miércoles, 30 de marzo de 2011

Los nominados

¡Madre mía, qué mal lo estaba pasando! ¡Cómo le apretaba el fajín! Estas cosas suelen pasar cuando alquilas el smoking pero, para una vez en la vida que se lo iba a poner tampoco hace falta comprarse uno ¡Que las cosas nos están para tirar el dinero! A lo mejor la falta de costumbre y la tensión del momento también colaboraban al mal cuerpo general que se le estaba poniendo. ¿Serían gases? En estos sitios tan finos en los que la guarnición se compone de coliflor cruda en vez de las socorridas patatas fritas pasan estas cosas. Como todos ustedes saben coliflores, brócolis y otras verduras de flor van siempre de la mano de noches toledanas y ventosas.
Comenzó la gala y se sintió reconfortado de que su jefe estuviera a su lado. No se había confirmado su presencia hasta el último momento por su apretada agenda, que incluía entre otros eventos una premonitoria visita a la cárcel de Alcalá-Meco y ya tenía la mirada vidriosa tras abusar de los cócteles de bienvenida, pero había llegado. Su otro jefe, como siempre tan dado al tremendismo y al poco control de sus nervios en actos de semejante magnitud, se intentaba relajar dando vueltas alrededor de la carretera de circunvalación de la ciudad, pero por lo menos también había estado con él en los momentos previos al evento. Compartían mesa con varias damas y caballeros de aspecto respetable. Seguro que muchos de ellos también estaban nominados como él. El problema es que hablaban raro. No en cristiano desde luego, y a él siempre le había dado mucho apuro hablar en otras lenguas. Sería por eso lo de su tendencia en acudir siempre al mercado sudamericano. Si les parece, me voy a callar para que escuchen a los maestros de ceremonia de la gala, que está a punto de otorgarse el premio gordo.

– We are now ready to know who will be the next… (a pesar de que me consta la preparación del lector medio de la Agonía, me van a permitir que realice un ejercicio de traducción simultánea, tan necesaria en estos tiempos en los que los traductores online no funcionan del todo bien y los traductores buenos se buscan las habichuelas como entrenadores)…ganador del máximo galardón que otorga la Plataforma por la Excelencia en el Plano Empresarial, el Pepe 2011 –continuó la ex modelo de sonrisa fluorada demorándose más de la cuenta entre palabra y palabra para poder respirar, tarea nada fácil estando dentro de un vestido de una talla bastante inferior a la que convendría a su figura.
– Los nominados al premio de mejor trayectoria empresarial son... –anunció una voz en off que daba paso a la proyección de videos que glosaban la talla de los candidatos.
– Richard S. Hardface, inventor y diseñador de la pulsera Powerbalance. Por hacer resurgir el imperio que su abuelo creó con las primeras pulseras magnéticas y su contribución al fantástico equilibrio reinante en el nuevo orden mundial.
– Colin H. Shameless, creador e impulsor del sistema de video 2000 y del soporte de datos definitivo, el minidisc. Por su gran visión de futuro y una capacidad de abstracción fuera de toda duda.
– Harry F. Scrounger, productor y arreglista de los temas de Milli Vanilli. Por la encomiable defensa de un producto fresco y desenfadado que a día de hoy sigue vigente a pesar de pequeños detalles sin importancia.
– Charles J. Noqualms, presidente y fundador de la cadena de academias de idiomas Opening. Por lanzar al mercado el método ideal para que sus clientes aprendan otras lenguas de oídas y potenciar el uso del lenguaje coloquial de los mismos al acordarse de su familia.
– Y por último, pero no por ello menos importante, J. García, director deportivo de renombre mundial. Por toda una vida dedicada al descubrimiento de talentos tropicales y por una visión comercial privilegiada, capaz de fichar lámparas ante la petición de sofás.
Tras las cerradas ovaciones dedicadas a los principales protagonistas de la noche, la presentadora rasgó el sobre en el que se guardaba el nombre del ganador. Ahora sí que los nervios le corroían. Miró a un lado solo una fracción de segundo y vio a su jefe dando cuenta de otra copa de anís.
– Y el ganador del premio Pepe 2011 a la trayectoria empresarial es….RICHARD S. HARDFACE –anunció entusiasmada la conductora del evento, pasando en ese momento de rellenita a bastante gorda a los ojos de nuestro protagonista.
Su jefe le cogió del brazo y le dijo que ya era hora de irse, que la barra libre se estaba acabando y que no estaba la cosa para aguantar más discursos. Él caminaba apesadumbrado sintiendo cada uno de los aplausos y vítores que salían de los invitados hacia el ganador como una puñalada en el corazón.  Con lo que se había ilusionado, con lo bien que hubiera quedado la estatuilla del premio en la repisa de la chimenea del chalet de la playa.
– Alegra la cara hombre, que no nos vamos de vacio –dijo pícaro su jefe ya en la calle, intentando animarle mientras se ahuecaba la chaqueta para dejar ver un centro floral y un bolso de mano de terciopelo con incrustaciones de pedrería.

domingo, 27 de marzo de 2011

Abre los ojos

“Abre los ojos, abre los ojos, abre los ojos, abre los ojos, abre los…”
Currito pulsó el botón para silenciar el maldito despertador que alguien le había regalado tras un viaje a Canarias. Cada mañana le taladraba el cerebro con ese mantra ¡Cualquiera no abría los ojos! Se puso en marcha automáticamente, ducha rápida, el actimel bebido (que ya saben ustedes qué traicioneros son estos cambios de temperatura primaverales) y revisión frente al espejo del uniforme descuidado pero calculado que tan bien le conjuntaba con las gafas de concha.
Hoy le tocaba ir al Cerro del Espino a cubrir la información del entrenamiento del Atleti ¡Qué vida la del periodista deportivo! Hoy una rueda de prensa, mañana un partido, pasado un viaje con tertulia. Y mira que el cenizo de su padre decía que no harían carrera de él con los diez años que le había costado sacar la licenciatura. Ahora muchos tenían que tragarse sus palabras, ahora era un periodista semiconocido en un rotativo de tirada nacional. Ahora creaba opinión. Ahora podía decir o escribir lo que le viniera en gana gracias a la ayuda del padre de su novia que le metió como interino en la redacción. Bueno…lo que le viniera en gana no, que para eso estaba la línea editorial del periódico. Si había que silenciar una protesta, se hacía. Si había que seguir la estrategia del calamar ante un tropiezo, se echaba toda la tinta posible y en paz.
En estas estaba cuando, tras cerrar la puerta de la finca en una bocacalle de la Gran Vía, le sorprendió la ausencia del habitual ruido de cualquier ciudad desperezándose. Caminó sin cruzarse con nadie hasta la esquina de la famosa avenida y se detuvo helado. No había un alma. Ni coches, ni peatones, ni carteristas organizados, ni kioskeros a sueldo de seguros médicos de los que sacan todas las colecciones por fascículos a la acera con el objetivo de provocar cuantos más esguinces con afectación en el tendón mejor. Nadie. Todo vacío. Presa de un ataque de pánico se bajó los pantalones hasta los tobillos para hacer realidad un oculto deseo y empezó a dar saltitos en dirección Plaza de España con el culo al aire. Nada. Silencio. Sólo el ruido de sus pasos. Se preguntó si no podría ser que España hubiera sido atacada con armas bacteriológicas y a nadie se le había ocurrido avisarle. No, no podía ser. El aire parecía normal. ¿Sería que justo el megáfono del teniente de infantería que debía haber pasado por su calle avisando para desalojar a los vecinos se había quedado sin pilas? ¿Sería que alguien le estaba gastando una broma pesada? A lo mejor era por lo de manipular y maquillar un poco las noticias. Pero coño, eso eran minucias. Concesiones que cualquier plumilla debe hacer para acumular méritos. ¿Sería por eso?

“Abre los ojos, abre los ojos, abre los ojos,..”
Currito se incorporó de la cama de un salto tras parar el despertador. Le esperaba un día muy largo. Primero pasaría por la redacción, luego al Calderón, ese estadio que afortunadamente seguía albergando los partidos de los colchoneros después de una remodelación envidiable. Más tarde, al aeropuerto desde donde saldría el vuelo hacia Estambul, la ciudad donde un Atleti con varios campeones del mundo en sus filas, jugaría mañana su segunda final consecutiva de la Champions League. La que, ojala, traería a sus vitrinas la cuarta orejuda. Si su padre pudiera ver cómo habían cambiado las cosas. Cómo la presión popular y las denuncias por parte de la prensa de los continuos atropellos habían devuelto el equipo a sus socios. Cómo se había convertido en un modelo copiado por las escuelas de negocios. Cómo él, desde su puesto de director de la respetada agencia de noticias que fundó junto con un amigo de facultad, se enorgullecía de haber colaborado a devolver al equipo al sitio que merecía, el sitio que nunca debió haber abandonado.

 “Abre los ojos, abre los…”
Pulsó el botón del despertador casi al instante ¡Vaya nochecita! No volvería a comer manitas de cerdo por la noche. Se sentó en el borde de la cama para respetar los tiempos que marcan los humores corporales y sonrió con tranquilidad al oír las bocinas de los coches en la calle. Entonces vio la carta sobre la mesa y recordó. Le habían despedido del periódico. Casi sin ninguna explicación, solo le habían dicho que últimamente sus escritos no seguían las pautas editoriales y que se estaba volviendo un poquito rebelde. Que qué leches sabía él de apropiaciones, de fichajes inflados y de movimientos de aficionados. Que eso no tenía cabida en un periódico de prestigio. Caminó hasta la cocina arrastrando los pies y visualizando con temor el momento en que le diera la noticia a su padre. Ya se lo imaginaba, llamándole malcriado y desagradecido, defraudado con él por no haber sabido aprovechar la oportunidad de hacerse una persona de provecho. ¿Principios? ¡Finales! Los principios se pueden tener cuando sientes el peso de una cartera repletita en la nalga izquierda, siempre le decía.
“Abre los ojos, abre los ojos,…”
Don Francisco no dejó sonar demasiado el despertador. La verdad es que casi no lo necesitaba porque hacía mucho tiempo que no dormía una noche de un tirón, pero el despertador se había convertido en una costumbre que no quería abandonar. Una de las pocas cosas que le recordaban a su juventud, como ese Currito que desechó hace tiempo cuando se incorporó al equipo ejecutivo del grupo editorial y que todavía le hacía sonreír cuando algún viejo amigo lo utilizaba. Como todas las mañanas se acercó a la mesita donde el servicio le dejaba la edición del día. Pasó rápido por las conocidas noticias y se detuvo en las páginas centrales, ésas que hablaban del fútbol modesto. Como siempre, buscó el resultado del Atleti. Ésta vez había empatado con el filial del Cercedilla. Bueno, al menos parecía que el fantasma del descenso empezaba a alejarse. Siempre que veía la clasificación recordaba a su padre. ¡Qué hubiera pensado él si hubiera visto a su Atleti en esta situación! Pero eran cosas que pasaban. Ahora solo unos cuantos jubilados se acercaban cada domingo a ver jugar a un equipo rojiblanco plagado de barbilampiños jugadores. Ahora los niños seguían al Alcorcón o al Rayo, los dos equipos madrileños que habían ganado títulos en la última década. Aún así, ese grupo de viejecitos seguía acudiendo al campo de entrenamiento que tan generosamente le había cedido el equipo franjirrojo para poder jugar sus partidos. Pagaban religiosamente los tres mil euros de la entrada, algo que equivalía a cien pesetas tras las continuas devaluaciones de la moneda europea, y allí echaban la mañana recordando viejos tiempos. Tiempos de triunfos, tiempos de títulos.

“Abre los ojos, abre los ojos, abre los ojos,..”
Otra vez el despertador. Se sentía muy aturdido, no tenía claro qué era sueño y qué realidad. ¡Joder con las manitas de cerdo! Oyó ruido en la cocina y se incorporó en la cama para ver quién era el causante. Allí estaba su padre trasteando. Ahora recordaba que habían quedado para ir al bar de su tía y sede de la peña para tomar algo aunque no hubiera partido del Atleti, por eso su padre llevaba la bufanda verde y oro de la que no se despegaba últimamente.
– ¡En pie Currito, que con esta siesta que te has metido va a hacerse tarde! –dijo su progenitor entrando como un torbellino en el dormitorio–. Además la pereza es muy mala compañera para cuando te pongas a buscar un nuevo trabajo.
– ¡Ah!, pero…¿lo sabes? –preguntó con timidez nuestro protagonista.
– Sí, claro. Ayer nos lo contaste ¿Es que no te acuerdas? No sé dónde tienes la cabeza a veces, hijo. Por cierto, te he dejado otro tupper con manitas en la nevera, que ya sabes cómo se pone tu madre con lo de que comes mal. Ya llegarán tiempos mejores, no te preocupes –peroraba su padre ante su sorpresa–. Debo añadir que tu madre y yo nos sentimos muy orgullosos de ti. Un periodista debe contar lo que ve o lo que cree, no lo que le mandan. Además ya era hora de que les plantaras cara, de que abrieras los ojos. Ya te lo decía yo: Currito, abre los ojos, abre los ojos,...

miércoles, 23 de marzo de 2011

Derechos romanos

(Mi única referencia atlética en esta historieta será para Fran Emérita Augusta, jugador que llegó este verano en loor de multitudes por atesorar calidad y por ser atlético desde pequeño. Me pregunto cómo es que se nos escapa la temporada y casi no tenemos noticias de él ¿no era para tanto? ¿será otra fobia de esas que asolan a nuestro enjuto entrenador?...)

Tulio Marco Cícero llegó como cada mañana a su espartano despacho antes de la hora nona ¡Si su madre pudiera ver hasta dónde había conseguido llegar después de salir de Leptis Magna con una mano delante y otra detrás! Su buen hacer como gestor de recursos humanos en la flota del imperio le habían llevado hasta su actual destino después de pasar como marcador de ritmo de palada en una trirreme y encargado de látigo de primera categoría en varias galeras que hacían la ruta regular de Bizancio a Cartago. Su asistente entró en la sala para recordarle que ya estaba esperando su cita de primera hora:
– Les digo que pasen entonces –soltó como quien no quiere la cosa su ayudante mientras se acercaba a la puerta.
– ¿Les? ¿Cómo que les? ¿Pero la cita no era con el representante de los esclavos del circo?
– Mejor se lo explican ellos señor procónsul –dijo encogiendo los hombros el funcionario imperial para volver a continuación con dos hombretones vestidos a la manera hispánica, algo más ruda que la que se suele ver en el foro (romano, no en Madrid claro, que algún tiempo debe pasar hasta que se funde).
– ¡Señor procónsul, cuánto honor! –dijo el más alto de ellos mientras le estrechaba el brazo con la fuerza de un ursus–. Permítame explicar la presencia de dos de nosotros en esta primera toma de contacto. Como bien sabrá usted Hispania no es una nación con una sola realidad, se trata más bien de una nación de naciones. Es por ello que nuestros compañeros esclavos gladiadores nos han elegido para que les representemos desde nuestras condiciones respectivas de descendiente de celta, aquí mi compañero, e íbero, un servidor, para de esta forma representar la idiosincrasia de cada una de las realidades presentes en ésta, nuestra piel de urus. Si no es molestia, llevaré la voz cantante en la negociación yo, que los íberos somos más abiertos y desenvueltos en estos menesteres, siendo nuestros hermanos celtas más retraídos y campechanos.
– Bien,…me parece bien. ¿Y qué se les ofrece?
– Así me gusta, al grano ¡Estamos condenados a entendernos Don Tulio! Pues bien, como usted sin duda sabrá, desde los tiempos de Dioceclano los gladiadores, esclavos o libres, venimos reclamando una revisión del convenio de artistas de circo romano. Queremos expresar nuestra voluntad firme de alcanzar un acuerdo con la patronal imperial pero tenemos algunos puntos que consideramos irrenunciables, pero sobre los que podemos negociar en aras de sentar las bases de futuros marcos laborales, que no están las cosas para poner a nadie entre la gladius y la pared.
– Sí…claro, continúe, continúe –balbució estupefacto el gobernador local.
– Como le decía, nuestra posición es inamovible en temas como el de un reparto justo de los derechos teatrales, que en la actualidad benefician a las escuadras más poderosas de gladiadores, un porcentaje de las apuestas y la obligatoriedad de la alineación de al menos cinco gladiadores seleccionables en cada convocatoria. Además proponemos un sistema de recompensa y retribución más justo que el actual dedo arriba o dedo abajo basado en baremos que se calcularán en función de los trienios como gladiador colegiado y las evaluaciones del desempeño realizadas. No crea que es tampoco baladí el tema de las concentraciones antes de los espectáculos…
La comisión negociadora desgranaba una a una sus reivindicaciones mientras Tulio pensaba en cuánta razón tenía su madre. Ella le había dicho que pidiera cualquier destino menos Hispania, aunque fuera la Galia dónde decían que había una aldea que resistía al invasor con no sé qué leches de poción o brebaje. Pero no, su mujer se había empeñado en Hispania por el clima y la vitae qualitam, por tonterías de esas que leía en papiros destinados a la mujer moderna del siglo I d.c. ¡Madre mía, qué crucis!
– ….ver a usted tomando ese rancho. Es por ello que exigimos tomar al menos dos veces por semana ese nuevo plato, tan de moda en la capital del imperio, que consta de una base de masa de pan horneada, queso de búfala y lo que la imaginación de cada uno pida agregar en lo alto (nótese la ausencia de tomate en este nuevo plato para evitar innecesarios anacronismos, aunque ya se sabe que la diferencia está en la masa). Por último, pero no por ello menos importante, queremos institucionalizar el derecho a una semana de vacaciones coincidentes con el solsticio de invierno. Ya sé que tal vez usted pensará que estamos pidiendo por pedir, pero ha de saber, Don Tulio, que en Galilea la fiesta cada vez gana más adeptos. No me extrañaría que esa tradición acabara calando en todo el Mare Nostrum. Fíjese que hasta un joven emprendedor ha abierto una fábrica en Saxum (Jijona) y está teniendo un moderado éxito distribuyendo un dulce de miel y almendras que oferta en dos variedades, una dura y otra blanda.
– ¡Ah! Ya ha terminado. Bueno, he tomado buena nota de sus reivindicaciones y se las pasaré al tribuno para que decida. En breve tendrán noticias nuestras –dijo aliviado el procónsul mientras les acompañaba a la puerta.
Tulio Marco Cícero se dejó caer en el triclinium agotado pero emocionado al comprender que había sido testigo de un nuevo paso en la imparable carrera del progreso humano: el alumbramiento de una figura histórica, el liberado sindical (celta en este caso). En estas estaba cuando su asistente anunció la siguiente visita:
– Señor procónsul, tengo en la antesala a la comisión de animadoras del circo, que como usted sabe se muestran preocupadas por la creciente siniestrabilidad laboral que padecen. Dicen que más de una vez han salido a mover los pompones en los tiempos muertos sin que el león o la pantera hubieran sido enchiquerados y, claro, andan revueltas.
– ¡Qué remedio! Hazlas pasar –se resignó el gobernador al que ya no le llegaba la toga al cuerpo ante el panorama que se le avecinaba.
– Y recuerde que antes del almuerzo debe también recibir a la plataforma cívica de enanos del circo, que llevan pidiendo cita varios meses ante el crecimiento de varios palmos de estatura que han experimentado desde que se les ha trasladado a estos lares.
– ¡Hispania disparis est! (o como se diga España es diferente oigan, que uno es de ciencias puras)

domingo, 20 de marzo de 2011

Rutinas

(Segunda entrega de las aventuras de los protagonistas del anterior derby, sí, sí, los de la Plataforma)
Aprovechando la entrada triunfal de la primavera, Zacarías y Saturnina se acercaron paseando hacia el restaurante. Ésta vez iban a cambiar las rutinas de los días de derby, a ver si así el final era distinto. Hoy no habría cabida para las sobremesas en casa, las siestas sin pegar ojo por los nervios y el bocadillo de tortilla con pimientos. Hoy irían los dos al fútbol. A ver si entre los dos hacían la fuerza suficiente para cambiar la racha. Esa racha que mantenía a su hijo aislado en el Atlántico Norte por una cabezonería.
Miraron el menú, pero decidieron comer de carta sabedores de que los precios de los menús de fin de semana experimentan un crecimiento geométrico al ser multiplicados por una constante de parecida magnitud a la que nos deja con los pies pegados al suelo, ésa que nos atrae hacia el batacazo de manera inexorable cuando resbala la pata de la escalera a la que nos encaramamos para colgar la foto del nuevo sobrino.
– ¿Qué pedimos? ¿Primero y segundo o algo para picar y un segundo? –se decidió por fin Saturnina a plantear la pregunta del millón que debe formularse en toda comida fuera de casa.
– Mejor primero y segundo, ¿vale? –propuso el homenajeado padre de familia dispuesto a cambiar rutinas pero no hasta el punto de renunciar a un plato de cuchara.
Él pidió sopa castellana, ella ensalada tras un encendido debate sobre en qué momento una menestra pasa a ser panaché de verduras. Después, cochinillo para los dos y una botella de crianza. Así daba gusto, comida casera pero bien hecha. Nada que ver con esos nuevos sitios en los que camareros de camisa negra brillante ejercen de traductores de platos definidos por cinco o seis palabras. Sitios en los que la ensalada en vez de ser fresca es tibia. Eso no era para ellos. También tomaron el primer helado de la temporada, café y un pacharán para cada uno, que no era día para volver a la infelicidad que emana de los descafeinados de sobre, las sacarinas y las cervezas sin alcohol.
Tras una larga sobremesa se acercaron a la sala de baile. Allí, danzaron durante dos horas casi todas las piezas sin pensar en dolores de espalda y antiinflamatorios. Allí, Zacarías le dijo a su mujer lo guapa que estaba con la blusa nueva, ella devolvió el cumplido reconociendo lo bien que le seguía quedando el traje pese a los demasiados años de uso. Zacarías se arregló satisfecho el nudo de la corbata y pasó inconscientemente el dedo por la solapa en la que brillaba la insignia del Atleti. La que siempre se ponía en días de partido. La que compró con unos ahorrillos. A pesar de los años que llevaba de socio, él se la tuvo que comprar, no como otros. Quizás por no tener apellidos complicados. Quizás por no ser político. Quizás por no ser de ese otro equipo de la ciudad.
Salieron a la calle agotados pero felices y enfilaron el camino del estadio. Iban despacio, tenían tiempo de sobra. Se demoraban más de la cuenta ante cada escaparate, sorprendidos por estos tiempos de liquidación y saldo.
– Tenemos que repetirlo más a menudo, ¿eh? –dijo ilusionada ella.
– Sí –admitió él–. Hay que hacer algo diferente de vez en cuando.

Nuestros protagonistas se acomodaron en sus asientos y pasearon la vista por el menú que ofrecía la noche: De primero, un equipo conocido que repetía alineación. De segundo, una afición rebozada de ilusión que nunca falla, que nunca necesita disfrazar con salsa una posible falta de frescura. De postre, el palco. ¡Qué les voy a contar yo del palco que no sepan ustedes! El reputado productor cinematográfico dice que está deseando que termine la temporada, que se le está haciendo larga. El problema es que después de ésta, vendrá otra de panga a precio de rodaballo salvaje. Y sí, a la afición también se le está haciendo larga, pero es una más de las veintitantas de mediocridad que llevamos soportando. Eso sí que se nos hace largo.
Como seguro que ustedes ya habrán oído y leído muchos análisis postpartido de sesudos expertos, permítanme centrar mis reflexiones en solo unos pocos de los protagonistas.
El novio de Sara Carbonero: Probablemente el único del equipo rival que admitiríamos en nuestra mesa a la hora de comer. Probablemente el más desequilibrante en el partido de ayer. Un portero que ayer apartó de los focos a ese luso que padece síndrome de piernas inquietas. Grandes intervenciones teñidas de normalidad. Comida casera, sin artificios. A su lado, un equipo que ha hecho de la crispación y la villanía sus señas de identidad. Muchos nos preguntamos cómo es posible que un equipo con una superioridad técnica evidente encare el partido con mucha más agresividad que el nuestro. Cómo es posible que en los primeros minutos el jugador que luce el número diez en un desprecio claro de las tradiciones y la historia del fútbol haga más faltas que todo nuestro equipo en la primera parte. Cómo es posible que el maitre y juez de la contienda lo deje sin castigo. Mención aparte merece también un centrocampista excompañero de Torres en Liverpool, un jugador que antes nos caía bien pero que ahora ha interiorizado la grandeza del club que le paga y lo expresa a base de repartir señorío en las espinillas de los rivales. Se quejaba durante la semana ese hombre del Renacimiento que es el hermano de René Ramos de que a los campeones del mundo de su equipo no se los quiere como a los del otro equipo candidato, que será un problema de envidia. Y nosotros, que ya no somos candidatos desde hace tiempo por obra y gracia de nuestros dirigentes, pero sí tenemos memoria, intentamos recordar sin éxito un encuentro en el que otros jugadores a los que se suele aplaudir hayan medido las tibias de los rivales como lo ha hecho el de Tolosa en los últimos partidos que hemos jugado contra el equipo del ser superior. Será la envidia.
Kun Agüero: Ayer (y van…), volvió a intentarlo todo. Fue el que creyó, el que metió algo de miedo en el rival. Fue el entrante, fue el plato principal y la tarta helada. Fue el camarero de Vacaciones en el Mar, dando servicio él solo a todo un barco. Fue el que salió perdedor en varios mano a mano con el personaje del anterior párrafo. Fue en el que cada vez más se detecta la desesperación por no ser acompañado. Fue el que esperaba algo más de sus compañeros de turno, perezosos anoche a la hora de servir mesas. Fue el que bajó la mirada al suelo cuando se constató que la defensa tomaba forma de ensalada tibia sobre lecho de dudas. Fue el que lucha contra lo light, el que quiere poner sobre y medio de azúcar en el café. El que no se preocupa de ácidos úricos y transaminasas, en el que empieza y acaba todo. El que tiene que ocuparse de doblar los manteles y de echar la sal al guiso. Y se le ve cansado, no sólo físicamente. Muchos parroquianos piensan que está llegando al mismo nivel de hartura al que llegó en su día el Niño. Muchos piensan que ese hartazgo más el empujón que el palco dará en un nuevo intento de recaudar fondos dedicados a la adquisición de insignias que imponer a simpatizantes de rivales, pueden precipitar su salida este verano. Será una pena. Será como comerse un pescado hervido sin sal mientras te llega el aroma del buey a la piedra de la mesa de al lado. Será que debería habérsele rodeado de otros ingredientes. Será que no cuela más eso de llamar emulsión de hortalizas seleccionadas al aroma de vinagre y fruto del olivo a un simple gazpacho.
Saturnina y Zacarías enfilaron la cuesta de su casa con una enorme luna de silenciosa acompañante. Caminaban despacio, en parte por el cansancio del largo día y en parte por la derrota. A partir de mañana deberían volver a las verduras rehogadas y al pollo a la plancha, a las rutinas. Ésas rutinas que el equipo de sus amores no había sido capaz de abandonar. Aún así, caminaban cogidos de la mano. Como uno solo. Tristes pero acompañados. Como siempre lo habían estado desde hace ya tantos años. Al llegar a la puerta de casa, Zacarías intuyó que algo no iba como debía. El felpudo estaba movido y la puerta estaba cerrada sin las dos vueltas de llave que él metódicamente siempre daba. Se adentraron en el pasillo con prevención y vieron la luz encendida en el cuarto de su hijo. Se asomaron con el corazón latiendo muy fuerte, con ese latido familiar que años atrás notaban regularmente en sus visitas al Calderón pero que ahora se presentaba casi como un desconocido. Y allí estaba su hijo, el que trabajaba en la plataforma. Había vuelto para quedarse olvidando apuestas ridículas.
– Sí –dijo Zacarías hijo–. Hay que hacer algo diferente de vez en cuando.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La forja de un mediapunta

Prudencio seguía atento las evoluciones de los pequeños en el campo. Al entrenamiento normalmente le llevaba su mujer, pero hoy que podía, había querido ir él. Echó la vista a un lado para ver a todos los padres y madres que se agarraban crispados a la barandilla que circundaba el campo, y vio caras de tensión, sí. ¿Pero esto no debía ser algo divertido para los niños? Él como mucho animaba a su hijo diciéndole que lo estaba haciendo muy bien cuando se acercaba a la banda, en cambio los otros progenitores interpelaban a sus vástagos con giros escuchados a doctos tertulianos o entrenadores de corbata estrecha: “Pedrito, provoca el dos contra uno en banda, que no presionas” o “Jaimito, aprovecha la superioridad que proviene del desequilibrio para encontrar el último pase”. Decididamente no le gustaba. Los niños, todos calzando botas en tonos amarillo uranio o verde plutonio (aprovechando la inquietante actualidad) copiadas a sus metrosexuales ídolos, se pasaban el partido más pendientes de mirar a sus padres-representantes que de disfrutar de lo que esto era, un juego.
Otra característica común eran las meriendas preparadas para el postpartido. Agazapadas en mochilas de marca se guardaban barritas energéticas, zumos de varias frutas enriquecidos con vitaminas a tutiplén o sándwiches integrales de pavo. Qué diferencia con sus tiempos, cuando dejabas a tu equipo con diez durante el tiempo que tardabas en coger el pan con chocolate que tu madre te bajaba al portal. Ese bocadillo que solo se mordisqueaba en los saques de banda para no distraerte del partido, ese con el que rematabas cuando no llegabas con la cabeza en una suerte precursora de lo que luego fue la mano de Dios, ese bocadillo que muchas veces marcaba el fuera de juego: “Tienes el bocadillo adelantado con respecto al último rival, por posición e influencia” decía algún listillo. Pero luego cayó en que no, en que antes no se jugaba con minucias como el fuera de juego. De hecho el amigo gordito se sentaba a veces en el poste del equipo contrario para pegar la hebra con el portero, sólo reaccionando cuando la jugada llegaba a esa área, convirtiéndose así en pichichi aprovechado.

En estas estaba cuando terminó el partido, momento en el que una turba desquiciada de padres y madres saltaron al campo para poner rápidamente chubasqueros de goretex a sus proyectos de estrellas, no fuera a ser que se resfriaran. Su hijo se acercó lleno de barro y él le preguntó si se había divertido. “Mucho” dijo el niño con ese gesto que tanto le recordaba al abuelo, a su padre. De camino al aparcamiento, su hijo se cruzó con un compañero que utilizaba una mano para dársela a su padre y la otra para tomar un reconstituyente de alto valor proteico.
– Hasta el próximo día Carlos, hoy has estado flojo en la recuperación de balón, ¿eh? –dijo el otro niño, a lo que respondió su hijo con un gesto desganado mientras el padre del otro tomaba cartas en el asunto.
– ¿Eres el padre de Carlos? Encantado, mi hijo lleva jugando con el tuyo desde alevines. ¿Qué tal los ves? Yo creo que el pasar del campo de arriba a éste les ha perjudicado, yo creo que esta hierba artificial es de un polímero distinto y eso se nota.
– Pues no lo había pensado, la verdad –admitió Prudencio sin detenerse.
– Pues sí, se nota y mucho –dijo enfatizando el indignado padre–, sobre todo si juegas con taco de aleación de aluminio. Pero lo peor es que el entrenador es muy malo. A tu hijo le dará igual porque es central pero este año a mi hijo le están poniendo escorado en la banda izquierda, a pie cambiado, a pesar de que al entrenador le he dicho ya varias veces que él rinde más de mediapunta.
– Perdona, pero tenemos un poco de prisa –dijo tirando del niño hacia el coche y dando la espalda al improvisado estratega que se volvió desairado en busca de otro contertulio.
Ya en el coche, y después de esperar un tiempo prudencial (como no podía ser de otra manera), Prudencio se dirigió a su retoño:
– Carlos, no quiero que te juntes más con ese niño.
– Gracias papá –dijo con alivio el chaval.

domingo, 13 de marzo de 2011

Derechos de autor

Tumbado cuan largo era en el diván, Onofre se desnudaba interiormente ante la doctora Philipauskas, su psicoterapeuta. Había empezado a visitarla ante la sensación cada vez más intensa de que en su vida todo estaba prefijado, de que daba igual lo que hiciera, todo estaba escrito y no se podía cambiar nada.
– Este…¿Y qué tal esta mañana? ¿"Notás" la mejora con las "pastishas"? –preguntó la psicóloga mirando por encima de las innecesarias gafas, sólo presentes para dar un toque profesional.
– Sí doctora, salí de casa con la sonrisa puesta, hoy me he levantado contento de verdad.
– Este…gran noticia Onofre, ¿cómo luego "tenés" entonces la sensación de que todo se tuerce?
– Porque ya no puedo más, ya no puedo más, siempre se repite la misma historia. Estoy harto de rodar como una noria.
– Pero, "debés" pensar que "dominás" tu vida, "buscá" pensamientos positivos. Por cierto, ¿cómo fue con esa chica con la que salías?
– Ya no estamos juntos, un día, y sin previo aviso le dije, déjame, le dije que no volviera a mi lado, una vez estuve equivocado, pero ahora todo eso pasó, no queda nada de ese amor.
– Este…, también "podés" estar muy bien solo. "Tenés" que plantearte que a lo mejor es el momento de buscar un sitio para empezar de cero.

– Puede ser doctora, pero todo el mundo sabe que es difícil encontrar en la vida un lugar, donde el tiempo pase cadencioso sin pensar y el dolor sea fugaz.
– Onofre, vos tenés un diagnóstico claro. Está claro que el trabajo como inspector de la SGAE te acarrea mucho stress. No puedes estar todo el día buscando violaciones en los derechos de autor –añadió mientras miraba el reloj de reojo–.  El tiempo se agotó, nos veremos la semana que viene. Ya sabés que mi objetivo en las sesiones es ser capaz de conseguir tenerte alguna vez entretenido, hacerte por lo menos sonreír. Hasta la semana que viene –dijo la psicóloga mientras le acompañaba hacia la puerta.
– Adiós doctora…agradecido –se despidió Onofre poco convencido de que las cosas estuvieran mejorando.
El temprano horario del partido de ayer obligó a los atléticos a acortar siestas o a prolongar sobremesas. A sentarse delante de las pantallas de los bares, esos lugares tan gratos para conversar. Se presentaba el equipo a jugar ante el Almería en el estadio de los juegos del Mediterráneo, ese mar que se acerca y se va después de besar mi aldea. Salió el Atleti menos mandón que en los últimos partidos, a pesar de casi repetir protagonistas con respecto al partido de la semana pasada. Decimos casi, porque faltaba Domínguez, ese sospechoso habitual que acumula castigos técnicos o disciplinarios. Ese jugador cuya ausencia nota la defensa, ayer de nuevo blandita como canción de cantautor. De nuevo cometiendo errores de esos que generan miradas interrogatorias que preguntan dónde está nuestro error sin solución.
Poquito a poco entendiendo que no vale la pena correr por correr, el equipo se hizo con el partido. Con el medio campo más entonado, con Forlán más participativo y comprometido en su nuevo papel de enganche. Con Kun siempre oliendo a peligro. Fruto de un gran pase de Tiago y de un amago genial de Agüero al portero, se tomó ventaja en el marcador. Un gran gol, un gol de talento de esos que nos brinda el diez de vez en cuando, de los que nos hacen decir que hemos tenido suerte de llegarle a conocer.
Salió el equipo tras el descanso conservador, tal vez siguiendo las indicaciones de un banquillo siempre loco por incordiar, tal vez pensando en futuros partidos. Dejándose dominar. Encerrándose. Apostando por los malos tiempos para la lírica. Consecuencia de ello el Almería empató. Un empate y una actitud que hicieron que los aficionados pidieran otra ronda para estar preparados ante lo que podía venir con un vaso en la mano y un cigarrillo mentolado en la otra. Para tener puntos de apoyo a los que agarrarse acodados en las barras de bar, vertederos de amor.
Para sorpresa del personal, se volvió a tomar el control del juego. Creando ocasiones para desnivelar de nuevo. Sin pasar apuros. Con un Forlán al que lo mismo hemos echado de menos, lo mismo, que antes echábamos de más. Con un Reyes inspirado cuyo nombre sabe a hierba por la de veces que acaba en el suelo. Con un Tiago que acaba los partidos a ritmo lento de fado por su falta de gasolina. Y sobre todo con el yerno de Maradona, que no es una persona cualquiera, es un hombre pegado a una pelota de cuero que volvió a ponernos por delante cuando la defensa creía que le veía, pero cruzó ignorando la pared, hizo ¡chas! y apareció el balón al lado del portero, en la red.
Lejos de dar por cerrado el partido, se volvió a dar un paso atrás. Con la exasperante falta de ambición. Otra vez siguiendo la misma dirección, la difícil, la que usa el salmón. Y en estas estábamos cuando nos empataron de nuevo en un error de marcaje, en un nuevo capítulo en el que nuestra retaguardia queda sin documentos. A estas alturas del partido, litros de alcohol corrían por las venas de la parroquia para atenuar la nueva decepción. Pero la fuerza del destino nos hizo repetir en el dominio, ésta vez sin premio.
Coincidiendo con el pitido final los aficionado atléticos se agolparon en las barras para que les cobrasen, dispuesto a despejar los bares y el calor de su amor antes de que se incorporaran los aficionados del equipo que jugaba en el segundo turno. Mientras esperaban las vueltas vieron en la tele la cara de nuestro técnico, hablando de reacciones y de sensaciones, una canción que cualquier noche los gatos de mi callejón maullarán a gritos por repetida. Muchos de los nuestros se preguntaron el por qué de que Quique tenga más capacidad de influencia en las salas de prensa que en los partidos. Preguntando si cobrará derechos de autor por tanto hablar de sensaciones o si da la sensación de que es un autor que no da una a derechas. También muchos le querrían haber preguntado a Quique que dónde estaba entonces cuando tanto le necesitaba el equipo, pero se fueron para casa sin demorarse. Para arreglarse y salir de cena o al cine, para ir a casa de los suegros, para seguir viviendo. Porque la vida sigue igual.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Uno de los nuestros

(Permítanme ustedes empezar con un breve recuerdo para Don Adrián Escudero, máximo goleador de la historia de nuestro equipo fallecido esta semana. Historia del Atleti. Descanse en paz)
(Permítanme también ejercer mi derecho a la huelga a la hora de comentar o analizar, aunque el título pudiera sugerirlo, otros temas de actualidad. Temas de partes contratantes y contratadas, de asociados con traje de raya diplomática que se pasan la diplomacia por el forro cuando acuerdan con la parte contraria sin que lo sepa su defendido, de donaciones graciosas a las que no conseguimos encontrar la gracia, de mensajeros que aplican cursiva y capital sobre ciertas noticias a pesar de haber suprimido otras. No lo voy a hacer y creo que ustedes no lo merecen. Huele mal. Como cuando se te olvida sacar la basura después de haber comido sopa de marisco)
Demetrio volvió a mirar en el calendario cuándo caía la semana santa. Incluso su mujer había dado su brazo a torcer tras el enfado inicial por querer ocultarle el verdadero motivo. Al principio disimuló argumentando que cuando llegasen las vacaciones, llevarían demasiado tiempo sin ver a la niña.
–Pero Demetrio, ¿no te acuerdas de que la niña va a venir al cumpleaños de la pequeña de Marta una semana antes? –corrigió su mujer–. Hay veces que no sé dónde tienes la cabeza.
Más tarde tuvo que confesar. Ella de entrada se lo tomó mal. No era capaz de entender que fuera a afrontar su miedo a volar y la impotencia que le daba ir a un sitio donde no le entendieran por una cosa así. Lo de ir más al norte de la isla le pillaba más a desmano pero ahora era más sencillo. Cuántas veces le había dicho ella que se cogieran un fin de semana largo para ir a ver a la niña, pero a la postre se quedaban en casa o como mucho se acercaban a la parcela cuando el calor apretaba. Cierto es que la niña venía casi dos veces al mes, que ganaba un buen dinero para poder permitírselo. Ya casi habían pasado cinco años desde que un día llegó diciendo que le había salido un trabajo fuera de España ¡Cómo pasa el tiempo! Entonces habían ido con ella para ayudarla al traslado y para apoyarla. Ahora ella era una más de ellos, vivía con un novio paliducho con chapas de colores en las mejillas que cuando venía a España se achispaba con el aguardiente que Demetrio reservaba para las ocasiones especiales y suspiraba por los callos con garbanzos de su mujer. ¡Claro que aprovecharía el viaje para pasar tiempo con su hija! Pero esas dos horas largas también serían importantes. Ellas podrían ir a comprar a Harrods, pasear por Hyde Park o tomarse esos hierbajos mojados que toman los aborígenes de la isla a las cinco o’clock mientras él estuviera ausente.
Consultó de nuevo el mapa para ver la combinación de transportes que tenía que coger hasta su destino: Stamford Bridge. No quedaba demasiado lejos de casa de la niña, puede que hasta pudiera ir en un paseo largo si el duro clima británico lo permitía. Porque estaba decidido, iba a ir a verle. Porque pensaba que aunque fuera una tontería suya, él notaría de alguna manera que uno más de los suyos estaba allí para animarle. Porque creía que lo necesitaba. Porque los resultados no estaban siendo del todo buenos. Porque las últimas veces que le había visto en la tele le pareció verle algo triste. Aunque a Demetrio y a muchos como él le pareciera que el rojo le quedaba mejor que el azul ¡Qué cosas! Primero el rojo, luego el azul, solo le quedaba el blanco para completar los colores del Atleti en su periplo fuera de casa. Pero él no lo haría nunca, de blanco no, lo conocía muy bien. Para él había otras cosas más importantes. Para él ya había sido un trago el tener que haber emigrado de la que consideraba su casa, prácticamente empujado por circunstancias y golfos. Él era de los buenos. Él sentía lo mismo que nosotros cuando besamos el escudo. Él es uno de los nuestros. Y claro que no podía compararse a su hija, seguro, pero a Demetrio le encantaba fantasear con que si hubiera tenido un hijo sería como él.
Su Niño, vamos.
PD1: Se inicia aquí la sección de pasatiempos de la Agonía. Si alguno de los lectores todavía no ha caído en a quién tiene planeado Demetrio ir a ver por mi torpeza de expresión, les paso un entrañable recuerdo en el que está presente.

PD2: Si su capacidad de observación se ha visto mermada por los años o por las novelas de bolsillo, miren ustedes al más alto de los que está de pie. El que lleva la chaqueta morada, casi en el centro de la foto. El Niño de Demetrio y de todos los atléticos (pueden ustedes pinchar en la foto para ampliarla).

domingo, 6 de marzo de 2011

El mensaje

(Para una mejor ambientación del lector en la historia, les aconsejo pinchar en este enlace y escuchar mientras leen) 
No podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. Se puso los cascos de nuevo (cascos de esos modernos, de los que te tapan un cuarto de la cara), ajustó el ecualizador, activó el dolby surround y cerró la puerta para que su escucha no se viera distorsionada por las voces que daba su madre intentando explicar a su tía Enriqueta cómo podía mandar un mensaje en el nuevo móvil prepago de tecnología china. Sí, sí, no había lugar para ninguna duda. Era lo mismo que había escuchado las anteriores veintisiete veces, pero es que hay cosas que es mejor no darlas por sentadas hasta no estar muy seguro aunque te puedan llamar cansino.
Pongámonos en antecedentes. Floren siempre fue el niño más retraído de su portal. Desde pequeño siempre lució un pelo algo más largo que lo que los designios de la moda dictaba. Lo que nadie intuía es que su señora madre quería disimular a base de greñas unas orejas pertinazmente desabrochadas. Esta particularidad en su look, nacida para tapar, se destapó como el detonante para que optara por la estética heavy, cultivara amistades vestidas de riguroso negro y fuera un clásico de las tardes noches de la Sala Canciller.
Habían pasado los años, casi veinte, pero Floren seguía anclado a sus principios y a su estética. Sus otrora compañeros de fatigas, se casaban, tenían hijos y se compraban los grandes éxitos de Bustamante como parte del proceso evolutivo, como ellos lo llamaban. Él permanecía fiel. Uno de los motivos por los que no había abandonado la senda del metal era que en su fuero interno seguía creyendo que poniendo los discos al revés, el maligno le enviaría un mensaje. Y que sólo él lo escucharía, que sería un elegido. Por ello invertía prácticamente todo el sueldo que percibía como programador freelance en adquirir (cualquiera dice lo contrario con la ley Sinde) todos los discos del género musical que le encandilaba, por ello también, su presupuesto andaba más ajustado que los pantalones elásticos que vestía desde los trece años. Su facilidad con los ordenadores le había llevado a perfeccionar un algoritmo que creó con el spectrum 48K que le trajeron en las navidades del 86 y que actualmente se alojaba en dos servidores que subían, en ocasiones alarmantemente, la temperatura de su habitación. Todas las canciones, discursos, speeches e intervenciones habidas y por haber habían pasado por ese filtro y eran reproducidos al revés, de momento sin resultado…hasta hoy.
Abrió el fichero de nuevo dispuesto a devolver el sonido a su ser. Consultó el historial de la grabación y se extrañó al ver que era el fragmento de un programa deportivo, de uno de esos que saturan de ondas nuestras noches. Se tomó un minuto para respirar hondo y apretó el botón de reproducción con dedos temblorosos:
“Saludos de nuevo, queridos oyentes, continuamos tras esta breve pausa publicitaria con la entrevista que tan amablemente nos está concediendo ésta figura tan representativa de la gerencia del Atlético de Madrid. ¿Cuáles son los planes de futuro para el club a corto plazo?”
Shshhshshshshshshsh…primero electricidad estática, después empezaba el mensaje.

Rendía visita el equipo azulejero al Calderón. El equipo de una localidad que ni metiendo a todos sus ciudadanos censados llenaría su estadio, pero en el que la labor de sus gestores hace que suela quedar clasificado por encima del nuestro, importando poco que tengamos más seguidores que población tiene toda la provincia de Castellón. Acostumbrados a sorpresas en la alineación, el respetable esbozó una sonrisa cuando se anunciaron los nombres porque parecía un equipo de inicio mínimamente lógico e incluso esperado. Aunque tal vez faltara Koke, aunque también tal vez se le deba dosificar para no cargar sus jóvenes hombros con un exceso de responsabilidad. Salía la defensa teóricamente titular. Salía Mario en el medio centro con lo que se garantizaba un mejor trato del balón. Salía Elías en una banda, puede ser que como premio por su gol en Getafe. Y entonces la afición miró al banquillo y vio a Quique. Quique cada día está más ajado, cada vez con más ojeras, más enjuto. Para seguir con el tono de la historia pudiera ser que el técnico hubiera vendido su alma al señor de las tinieblas pero que durante la negociación y con tantas palabras rimbombantes y tanta pléyade de sensaciones en las cláusulas del contrato el funcionario del averno que lleva su expediente se hubiera liado y que fuera nuestro técnico el que se desmejora mientras el retrato que tiene escondido en su desván cada vez luce más lustroso. Parece, en cambio, que el desgaste no hace mella su eterno jersey de pico una talla menos de la debida, a pesar de que por el excesivo uso debería tener rozaduras y pelotillas a la altura del pecho. ¿Será que el jersey sí ha negociado bien la venta de su alma?
La lucha contra el Villareal tenía una batalla principal, la de la posesión (¿Demoníaca? No, la del balón). Una batalla que suponíamos perdida viendo los antecedentes pero que ayer se decantó de nuestro lado. Una batalla en la que la presencia de Mario Suárez sentó como un chorro de agua bendita sobre nuestro medio del campo, tan acostumbrado a convulsiones en forma de zapatazo para que el balón vuele sin un destino claro. Tampoco la defensa estuvo mal, e incluso Filipe, que tantas dudas había dejado en sus anteriores actuaciones, se fue para arriba con fuerza y decisión, dejando claro que esa banda debe pasar a pertenecerle, ahora que Antonio López no está para demasiados exorcismos a estas alturas de su carrera. Muy bien Reyes en un gran gol y como el que mejor se asocia con los de arriba, a pesar de su desesperante tendencia a sobreactuar vomitando conducciones larguísimas y giros de cabeza de 360º cuando algún contrario se cruza en su camino. También al fin los dos de arriba, nuestros ángeles caídos en desgracia últimamente, marcaron. Y a la postre, las almas de los atléticos descansaron aliviadas por ver cómo se aleja el infierno aquel que se nos vendió a base de anuncios hace unos años y que la dinámica negativa en la que se encontraba el equipo estaba empezando a revivir. Y volvimos a casa contentos por el buen partido.
Ya cuando el estadio estaba vacío, se levanto del asiento del palco que había ocupado durante la contienda un individuo con capa larga y perilla y patillas afiladas. Apoyándose en un bastón de mango de plata con la forma de un macho cabrío se dirigió a la salida satisfecho. Aquí había mucho potencial, aquí había muchos que darían lo que fuera porque el equipo de sus amores volviera a ser el que había sido anteriormente. Aunque tuviera que ampliar la capacidad de una de las salas del piso de abajo. Sólo había que saber hacer bien la oferta. Una oferta irrechazable. Una oferta eterna. Se le escapó una carcajada que resonó en todo el estadio.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Los protegidos

Los dos se miraban sin saber muy bien qué narices hacían allí. Ambos recordaban un ruido muy grande, luego, vueltas y más vueltas, después, los recuerdos se perdían en la confusión del momento. Sólo podían recuperar retazos: humo, señoras en el suelo a las que la falda se les había subido a la cabeza mostrando una ropa interior que distaba bastante de ser sugerente, huérfanas dentaduras postizas sin Algasiv, olor a carburante, bocadillos de filete empanado pegados al techo, néctares de frutas tropicales derramados, etc. En fin, el infierno de Dante en versión autocar de línea volcado en la cuneta de una carretera comarcal.
Ahora se encontraban en una habitación desnuda. Sentados en dos incómodas sillas y frente a una mesa simple aunque funcional de fabricación sueca. Todas las paredes estaban forradas salvo una ocupada en su totalidad por un espejo tras el cual se oían voces envidando a grande, a chica y a pares si los llevas. De repente la puerta se abrió y apareció un tipo vestido de negro, con tirantes para sujetar los pantalones de tiro bajo y con unas bolsas debajo de los ojos que denotaban insomnio, una reciente paternidad o un reciente casamiento.
– ¿Saben ustedes por qué están aquí? –inquirió el de los tirantes con una amargura aclaratoria de que eran por insomnio.
– No lo tenemos claro –admitió el de cara chupada erigiéndose así en portavoz de la pareja–. Solo recuerdo un accidente ¿Qué ha pasado?
– ¿Qué hacían ustedes en el autocar? –siguió preguntando el inquisidor eludiendo la pregunta anterior.
– Pues íbamos a echar el día a Cuenca ya que no contamos mucho, que cuando llegan estas fechas uno se anima a salir más. Además aquí mi amigo y compañero, por su condición de expatriado, iba a aprovechar para hacerse una mejor idea de las distintas realidades que componen esta piel de toro y para olvidar la saudade que le embarga cuando llega el carnaval –contestó de nuevo el más locuaz de los dos.
– En el accidente, sin ser mortal, se han producido varias luxaciones, brechas que requieren puntos y ataques de aprensión y ansiedad. Pero, ustedes están ilesos, ¿No les extraña? ¿No les parece raro que ustedes no tengan ni un rasguño? Intenten hacer memoria, ¿Alguna vez se han lesionado aunque sea un tironcito? ¿Alguna vez se han quemado con el aceite que salta cuando se tarda demasiado tiempo en echar las croquetas congeladas a la sartén?
– Pues ahora que lo dice, no caigo. La verdad es que siempre he sido un niño muy sano a pesar de mi aspecto paliducho. Y aquí mi compañero me confesó hace unos días que nunca se ha puesto malo, ni con un vil catarro. Aunque claro, él viene de otros climas más benignos.
– ¿Y pensarán también que es una casualidad que los hayan fichado de Osasuna y de Corinthians? Les llevamos siguiendo desde hace tiempo, jóvenes. Son ustedes el resultado de un proyecto mitad experimento y mitad chiripa ideado por su actual entrenador. Él, mediante artes oscuras transmitidas de manera oral por sus antepasados romanís, quiere reunir un ejército de superjugadores fichados en el mercado de invierno, jugadores que antepongan la gestión de sensaciones apostrofadas al buen juego. Ustedes son los primeros. Pero no estábamos seguros del todo. Este accidente ha sido la prueba definitiva.
– Pero, ¿cómo han podido ustedes provocar un accidente para constatar una teoría absurda? –dijo de nuevo el extremo alicantino con un punto de sobreactuación–. Con nosotros venía gente inocente. Incluso venía con nosotros Domínguez, que como tampoco le dan bola se ha apuntado a última hora.
– Daños colaterales –dijo sin inmutarse el señor de negro–. No todo el mundo puede pertenecer al grupo de Los Protegidos. Además, Domínguez de inocente tiene muy poco. Dice el jefe que es culpable de casi todo.

Afrontaba el Atleti el partido en Getafe sin contar con los protagonistas de esta historia, los protegidos del primo de la intérprete de Sarandonga, en el equipo titular y sin el jugador que se ha convertido en daño colateral de la defensa. Será que lo hace el técnico por darle solidez al elenco, solidez de la que se dio una nueva muestra al encajar un gol nada más sentarnos delante de la tele, todavía con la espuma de la cerveza sin asentar, todavía con el precinto de garantía puesto en la lata de las aceitunas gazpachas. Un gol de esos que sonrojan y hacen que te dé por mirar a los lados para desear que nadie se haya dado cuenta. Un gol de los que nos meten sólo a nosotros.
Noticia ha sido de nuevo la no repetición de la alineación. Los descreídos pensamos que es o porque el técnico no lo tiene claro o porque quiere despistar a los mozalbetes atléticos para que no puedan recitar de carrerilla el equipo tipo, viéndose obligados a aprender la plantilla entera. Profundidad de banquillo lo llama Sánchez Flores. Y sí, parece que el banquillo es profundo, abisal incluso para algunos como Filipe, Mérida o el propio Juanfran que no salen de él. Tras el gol, pasaron los minutos en una suerte de dominio estéril. Con los mismos vicios conocidos: defensa blanda, centro de campo adoleciendo de cualquier capacidad de creación y delanteros desesperantes y desesperados a partes iguales. Mención aparte merece Reyes. A Reyes le puede el agradecimiento al técnico, al que hace responsable directo de su rehabilitación para el fútbol. Suponemos que intenta plasmar las consignas de Quique sobre el campo, pero ese exceso de polisílabos en la charla prepartido y el entendimiento del utrerano hacen que interprete las órdenes muy a su manera, con parecido final en casi todas las jugadas, acabar tumbado boca arriba, muy quieto, como acababa Curro Romero cuando algún toro malintencionado le daba una voltereta.
El partido moría de inanición futbolística cuando en una jugada aislada, Forlán volvía a dar un pase de gol. Las malas lenguas dicen que se dedica a dar las asistencias que a él no le dan como se destapaba en la enésima cortina de humo publicada esta semana, fíjense ustedes. Y allí apareció él. El hombre que vino en invierno. Ése sobre el que nadie tiene claro de qué juega. El más callado de los protagonistas de nuestra historia. Girando el cuello de manera casi antinatural para cabecear a la red. Un giro que a ustedes y a mí nos costaría un ataque de tortícolis, pero que a él no le supone nada. Él es uno de Los Protegidos.