hace cuando no lo tiene, ofrecerse, buscar el espacio o levantar la cabeza antes de que le llegue el cuero. Tiene el chaval algo diferente, algo que no abunda, y habrá que cuidarlo y dejarle que se vaya haciendo despacio, como se debe hacer con los mejores guisos. Flaco favor le pueden llegar a hacer los titulares rimbombantes aunque los merezca y grave amenaza pueden suponer esos cantos de sirena que ya se escuchan en las oficinas del club, sitio con gran acústica para estas cuestiones. Habrá que tener paciencia a pesar de las urgencias que puedan acaecer a lo largo del camino, pero siempre con él cerca. Más que nada por ser una luz en un paisaje abarrotado de tinieblas. Un faro, una nueva de nuestras Torres. Torres, ¡qué casualidades tiene la vida!

jueves, 19 de julio de 2012

¡Ay, el verano!


¡Ay, el verano! Con sus playas, con sus piscinas de agua sospechosamente caliente, con sus faldas menguantes, con sus camisetas imperio, con sus avisos de nivel naranja por altas temperaturas en el Valle del Guadalquivir, con sus señores que calzan sandalias de diseño imposible, con sus reposiciones de series, con sus vecinos indignados por la falta de medios aéreos para la extinción del incendio que ellos mismos han provocado asando diecisiete kilos de panceta, con sus bandas sonoras surgidas de aparatos de aire acondicionado, con sus jornadas intensivas, con sus carabelas portuguesas y otras medusas del gremio picando sin ton ni son, con sus siestas kilométricas, con sus sobremesas en el Tourmalet, con sus noches locas, con sus medias pensiones, con sus apartamentos a pie de playa situados en la provincia de Albacete, con sus sardinas en espeto, con sus suelos de gres llenos de arena hurtada a las orillas, con sus sandías puestas a refrescar, con sus salidas escalonadas, con sus regresos interminables, con sus socorristas de buen ver, con sus indignados funcionarios en pie de guerra, con sus filetes empanados al aroma de plástico de tupperware, con sus factores de protección cincuenta, con sus digestiones de tres horas antes de bañarse, con sus robos en domicilios, con sus pandillas de chavales hablando debajo de la ventana hasta altas horas de la noche, con sus alquileres por quincenas de minutos, con sus Rodríguez, con sus segundas residencias, con sus abuelos esperando en gasolineras, con sus calores de varios tipos, con sus Manolo no le des a la avispa con el trapo que se va a cabrear, con sus diez euros por dos cervezas rozando la tibieza, con sus fiestas de pueblo, con sus ciudades cada año menos desiertas, con sus cerrados por vacaciones, con sus abiertos hasta que aguanten los cuerpos, en fin, con sus cosas….




¡Ay, el verano! Con sus culebrones, con sus operaciones salidas que cuajan un día antes de que se cierre el mercado, con sus canteranos de moda a los que se olvidará en dos semanas, con sus excesos de mediocentros de contención, con sus sesiones de trabajo dobles o triples, con sus ejercicios sin balón, con sus brasileños que llegan tres días más tarde de lo debido, con sus antes de fichar hay que vender, con sus todavía nadie se ha puesto en contacto con nosotros, con sus representantes repeinados, con sus podemos aspirar a todo, con sus expertos en el mercado de fichajes que algún día acertarán, con sus nuevas equipaciones, con sus descartes que entrenan aparte, con sus cartas de libertades, con sus tests de resistencia, con sus vine para crecer como futbolista, con sus apuestas seguras, con sus demasiados extracomunitarios, con sus prioridades en un enganche y en un delantero sustituto de garantías, con sus renovaciones de la columna vertebral, con sus listas de espera para obtener un abono, con sus amores y desamores, con sus nosotros habíamos aceptado la oferta por Jurado, debe ser que prefieren a Diego, con sus señores de Wolfsburgo mosqueados, con sus partidos contra la Segoviana, con sus Torres, apellido de garantías, con sus he vuelto con algún kilo de más, con sus he vuelto como un tiro, con sus Cebollas Rodríguez, con sus cuentas bancarias llenas de telarañas, con sus cesiones por desgaste, con sus turcos a pares, con sus ganas de que esto empiece, con sus dirigentes hablando por hablar, con sus entrenadores que llenan de esperanza, con sus mediapuntas sin llegada, en fin, con sus cosas…

miércoles, 11 de julio de 2012

Interpretaciones, autobuses y bosones


Es curiosa, cuando menos, esa costumbre de arrimar el ascua a la propia sardina que se antoja tan arraigada en intelectuales, políticos y hasta en madres levantiscas que no entienden de gráficas comparativas que ponen en relación las notas obtenidas en la tercera evaluación con el hecho de tirar del cable de la consola para dar por terminada la partida por las bravas, que ya es muy tarde y mañana hay que madrugar. Seguramente ustedes, por lo general gente bien informada a pesar de esa tendencia que muestran por leer estas tonterías coleccionables que uno pare sin epidural, ya sabrán casi todo lo que hay que saber sobre el bosón de Higgs, nuevo tema sobre el que la ciudadanía diserta entre bocado y bocado de porra mojada en café con leche mientras intenta no salpicarse la camiseta. Tras el feliz descubrimiento de tan esquiva partícula, tiempo ha faltado para que unos y otros, los de este lado y los de aquel, hayan salido a afirmar con rictus serio que el hallazgo no hace sino confirmar a pies juntillas el discurso corporativo:

“El descubrimiento tira por tierra cualquier interpretación del origen de la vida y manda al cajón de las fábulas a Adán, a Eva y a sus costillas”, peroran unos sin aclarar si gustan de las costillas al punto o muy hechas y con salsa barbacoa en lo alto; “No cabe duda que tras el bosón está la mano de Dios”, dicen otros introduciendo en la ecuación la ratonería de Maradona en el mundial de México. El mismo hecho como prueba irrefutable de una cosa y la contraria. Señales de lo que se quiere ver. Interpretaciones…



Volvió Falcao de sus vacaciones e hizo parada técnica tras las suyas Adrián antes de irse de au pair olímpico a la Gran Bretaña. Los dos de nuevo aquí, de momento ese es el hecho. Lo que era imposibilidad a la hora de retener al colombiano ante la orfandad de Champions ha tornado en seguridad. El no acuerdo a la hora de renovar para reconocer los méritos y el peso del asturiano no debe inquietar, todo va bien a pesar de que su cláusula de rescisión deje aromas de bizcocho en puerta de colegio concertado. Continuidad, ese es el mensaje. Lo que antes era incertidumbre se torna certeza sin más pruebas aportadas…o eso pensábamos algunos maledicentes.

Ayer, entre bocado y bocado de porra mojada en café con leche y salvando el trance de la salpicadura en la camiseta, se nos reveló la prueba irrefutable de su permanencia. El autobús…Nada más y nada menos que el autobús. El nuevo vehículo del equipo para esta temporada ha sido tatuado en chapa y pintura con imágenes de éstos y otros gladiadores rojiblancos, probando de esa manera su dogmática inamovilidad. Fíjense ustedes, tanto lío con el acelerador de partículas y las velocidades en él desarrolladas y las respuestas pueden encontrarse en los acabados de un autocar que no pasa de 120 km/h en autovía. “¿No pensarían que íbamos a troquelar semejante armatoste con las fotos de unos que no se fueran a quedar?”, dicen los de siempre a través de los creyentes voceros habituales de fe inquebrantable. Ya podemos estar tranquilos. Váyanse a la playa sin preocuparse e hínchense a sandía sin pepitas y a salmonetes recién pescados que a la vuelta aquí estarán todos, sirva el autobús como prueba fehaciente. Saquen ustedes de su mente descreída esas imágenes de Forlán como icono de la pretemporada de la pasada campaña. Olviden ustedes también las excepciones de Jurado, por blandito, y de Heitinga, porque tenía menos cuello que una bombona de camping gas. Lo que es, es y el resto son señales de lo que no se quiere ver. El mismo hecho como prueba irrefutable de nada. Interpretaciones…

miércoles, 4 de julio de 2012

De electrodomésticos, Eurocopas y visiones de la vida


Si alguno de ustedes decide algún día adentrarse en el local de Electrodomésticos Telesforo Sumideros, hijos y alguna sobrina, lo primero que notarán será un ambiente pesado, un aire casi irrespirable. La tienda huele a solera, a polvo depositado sobre los muebles con la connivencia del tiempo pero sin que medie dejadez. Muchos de los que entraron alguna vez incluso dijeron que les pareció que durante su visita a la tienda, las manecillas del reloj avanzaban más despacio, como si nadaran a contracorriente en esa atmósfera densa que ahoga los pocos rayos de sol que osan traspasar el filtro del escaparate. Cuando vayan, seguro que verán a Telesforo hijo, Telesforín para los más cercanos, sumido en cavilaciones con su eterna cara de hastío. Siempre amargado, siempre maldiciendo por lo bajo el haber accedido a continuar con el negocio como prometió a su padre en el lecho de muerte. También observarán que un individuo con un guardapolvo de esos de un color azul desvaído por los años y los lavados no para de revolotear industriosamente entre el género repartiendo manotazos. Ese es Crisálido, único y más veterano empleado de la empresa y parte sustancial de la herencia que Don Telesforo padre legó a Telesforín.

– El negocio te lo dejo a ti, hijo mío, pero a Crisálido me lo respetas a pesar de sus cosas –dispuso el fundador de la compañía como condición innegociable.

Mil veces se había arrepentido Telesforín de rendir banderas en ese punto. Mil veces despidió fulminantemente a Crisálido tras una de las suyas para ver como al día siguiente se volvía a presentar como si nada a las nueve de la mañana. Daba igual que el motivo del despido fuera tan indiscutiblemente justo como cuando echó con cajas destempladas a los repartidores que venían a traer las primeras pantallas planas. “Muy señores míos, las televisiones, como las damiselas, deben gran parte de su encanto a las curvas. Y si son en la parte trasera, aún mucho mejor”, añadió mientras blandía un ventilador rotatorio de pie para espantar a los sorprendidos operarios. Nunca había traspasado el umbral del local una pantalla llena de estrecheces, como decía él. Nunca se puso a la venta tampoco una consola de nueva generación llena de gigas, ni un robot de cocina rápida…

– La cocina requiere tiempo, Señor Sumideros ¿Podemos ser tan irreverentes como para pretender acelerar los tiempos de un sofrito de cebolla y ajo, base de la pirámide alimenticia y gustativa patria? Usted verá lo que hace, pero si busca mi complicidad comercial ante esa blasfemia temporal y culinaria no puedo menos que declararme objetor de conciencia…




Si ustedes se acercan al negocio un día como el de hoy, repararán en que Telesforo hijo, es decir Telesforín, anda más preocupado que de costumbre. El motivo de su quebranto es nada más y nada menos la victoria en la Eurocopa de la selección. Su intuición y el viejo manual de marketing agresivo que guardaba de sus años como estudiante por correspondencia, le habían empujado a ofertar, lo mismo que hicieron en situaciones análogas otras cadenas del aparato enchufable, la devolución del importe de los televisores comprados durante el evento siempre que la Roja saliera vencedora en el envite. Nada de ello le había comunicado a su asalariado, convencido como estaba de que ese anuncio solo le reportaría quebraderos de cabeza y enconadas discusiones. Eso sí, las señales y las conversaciones furtivas oídas casi sin querer entre su particular empleado y los vecinos que se acercaban a echar la tarde a la trastienda parecieron atisbar un alineamiento, aunque fuera fortuito, entre su estrategia comercial y los criterios de Crisálido. No pocas veces lanzó éste el periódico por la ventana con ademán contrariado tras leer alineaciones y planteamientos con los que el combinado nacional abordaba los duelos. En varias ocasiones le oyó maldecir esa veleidosa moda de los falsos nueves e incluso desestimar invitaciones a un cocido en la taberna de al lado si el convidante no abjuraba por escrito de su opinión de que el doble pivote Busquets-Alonso otorgaba empaque al juego.

Comercialmente, la medida tomada por Telesforín había arrojado unos incontestables beneficios. Tres televisores, tres, se habían vendido en las últimas semanas. Nada menos que una subida del trescientos por cien en los gráficos empresariales, dato éste nada desdeñable cuando de un negocio que expende televisiones que llevan en stock desde el mundial de México 86 se trata. La victoria patria iba a dejar el balance en cueros. Los usuales números rojos, se tornarían más encarnados que de costumbre. Aún así, lo que más dolía al propietario es tener que reconocer ante Crisálido el fracaso contable de la idea. El no triunfo de la modernidad, como decía siempre aquel cuando pontificaba ante la audiencia compradora que no se podía confiar en un aparato eléctrico que no mejorara en sus prestaciones con un cachete, como pasaba con las radios antiguas.

No tuvo más remedio el patrón que coger al toro por los cuernos y plantear la cuestión a su contumaz empleado. Crisálido iba ensanchando la sonrisa a medida que Telesforín desgranaba el balance. Le dejó hacer saboreando el momento. Pareciendo alargar esos segundos que en el local son casi minutos…

– ¡No sé de qué te extrañas y qué te parece tan gracioso! –añadió el ideólogo de la campaña–. ¡Anda que no te he oído refunfuñar sobre el Marqués, sobre el estilo de juego y hasta sobre las desafortunadas medias de Casillas! ¡Ni tú mismo confiabas en repetir éxito!

– Mire señor Sumideros, lo que yo opine o no es cuestión muy mía, que para eso asumo que un esteta como yo no tiene cabida en este mundo de tiburones financieros y entrenadores resultadistas. Lo de la Roja no es tanto una cuestión de delanteros mentirosos u honrados ni de que haya cabida para laterales con carencias estructurales a la hora de realizar un control como Dios manda. La cuestión es que el talento emerge casi siempre por mucho que queramos acotarlo y ponerle puertas o cerrojos Fac con tres vueltas de llave. Servidor no ha dudado de las posibilidades de los nuestros a la hora de conseguir objetivos, sino del camino elegido para llegar a ellos. Hoy o mañana, algunos ventajistas pasarán por aquí para acusar recibo a toro pasado. Para hincarse de hinojos ante el fin y despreciar los medios. Aquí les recibiré gustoso…

La impotencia de no doblegar la voluntad de Crisálido reconcomía a Telesforín pero calló, en parte por atenuar las ganas de despedirlo de nuevo que le estaban entrando y en parte porque había entendido un muy pequeño porcentaje del discurso de ese filósofo de los tubos de imagen que compartía espacio vital con él. Siguieron cada uno a sus cosas, pocas la verdad. El uno inundado de aburrimiento y desazón y el otro repartiendo cachetadas de mantenimiento entre los aparatos de la tienda. Solo antes de echar el cierre metálico, Crisálido, como corolario, apuntó una frase que Telesforo hijo no acabó de comprender, una vez más…

– Además, puestos a apostar, no apueste usted nunca en contra de un equipo en el que juegue el nueve. El de las pecas y el pelo rubio. Ese, ese siempre suele ganar…

Si alguno de ustedes decide algún día adentrarse en el local de Electrodomésticos Telesforo Sumideros, hijos y alguna sobrina, probablemente el ambiente denso y la atmósfera cargada les aconseje dar media vuelta y salir de nuevo a la calle. No lo hagan. Quédense un rato y conversen con Crisálido…y ya puestos, le dicen de mi parte que aquí hay uno que comparte su visión de la vida, sobre todo en lo futbolístico. Y en ciertos puntos de lo tecnológico, también…