lunes, 27 de junio de 2011

Volverá

Los fines de temporada sirven para hacer balances. Balances que, desde hace un tiempo, se plasman en los libros de cuentas de manera muy diferente a la de tiempos pretéritos. El sector de la ingeniería financiera más o menos aprovechada, ha experimentado cambios estructurales en su aplicación a las sociedades anónimas deportivas. En la actualidad, se rellenan filas de excel de números que portan una estela de más o menos decimales y se suman, restan o promedian esas cantidades añadiendo el maquillaje necesario para que el dato final se parezca a lo que se quiere. Así, los contables se han tenido que operar la miopía, se han puesto una camiseta escotada de esas que llevan los hombres modernos y se han depilado el pecho, dejando atrás su tradicional imagen de chaqueta de tweed con los codos rozados y esa mirada escrutadora que aparecía por encima de las gafas de cristales profundos. Además, han recibido una formación que les ha reciclado en expertos en imagen y tendencias, para que, allí donde antes había un signo negativo después de una transacción mercantil, ahora aparezca un apunte con efecto pestaña postiza. Hemos pasado de llevarnos las manos a la cabeza ante el excesivo pago por ese fichaje que no llegó a debutar a ver el importe abonado con otros ojos, será porque el importe lleva una base muy natural en tonos camel y una sombra con reminiscencias a arenas del Sahara.  

No solo se puede hacer lo mismo con los importes, se puede hacer con más números, con posiciones en una tabla por ejemplo. Se puede elegir el periodo a conveniencia, cortar, pegar y filtrar por donde apetece a uno y así soltar sin pudor que, mirando las clasificaciones, estamos ante un periodo triunfal. También con las transacciones mercantiles se pueden adoptar estas prácticas, no crean. Vendo al que parece un cantante de rock, al otro y a aquel de más allá, el espigado de la cara pecosa. Compro a ese, me ceden a un individuo de pelo ensortijado y me regalan a un mediapunta a punto de explotar por la compra de tres botellas de aceite de colza virgen extra. Sumo todo, comparo los números, le quito lo destinado al impuesto revolucionario que exigen los agentes y le echo cara. Mucha y dura.

Como uno no pretende que se hagan mala sangre, que bastante tienen ustedes con toda la información que rodea a nuestro equipo, ni quiere tampoco aburrirles ahondando en un tema de sobra conocido por todos, les voy a hablar de otro tipo de balance. Del balance personal de un jugador en esta temporada que ha vivido un emocionante epílogo en forma de europeo sub-21, torneo con el que nos hemos medicado como atenuante del síndrome de abstinencia futbolístico, como reafirmante de lo que muchos pensábamos de Domínguez y el primo de la intérprete de “Mi gato” no supo o no quiso ver, como reconstituyente de la expectativa depositada en Adrián y como astringente sentimental para cuando no volvamos a ver a De Gea con nuestro escudo en el pecho.

Continuando, que es gerundio. Les vengo a hablar del año de alguien al que por ser educado y callado se le prefiere ningunear. Será también por el hecho de no haber vestido nunca camisetas con logos de Bwin o de Unicef, esa organización de la que dicen que se dedica de igual manera a repartir arroz entre la infancia necesitada y amañar semifinales. Los medios pasan de puntillas al lado de las informaciones que tienen que ver con él, olvidando que alguien, por muy ruso y muy excéntrico que sea, decidió pagar por contar con él lo que nadie nunca pagó por ningún jugador español. No, no, es muchísimo más interesante hablar, por ejemplo, de un equipo alemán que, últimamente, tiene más seguidores y repercusión que más de la mitad de los equipos de la pretendida mejor liga.

Aún así, hablamos de un señor que es campeón de Europa y del Mundo. Hablamos del que materializó el gol del primero de los triunfos. Hablamos del que siempre se acuerda de los atléticos cuando llega una celebración y así hacernos un poco más partícipes de la fiesta. Hablamos de una estrella con mayúsculas y negrita. Un crack al que en este verano, la foto más escandalosa que le tomarán será una en la que aparecerá con la cara llena de arena jugando en la playa con sus hijos y con su novia de siempre, la que ahora es su mujer. Una mujer cuyo padre no es conocido ni intenta influir en su yerno para que cambie de equipo. Un suegro que no pretende meter mano en nada, tal vez porque su mano no tiene ese halo de divinidad que tienen las manos de los suegros de otros.

No ha sido un buen año, claro está, a lo mejor ha pasado un periodo lógico de adaptación, a lo mejor ha sido por una nueva mala racha con las lesiones o por la repercusión que tuvo el marcharse de la que fue su casa en los últimos años. También se dijo que los nuevos compañeros no le querían, cosa que no pareció cierta al verles celebrar su primer gol. Seguro que le aprecian y valoran como todos los que antes compartieron vestuario con él. Sea lo que fuere, no se preocupen. Volverá.

Volverá a perforar las redes de los adversarios. Volverá a ejercer de embajador de los nuestros allá donde vaya. Volverá a dejar atrás a defensas boquiabiertos. Volverá a hablar lo justo y necesario. Volverá a dibujar desmarques en espera del balón soñado. Volverá a presionar honradamente a centrales malencarados. Volverá a rematar en esa postura que a ustedes y a mí nos obligaría a guardar reposo durante un periodo indeterminado. Volverá a asumir cambios y suplencias con naturalidad y sin un mal gesto. Volverá a no besar escudos que no siente como suyos cuando el viento sopla de cara. Volverá a provocar noches de sueño ligero en porteros de vestimenta atrevida. Volverá.

Y si por alguna extraña conjunción planetaria no hubiera de volver, aquí siempre le esperaremos con los brazos abiertos. En su casa. De donde salió un día tras sentir el tacto de la espada y de la pared. Él siempre dice que un día retornará. Todos esperamos ese día. El día en el que, muchos de los que se han marchado, volverán al campo con sus camisetas con el nueve a la espalda. Entonces, miraremos a los lados y veremos que se ha recuperado algo de eso que creíamos perdido. Algo que no es medible ni se puede reflejar con números por mucho colorete que le ponga ese contable de nueva generación de cejas perfiladas. Algo nuestro, algo reconocible. Un trozo del Atleti

lunes, 20 de junio de 2011

La (misma) canción del verano

Se nos ha venido encima el verano. Parecía tímido, reacio a dejarse ver, escondido tras alguna que otra tormenta copiosa. Pero al final ha llegado, como siempre. Nos ha vuelto a echar en la espalda su carga de grados centígrados o fahrenheit. Eso sí, como el verano no gusta de que le tilden de aprovechado, también nos trae otras cosas: gazpachos, picaduras de medusas, aftersunes, filetes empanados macerados en tupperwares, bikinis que casi no tapan, sandías puestas a refrescar a las orillas de los ríos, moscas, operaciones retorno, michelines, operaciones salidas, tintos de verano, señores que se cambian de bañador con una toalla a la cintura que no puede evitar que se les vea el trasero, avispas que aterrizan sobre un pimiento frito, cangrejeras de color sepia, sepias de color cangrejera…Y todo nos lo trae con un sonido reconocible, una banda sonora poco original que brota de radiocasettes a pilas o de maleteros de coches con tubo de escape gordo. La canción del verano.

La canción del verano no deja de ser una sucesión de notas musicales que, puestas todas en fila india, provocan de igual manera empacho y movimiento convulso de esqueleto. La canción de verano es de hoja caduca, pierde enseguida su fuerza, como si fuera una gaseosa abierta. La canción del verano empieza a oler cuando llega septiembre y debe ser desechada. Científicos de universidades muy prestigiosas del medio oeste americano han publicado estudios bien documentados en los que afirman que el ser humano tiene una capacidad limitada en lo que a escuchas de la canción del verano se refiere. Una vez que el individuo ha alcanzado ese umbral de hartazgo, ya no puede volverla a oír sin sufrir palpitaciones y descontrol de esfínteres. Como demostración palpable de lo que les cuento, traigo a colación el ejemplo del famoso Waka-Waka ¿Alguno de ustedes no cambiaría de emisora o de terraza si, en un acto de irresponsabilidad sin precedentes, alguien lo deja ahí tirado como si fuera un céntimo de euro? ¿Y qué me dicen de La Mayonesa? ¿Y sobre El Venao? Ya les digo, canciones del verano de años anteriores deben ser destruidas y nunca más revisitadas. Como buena regla, ésta también tiene su excepción, las creaciones de Georgie Dann, ese orfebre del golpe de cadera. Esas no, esas aguantan el paso del tiempo con firmeza. Esas tienen el poder de resetear la mente humana cada vez que son oídas y no solo no provocan hartura, no, si no que obligan a mover un pie rítmicamente por muy sieso que sea uno, extendiéndose más tarde como un virus a todos los miembros de las anatomías patrias.




No crean ustedes que la creación de canciones del verano es patrimonio exclusivo de artistas de camisa floreada y sangre latina, no. La gerencia colchonera nos agasaja cada verano con un lanzamiento nuevo. La base suele ser la misma, repetición de ritmos machacones que auguran la confección de un equipo competitivo, arreglos vocales que garantizan resultados a corto plazo y acordes reusados de otras estrofas que se pretenden vender como originales. A pesar de lo conocido del tema, los hay que todavía arrancan a bailar, sin duda bajo los efectos de una sobredosis de sangría o de una ensalada fresquita de comisiones. Otros ya no bailamos, hemos llegado al nivel límite de escuchas. Da igual que le pongan esos timbales allí o ese lateral derecho allá para que parezca un single nuevo. No cuela. Será porque estamos mayores y cada vez nos cuesta más eso de arrancarnos a danzar. Será, a lo mejor, porque tememos las consecuencias posteriores, ataques de reuma en lo más hondo de nuestro sentimiento atlético.

Como les comentaba antes, se está empezando a grabar el lanzamiento correspondiente de este año, esta vez bajo la producción del señor Quilón, que viene a sustituir al señor Mendes, productor de los últimos trabajos. Dicen que se pretende dotar a la canción de un tono diferente, un tono de cantera que luego se pueda calificar de influencia étnica. De momento, se empiezan a filtrar los resultados de las primeras grabaciones. Unas maquetas en las que participan músicos no muy conocidos que vienen con la misión casi imposible de hacer olvidar a otros que ya no estarán. El elenco de músicos que de momento están confirmados, deja entrever que la canción será de tintes pachangueros. Propia para fiestas de pueblo estepario. Se cuenta con la participación de un lateral, Silvio, que augura ritmos cacofónicos por la banda derecha con la vuelta de Salvio. También aparecerá Gabi en los títulos de crédito, un artista al que conocíamos de otros elepés anteriores y que no acabó de llegar a convencernos. Los arreglos de cuerda serán responsabilidad de Miranda, un señor muy misterioso del que la mayoría no conocemos su aspecto ni si es alto o bajo, blanco o negro. Tampoco sabemos si se le ha contratado para tocar en este disco o en ulteriores. Se especula con la presencia de Adrián, un virtuoso de la gaita con tendencia a la intermitencia en sus solos, lo que puede acarrearle futuros envíos a templar sus instrumentos favoritos por parte del respetable. Además, vuelve un ingeniero de sonido también familiar, Manzano, profesional al que las malas lenguas acusan de aburrido y las buenas de gris. A partir de aquí, conjeturas, promesas e intenciones. Se habla de Osvaldo, tanguero que dejó buen sabor en anteriores actuaciones acariciando el bandoneón. De Borja Valero, percusionista del último pase muy revalorizado y que el año pasado pedía por gala cuatro veces menos de lo que ahora se pide por él. Se habla de un portero. Se habla de mediapuntas. Se habla por hablar.

Total, más de lo mismo. Una canción de la que en octubre estaremos ya cansados. Una canción que no provocará que nos levantemos de la silla de camping para invitar a bailar a la pareja que más a mano tengamos. Una canción en la que no participarán varios de los colaboradores más notables de trabajos anteriores, cosa que muchos fans no acabamos de entender. Cuando la oigamos, pensaremos si no sería mejor que se la encargaran directamente a Georgie Dann, que seguro que lo haría mejor que los actuales responsables de la discográfica. Será una canción diseñada para alcanzar un honroso octavo puesto en las listas de ventas. Será una canción repetida. La misma canción del verano.

lunes, 13 de junio de 2011

Espías, intrigas y mensajes que deben ser descifrados.


El agente 007 y media (permítanme mantener en el anonimato a nuestro protagonista en aras de su seguridad) se acercó dando un rodeo a la cabina desde donde iba a realizar la llamada. Le había costado encontrarla, la verdad ¿Se han parado ustedes a pensar en lo complicado que es encontrar un teléfono público en estos tiempos de tarjetas prepago y tarifas con nombre de delfín o morsa dentuda? Como siempre, llevaba el sombrero calado y los cuellos de la gabardina subidos, desoyendo así el consejo de su mujer sobre los treinta grados a la sombra que se iban a alcanzar hoy. Hay liturgias o deformaciones profesionales que no deben abandonarse así como así, por sanidad mental más que nada. Marcó el número, dejó sonar dos tonos y colgó. Dejó pasar el minuto acordado y volvió a marcar…

 –…otra vez a molestar en medio de la siesta ¿Sí? ¿Diga? –contestó una voz que mostraba poca gana de conspiración.

– ¿La línea es segura?

– ¿La línea? ¿No será usted el del ADSL? Porque en ese caso me gustaría discutir encendidamente qué significa para ustedes “autoinstalable” ¡Manda güevos! –se quejó el usuario de banda ancha enfatizando en la g de güevos, algo muy útil en caso de queja o reclamación.

– Pero…¿ha volado el pájaro del nido? –preguntó el agente desconcertado.

– ¿Pájaro? ¿Nido? Aquí el único pájaro que no se va del nido es mi Luiscar. Doce años de carrera por culpa de los planes de estudios nuevos y ahora cinco años opositando a la diputación provincial. Pero como estas cosas van a dedo, no lo veré yo irse de casa, no ¿Dónde iría además?, si no se sabe valer, si sigue siendo un mozalbete a sus cuarenta y seis años.

– Ya…ya, pero… –titubeó el agente mientras recorría el libro de claves de arriba a abajo buscando significados ocultos en las palabras de su interlocutor.

– ¡Ni pero, ni pera! Si ya se lo digo yo: estudia, que una plaza en la diputación, aunque sea de interino, es algo para toda la vida. Mírame a mí, que llevo dado de alta en autónomos desde hace…

La conversación se cortó bruscamente, no por una amenaza del contraespionaje rival, sino por falta de cambio. El agente 007 y media enfiló la avenida subiéndose algo más el cuello de la gabardina. Pensaba en cuánto echaba de menos los viejos tiempos. Aquellos tiempos de telones de acero, de agentes dobles húngaras vestidas para matar, de píldoras escondidas en el hueco de una muela para utilizar en caso de que te apresaran. Ahora, se dedicaba al espionaje industrial de perfil bajo, manera ésta muy elegante para describir que se encontraba al servicio de una organización de empresarios del sofá que pretendían reventar los planes futuros de cierta cadena sueca. Miró el reloj y cayó en que hoy no lo había sincronizado con su compañero. ¡Hay que ver, tanta tecnología al servicio del espionaje y todos los relojes siguen atrasando!

De manera análoga a la de nuestra historia, la masa atlética sufre un síndrome claro de falta de comunicación. La afición no es capaz de aunar su voz a pesar de que todos pensamos que hace tiempo que hemos abandonado nuestro sitio natural. Esta incapacidad, lleva a enarbolar banderas accesorias y a plantear batallas internas de poco calado. Nos pasaremos el verano discrepando sobre si ése que viene tiene los papeles en regla. Sobre si el que se va ha sido malaconsejado por su suegro o es que es un mercenario de tomo y lomo. Sobre la idoneidad de un entrenador del que sospecha por conocido y por no tener gracia contando chistes verdes.

Igualmente, nos hemos pasado la temporada metidos en cuitas parecidas. Si yo pitaba a ese delantero de abdominal insultante, pues usted afeaba cada una de las acciones perpetradas por el sobrino del inventor de la rumba catalana. Si usted aplaudía a rabiar al del jersey ceñido cuando emulaba al Papa y doblaba la raspa para besar tierra atlética, pues yo no le hablaba en un rato y además retiraba eso de que a la salida le invitaba a un mosto en una terraza. Si yo pensaba que ese defensa fallón es un señor muy honrado pues usted abroncaba a aquel mediocentro porque seguro que esconde algo tras esa nariz tan prominente.

Esta división de opiniones nos distrae del auténtico problema. Estos árboles nos impiden ver el bosque. El caótico mensaje filtrado cala en un personal ocupado ahora en recelar de igual manera de los que han decidido no renovar su abono y de los que sí lo harán. Nos acusamos mutuamente de esquiroles o de colaboracionistas sin reparar en que tan respetable es una opción como otra. En que tan comprensible puede ser la opción del que está harto de ver en lo que nos hemos convertido como la del que se resiste a que la triste realidad le obligue a abandonar su casa, esa por la que hipotecó su corazón hace ya bastantes años.

Podemos pasar buenos ratos inventando tácticas, no entendiendo cambios, pidiendo titularidades de jugadores a los que adoptamos como nuestros preferidos, discutamos, sí, pero no olvidemos quién está detrás de los mensajes que recibimos. Quiénes son los que han construido este telón de acero de oscurantismo alrededor de nuestro equipo, quiénes no se ruborizan ante el hecho de que entrenadores, jugadores y hasta recogepelotas prefieran ejercer su ministerio en otros lugares antes que aquí. Quiénes son los que colocan estratégicamente escudos humanos con carga sentimental pero sin peso crítico en los estamentos de la sociedad, cada vez más anónima y menos deportiva. Tengámoslo siempre presente. Sincronicemos nuestros relojes, pongámoslos todos a la misma hora. Llevamos casi veinticinco años sin hacerlo.

lunes, 6 de junio de 2011

El casting


La tensión se podía cortar una vez que los elegidos se alinearon delante de la mesa que ocupaban los miembros del jurado. Todos lucían una pegatina con un número en el pecho y cada uno intentaba disimular su nerviosismo como podía, unos mascando chicle compulsivamente, otros ajustándose las gafas al puente de la nariz con fuerza desmesurada.

– Tras haber debatido duramente os vamos a dar nuestras valoraciones. Todos sois buenos pero este año estamos siendo más exigentes en los castings de Operación Banquillo. Queremos algo diferente, algo nuevo. Ya os digo, todos sois estupendos, merecéis estar aquí y ha sido muy difícil decidirse –dijo la directora de casting mientras jugueteaba con su melena capeada y asentían exageradamente los otros integrantes del sanedrín: un creador de tendencias en jugadas de estrategia y un preparador físico con un sobrepeso que no aconsejaba seguir sus caducos métodos–. Bien, y ahora vamos con lo que nos ocupa:




– Número 2456, Milinko. La verdad es que has hecho buen casting pero debes seguir trabajando. Has tenido como hándicap que te conocíamos de antes y ya sabes que las cosas que vienen de fuera se valoran más. Aún así nos gustas y queremos que sigas con nosotros pero en un programa satélite llamado Operación Banquillo sin asientos Recaro. Es algo así como un programa low cost pero te puede servir de experiencia para dar el salto.

– Número 1345, Luis Enrique. Nos parece que todavía tienes que forjar un estilo propio. A todos nos ha parecido que imitas a alguien, no sé a quién pero nos suena esa corbata estrecha, ese hablar pausado y tu afición por interpretar con tres en la parte de delante muy abiertos. Tienes la ventaja de tu físico. Estás en un estado de forma ideal para el reto que tendrías por delante, tan exigente o más que una maratón o una carrera empanada por esas dunas de Dios. De todas formas, creemos que debes seguir formándote.

– Número 3791, Gregorio. Has tenido la ventaja de que te conocemos de anteriores castings. Tienes tablas y eso se nota. Sabes conseguir resultados pero de manera callada y eso a veces se vuelve en tu contra. Debes venderte mejor. Debes sacarle partido a tu capacidad de hacer del agua caldo. Aún así, insistimos en la recomendación de que mejores tu imagen. Tu imagen no transmite. Olvida el tweed y céntrate en la lentejuela. Aparca la gafa de patilla dorada y pásate a la de concha. Ya sabes que en este mundillo, muchas veces es más importante el envoltorio que el regalo.

– Número 6791, Joaquín. Has…

– Me llamo Jokin –interrumpió el examinado–. Soy vasco. De Utrera, pero vasco.

– Eh…bueno, vale. Jokin. Sigo con la valoración si me permites. Tienes algo. Sabes jugar con los aspectos externos de tu actuación. Manejas esos trucos mejor que nadie. Aún así, nos parece excesivo que los acompañantes que han venido contigo a la prueba hayan lanzado balones al escenario en el momento de mayor dificultad de tu intervención para distraer y perder tiempo. Tienes que mejorar tus formas en general, por ejemplo lo del chicle es casi inadmisible. Gesticulas demasiado. Os hemos estado observando en la sala de relax y cuando jugabais a las cartas, tu pareja no tenía claro si pasar o echar un órdago, si tenías pares o treinta al punto, dada la exuberancia en los ademanes que rezumas. Por cierto, sabes que si eres el elegido, tu amigo Gaizka, el de frente despejada, no puede acompañarte, ¿no? De acuerdo entonces –continúo la presidenta y portavoz al intuir un asentimiento desganado.

– Ya os digo, ha sido muy complicado para nosotros. Los no elegidos no deben desmoralizarse. Tal vez el que deba desmoralizarse sea el elegido viendo como están las cosas.

– El elegido para encabezar esta edición colchonera de Operación Banquillo es:…..

(Continuará. Ojalá que pronto para saber a qué atenernos…)