domingo, 30 de enero de 2011

Nuevas señales del estado de alarma

Pepiño no podía creérselo. Acababa de salir de Málaga y se metía en Malagón, y además en domingo, con lo que le fastidiaba a él perderse la paella de su suegro. El mensaje del subsecretario no dejaba lugar a dudas: “Se recomienda de nuevo cerrar el espacio aéreo de Madrid”. Justo ahora que se acababa de desactivar el estado de alarma, cáspita (en realidad aquí se vertió otro epíteto más contundente y malsonante, pero ha sido suprimido en aras de hacer la historia más accesible a los Agonistas más jóvenes). Aún así quiso llamar a Barajas para que el viceadjunto a la presidencia de Aena le ratificara el diagnóstico:
- La alerta se localiza entre las 17:00 y las 19:00 horas, señor ministro. Estamos desviando los vuelos a Valladolid y Ciudad Real, que no sabe usted qué aeropuerto tenemos montado allí, aunque tal vez esté algo infrautilizado siendo optimista –le explicó Honorato, el secretario del viceadjunto, lo que hizo asumir a Pepiño la gravedad del asunto porque cuando alguien que se llama Honorato te confirma algo, no caben reticencias ni reservas.
No contento del todo, pidió al administrativo que resolvía crucigramas en cuatro idiomas (como se pedía en la convocatoria de empleo público emitida) que le pusiera con el responsable de la torre de control. Después de siete tonos de marcado por fin alguien tuvo a bien descolgar el teléfono.
- Hola, ¿con quién tengo el gusto de hablar? Soy el ministro del ramo. Necesitaría saber si la alerta está justificada antes de tomar medidas drásticas –dijo con educación Pepiño, no fuera a contribuir al enrarecimiento de las cuestiones sindicales.
- Hola señor Blanco. Al habla Tomasa, la gestora de mantenimiento y control de superficies sanitarias comunes, también llamada señora de la limpieza. Se lo confirmo, lo sé de buena tinta. Y mire que aquí solo está de guardia el pobre de Jose Julio (véase la entrada Hoy no me puedo levantar) que desde lo del ejército está de lo más sumiso y comprometido, ha experimentado un gran cambio. Cambio.
- Muy amable Tomasa, ¿y podría darme más detalles? ¿Se trata de una amenaza terrorista? ¿Ha entrado en erupción algún volcán dormido durante largos años? Reporte, Tomasa, reporte. Ejem…, esto…cambio.
-¡Uy! Pepe, porque puedo llamarte Pepe, ¿no? La alerta se ha disparado a la hora del partido del Atleti en la zona del Calderón. Todo ha venido por un informe psicosocioantropológicofutbolero de los de inteligencia en el que se prevenía de la tendencia de los dos contendientes de esta tarde a despreciar el juego de tiralíneas, a ese juego amanerado de rasear el balón que hacen los bajitos de otros equipos. Estos dos equipos son de buenos mozos, gente de fuerza y derroche. Es por ello, por ese trato esmerado que al esférico dispensan los dos equipos, que se recomienda restringir los vuelos, porque según las previsiones el cuero estará al menos tres cuartas partes del juego sin tocar el suelo, con el peligro que conlleva para la navegación aérea. Si me permites Pepe, yo creo que sí deberías instaurar otra vez el estado de alarma. Cambio.
- …Gracias Tomasa, muy amable. Cambio –se despidió el desanimado responsable de Fomento.
- ¿Será corto, no? –dijo Tomasa molesta ante el desinterés que por lo general los profanos ponían en el fin de las comunicaciones, tema que podía acarrear bastantes malentendidos.
- Sí perdón Tomasa, corto. Corto –admitió empequeñecido.
- Yo también corto Pepe. Pero no dos veces sino una. ¡Qué paciencia tiene que tener una!

Triste, ¿no? Pero desgraciadamente real. Aún así no me pide el cuerpo hablar de sistemas, ni de tácticas, ni de laterales que se desdoblan, ni de delanteros que buscan desmarques al hueco. Tampoco hablaremos de la jugada más veces repetida (y suponemos que ensayada y trabajada), la del pelotazo de De Gea a la cabeza de Reyes para prolongar a no se sabe muy bien dónde. Vaya por delante que puestos a hacer esa jugada, la elección de Reyes es acertada de cara a minimizar daños colaterales si se confirman los estudios de prestigiosas universidades que previenen del daño neurálgico que puede acarrear golpear repetidamente el balón con la cabeza. Tampoco hablaremos del árbitro, ese sospechoso habitual que se suele atrever a hacer cosas que no osaría hacer con otros contendientes cuando pita a nuestro equipo.  No me acordaré del entrenador, de momento, porque me da igual que sea Quique, Abel, Aguirre o cualquier nombre que ustedes quieran poner en la línea de puntos.
No. Hoy, coincidiendo con el enésimo episodio de descomposición del Atleti, nos vamos a acordar de esos, de los que todos sabemos. Los que se apropiaron indebidamente del club. Los que no muestran la menor vergüenza en pisotear sistemáticamente nuestra historia. Los que confeccionan plantillas a base de comisiones en vez de a base de necesidades. Los que prefieren fichar a jugadores desconocidos a precio de crack (permítanme un inciso para apuntar que Elías, el penúltimo llegado, ya está totalmente integrado, su estatua en el primer gol del Bilbao así lo atestigua). Los que bajan cláusulas de rescisión buscando descapitalizar el patrimonio, el del club, no el suyo propio, que la crisis es muy mala y ahora hay que guardar. Los que prometen estadios y ciudades deportivas que no se materializan. Los que filtran interesadamente rumores y noticias a la prensa cómplice. En fin, esos que ustedes saben. El productor de la Daga de Rasputín,  el becario veterinario de tabique nasal asintótico metido a brillante gestor y el viajero compulsivo y cliente preferente de resorts brasileños. Esos son únicos responsables de esto. Y lo único bueno es que la gente lo sabe. Todos. Y cada vez se oyen más voces que lo pregonan. Y el veinticuatro de abril se deben oír todas.
Por cierto, la lluvia de hoy no nos ha permitido confirmar si nuestro entrenador volvía a vestir un jersey excesivamente corto. Corto y cierro.

miércoles, 26 de enero de 2011

Los borregos en silencio

(O de como la espectacular actuación de nuestro Atleti en la Europa League y en la Copa del Rey, nos obliga a buscar entretenimiento en las largas semanas laborales)

-Recuerde agente especial Flowers, nada de contacto físico, no se acerque a la celda aunque insista y sobre todo no deje que le manipule bajo ningún concepto. La semana pasada vino a entrevistarle una periodista que apareció tres días después ahorcada en su loft –advirtió el alcaide de la prisión mientras avanzaban por la lóbrega galería más deprisa de lo que a ella le hubiera gustado hacia el ala de máxima seguridad.
–Lo tendré en cuenta, alcaide –casi susurró la agente intentando que no se notara demasiado lo seca que tenía la boca. Pero las pistas le habían conducido hasta allí en un postrero intento de encontrar al sujeto desaparecido y estaba convencida de que había que intentarlo.
Con el golpe de la última reja al cerrarse se obligó a avanzar hasta situarse enfrente de la celda. Él estaba de pie mirando a la pared opuesta, vestido de blanco impoluto y repeinado hacia atrás como un señorito andaluz. La celda estaba muy bien iluminada y estaba empapelada con lo que parecían dibujos al carboncillo de las más famosas catedrales del mundo y con esquemas de jugadas a balón parado antiguamente ensayadas.
–Ejem…disculpe doctor. Soy la agente especial Clarisse S. Flowers, estoy aquí para hablar con usted, supongo que le avisaron de mi llegada.
-Clarisse, lleva usted un perfume de lo más vulgar. Además ese chaleco le oprime, le está demasiado ajustado, no respira usted convenientemente cuando habla –dijo el preso cadenciosamente y sin volverse a mirarla.
-Hmm, ya, disculpe…Necesitamos  su colaboración en la investigación para encontrar a un discípulo suyo, alguien que fue visto por última vez en su compañía –dijo la agente disimulando el tono trémulo de su voz.
-¿Y qué viene a ofrecerme a cambio, Clarisse? –dijo volviéndose uno de los hombres más buscados de los últimos tiempos, el Dr. Hannibal Antic–. Dudo que tenga usted capacidad para ofrecerme nada.
-Puedo ofrecerle un traslado, a una prisión en régimen media pensión y  semilibertad. Creo que las celdas tienen minibar y todo.

-Parece que empezamos a entendernos. Y, ¿qué se le ofrece? –preguntó el doctor Antic con una sonrisa forzada.
-Estamos buscando al buen juego, doctor. Desde el año 96 no se ha vuelto a tener noticias de él. Sabemos que vino de su mano, que viajó con usted durante un tiempo. Ahora queremos atraparle para devolverle al sitio de donde no debió salir nunca, el Calderón.
-¡Qué mediocridad, Clarisse! Esperaba más de ti cuando te he visto llegar con tu pose de niña buena y esa bufanda anudada con descuido.
-¡Pida lo que quiera doctor, necesitamos encontrarlo urgentemente! El tiempo se agota.
-Sólo ayudaré si me hablas de ti y de qué interés tienes tú en todo esto.
-No debería hablar de mí, me lo han aconsejado explícitamente –dijo la agente de forma digna.
-Me dejas desolado. Sabes que sin mi ayuda el buen juego no volverá a la Ribera del Manzanares. Quid pro quo, Clarisse. Tú me das algo, yo te doy algo –sentenció pausadamente el serbio.
-Está bien. Tengo problemas, lo admito. Los jugadores no juegan a nada. No sé si es porque no valen o porque no quieren. Y eso que les motivo hablando de sensaciones positivas, de visualizar entornos amigables, pero nada, no hay manera –admitió derrumbándose la agente.
-Hace unos años también tuve un jugador que se resistía a jugar, agente. Me comí su hígado acompañado de habas y un buen Chianti, shshsh –reconoció sin inmutarse el preso emitiendo un silbido penetrante, como de víbora cornuda.
-No sé qué pasa, doctor. Creo que esta es mi última oportunidad. Si no resuelvo este caso me echan seguro. ¡Estoy desesperada!
-El problema viene de atrás, Clarisse. El problema no es de ahora, todo se fraguó antes. Antes incluso de tu paso por Lisboa o por Valencia. Antes de que llegaras al Getafe.  ¿Recuerdas lo que pasó? Entrenabas en las categorías inferiores de ese equipo del que ahora no quieres acordarte, pero allí estuvieron tus inicios. Tú perteneces a ellos. Por más que intentes engañarte diciendo que eres colchonera. Sabes que te despiertas por las noches y sigues oyendo el sonido de los borregos cantando las mocitas madrileñas. Intentas llegar hacia ellos, pero no lo consigues. Porque los borregos no quieren que tú los salves, tú eres una de ellos –dijo el doctor escupiendo con rabia unas palabras que iban haciendo mella en la agente-. No tengo más que decirte, fin de la entrevista Clarisse, tú ya sabes por qué.
Clarisse se levantó del taburete intentando recomponerse. Se secó las lágrimas que corrían por sus mejillas y se dio la vuelta rápido para no tener que volver a verle la cara. Enfiló el pasillo hacia la puerta donde le esperaba el funcionario pero, justo al pasar por delante de la última celda, oyó cómo una voz ronca la increpaba.
-¡Mira lo que tengo para ti, guarra! –dijo el inquilino lanzándole a la cara una bola de papel que la agente recogió del suelo al borde del sofoco. Se trataba de una foto suya, no de ahora sino de hace unos años. Iba toda vestida de blanco y en el pecho se podía leer Teka.

domingo, 23 de enero de 2011

Turismo rural

Sarita y Cayetano llegaron casi a medianoche después de haberse perdido varias veces por el camino. El sitio no se parecía mucho a las fotos de Internet, pero tenía su encanto, decadente, pero encanto al fin y al cabo. Sarita le había regalado por sorpresa este “weekend” en la  casa “Descansu Asturianu” aprovechando la visita del Atleti a Gijón, aunque Cayetano no tuviera demasiado tiempo para seguir al equipo, del que se consideraba seguidor a tiempo parcial.
– Aquí está. Sara Fresnedoso Pernía, todo correcto –dijo Herminio que, además de dueño de la casa, ejercía también el papel de recepcionista, ama de llaves y cocinero –. Tenemos como oferta especial del mes el paquete ecológico-relajante, que supondría sólo 89 euros más IVA adicionales. Esto les daría derecho a degustaciones de productos del terreno y a demostraciones folclóricas.
– ¡Lo queremos! –dijo Cayetano entusiasmado-, no sabe usted lo mal que se come en Madrid, todo parece de plástico o de plexiglás en su defecto.
–De acuerdo entonces. El desayuno se sirve a las siete. Les informo también que a partir de ahora y en un intento sincero de que se vean inmersos en la Asturias rural, tanto yo como el guaje que me asiste en la tarea hostelera empezaremos a hablar en el idioma propio de nuestra realidad nacional, el bable. Si necesitan ustedes traducción simultanea, se les puede ofrecer con un suplemento de 15 euros por persona –anunció profesionalmente el dueño.
Sarita quería que todo saliera bien, que para eso trabajaban tantas horas. Que para eso no se veían casi nada durante la semana. Que para eso habían acordado dejar los portátiles en casa, aunque ella le había mentido piadosamente asegurándole que no se había traído la Blackberry, pero es que no podía desconectarse del todo cuando estaba inmersa en un proceso de fusión de cajas de ahorros.
A la mañana siguiente, Herminio puso el mp3 con el canto del gallo a las siete menos cuarto y llenó el caldero de latón con tres briks de leche semidesnatada. Sacó los huevos del cartón y los pasó por el barro, pegando además un par de plumas del nórdico.
- ¿Cómo fue la noche, óh? Vengo de ordeñar les vaques, ¡miren que leche, miren! Levantéme a las cinco, facía un fríu…Pero merecía la pena que tomáranla recién sacá de les tetes. ¿Y los huevos qué, óh? Saldrannos unes tortilles riquísimes.
Para sorpresa de Herminio, Cayetano se tiró de cabeza al cubo y se bebió un litro de un trago. Solo paró a respirar con la leche goteando por la barbilla para anunciar a voz en grito que desde que iba de pequeño al pueblo de sus abuelos no había probado una leche así. El resto de la estancia transcurrió entre fabes, fritos de pixín y mucha sidrina. Entre actividades a caballo y senderismo radical en las que los urbanitas se arañaron todo el cuerpo y sufrieron  calambres y tirones en la espalda que precisaron de friegas de romero. También fue necesaria alguna que otra llamada con el smartphone que Herminio escondía en la madreña al guaje para que dejara el facebook y  se acercara a Mercadona a comprar más leche, que nunca vio a nadie tomar tanta como a Cayetano.  Hubo fallos, como no, como cuando el guaje equivocó el archivo del gallo con el de los grillos nocturnos y pasaron toda la noche del sábado medio despiertos.

Mientras daban vueltas para aparcar cerca de El Molinón, la pareja reflexionaba sobre lo bien que se vivía en el campo, sobre lo que se estaban perdiendo en la ciudad, sobre las enfermedades que podrían contraer por no tomar carne, leche y huevos como los que había tomado. Hablaron también sobre que en cinco años dejarían la consultoría y se mudarían a un sitio así donde respirar a pleno pulmón, donde criar a un niño y una niña que se llevarían sólo dos años de diferencia. Tejiendo sueños de esos que nunca cumples, vamos.
El equipo de Preciado, ese entrenador que ya nos caía simpático incluso antes de osar contradecir al oráculo lusitano, se enfrentaba al equipo comandado por el sobrino de la más célebre interprete de “Pena, penita, pena”. Ambos equipos se encontraban acuciados por urgencias, los unos por la escasez de puntos y el acecho del fantasma del descenso y los otros por la escasez de amor propio y la pérdida total de su identidad y de los objetivos para esta temporada. El hospedero Flores gusta de disfrazar con palabrería las calidades de una casa que por momentos parece amenazada de derribo. Tapa las humedades del centro del campo con cuadros de artistas recién fichados. ¡Pero no se quejen, oigan!, que estamos en números de cumplir objetivos. La oferta de fin de semana de nuestro anfitrión incluye un sistema 8-1-0 que rota a un 2-0-7 en contraposición con los 4-3-3 o 4-4-2 tan en boga. ¿Cómo? ¿Que me ha faltado un jugador en el sistema? Bueno, será un fallo de la edad o será que hay un jugador que piensa que justifica su elevado sueldo solamente con sacar los corners, con lo lejos que los ponen. ¡Pero dejen de protestar, hombre!, que de estos fines de semana se tiene que volver relajado, que bastante stress se pasa en sus vidas rutinarias.
Desde mi humilde punto de vista el equipo necesita ya una reforma a fondo. Y esa reforma debe ser iniciada por el inquilino del banquillo. Puede que ustedes argumenten en contra que estos cambios no suelen surtir efecto. Pero, ¿qué hay que perder? La única meta a corto plazo debería ser sumar los doce o trece puntos que garanticen la permanencia. ¡Pero no se amohinen, leche!, que nos están dando idem (esto es, leche) de marca blanca a precio de recién ordeñada. ¡Vaya inconformismo que tienen, si hasta dentro de cuarenta años no les volverá a tocar ganar nada!
Volvamos a nuestros protagonistas; Cayetano se empezó a sentir muy mal a medida que discurría el encuentro. Sufrió los tres síntomas inequívocos que preceden al desastre estomacal: sudores fríos, vellos como escarpias y psicofonías intestinales que le obligaron a ausentarse más de cinco veces a lo largo del partido. Al terminar, su cara pálida evidenciaba el mal rato vivido.
- ¡Ay Caye!, te habrá sentado mal la comida tan pura y sin tratar, ¿no crees?
- Habránme caído mal les setines al cabrales –dijo un perfectamente mimetizado con los autóctonos Cayetano.
- Vámonos para Madrid, cariño –concluyó Sarita dudando si la indisposición de Cayetano provenía de la comida del terreno o de la exhibición atlética. Pero no podían quejarse, estaban tan relajados que en el fondo daba igual.

viernes, 21 de enero de 2011

La plataforma (o la entrada poco dada al vodevil, aviso a navegantes)

Para: Zacarías Cebollero Minglanilla
Plataforma petrolífera Neptuno 2
Atlántico Norte. Según pasas Groenlandia, a la derecha mirando a Terranova.
De: Saturnina Minglanilla Covachas

Querido hijo, espero que a la llegada de la presente te encuentres bien, que desde pequeño siempre has sido un poco enquencle y con tendencia a la anemia. Prométeme que comerás bien, aunque te pongan pescado.
Hace ya tiempo de tu última misiva y te escribo preocupada por no tener más noticias tuyas. Has de saber que aquí estamos todos bien salvo pequeñas cosas, a tu padre le ha vuelto a subir el ácido úrico y yo sigo con mis achaques.  El que está algo más delicado es tu abuelo, que dice el doctor Burgos que tiene una enfermedad alemana de cuyo nombre no quiero acordarme, pero que le hace pasearse en calzoncillos por casa y hablar solo, dice él que con Luís Aragonés.
Tu hermana también bien, se ha casado en terceras nupcias con un subsecretario de la Federación española de Fútbol que ha metido a la mayor a trabajar con él de becaria. El pequeño, del que casi no te acordarás porque te fuiste cuando era un bebé, anda ennoviado con Anabel, la nieta de los del quinto derecha.
Nos alegramos de que te lleves bien con tus compañeros de la perforadora y de que varios de ellos sean del Atleti como tú. Me sorprende que haya algunos que lleven casi un cuarto de siglo allí destinados, pero sus motivos tendrán. Supongo que no todos estarán allí por esa cabezonería tuya, pero estas cosas es mejor llevarlas en compañía.
Ya le he puesto varias velas a San Apapucio para que este jueves ganemos por fin a los otros. Pero, por si acaso, no estaría de más que reconsideraras tu postura. Ya sé que dijiste que no volverías a tierra firme hasta que ganásemos un derby, pero es que ya van muchos años desde que no te vemos.  Estas tozudeces son muy de los Cebollero, que me conozco yo muy bien estas cosas después de aguantarlas cuarenta y tres años.
Nada más, cariño. Escribe pronto y no olvides tomar mucha leche.
Tu madre que te quiere,

Zacarías padre enfiló los últimos metros de la larga caminata desde el estadio hasta su casa. Las únicas almas que compartían la calle con él eran algunos taxistas que fumaban en la puerta del bar de Paco muy concienciados con la nueva ley. Ya era muy tarde y tenía congeladas las extremidades a pesar de los calcetines de lana y los guantes de goretex que le regaló su nieta la mayor en los últimos Reyes. Nostálgico recordó cuántas y cuántas veces había recorrido junto a su hijo ese mismo camino de vuelta. Recordaba cómo comentaban las jugadas del partido, cómo el niño regateaba eufórico farolas y papeleras utilizando como balón cualquier lata vacía diciéndole: “¡Papá, mira! Como Futre”. También recordaba que cuando la niñez y la adolescencia quedaron atrás, cada vez fueron más los días en los que los dos subieron la cuesta en silencio, no se sabe bien si enfadados o hastiados.  
Una vez ganó el refugio del portal, intentó subir despacito los seis escalones hasta la entreplanta para no hacer ruido. Giró la llave con suavidad y se desvistió en el salón para no tener que encender luces. De puntillas entró en la habitación y levantó la colcha para meterse en la cama cuando Saturnina levantó la cabeza:
- ¿Qué? ¿Otra vez?
- Sí cariño, trata de dormirte de nuevo.
Saturnina tardó bastante en dormirse, frustrada y a la vez enfadada con San Apapucio.
Mientras tanto en la plataforma petrolífera Neptuno 2, el gerente de suministros miró extrañado a Zacarías Cebollero.
- O sea, que anulamos tu petición para salir mañana en el primer helicóptero.
- Sí Julio, me reengancho otra vez. No sé por cuánto tiempo pero me reengancho.

martes, 18 de enero de 2011

Corte y confección

Rebeca se puso de pie para ver con mejor perspectiva la túnica color añil que estaba intentando prender con alfileres, una de las últimas prendas que faltaban para completar la colección que debía mostrar al mundo en dos días. Se encontraba muy nerviosa, hasta había perdido un poco los nervios gritándole a Karen, la modelo a la que había tildado de gorda cuando confesó que había tomado un yogur de fresa no desnatado para desayunar. Ahora seguro que Karen estaba en el baño recayendo de su bulimia pero eso a ella no podía pararla, que lo hubiera pensado antes. Una profesional no podía permitirse tomar un yogur con toda la grasa, ¡qué asco! Con lo bueno que era el té negro depurativo nada más levantarte.

Ésta era su gran prueba, su última oportunidad. Desde que hace ya cinco años les abrieran un huequecito de cinco minutos en la semana de creadores jóvenes de la Pasarela Neptuno (¡que coño!), su carrera se había estancado. Y eso que esos cinco minutos parecieron vaticinar una carrera imparable. Todavía recordaba las críticas de los entendidos: “Sigan a esta pareja, Rebeca Danés y Narciso Espina, un soplo de aire fresco en la moda patria. Una colección de perfecta asimetría simétrica muy ponible, indicada para los hombres y mujeres del siglo XXI”. Y todo porque se les ocurrió sacar a los modelos con una katiuska en un pie y una chancleta de playa en el otro, cubrir los torsos con una prenda mitad jersey y mitad chaleco o crear pantalones con una pernera hasta la rodilla y otra hasta las ingles, lo que obligó a una depilación extrema de los desfilantes.

Ahora estaba sola. Narciso se marchó del taller hace ya dos años. Se mudó a Milán, para buscar un futuro más dulce decía él. También se fue por los rumores maledicentes que le acusaban de recrearse más de la cuenta al medir el tiro de sus modelos masculinos y porque afirmaba que en este país, donde se llevaba más el siena tostado, el pistacho y el berenjena, no había cabida para un diseñador al que le gustaba el nabo (el color, no sean malpensados). De vez en cuando se comunicaban vía Messenger y él le contaba que había hecho realidad su sueño, ocultando que su futuro dulce se estaba materializando repartiendo cucuruchos en una gelateria situada en una bocacalle que daba al Duomo en la que se veía forzado a trabajar con el tono pistacho, se llevara o no.
Mientras se desarrollaba el desfile, ella daba entre bambalinas las últimas puntadas a sus creaciones y espiaba por un agujero las caras del público. Desde allí, oyó las exclamaciones de horror de la prensa especializada, vio las manos que se llevaban a la cara con incredulidad los actores, los toreros y dos marquesas que se sentaban en primera fila. Todo porque su colección se basó en camisas de cuadros pequeños, en pantalones vaqueros, de algodón o de pana con un largo a ras de tacón. Porque apostó de cara a la temporada otoño-invierno por colores como el verde, el azul, el negro y el blanco. Porque incluso tuvo la osadía de crear chaquetas de punto marrón con cuello alto, tanto para él como para ella, de esas que te permiten arrebujarte cuando hace frío. Y, sobre todo, por apostar por un hombre con zapatos de cordones y calcetín gordo, que ya se sabe que el cambio climático afecta bastante a los tobillos.
Ya en la fiesta posterior, mientras los modelos retomaban su uniforme de calle y los asistentes intentaban superar el sofoco a base de Moet Chandon, se le acercó el redactor jefe de la revista Insanity Fair para susurrarle al oído que estaba acabada, que nadie querría ponerse ese tipo de ropa. Que había cavado su propia tumba. Solo su madre y su abuela colgadas de su brazo se mostraban orgullosas, solo ellas le dijeron que por fin había creado ropa que se pondría la gente normal, gente de la calle. Y que cuando la gente piensa que esa ropa le gusta será por algo. 


Vayamos al fútbol mis queridos amigos, visitaba este lunes el Calderón el Mallorca con Laudrup en el banquillo. Laudrup fue la primera opción que nuestros premiados gestores barajaron el año pasado cuando se decidió prescindir de Abel Resino, pero su negativa condujo a nuestro banquillo al actual diseñador, Enrico Sánchez F. Ya sabrán ustedes que Enrico es amigo de abrigos entallados que estilizan su figura, de jerseys de pico por el que asoman corbatas estrechas y de colores oscuros, tan oscuros que muchos piensan que está contantemente volviendo de un funeral.
Para esta ocasión la afición esperaba con expectación un cambio en su colección-alineación. Muchos de nosotros pensamos que las creaciones de Enrico no aportan nada demasiado diferente a lo que hacía Aguirre, que fue el creador de la línea que sigue el equipo desde hace tiempo, es decir trajes de tres piezas bien acabados arriba, festivos atrás y austeros en el centro del campo. Pero es que esta vez el cambio se antojaba necesario ante la ausencia por lesión del modelo que con su prestancia y empaque al desfilar suele tapar las carencias de los diseños tácticos de Enrico.
No nos engañemos, los primeros compases del desfile pusieron de manifiesto la tendencia de Enrico a experimentar con la defensa, una defensa en la que cambian los modelos constantemente y que en las dos primeras jugadas mostró que si apuestas por las transparencias se te ven las vergüenzas.
A partir de ahí la cosa empezó a asentarse. Sobre todo por la entrada en escena de los colores que más se deberían llevar en lo que resta de temporada: el Tiago lusitano y el Mérida colchonero. Todos los presentes, tanto entendidos en moda como gente de a pie, vimos que estos dos deben ser los “must” del centro del campo, ya que, a pesar de ser algo intermitentes, son los que de largo más calidad atesoran.
La sorpresa de la colección fue Elias, la penúltima novedad. No queda muy claro si estuvo desubicado o bien posicionado,  si es lento o rápido, si se convertirá en un básico o en un complemento de usar y tirar, pero no se crean que porque no participara mucho en el juego (que tampoco), sino porque la parroquia se pasó toda la noche intentándole diferenciar de Assunçao sin éxito. Cosas de las tendencias en ropa deportiva y la manía de poner números azules sobre fondo rojo para que no sepamos quién es quién.
Otro que parece que vuelve como las camisas de leñador o los pantalones pitillo de colores pastel es Forlán. Forlán suele ejercer de modelo cotizado de esos que se muerden los carrillos por dentro para no sonreír, de esos que desfilan con cara de haber sufrido una arcada y mantienen la cara de asco perpetuo, de esos que cuando están en París dicen que se desviven por Nueva York. Pero ayer el uruguayo se mostró participativo en el desfile, con mejor cara, permitiéndose incluso un guiño de ojo en forma de gol que provocó mareos en varias famosas de primera fila.
Conclusión, colección la de ayer no brillante pero sí efectiva. Necesaria para seguir optando a mostrar las creaciones en las pasarelas europeas la próxima temporada. Hasta cierto punto ilusionante por encontrar talento en el diseño de las jugadas de Fran Mérida. Aliviadora por ver que Enrico Sánchez F. puede llegar a manejar más alternativas en la confección. Y sobre todo, de esperanzadora transición ante el desfile previsto para el próximo jueves, donde hay que hacer todo lo posible para ganar a ese otro creador que acaba de llegar de Milán. Ese que tanto se queja a pesar de tener modelos con abdominales muy marcados y hoyuelos en la barbilla. Porque ese modo de llevar el taller no gusta a la gente normal, a la gente de la calle. Porque cuando a todo el mundo le cae alguien mal será por algo.

viernes, 14 de enero de 2011

El último tren

Hay sitios y sensaciones que los más jóvenes ya no conocerán. Sitios con una atmósfera entre atrayente y peligrosa que a muchos de los que hoy procuramos llevar siempre camiseta interior porque las corrientes son muy malas nos fascinaba. Un ambiente cargado de provisionalidad, de tristezas y alegrías mezcladas a partes iguales, de maletas de cartón y cajas atadas con cuerdas donde reposaban los chorizos de la última matanza, de petates y uniformes. Un paisaje cargado de humo y de hollín, en el que la niebla se sumaba como un tercer invitado no esperado. Un escenario de película en blanco y negro al que te veías trasladado con sólo acercarte a Atocha, a la del Norte, o a cualquiera de las muchas diseminadas por nuestra geografía. Viejas estaciones, lugares proclives a la conspiración y a las rupturas. A los nacimientos de amores o de revoluciones. Ese, ese es el tipo de lugar que quiero que imaginen.

Ese es el tipo de lugar dónde nuestro equipo compró un billete en una taquilla de esas en las que te tienes que agachar mucho para que te oigan. El sitio desde donde partía el último tren. El último viaje posible para reeditar glorias pasadas en esta temporada. Daba igual que el trayecto fuera corto, solo de la Ribera del Manzanares a la Castellana. Daba igual que la estación de destino fuera la que más desagrada a los nuestros, un punto de término del que solemos volver con el saco lleno de injusticias sufridas. Una plaza en la que la soberbia y la prepotencia han instaurado su reino. Todo daba igual. Había que hacer el viaje para reengancharse al tren de las ilusiones. Se trataba de un viaje para reencontrarse con la Copa, esa jovencita esquiva que el año pasado nos dio calabazas en el último momento, cuando ya casi nos veíamos paseando con ella del brazo. Y todos lo sabíamos, o deberíamos haberlo sabido.
Nuestro viajero afrontó el inicio del viaje escondiendo su billete de tercera clase en el bolsillo de la chaqueta de paño, intentando no verse afectado por las miraditas por encima del hombro de ese otro turista que suele ocupar plaza en los vagones de primera. Plaza que suele compartir con un solo vecino de asiento más, porque han de saber ustedes que hay muchos interesados en que, en este tren de nuestro fútbol, sólo dos se acomoden en compartimentos de zona noble.
A muchos nos recordó el inicio a otro viaje del que guardamos un recuerdo dulce, el de este verano a Mónaco. De hecho todos nos frotamos las manos cuando nos pusimos por delante nada más comenzar. A partir de ahí, el tipo que viaja en cabina de lujo se dio cuenta de que no solo tenemos un billete en vagón con asientos corridos, sino que tal vez no queramos jugar a sacarnos otro tipo de título de viaje, dado el desprecio que mostramos por el balón. Mucho aguante, mucho posicionamiento, muchas líneas juntas, muchas ayudas y presiones en banda, en fin mucha pizarra y, sobre todo, un mozalbete rubio de pelo encrespado que permitió durante toda la primera parte que el tren no se escapase definitivamente. También poca ambición, sobre todo cuando ya íbamos por detrás en el marcador y el otro viajero empezaba a dar cabezadas por el traqueteo, poca sensación de equipo grande, poca calidad en la zona de creación.
 Mención especial merece Agüero, un emigrante que ha mamado lo que hay en juego en este tipo de partidos e incluso en los otros, los menos relevantes, los que menos focos atraen. Un pasajero que, por su talento, recibe patadas en las espinillas que duelen mucho y que, gracias a un revisor como el de ayer demasiado permisivo, no suelen tener castigo. Un chaval que debería con toda justicia pedir al Ministerio de Asuntos Sociales una paga vitalicia por la ley de Dependencia, porque ahora no hay casi nada más allá de él, no se engañen.  
Otra cosa que queda clara es que nuestro guía de viaje, el señor Sánchez Flores, no va a renunciar a su idea de distribución de vagones en 4-4-2, aunque haya trayectos en los que el asiento que nos den sea de tres personas en el medio. Da igual que viajemos en un cercanías o en un regional. Ese empecinamiento suyo hizo debutar al nuevo en la expedición, que casi sin tiempo para echar lo indispensable en la maleta dejó cositas. Algún detalle de calidad, algún despiste defensivo, cara de dormir de día y vivir de noche, pero poco para emitir un veredicto todavía.
Hete aquí que cuando ya se aminoraba la velocidad por la proximidad de la estación de la esperanza para el partido de vuelta, el convoy frenó bruscamente provocando la caída sobre la cabeza de nuestro viajante de dos neceseres y una sombrerera, revuelo que fue aprovechado por un carterista de ojos saltones y acusado parecido a Peter Lorre para robarnos un gran trozo de la misma (de la esperanza, digo), y nos quedamos con cara de tontos. Y al apearnos del tren, nos tuvimos que quedar diez minutos parados en el andén. Con ese mal cuerpo que se te queda en estas ocasiones, sin saber si el viaje había estado bien o mal, sin saber si en los noventa minutos de trayecto se podría haber hecho más. Pero como somos viajeros rojiblancos agarramos nuestras maletas viejas y fuimos a la taquilla de nuevo para agacharnos a pedir un pasaje de vuelta en el tren que tiene prevista su salida la semana que viene. Y ya volvemos a tener la ilusión de que esta vez será uno de los viajes de nuestra vida. Ya sé que me dirán los más pesimistas que el viaje será complicado, que habrá que comprar Biodramina a granel para superar el mareo que provoca el mal juego que se brinda con más asiduidad de la deseable. Pero tenemos que creer que se puede. Pasaremos la semana pensando en la hora a la que tendremos que poner el despertador para llegar con tiempo a la estación porque este viaje de vuelta puede ser uno de los mejores que hagamos y tenemos que luchar para recordarlo dentro de unos años como tal.

martes, 11 de enero de 2011

Se prohibe fumar

O quinta entrega de las crónicas de Fuenteturbia, tras El Oriundo, Cultura Popular, Noche de Clásicos y La Verdad está ahí fuera.

Haciendo gala de una previsión inusual, Don Rufino y Serapio esperaban ya cenados el inicio del choque contra el Hércules en un salón del bar de Dámaso, que no contaba más presencia que la suya. Adelantaron la hora de la cena por varias razones: por ser lunes y bastante tarde y porque ciertos disgustos que da el Atleti de cuando en cuando es mejor vivirlos con el estómago lleno, a pesar de jugarte un corte de digestión.
Nada más empezar el partido, se les unió Dámaso, siempre con el trapo al hombro y su eterno palillo incrustado en la comisura de la boca. Estaban los tres con esa sensación que sólo tenemos nosotros, los del Atleti. Algo que no ocurre si ustedes son aficionados a otros equipos en los puedes llegar a preguntarte: “¿de cuánto ganaremos?” o afirmar: “Hoy perdemos seguro”, pero no si eres colchonero. Los que somos como ellos, como usted o como yo, hacemos apuestas sobre el sabor que tendrá el equipo cuando salga y sólo con ver cinco minutos podemos buscar un adjetivo que lo califique. Adjetivo que la mayoría de las veces sería igualmente aplicable al género comestible de cualquier cafetería que ustedes conozcan, recorriendo la gama de recien hecho o calentito, pasando por excesivamente tostado o empanado y llegando a revenido o más bien podrido. Pero qué les voy a contar a ustedes que no sepan.
Como ustedes ya sabrán, el equipo salió con sabor a pescado con olor. Salió con la cara que vimos hace dos años en Santander, hace uno en Huelva o esta temporada en el Ciudad de Valencia. Salió con la cara del equipo que ya no es que no juegue bien, que a eso desgraciadamente ya nos hemos acostumbrado, sino del que no quiere jugar, del equipo que denota una falta de concentración y de actitud sonrojante. Del equipo que hace que rivales de media tabla para abajo parezcan el Brasil del 70. Y casi sin darnos cuenta nos vimos dos goles por detrás en el marcador, ambos en jugadas de esas que sólo pasan al Atleti en el fútbol de élite.  
Era tal la tensión del momento que Don Rufino echó mano de la pitillera para castigarse con un Ducados, hecho que desató la polémica entre nuestros protagonistas.
– Oiga, ¿qué hace Don Rufino? Le recuerdo que ya no se puede fumar –anunció escandalizado un Dámaso muy sensibilizado, casi tanto como la ministra Pajín.
– ¡No me jodas, Dámaso! Pero si estamos solo nosotros y fumamos todos.
– Está mi señora, que aunque esté dentro enharinando las berenjenas para el menú de mañana, debo velar por su condición de trabajadora de hostelería y fumadora pasiva.
– Lo siento Don Rufino –terció Serapio-. La ley es la ley y si lo enciende me lo tengo que llevar detenido a la casa cuartel por insumiso.
– O sea, ¿que ni voy a poder fumar viendo a mi Atleti? ¿Ni con este partido que nos están regalando? Me cago en... (Les voy a ahorrar la sarta de improperios, solo reseñar que no quedó nada divino o humano sin llevar su parte de recuerdo por parte del edil).
– Don Rufino, le puedo ofrecer salir fuera a echárselo mientras ve el partido –ofreció un Dámaso empequeñecido por la reacción del alcalde–, le doy la vuelta a la televisión de quince pulgadas, pongo una sillita, una mesa baja con cenicero y en paz.
– Pues ya me estás pagando los tres años de licencia de terraza y velador que me debes, listo. Que cuando viene el calor bien que propones eso mismo a tus clientes, pero para pagar la licencia no se te ve tan cumplidor de las normas.
– Ahí tiene razón, Dámaso– intercedió el guardia civil–, si sale fuera te tengo que llevar a ti al calabozo.
– Por no hablar de que todos sabemos que tienes enganchado el Digital de tu casa y que te lo ahorras en el bar –continuó Don Rufino.
– Pues bien que os veníais los dos hace años para ver las películas de los viernes por la noche, que teníais ya los ojos como los malayos de verlas codificadas –dijo con muy mala idea el regente de la casa de comidas.
Mientras se sucedían estos dimes y diretes, el partido continuaba por los mismos derroteros y se llegó al descanso con cuatro goles en contra. Hay veces que a uno le gustaría ser invisible para colarse en el vestuario y constatar si nuestro querido técnico conserva su pausa y buen hablar aún en estas condiciones. Tal vez intente arengar a sus pupilos con su acostumbrado discurso de telepredicador: que si la dinámica no es la adecuada, que si se están dejando sensaciones contradictorias, que si esto es un vaivén más de vuestra vida de mortales y lo importante es alcanzar el tercer estadio de pureza en el camino hacia el nirvana. O tal vez, pero solo tal vez, el espíritu de Luis Aragonés le posea durante solo un rato, sólo un poco de tiempo, pero el suficiente para que parezca que sus patillas se alargan y para soltar varios exabruptos que hagan que todos tengan claro que esa camiseta no merece ser vestida por tipos como ellos en días como el de ayer. Por actitud o por aptitud, me es indiferente. Pero que se les caiga la cara de vergüenza.
A pesar de lo anterior, es de justicia decir que en días así, el técnico es el menor culpable. Seguro que alguno me dirá que sigue empecinado en un sistema que no arroja beneficios tangibles, que sigue maltratando el mediocampo con experimentos raros, que sigue alineando a jugadores de los que ya casi nadie espera nada y ninguneando a otros a los que la afición espera. Pero no se engañen, en lo de ayer no debemos mirar hacia él.
Mientras tanto el Atleti deambulaba por el campo e incluso metió el gol mal llamado del honor, como si un gol, o dos, o tres fueran a limpiar un honor mancillado desde hace veinticinco años. Momento en el que se produjo el punto álgido de la trifulca por la que Victoriana se vio obligada a salir de la cocina cubierta de harina hasta los codos.
- ¡Se acabaron las gilipolleces! –gritó a pleno pulmón al tiempo que los tres la miraban avergonzados-. Parecéis contertulios de Radio Marca. ¿No veis que no sabéis ni cómo va el partido? Pues esto tiene sólo dos salidas, o declaramos el bar como club de fumadores con lo que tú, Dámaso, no puedes cobrar consumiciones y vosotros dos no podéis ni comer, ni beber, ni cobrarnos la contribución o tenemos que pasar el plan B.
-¡Sea el plan B! -dijeron los tres al unísono, especialmente Dámaso, que no acababa de ver eso del bar sin ánimo de lucro.
A estas alturas del relato el partido ya había acabado, pero nuestros amigos se quedaron clavados en sus sillas, sin ganas ni tan siquiera de cambiar de canal para sintonizar un programa de variedades que les hiciera olvidar lo visto. Con esa sensación que muchos tenemos cuando pasa esto, sin ganas de levantarnos del sillón para lavarnos los dientes o para tomarnos la pastilla de la tensión. Pasó casi una hora hasta que uno de ellos reaccionó:
- ¿Y la ministra no irá a prohibir esto también por el riesgo evidente que corre nuestra salud bucal? –preguntó Serapio con prevención mientras se rascaba el parche de nicotina que se había puesto en el quinto pliegue de la barriga.
- Cualquier día Serapio, cualquier día –dijo resignado Rufino mostrando unos labios rojo intenso, de ese intenso que llevaba Ava Gardner, consecuencia del tinte que soltaba la tercera piruleta que se había tomado por prescripción de Victoriana.

Tratamiento sustitutivo, que al finalizar la redacción de la historia, todavía no recibe ningún tipo de subvención, ni por la ministra, ni por la Seguridad Social, ni por la madre que parió a nuestros indebidos dirigentes.

jueves, 6 de enero de 2011

¿Qué le pasa, doctor?

-Lo que le contaba doctor, mi niño siempre ha sido diferente, muy especial. Con decirle que ya desde bebé se quedaba anonadado cuando le poníamos a Mahler a la hora de su papilla de frutas, pero con Mozart no comía, años después nos dijo que le parecía intrascendente. Eso sí, tuvo que aguantar mucho en el colegio, los niños que solo sabían jugar al fútbol o al escondite se burlaban de él porque aprovechaba los recreos para cultivar su afición por el existencialismo leyendo a Heidegger o a Kierkegaard. Pero no crea usted que tales nimiedades le hicieron reconsiderar su actitud, no. Él era un convencido de la bondad del género humano como culmen de la creación natural y seguía tendiendo puentes a sus compañeros para una mejor comprensión mutua, lo que no fue obstáculo para que, cuando le tiraban piedras, los calificara como a unos hijos de la grandísima puta. Al acabar la escuela pública empezó a mostrar unas aptitudes inusuales para la escultura y por ello le apuntamos a una de las escuelas más reputadas de la zona. Allí empezó a ser aceptado como un igual, lo que desembocó en una prolífica carrera artística de la que todavía se escuchan ecos en los ambientes más entendidos del ramo. En la actualidad se debatía entre empezar a estudiar alguna ingeniería o ciencias exactas, pero todavía no nos había comunicado la decisión, que para esas cosas es muy suyo.
-¿Y entonces vino lo del golpe en la cabeza, no? –preguntó el médico sin dejar de tomar notas en su cuaderno.
-Sí doctor, desde entonces no hace más que pegarle patadas a todo lo que encuentra. Nos habla sobre la diferencia entre golpear de empeine o con el interior del pie, cosa que a nosotros nos horroriza. Pretende que nos abonemos a una plataforma de pago para ver ese espectáculo grotesco de veintidós señores en calzón corto. Y mire que lo intentamos, mire que mi marido, aquí presente, vino el otro día a casa aterido de frío después de pasarse cinco horas en la cola del Real para sacar tres entradas de platea para la única representación de Turandot, pero nada no hay manera. Se escapó por el pasillo haciendo fintas y gambetas, tal vez abusando en exceso de la  conducción, eso sí, e intentó hacerle un túnel a un aparador Luis XV que me dejó mi abuela en herencia.
-Creo que ya me he hecho una idea, señores Reyes. Ahora lo mejor sería que viera al chico. Pídanle que entre, por favor.
-Jose Antonio, ven a conocer al doctor –dijo la madre asomando la cabeza por la puerta de la sala de espera.

Sólo el pequeño detalle de la celebración de su onomástica ha hecho que hoy el protagonista de la historia sea nuestro amigo Jozean. Y miren que se podría haber hablado de muchas cosas más, que temas hay.
·         Renovación del crack del equipo bajando la cláusula de rescisión no se vaya a pensar algún jeque que sesenta millones son muchos.
·         Presentación del enésimo fichaje desconocido, que como buena incógnita pasará de lado a lado de la ecuación que sobre el campo plantea el insigne primo del compositor de “Arriba los corazones” ante la incapacidad manifiesta de éste para cambiar de modelo futbolístico si las circunstancias lo aconsejan. Esperemos que Elías se despeje a sí mismo con mejor fortuna que la que tuvieron los que estaban a su alrededor cuando el bufanda-gate.
·         Filtraciones de los palmeros habituales informando de que se fichará sólo si se pasa la eliminatoria de Copa. Pero, ¿la plantilla es corta y está descompensada o no? Nuevo episodio de la firmeza de criterio de nuestros mandatarios, tan aficionados ellos al mestizaje de la velocidad con el tocino.
·         Y hablando de mandatarios, la noticia de la semana (¡qué digo semana, del año!). Nuestro cariasimétrico líder espiritual nombrado dirigente del año en nosequé foro afín al abuso de psicotrópicos. En cuanto se lo conté por teléfono a nuestros queridos Serapio y Rufino (los del Oriundo, Cultura Popular, Noche de Clásicos y La Verdad está ahí fuera), respondieron con una frase que puede resumir el sentir del aficionado atlético ante la ristra de atropellos: “Cuando la cabra da leche, hasta por los cuernos”. Pues nada. Pues sigamos.
Sepan ustedes también que el Atleti ha pasado la eliminatoria contra el Español o Espanyol, que con esto del cambio de la ortografía no queda claro nada. Sepan ustedes también que el Atleti hizo un partido serio, sin pasar demasiados apuros. Sepan ustedes que esto suele pasar cuando el equipo no es el encargado de llevar la iniciativa del encuentro, serán cosas de la genética del club, tan ligada al contragolpe. Sepan ustedes que el recién renovado sigue demostrando casi en cada partido que es uno de los cinco mejores jugadores del mundo. Sepan ustedes que si ya daba mucho miedo que se convirtiera en un artículo rebajado, más miedo da que lleve el brazalete de capitán ante los antecedentes de Torres, Maxi y Simao. Sepan ustedes que la entrada de Mario Suárez en el equipo supone que haya un jugador que busca jugar el balón a ras de suelo, lo que no es ninguna tontería ante las carencias del mediocampo. Sepan ustedes que parece que el niño de la onomástica crea más peligro y participa más cuando juega en la derecha en vez de en la izquierda, aunque no se le debe discutir su compromiso. Sepan ustedes que seguimos esperando a Diego Costa, ese delantero con pinta de actor que se presenta a un casting de sicario de cártel narcotraficante y cuando lo eligen por su perfil, el director se da cuenta de que se encuentra más cómodo en películas de tartazos. Sepan ustedes que los centrales siguen rotando…bueno, no todos, sólo dos de ellos. Sepan ustedes que a Fran Mérida le sigue teniendo manía el profe.
Lo que sí deben saber ustedes es que en cuartos nos encontramos con los otros, con la troupe de los abdominales y la gomina. Y que lo único que queremos es no sufrir el mismo disgusto que sufrió tal día como hoy una de las Infantas de España, al enterarse de que los Reyes son los padres.

martes, 4 de enero de 2011

Cuento de Navidad

Ni la sal de frutas que tomó antes de acostarse iba a librar a Enrique de pasar una noche toledana, demasiado vino y varios canapés de chorizo picantón en el antepalco desoyendo las recomendaciones de su señora. Aún así, no tardó demasiado en dormirse, pero al poco rato notó un golpecito en el hombro. Entreabrió sólo un ojo para encontrarse con un señor de pelo largo y camiseta rojiblanca ajustada sentado al lado de su cama.

-Hola Enrique, soy Leivinha, exjugador brasileño del Atleti, aunque los más jóvenes me reconocerán por ser el tío de ese experimento de centrocampista que juega en Liverpool al lado del niño Fernando.
-Hombre Laviña -dijo Enrique desperezándose-, ¿cómo has entrado en mi casa? ¡Con lo que me clavan los de Securitas!
-Vengo a enseñarle el pasado del Atleti, un pasado en el que se luchaba por las ligas, en el se llegaban a finales de la Copa de Europa o de la Recopa. En el que había una laureada sección de balonmano que era envidia en todo el país.
-¿Recopa? ¿Y eso qué es? Suena a hora feliz de bar playero…
-Pues es una competición que ganó el Atleti hace ya mucho tiempo, cuando varios de los mejores jugadores de España y del mundo queríamos venir en cuanto nos llamaba Don Vicente. Además casi nunca nos vendían, y menos a mitad de temporada, vamos que nos pegábamos por estar aquí.
-Muy bien Laviña, te voy a dejar que tengo que dormir bien. Mañana me espera la firma del acuerdo estratégico con el Cha-cha-chá, equipo taiwanés de gran solera.
-Vale Don Enrique, al final de la noche entenderá todo.
Enrique se arrebujó entre la manta zamorana para seguir durmiendo tan ricamente cuando atisbó una forma extraña en la butaca que tenía a los pies de la cama (cama con dosel, claro, que la producción cinematográfica rinde pingües beneficios).
-Coño, ¿más gente? ¡No aparecieron tantos ni cuando nos apropiamos indebidamente de las acciones del cluzz!
-Buenas noches Don Enrique, soy Milinko Pantic y vengo a hablarle sobre el Atleti del presente, amén de exponerle las quejas del balón del partido de hoy contra el Racing por el mal trato recibido.
-¡Miliki, coño que alegría! A ti sí te reconozco, como que hay un busto tuyo en el palco dónde apoyamos las bebidas cuando hay ágape. Creo recordar que lo encargo el padre del jefe, ¿no?
-Sí Don Enrique, fue por el doblete, pero es Milinko, no Miliki.
-Hombre, un doblete como el del año pasado –dijo sacando pecho Don Enrique.
-No exactamente, un doblete de copa y liga no es lo mismo, perdone que le contradiga. Que conste que estuvo bien lo de la temporada anterior, pero le recuerdo que en la liga quedamos como quedamos. Tengo que puntualizar también que hace tiempo que no se ve jugar al equipo a nada, que la afición se aburre, que hay muchos que prefieren ir al bingo o al Carrefour antes que ver los partidos, que se supone que nos vamos a ir a otro estadio que será más bonito que el de Amsterdam pero que casi está en ruinas, que vendemos barato a futbolistas y compramos medianías muy caras ¡Que la gente está un poco harta, vamos!
-Miliki, tú sabes que nosotros hacemos lo mejor para el cluzz ¡Ya verás cuando nos vayamos a la Peineta Arena y cuando se parcelen y recalifiquen los terrenos del Calderón para hacer lofts de lujo, eso sí va a ser bueno para la SAD!
-Pregunte a la afición Don Enrique. De todas formas me despido, espero que mi visita le haga reflexionar.
-¡Madre mía, que nochecita!
No había terminado de exclamar eso cuando desde el vestidor vio una figura que le hacía señas para que se acercara. Se puso las pantuflas y el batín con desgana y se arregló la redecilla con la que todas la noches garantizaba el mantenimiento del peinado.
-¿Y tú quién eres? –dijo el mandatario mirando por encima de las gafas de ver.
-Seguro que no me recuerda porque mi apariencia no es la misma, pero estuve en la foto del club este año. Permítame que me presente, me llamo Chema, pertenezco al “alevín b” y le vengo a hablar del Atleti del futuro.
-¡Pues si que estás bien comido!, no había visto yo un alevín con tu porte y esa barba de tres días. Además, vienes muy sucio y lleno de heridas en las rodillas, ¿no serás un indigente en busca de limosna? Ya sabes que en el cluzz no hay un duro para nada.
-Don Enrique, en el 2011 recién estrenado soy alevín, pero en el 2020 de dónde vengo estoy en el primer equipo. Disculpe por mi aspecto pero en tercera regional ya sabe lo que pasa con los campos de tierra.
-¿Tercera regional? ¿Y eso? –preguntó bostezando el cooperador necesario.
-Pues nada, cosas de la gestión deportiva creativa. Además de que después de vender a todos los jugadores, el estadio y esquilmar el patrimonio del club, la afición se cansó. Ahora son del Getafe, o del Alcorcón (que debe usted saber que lucha por puestos Champions), por lo que ahora sólo vienen a vernos nuestros familiares más directos al campo que nos prestan en Carabanchel Alto –explicó el canterano desanimado-. Me tengo que marchar Don Enrique, que mañana tenemos partido contra el Alpedrete y no sabe usted lo que cansan las ausencias extracorporales. Espero que las visitas de esta noche hayan servido para algo y vuelva a usted a sentir el espíritu atlético.
-Pues nada hijo, buenas noches –dijo Don Enrique visiblemente amodorrado.
A la mañana siguiente el presidente se dirigió a las oficinas de Virgen del Puerto resuelto a dar un giro al rumbo de la entidad después de haber consultado con la almohada.
-Buenos días Paquita, ¡qué guapa estás hoy! ¿Te has hecho algo en el pelo?
-Don Enrique, usted siempre tan atento…Por cierto ha llamado el ruso de Londres, dice que su última oferta es de diez millones por los tres de delante.
-Pues devuélvale la llamada y dígale que lo dé por hecho a falta de hablar con Miguel Ángel. Llame también por favor a Jorge Mendes, que nos traiga a dos o tres brasileños o portugueses baratos, pero que tengan buena dentadura y que no se caigan, que la gente es muy desconfiada.
-Pero, con todos mis respetos, Don Enrique, la afición se va a levantar en armas.
-¡Paparruchas, Paquita!, no sabe lo que he visto yo esta noche, ¡esto se hunde! Tenemos que intentar salvar lo que podamos.
-Lo que usted mande Don Enrique, pero… –dijo con desconfianza la secretaria.
-¡Ah! Otra cosa, llame a alguien de las categorías inferiores para que investigue qué hacen jugando tíos de treinta años en los alevines, que hacer un poco de trampa, vale, pero eso me parece excesivo ¡Paparruchas!