sábado, 25 de diciembre de 2010

Regalo navideño para fans de la Agonía del Mediapunta

Tomen esta historia como un regalo navideño sin ánimo de crear polémica o debate. Se trata de una vuelta a la esencia de la Agonía. Una manera de entretener y homenajear a los fieles que me acompañan desde el principio o los que se acaban de incorporar a esta, su casa. Va dedicado especialmente a aquellos que se siguen sentando en las cenas propias de estas fechas al lado de ese cuñado que les cae tan gordo. Para los que prefieren comprar en el colmado en vez de en las grandes superficies. Para los que se resisten a dar al trapero sus viejos casettes de música esperando un nuevo esplendor para el soporte. Para los que consideran que el cuarto y mitad sigue siendo una unidad de medida indispensable a la hora de adquirir fiambre. Para los “mediapuntistas” o para “los agónicos” y también para Doña Eufemia, a la que seguro gustarían mucho las tontadas que se le ocurren a su nieto.
Va por ustedes con mis mejores deseos…
-Muy buenas ¿Qué tal se presenta la noche? –dijo a modo de saludo Ordóñez, el más veterano de la Secretaría de Deportes del Ministerio de Asuntos Vampíricos, aparentando un interés por el trabajo que todos sabían perdido desde hace mucho tiempo.
-Como siempre Don Aurelio, muy liada –respondió Carlitos, el becario-. Hoy nos toca censar y catalogar varios expedientes.
-¡Ay Carlitos, qué duro es el trabajo! Cuando yo me saqué la oposición, no se echaban tantas horas y podíamos escaparnos a tomar un pinchito de morcilla o de sangre encebollada a medianoche. No te envidio Carlitos, no te envidio–respondió mientras el becario le miraba con esa admiración que provocan los caraduras.
Aurelio Ordoñez llevaba en la Secretaría desde su creación, a la que llegó trasladado de otro Ministerio, de un puesto importante decía él. Acumulaba 237 trienios y poseía una habilidad casi sobrenatural para manipular los fichajes e interpretar siempre a su favor las normas sobre cómo coger las vacaciones. Se acercó al tablón de anuncios después de sacarse de la máquina un café bien calentito y anunció en voz alta que él hoy iría a censar a un equipo femenino de baloncesto.
-Lo de la carrera ciclista se lo vamos a dejar a Sánchez, que a mi esa sangre me repite mucho, yo no sé qué le echarán. Carlitos, ¿cuánto tiempo llevas tú convertido? –inquirió.
-Casi catorce años Don Aurelio, trece de ellos aquí, ya estoy a punto de que me hagan interino.
-Claro, cosas de los que habéis entrado con el convenio nuevo. ¿Y por qué te quisiste presentar?
-Por la seguridad, porque siempre me ha parecido elegante llevar una capa como Ramón García y por lo que se liga como vampiro.
-¡Vaya picarón, qué bien os ha venido a los de tu edad esas gilipolleces como Crepúsculo!
-Se hace lo que se puede Don Aurelio, como todo el mundo.
-¿Y a ti que toca hoy Carlitos?
-¡Mi primer partido de primera división! –respondió ansioso el joven-. Voy al Calderón, a censar a los jugadores del Atleti.
-¡Uy, los jugadores del Atleti! Pues no he censado yo de esos desde que entré aquí: Luís, Gárate, Pereira, Leal, Futre, Caminero, Pantic y hasta una noche censé a Arteche.
-¿Y cómo fue Don Aurelio? ¿A qué sabían?-preguntó Carlitos con los ojos como platos.
-Sabían mejor que ninguna de las que hayas probado en el mundo, te lo digo yo he catado sangres de practicantes de todos los deportes. Como la sangre de un auténtico Atlético no hay ninguna.
-Pues que suerte tengo, ¿no? –dijo sonriendo el funcionario de nuevo cuño casi relamiéndose.
-No Carlitos, no. ¿Por qué te crees que hace tiempo que ya no voy a censarlos? Ahora saben de otra manera. Ya no es esa sangre rojiblanca que te dejaba regusto a fruta en la boca, la sangre que se ponía en las bodas de alto copete. Las últimas añadas han salido malas, aunque el año pasado salió una buena cepa, pero fue de chiripa.
-¡Ah!-respondió con decepción Carlitos, retrayendo con bisoñez los colmillos.
-¿Y sabes lo peor? ¿Sabes por qué lo dejé? Pues porque hace un par de años censé a un jugador del Atleti que no es que no supiera bien o que tuviese la sangre mal conservada como consecuencia de la interrupción de la cadena del frío, no. Era que no tenía sangre directamente –dijo Aurelio con el énfasis que da la veteranía.
-No me asuste Don Aurelio, que si me encuentro algo así soy capaz de desmayarme –exclamó azorado.
-No te preocupes Carlitos, no te lo vas a encontrar. Ahora su expediente lo lleva la sucursal del ministerio en Alemania.


Feliz navidad a todos....

jueves, 23 de diciembre de 2010

La Copa Navideña

Supongo que a nadie de ustedes le habrá tocado la lotería, ¿no?
-No Don Emilio, sepa usted que a mí me ha tocado lo que jugaba en una participación de cinco euros que llevaba a medias con mi cuñado. Aunque bueno realmente solo jugábamos cuatro euros, el resto era donativo para el viaje de paso del Ecuador de mi sobrino, que estudia para higienista dental.
-Bueno, siempre los hay con suerte en la vida. Que usted lo gaste con juicio.
Pues dándo de antemano la enhorabuena a los premiados, vamos con la historia de hoy, evidentemente de tintes navideños:
El Sr. Guzmán, director de la empresa, accedía sólo una vez al año a mezclarse con el vulgo con motivo de la copa navideña. Le gustaba constatar que tradiciones como el “efecto paloma” seguían vigentes en el imperio que fundó su padre. La teoría del “efecto paloma” sentaba sus bases en el axioma de que si apareces con comida y bebida por la oficina, los empleados se arremolinan alrededor zureando, pero si por el contrario te acercas sigiloso con ánimo de que se tramite un pagaré o una nota de abono a 90 días se dispersan lo más rápido que pueden.
-López, póngame al tanto del estado de daños- exigió el director al pelota oficial antes de iniciar la ronda de brindis golpeando con su tenedor de plástico la copa de cava (de plástico también, claro).
-Señor Guzmán, con los datos recogidos hasta esta hora y teniendo en cuenta que no encontramos a nadie de Seguros en un estado de consciencia mínimamente presentable para reportar, la participación en el sarao ronda el 75 por ciento. Solo se han producido incidentes reseñables entre las mesas de los de Riesgos por una polémica sobre en cuál de ellas se había servido más queso curado. Por otra parte, se ha sorprendido en los lavabos y con claros síntomas de ajetreo al jefe de Ventas con su secretaria, la de usted vamos, dicen que repasando el balance de fin de ejercicio.
-Total, lo de siempre –respondió con hastío el jefe máximo–. Hable con los del catering, que no reparen en servir bebidas espirituosas.
El Sr. Guzmán tenía especial interés en que sus asalariados bebieran más de la cuenta en esta copa navideña porque tenía previsto comunicar la ejecución del ERE total que le habían autorizado los del ministerio. Aún así, como buen experto en comunicación y presentaciones efectivas había preparado un par de sorpresas adicionales: un grupo de bailarines y bailarinas de calendario (por llevar poca ropa, no por santos) y una cesta para cada empleado que incluía una paleta ibérica de cebo con muy buena pinta, que lo cortés no quita lo valiente.
Ya en el cenit de la fiesta, con corbatas anudadas a la cabeza y constantes vivas al señor director, a su difunto padre y fundador y a la madre que los parió, el Sr. Guzmán se levantó para dar la terrible noticia…
-Coño López, tantos años peloteando y a ti también te han echado –comentó alguien de Impagados con bastante sorna.
-Hombre, echarme sí, pero mira que lata de espárragos de Navarra viene en la cesta, esto no lo he catado yo en la vida. Y fíjate, he conseguido el teléfono de dos de las strippers ¡Vaya detalle el del señor Guzmán!
-López, estás tonto, ¿no te das cuenta que estamos en la puta calle?
-Lo que tú quieras, pero siempre nos quedará el recuerdo de esta copa.
¿Les suena a algo mis queridos lectores? Venta de titulares con nocturnidad, alevosía y casi fuera de plazo, cortinas de humo con forma de fichajes de baratillo que intentan taparlas, caramelos envenenados para que los niños no reflexionen sobre si esa gestión está destinada a distraer las vergüenzas. Copas navideñas que ocultan segundas o terceras intenciones. Muchos López que asistimos a lo que nos echen contentos e impávidos. Pero vayamos a la actualidad, al fútbol. Vayamos a la Copa, a lo que nos queda. Vayamos a la competición a la que debemos agarrarnos como a la fruta escarchada de la cesta.
La función navideña empezó sin que muchos padres hubieran llegado al campo por el tráfico o por el cierre de los comercios (que es una variable que como saben afecta al fútbol una barbaridad). De entrada Osvaldo empezó bordando su papel de Herodes, metiendo miedo a los pastorcillos de la defensa y en especial a Perea, que daba claros síntomas de no saberse bien el papel. Pero poco a poco la cosa se fue entonando, cada vez los nuestros actuaban mejor, no con brillantez, no crean, que a fin de cuentas esto es una función escolar, pero serios y sin tartamudeos ni dudas. También el árbitro cumplió con su doble papel, por un lado Rey Mago concediendo un penalti que tal vez fuera falta y por otro lado caganet con diarrea de criterio.
Hay que destacar también el papel en la representación de varios protagonistas más: el Niño del Portal, De Gea, que a pesar de estar dolorido por culpa de Herodes hizo un milagro en forma de parada a remate de cabeza a bocajarro. El figurante que cruza el río de papel Albal y que casi no tiene frase, o sea Assunçao, cuya presencia siempre da equilibrio entre las dos orillas del puente, defensa y delantera. Luego estuvo Reyes, que hizo el papel de pavo, sí, sí, de ese pavo que se compra en octubre con ánimo de cebarlo para luego ser sacrificado. Por un lado, al pavo se le coge cariño por el roce, se le mira como a una mascota que levanta la patita cuando le tiras un altramuz pero por otro lado te das cuenta que al final será un pavo siempre y que su fin es acabar rodeado de patatas y lombarda. Muy bien Kun, que ayer ayudó en la puerta cortando entradas y dando los programas, se encargó de las luces, echó una mano como atrezzista y responsable de vestuario y acabó extenuado por el bien de la función.
Pero si alguien lució ayer en la representación fue Simao. El público no paró de grabar la actuación del luso con sus cámaras traídas de antiguos viajes a Andorra porque se sabía que iba a ser su última función en el colegio. Los más malpensados insinuaban que Simao seguro que no forzaría la garganta al declamar su texto por eso de que se va, pero se equivocaban. Incluso protagonizó el momento cumbre de la función, lo que le hizo tener que salir a saludar tras la bajada de telón ante la aclamación popular. Se va un profesional de la actuación, sí señor, ojalá que le vaya muy bien.  
Una vez todo el público se había ido, entre bambalinas se comentaba que no había tocado ni una maldita pedrea de esos décimos comprados en la Puerta del Sol. Valera, siempre oportuno, adujo que lo importante era la salud mientras Forlán con la pierna en alto por un golpe que se había dado al bajar de la escalera a la que se había subido para una mejor ambientación de su papel de Ángel Anunciador, maldecía entre dientes fulminándolo con la mirada.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Hay días...

Hay días en los que al levantarte no consigues encontrar las zapatillas de estar en casa. Entonces recuerdas que te quedaste dormido en el sillón (¡por eso te duele el cuello tanto!) y te encaminas al salón descalzo, andando sobre los talones para no sentir el frío.
Hay días en los que el coche no te arranca. Llamas a tu cuñado para que traiga las pinzas y aparece con unas de depilar. Ante tu extrañeza argumenta que pensaba que las querías para recolectar esos antiestéticos pelos que han arraigado en tus orejas.
Hay días en los que tu hija la pequeña aparece por casa con un jovenzuelo de botas con lengüeta por fuera que intenta mostrar ante ti sus mejores modales de colegio subvencionado. Pero tú le miras sabiendo qué es lo que busca, cuál es su fin último. Podrá intentar causarte buena impresión poniendo la mejor de sus sonrisas o intentando domar el pelo de cherokee que a tu niña le parece tan “in”, pero a ti no te ha engañado a pesar de que les dejarás el coche para ir a las fiestas del pueblo de al lado.
Hay días en los que tu suegra emite un comunicado quejándose de la informalidad de los que tienen que acuchillarle (¡uy, casi!…) el parquet, lo que obliga a acogerla en tu casa durante un tiempo indefinido. Ya por la tarde cuando te sientas ante la tele para ver el fútbol, ella pregunta inocentemente a su hija si no ha visto el programa de Maria Teresa Campos porque está muy bien y te tienes que ir a la salita para ponerte la radio muy pegada a la oreja mientras dura el partido lo que hace que andes todo lo que resta de la tarde haciendo publicidad de Sanyo en la sien.
Resumiendo, hay días en los que no debieras haberte levantado, días en los que comprendes cómo debe sentirse la familia de Steven Seagal, que mucho zen y mucho maestro en artes marciales pero cuando se ausenta de casa sus allegados suelen sufrir secuestros, violaciones y mutilaciones varias; que ya sabemos que luego se venga con éxito a pesar de enfrentarse en solitario a una organización que cumple todas la best practices del crimen, pero es que estas cosas es mejor prevenirlas.
Hay días en los que el Atleti visita campos como la Rosaleda, campos que no se le dan bien, campos de equipos de esos de la zona media baja en los que estamos acostumbrados a pegar el petardazo.
Hay días en los que nuestro equipo se juega algo más de tres puntos, se juega volver a alimentar la ilusión de muchos de los suyos después del fracaso de la eliminación de la competición que ganó el año pasado. Ya sé que a nuestro entrenador no le parece un fracaso, pero lo es. Ya se que al sobrino de la interprete más famosa de “la Zarzamora” le parecerá sólo una decepción, pero hay muchos de los nuestros a los que estas cosas le hacen ir al trabajo al día siguiente más cargados de hombros, tristes y hasta inapetentes:
        -Ruiz, ¿te vienes a desayunar?
-No gracias, voy a terminar el informe para el encargado, no vaya a pedirlo como hizo hace seis meses por sorpresa.
Hay días en los que juegas con un rival muy débil, días en los que te das cuenta que hay equipos que defienden aún peor que tú las acciones a balón parado. Habrá algunos a los que el cuerpo les pida sacar pecho, pero no está la situación para eso, ni mucho menos. ¿Se ganó sin pasar apuros? De acuerdo. ¿Fuimos superiores? Desacuerdo, sólo se tuvo más puntería y se aprovecharon los regalos prenavideños.
Hay días en los que te preguntas por qué si el equipo sigue sin jugar a nada, se cambian constantemente las mismas piezas y no se da entrada a otras. También te preguntas si sirven para algo los castigos que el cuerpo técnico reparte entre los jugadores (ahora léase Godín) como lo haría un profesor de filosofía gruñón.
Hay días en los que piensas que finalmente sí iras a desayunar mañana. Seguro que nadie ha visto el partido porque les parece aburrido y puedes exagerar el juego de tu equipo diciendo que pudo ser una goleada de escándalo pero es que no se quiso hacer sangre.
Hay días en los que te vas a la cama después de poner cuidadosamente alineadas las zapatillas de estar en casa al borde de la mesilla. Hay días en los que no paras de dar vueltas y ves desfilar las horas ante ti nervioso porque mañana tienes que madrugar, las dos, las tres…, días en los que tu mujer pregunta que qué te pasa hoy, que por qué no paras de dar vueltas. Cuando pierde porque pierde y cuando gana tampoco duermes. Y tú piensas que se ha ganado, sí, pero dejándote la misma sensación que cuando no se hace.
Hay días en los que, ya casi amaneciendo, oyes entrar un coche al garaje, un taconeo en las escaleras y una llave en la puerta de la calle. Y entonces empieza a darte el sopor, y ya casi dormido piensas que el día no ha estado tan mal, que la niña ya está en su habitación. Y te planteas que hace tiempo que no es el Atleti lo que te quita el sueño, y que puede que haya muchos como tú, y que alguien debería preocuparse por ello.

jueves, 16 de diciembre de 2010

La verdad está ahí fuera

 (Cuarta entrega de las crónicas de Fuenteturbia, tras El Oriundo, Cultura popular y Noche de clásicos)
Don Rufino aceleró lo que pudo para llegar a la Vereda de la Cabezuela. No sabía lo que había querido decir Serapio con un 11-35, pero parecía algo grave. Ya en el lugar de los hechos, vio una gran cantidad de gente congregada que a duras penas podía ser contenida por las guirnaldas con banderitas nacionales y autonómicas que sobraron de las últimas fiestas, recicladas para la ocasión en cordón policial. Al verlo llegar, Serapio le franqueó el paso.
         -Serapio, ¿Qué cojones es un 11-35? –preguntó irritado el alcalde.
         -Don Rufino, un asesinato con violencia, eso lo saben los párvulos.
-¡Eso, encima me llama gilipollas en mi cara! Y todo por no pasarme las noches de los lunes viendo CSI igual que tú. ¿Qué tenemos?
-Dos hembras con signos de violencia, una de raza churra y otra merina por lo que no podemos descartar el móvil racial. Tengo a Anselmo haciéndose cargo de la escena, Don Rufino.
Se acercaron hasta donde estaba Anselmo, secretario del ayuntamiento, encargado de correos y gran aficionado al cine negro para pedir su opinión:
-La escena está muy contaminada, al no tener tiza hemos tenido que marcar los cuerpos con harina de gachas y parece que vamos a hacer una caldereta, pero antes de pronunciarme tenemos que esperar los resultados de los grupos de balística y de pezuñística que ya se han llevado muestras. Hay un testigo, pero está en estado de shock o de embriaguez, no lo tengo muy claro.
Una vez pasada la vorágine inicial, y ya en dependencias de la Casa Cuartel, Serapio y Don Rufino trataron de sacar algo jugoso al testigo, un pastor trashumante que de camino a Extremadura había hecho parada en el pueblo.
-¿Qué vio usted exactamente? ¿Notó algo anormal en el comportamiento de las víctimas?
-No veis más allá de vuestras narices, ¡Él vendrá y os arrebatará todo lo que tenéis! ¡Guardaos simpáticos pueblerinos, el advenimiento está cerca!
-Pero, ¿este que dice Don Rufino? , ¿Da usted su permiso para que le dé dos hostias?
-Maguygronkjaer venturinnimny, wickyfagiani maguy –repetía el testigo con los ojos en blanco y echando espuma por la boca en un idioma desconocido (que más tarde fue identificado por un catedrático en lenguas muertas como arameo antiguo influido con reminiscencias de fichajes invernales discutibles), antes de exhalar su último suspiro.
(Permítanme un paréntesis en tan inquietante historia, para contar otra que al menos iguala a la primera. Se trata de los fenómenos extraños acaecidos en Leverkusen, la ciudad acetilsalicílica por naturaleza, que expongo a continuación:
-Herr Sánchez Flores volvió a sacar un equipo que ninguno hubiéramos sacado. Los que lo vemos desde fuera y somos malpensados por naturaleza, intuimos que ni él mismo creía en el milagro, pero bueno será que no llegamos a su nivel de excelencia.
-Varios jugadores vestían manga corta, tal vez cogidos desprevenidos por el hecho de que en Alemania nieve en diciembre. Serán cosas del cambio climático y fallos en el scouting.
-Si se hacen los cambios faltando veinte o treinta minutos, los partidos cambian. Sobre todo si uno de los que sale se llama Fran, se apellida como la capital de Extremadura y sabe jugar a esto.
-No le cogieron demasiadas veces la espalda a Valera, tal vez porque cuando nieva te debes prevenir de que algún gracioso venga por detrás y te meta una bola en la espalda, con lo que jode eso.
Dejo para el final lo más extraño de todo, ¿saben qué es? Pues que al actual campeón de la Europa League le han dejado fuera de la competición dos superpotencias del fútbol como el Aris y el Leverkusen. ¡Que vengan Mulder y Scully y superen esto!
Continuemos con nuestro relato de thriller rural….)
Transcurrieron los días entre el desasosiego de lo vivido y el agotamiento por el mínimo avance de la investigación hasta que el edil se vio obligado a llamar a Serapio tras recibir un fax de la capital.
-Serapio, creo que estás demasiado involucrado en el caso. Tómate unos días de vacaciones, aléjate de esto. Los del ministerio van a mandar a especialistas en este tipo de sucesos.
-Con el debido respeto Don Rufino, ¡no me joda! ¡Este es mi caso y ningún chupatintas trajeado de la capital me lo va a quitar! –espetó Rufino con la vena del cuello muy hinchada, pero mucho.
-Cabo Serapio, no me das más opción. Deja tu placa y tu pistola encima de la mesa. Estás fuera del caso, ¿me oyes?... ¡Estás fuera! –sentenció el alcalde pedáneo mientras Serapio abandonaba la sala consistorial con un portazo que se oyó a las afuera del pueblo.
Sólo el tiempo, que lo cura todo aunque sean heridas como las de este inquietante suceso, hizo que nuestros dos protagonistas limaran asperezas y volvieran a sus rutinas habituales, como por ejemplo el paseo de la tarde.
        -Y dice usted que han archivado el caso, ¿no?
-Sí Serapio, ahora es un asunto clasificado. Los del CNI no sueltan prenda pero se rumorea que se nos conoce como el Roswell o el Salem de la Mancha.
-¡Qué cosas pasan, cagüentó! ¿Nos acercamos donde Dámaso para un vinito?
-Sea, Serapio, sea –dijo Don Rufino echando un brazo cariñoso sobre el hombro del miembro de la benemérita pero extrañado por el penetrante olor a azufre que le llegaba.
Tan ensimismados en su conversación iban, que no repararon en que el hijo pequeño de Eufrasia que jugaba al balón en la plaza, repetía como un mantra: “Wickymaguyolivera, sosagronkjaerventurin” con los ojos en blanco.

domingo, 12 de diciembre de 2010

¡Esto es un infierno!

Maldita humedad y malditos mosquitos, pensaba el teniente Flowers mientras avanzaba por el arrozal. Todavía resonaban en su cabeza las palabras del coronel Cherry antes de salir a tomar la colina:
         -¡Flowers, quiero esa colina y la quiero ya!
-Señor, es un suicidio, mi pelotón no está preparado para otra misión después de lo de Lebh Anté.
-Parece que no me he explicado bien Flowers, el general Crookednose quiere una cabeza y no va a ser la mía. O mañana toma usted la colina o le sirvo la suya en bandeja al general para la cena –espetó el coronel a escasos dos centímetros de la cara de Henry lo que le hizo reflexionar sobre las halitosis propias de las misiones bélicas.
-Señor, sí señor –respondió poco convencido el teniente.
El teniente Henry S. Flowers tenía sangre de navajo por parte de madre y se había hecho cargo del pelotón hace ya un año, sin prestar atención a los rumores que lo calificaban como la escoria de la compañía. De hecho, bajo su mando habían recibido dos condecoraciones importantes por el valor demostrado, pero eso era agua pasada, las cosas habían cambiado. Ahora detectaba desgana y sonrisitas maliciosas cuando pedía a los de la vanguardia que se adelantaran para explorar, y todo por la influencia del Rubio.
El Rubio (del que nadie quería recordar su nombre real) era el mejor tirador del pelotón, uno de esos hombres que primero disparaba y luego preguntaba. Había ido como mercenario a muchas guerras y todos sabían que hoy luchaba contigo y mañana contra ti, para él no existían los sentimientos. Su otro gran problema se llamaba Simon Tasty, un veterano a punto de licenciarse de antepasados portugueses que junto al Rubio estaba volviendo al pelotón en su contra.
Se retrasó unos metros para ver la disposición de avance de los muchachos, primero los de la vanguardia: el Rubio, Simon, el soldado Kings (buen soldado pero con poco cerebro) y el soldado de más talento, el cabo Kuntz (de quién se decía estaba casado con la hija de una leyenda de los marines, vamos como si fuera un dios). Después los de la retaguardia, Goodin, Perea, Thomas (de la zona eslava de Pittsburgh), Philip Lewis y el recluta nuevo, el  chicano Domínguez, al que el teniente Flowers gustaba mandar a limpiar letrinas sin motivo para que espabilara. 
Así le gustaba a él avanzar, con la tropa distribuida en cabeza y a la espalda. Algunos estudiosos del arte de la guerra cuyo culo olía a West Point pensaban que todo pelotón debe desplegarse con efectivos en medio, pero a él le parecía mierda de teoría burocrática. ¡Que le dieran por donde sea a quién opinaba que su pelotón se partía en cuanto empezaban las escaramuzas! Él, como mucho, accedía a llevar en medio al sanitario Paul Assumption, hombre de su confianza que corría de posición en posición para intentar ayudar a la tropa con vendas o munición cuando los combates se recrudecían.
Ocultos por la maleza, avistaron a menos de un kilómetro a los vietnamitas que defendían la colina bajo el mando del capitán Loth Inah.
-Sólo os pido este último esfuerzo muchachos –susurró Flowers -. Si salimos con vida de esta, os prometo una semana de permiso en Saigón y vales del economato para canjearlos por licor de arroz y tabaco de liar.
-El que se juega el culo aquí es usted teniente. No nos cuente historias –sentenció el rubio entre murmullos de aprobación de la tropa.
-Soldado, ¿se está usted amotinando? ¿Me están haciendo la cama? –inquirió Flowers acariciando instintivamente el seguro del fusil de asalto.
-No mi teniente, le habrá usted entendido mal. Lleva unos días muy sensible –terció Simon entre las risitas del resto -. Además sabe usted que camas en los marines no gastamos, somos más de catres o literas con colchón de muelles, lo que unido al peso del petate evidencia que al Tío Sam se la toca bastante nuestra salud lumbar.
Finalmente, la tropa se desplegó aliándose con los sonidos de la noche y la neblina que por la proximidad del río empezaba a caer. Los “charlies” parecían bien organizados, cinco amarillos en la parte de atrás de la colina vigilando las provisiones, cuatro en el medio haciendo guardia para evitar ataques hostiles y sólo una posición de ametralladora más adelantada para hacer daño cuando el enemigo osara descuidar sus líneas.
Aprovechando la hora de la cena de los vietcongs (consistente en pulpo con cachelos y empanada de zamburiñas), se desataron las hostilidades como de costumbre, con Kuntz y Kings disparando a pecho descubierto y con el Rubio y Simon viéndolas venir. Enseguida se demostró que ese no iba a ser un mal día para los chicos de Flowers, tanto por la valentía de sus dos soldados principales y la extraña solidez de la retaguardia, como por lo blando que se mostraba el pelotón norvietnamita (tal vez preocupado por recibir un balazo en plena digestión, cosa que todo el mundo reconoce como muy perjudicial para la salud).
Ya en el helicóptero de vuelta a la base, el teniente se intentaba autoconvencer de que las cosas no estaban tan mal, de que tal vez todos se licenciarían con honor y volverían a Wisconsin, a Arkansas o a Carolina del Norte a continuar con sus vidas pero entonces cruzó su mirada con la del Rubio, que estaba sentado en la parte de atrás. Y entonces lo supo, él volvería a casa en una caja marcada con su número de servicio y alguien le entregaría sus chapas de identificación a su mujer. Sintió un frío raro que le recorría la columna vertebral y notó que no sentía las piernas.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Hoy no me puedo levantar


El sol de mediodía que se filtraba por la persiana del ventanal de su loft con vistas al Retiro despertó a José Julio. Todavía persistía el dolor de cabeza que le produjo mezclar tres copas de Grand Cuveé Dom Perignon con dos gintonics de Beefeater 24. Además, el incompetente del concesionario le amargó la tarde al anunciar que no tenía stock en color Sahara del nuevo Cayenne por lo que tendría que aguantar al menos dos meses más con el viejo, que ya empezaba a sufrir los achaques de cualquier coche de dos años.
Aún algo desorientado y tambaleándose se acercó a la meseta de la cocina y mordisqueó una de las tortitas de harina tamizada que le había dejado preparada Edgarda.
-Demasiada nuez moscada –dijo con repugnancia -. Luego se quejan del paro pero no hay nadie que sepa hacer blinis con un mínimo de fiabilidad. ¡Cómo está el servicio! –se quejó, mientras tomaba nota mental de llamar a la agencia para que le mandaran a otra persona.
Lo único que le alegró fue que al consultar el calendario de la nevera domótica constató que, con el de hoy, sólo le restaban 4 días de trabajo antes de las vacaciones de navidad. Tenía planeado pasar los 20 días decorando el apartamentito de Avoriaz recién comprado con el dinero de las horas extras, aunque de pasar dos días en el pueblo con sus padres, su hermana y los pesados de sus sobrinos no le libraba nadie. A sus progenitores debía un nombre con el que se sentía incómodo, a su madre por admirar a Julio Iglesias tanto como para pensar en poner a su hijo el mismo nombre que al primer varón del artista y a su padre por una dislexia no diagnosticada (o distracción, vayan ustedes a saber) que hizo cambiar el orden de su nombre a la hora de registrarlo. José Julio. Aunque realmente así sólo lo conocían en el trabajo, sus amigos de verdad le llamaban JJ (léase anglosajonamente, Yei Yei. Pero no, así no, peguen un poco más la lengua en los incisivos…así, así sí).
La verdad es que se encontraba raro, cada vez tenía peor cuerpo y se sentó en su salita de cine pensando en coger el iPhone para llamar a su terapeuta, pero al final recapacitó y marcó el número del trabajo.
-Barajas. Torre de Control 2. ¿Dígame?
-Manoli, soy José Julio, me encuentro mal, hoy no voy a ir a trabajar.
Debido a la pandemia sufrida por José Julio y sus compañeros, el Atleti se vio obligado a viajar a Valencia en autobús. Ya a la altura de Tarancón los integrantes de la expedición empezaron a notar síntomas extraños: dolor de cabeza, malestar general, mareos, etc…, a los que el Dr. Villalón no dio mayor importancia por atribuirlos al bus-lag. Más tarde, y ya sobre el estadio Ciudad de Valencia, los síntomas empeoraron drásticamente;  lo que anteriormente parecían mareos se convirtieron en episodios graves de desorientación, los dolores de cabeza desembocaron en migrañas generalizadas que impedían la capacidad de pensar con claridad. Otro de los síntomas más inquietantes fue el de la irritabilidad: varios de los pacientes mostraron la variedad “si no me la tiras al pie me enfado”, que tantas víctimas ha dejado en temporadas anteriores. También es de destacar la opresión de pecho que empezó a producirse ya desde los primeros minutos, sobrevenida ante la imposibilidad de aguantar el peso del escudo de la camiseta por parte de los sujetos sometidos a vigilancia.
Mientras tanto, el galeno jefe del equipo médico habitual, a la sazón tío segundo de Elena Furiase, estudiaba los historiales con incredulidad, las medidas tomadas no estaban dando resultado, se decía.  Pero si estaban bien, pensaba, pero si todos tenían buena cara durante la semana. Bueno, todos no, Domínguez no está bien, está bloqueado, pero él ha cumplido debidamente con su deber poniéndole en cuarentena. Los millones de familiares de los pacientes no nos explicamos qué les ha pasado y no entendemos por qué no mejoran, sufrimos al verlos empeorar por momentos y empezamos a señalar al jefe médico como el responsable de ello, a pesar de ser conscientes de que los enfermos no hacen demasiado por mejorar. Es cosa de la actitud, dicen los entendidos. Será eso, decimos sin tener ni puta idea de triglicéridos ni niveles de bilirrubina en sangre, pero empezamos a estar hartos.
Tal vez sea hora de pedir una segunda opinión, no hace falta que venga House a tratar al enfermo, pero este médico receta aspirinas cuando te duele la tripa, prescribe anticoagulantes para cerrar heridas inciso-contusas  y, en el caso de que te encuentres fuerte como un roble, te empieza a tratar sin necesitarlo (como al bloqueado, por ejemplo).
Con razón estamos en estado de alarma, ¡qué menos!

jueves, 2 de diciembre de 2010

Sobreprotección (o primera entrega de la saga ¡Qué mayores somos!)

Todavía me dura la inquietud, se lo juro. Imagínense ustedes que salen de casa como cualquier tarde para tomar el fresco y se encuentran a la niña de los del tercero izquierda vestida como el operario que arregla las fisuras del reactor nuclear de Vandellos 1. Pues pasa lo que pasa, como uno es de naturaleza pesimista y se deja llevar fácilmente por el pánico, empezó a imaginarse que los malignos lugartenientes de Kim Jong-Il habían errado los cálculos en sus últimos ensayos nucleares preventivos y, por tanto, en vez del Mar Amarillo la zona bombardeada había sido el distrito de Ciudad Lineal.

Rápidamente, encaminé mis pasos a la tienda de los chinos más cercana para comprar los artículos indispensables para estar bien alimentado según cualquier guía de supervivencia: garrafas de agua, arroz y harina. Por cierto, ¿se han parado ustedes a pensar en que no siendo suficiente con ser atacado y pasar 3 años encerrado en un bunker, la dieta de supervivencia te obliga a pasar un estreñimiento feroz?, alguien podía poner kiwis en la lista de compras para desastres nucleares, vamos digo yo. Y yendo más allá ¿qué sentido tiene comprar tanta harina? ¿Acaso será que en esas condiciones de cautiverio y ante la amenaza de la lluvia ácida te da por rebozar todo o por hacer tempura de arroz?, ¿te pide el cuerpo hacer una piñata con globos de agua y harina para el cumpleaños de la suegra mientras visualizas un futuro en el que la extinción del cerdo ibérico te hará comer hormigas y cucarachas?

En todo esto pensaba mientras volvía acelerado del colmado oriental cuando vi a la niña en el parque con su padre, y ¿saben a lo que se dedicaban? A aprender a patinar….

-¿Qué pasa vecino? Aquí me ve, con la niña que se ha empeñado en patinar como Hannah Montana –dijo a modo de saludo el progenitor, de arriba a abajo ataviado de marca Domyos (¡cuánto daño ha hecho el Decathlon a la cultura española!)
-¡Ah! Muy bien, pero ¿no cree usted que va un poquito excesivamente protegida para patinar? –apunté con delicadeza.
-Quite, quite, no sabe usted la de mozalbetes que, al aprender a patinar o montar en bici se golpean en el occipital provocando problemas neurológicos que, si no son irreversibles, pueden provocar secuelas insospechadas –explicó mientras echaba a correr detrás de su hija, batiendo en la carrera el record del barrio de los 200 metros a salida lanzada.

Los que tenemos ya una edad, los que nos hemos criado estigmatizados por la muerte de Chanquete, aprendíamos a montar en bici tirándonos por una cuesta con un 15% de desnivel y con una bicicross BH con tendencia a sufrir salidas de cadena.

-Papá, que ya sé montar en bici –anunciabas orgulloso a tu padre mientras luchabas denodadamente por no sufrir un shock hipovolémico ante la pérdida de sangre a través de codos y rodillas.
-Muy bien Emilín, sigue así hijo pero no molestes…Y ahora, ¡las cuarenta en bastos!, ¡estos no nos duran a nosotros, Serafín! –respondía tu padre conteniendo a duras penas la emoción ante el progreso de su retoño.

Y es que los padres de antes sólo se ponían chándal Adidas azul marino con ribetes blancos ante acontecimientos de más calado, como unas semifinales del campeonato de petanca de la escalera o un partido de dobles mixtos con los cuñados de Palencia, esos que no te caen muy bien, posición ésta que contrasta con la del padre moderno, preparado para el ejercicio anaeróbico en cualquier circunstancia ante la más mínima insinuación de sus polluelos, lo que provoca escenas chocantes para los nacidos en los setenta.

-Jonathan, ¿te has cansado ya de tirar el balón lejos para que papi vaya a por él? –pregunta el padre solícito
-Roberto, no presiones al niño,  a ver si además del déficit de atención que tiene por tu culpa, vas a minar su confianza y tenemos que volver a la psicóloga para que le reafirme –añade la madre, porque madre no hay más que una.

Pues bien, mientras todo esto sucedía pasó por mi lado un simpático jubilado que expresó en voz alta el pensamiento más coherente de todo el relato:

      -¡Están “apollardaos”, los niños y los padres!

Queridos amigos, sirva este rollo para intentar endulzar el sabor amargo que tendrán tras el  esperpento que ayer nos vimos obligados a sufrir en el partido más importante que nuestro equipo afrontaba en la fase de grupos de la UropaLij. Sí, esa competición que el año pasado se ganó en Hamburgo a un equipo con tanta historia detrás como el Fulham y que sirvió para barrer bajo la alfombra del triunfo todas las miserias que el personal lleva soportando desde hace (demasiado) tiempo. El caso es que perdimos con el Aris de Salónica, y algún nostálgico aficionado a la canasta que no haya visto el encuentro pensará que si hemos perdido con ellos será porque se presentaron con Gallis y Yannakis, que no, que no, que esto es fútbol (aunque no lo parezca) y el Aris rindió visita con estrellas del calibre de Javito, Koke, Michel, etc..., nombres que sugieren alineaciones de equipo que juega en campos de tierra y que, sobre el papel, poco o nada podrían inquietar a una plantilla como la nuestra llena de botas de oro, eternas promesas o internacionales en más de 50 ocasiones con sus selecciones. No creo que merezca la pena cebarse hoy por lo calientes que estamos todos, tampoco conviene personalizar ni señalar porque eso ya se ha hecho infinidad de veces, sólo sé que muchas veces siento envidia de equipos llenos de Javitos y Kokes, equipos cuyas camisetas parecen eternamente manchadas de barro, equipos con jugadores llenos de heridas en rodillas y codos como niños que aprenden a montar en bici. Equipos con entrenadores que en el descanso hacen gárgaras con limón y miel como consecuencia del maltrato al que han sometido a su garganta, equipos con directivos que…bueno, cualquier tipo de directivo que no fueran estos me valdría.
Y nosotros como aficionados, ¿qué pasa con nosotros? Pues que también tenemos culpa, por consentir y por bajar el nivel de exigencia a mínimos que ni la Bolsa española, pero esto será motivo de otra entrada más adelante.
Con estas sensaciones que ayer muchos teníamos, no es de extrañar que poco antes de terminar el partido se levantara un aficionado veterano del primer anfiteatro para gritar a quién quisiera escucharle:

       -Estamos “apollardaos”, los jugadores y los aficionados.

Fue la única vez que aplaudí durante la noche.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Noche de clásicos


O tercer capítulo de las aventuras de Rufino y Serapio, los protagonistas de El Oriundo y Cultura popular
-¡Buenas noches Don Rufino y compañía! –voceó Dámaso, a la sazón dueño consorte del bar con más solera del pueblo.
-Buenas sean, Dámaso. Buenas sean –respondió un sorprendido Don Rufino ante la poca presencia de respetable en el bar, lo que era muy extraño un sábado por la noche-. Serapio, hoy hemos tenido suerte, vamos a sentarnos al lado de la chimenea –continúo.
El sitio de la chimenea raramente estaba libre desde que enviudó Don Clemente el veterinario, ya que en esa esquina, templada en invierno y fresquita en verano, pasaba prácticamente todas las horas que robaba a su oficio, lo que hacía que los habitantes de Fuenteturbia desconfiaran de su pericia a partir de la hora de la comida. “Don Clemente a la una te salva a la yegua de un cólico, a las seis te la mata por tener legañas “, rezaba un dicho popular ya muy arraigado en la comarca.
El caso es que Don Clemente había desarrollado una encomiable capacidad para mimetizarse con la decoración de su espacio preferido, lo que era muy celebrado por Dámaso que denominaba al rincón “el sitio de los cuernos” por la presencia del veterinario simpatizante merengue junto a una cabeza de corzo y otra de venado.
Y es que Dámaso era muy del Atleti, pero mucho. Y además del Atleti tenía buen ojo para los negocios, siendo su mayor logro hasta la fecha una campaña de captación y fidelización del cliente que consistía en poner siempre antes la tapa que la bebida. Lo que no sabía el público objetivo de la campaña es que el aperitivo era conocido con el muy descriptivo nombre de rabiadores y entre sus ingredientes más destacados contaba con guindillas, cayena y pimentón picante lo que hacía que una vez realizada la degustación, el cliente pidiera al menos tres cañas más para intentar sacar a Pedro Botero de su boca a la vez que contenía un lloro incesante.
         -¿Y cómo hay tan poca afluencia? –inquirió el alcalde pedaneo.
-Pues por la puta crisis y por el puto clásico del lunes –se quejó Dámaso, tan aficionado al marketing directo como poco a ser bien hablado-. Los muy cenutrios se están reservando para el lunes, a ver si se nos llena entonces.
-Total, que no viene nadie a ver al Atleti esta noche –sentenció Serapio.
-Pues mejor vamos a estar –cortó Don Rufino-. Que los que estamos somos gente de bien y de los otros eso nunca se puede decir.
-Don Rufino, que le oigo y le digo cuatro cosas por muy alcalde que sea –interrumpió Victoriana, mujer de Dámaso y dueña real del bar para más señas.
Victoriana compartía la desgracia de simpatizar con el mismo equipo de Don Clemente. Pero no desde un punto de vista futbolístico o sentimental, no, lo hacía desde hacía relativamente poco tiempo porque el nuevo entrenador le recordaba a un malo de manual, de esos que en las películas de Sean Connery intentaba dominar el mundo siempre vestido con esmoquin aunque con desigual fortuna. Además su afición se veía incrementada por la presencia del jugador número 7, primero porque su hija (la segunda, la que estudiaba para esteticien por correspondencia) veneraba su perfilado de cejas (que Dámaso osaba calificar de “mariconil”) y, segundo y principal, porque cuando regateaba su movimiento de piernas le recordaba al de Lina Morgan en “Vaya para de gemelas”, función que vio en directo en el teatro de la Latina hace casi treinta años en la única ocasión que cerró el bar más de un día con motivo de su luna de miel con Dámaso.
-Victoriana, déjate de monsergas y ponnos un mojete y un morteruelo para compartir y  dos raciones de duelos y quebrantos, que si el Atleti gana se pone en puestos Champions –terció el alcalde.
(En este momento, y mientras nuestros héroes degustan algunas de las viandas que ofrece la gastronomía manchega, deberíamos hablar de fútbol si les parece.
Pues sepan ustedes que se presentó el Atleti para zanjar como un caballero su duelo con el Español, ese equipo contradictorio para el aficionado de a pie que no tiene muy claro si son enemigo declarado al estar hermanado con el equipo del ser superior o si son club hermano al estar (también) ninguneado por la prensa amarillo-deportiva de su ciudad.
Y lo que muchos, además de Rufino, pensábamos que iba ser un despegue hacia los puestos nobles,  se convirtió en un aterrizaje de emergencia en la  cruda realidad.  Y todo porque se presentó delante un equipo con un portero, un mediocentro y un delantero centro con mayúsculas. Eso, unido a un entrenador que sabe lo que quiere y maneja hábilmente la ilusión de  varios canteranos, hizo que el Atleti fuera siempre a remolque y viviendo a empujones, con el equipo partido y la defensa vendida en muchas ocasiones. Incluso hubo algunos que entrevieron un sentido homenaje del equipo a la vuelta de Aguirre a nuestra liga (la mejor del mundo, no olviden) y otros que atisbaban el nacimiento de una nueva corriente futbolística: el NeoManichismo Revisado, corriente ésta que destaca, al igual que el individuo que le da nombre, por jugar a arreones como un delantero de los all-blacks, es decir  por ganar metros sin pensar demasiado en lo que dejas a la espalda. Miren ustedes que tampoco me pide el cuerpo criticar en exceso al equipo (podría ser con Reyes y su homenaje al Cordobés y su salto de la rana en el penalti que cometió, podría ser con De Gea, menos inspirado que en otros partidos, o con Perea, o con…) pero no, el cuerpo me pide hablar del entrenador. Y es que ayer, el primo de la creadora de “Mi gato”, terminó el partido citándose a la salida de la discoteca con varios de los jugadores del Español, teniendo que ser sujetado mientras homenajeaba a Florentino Fernández al grito de “tu no sabes quién soy yo, que estoy mu loco, pero mucho”, mientras algunos pensábamos lo bien que hubiera venido Domínguez en el partido, por lo débil que pareció la defensa cuando Osvaldo y Javi Márquez aparecían en el horizonte y porque en caso de pelea un gordo (como dice QSF de él) nunca viene mal.
Volvamos a nuestro relato si me lo permiten…)

-Victoriana, ¡qué manos tienes para la cocina! ¡Ay, si tuvieras el mismo gusto para repartir tus amores futbolísticos!–alabó Don Rufino mientras organizaba expediciones de búsqueda en sus premolares con un mondadientes.
-Pues vaya despidiéndose de estas manos, que los de Sanidad nos han dicho que, o aislamos la cocina o nos precintan –casi sollozó Dámaso-. Y claro, veinte mil “güeros” no tenemos (nótese como la moneda única ha calado en las zonas rurales).
-Tú deja eso de mi mano Dámaso, que los mejor parados en el reparto de los derechos televisivos van a financiar tu obra y el arreglo del paso a nivel –apostilló maliciosamente el edil-. Vosotros el lunes lo que tenéis que hacer es tener preparadas el triple de bandejas de rabiadores que de costumbre.
Y el lunes siguiente llegó (por favor, les pido un ejercicio de imaginación estilo flash-forward, adelántense en el tiempo). Y el bar se puso de bote en bote y volaron los rabiadores y corrieron litros y litros alcohol (como cantaba el antes rey del pollo frito y ahora pensador renacentista Ramoncín). Y salieron los clientes del bar, unos tristes y otros alegres por el resultado del clásico, pero todos contentos por el nivel de alcohol en sangre. Y cogieron sus coches y sus LandRovers para dirigirse a casa. Y a la vuelta de la esquina les esperaba Serapio vestido con el capazo de lluvia de la benemérita y portando en una mano una linterna y en la otra un aparatito de esos de soplar. Y al lado estaba Don Rufino ataviado con una riñonera con el escudo del Atleti en la que guardaba la contribución del que prefería acogerse al pronto pago a que le inmovilizaran el coche. Y sólo fue de reseñar un incidente protagonizado por un forastero del pueblo de al lado que puso en duda la autoridad de Serapio, incidente rápidamente sofocado a través de un par de las ya legendarias hostias del cabo. Y Dámaso y Victoriana pudieron pagar la obra de cerramiento de la cocina e incluso les sobró un poco de dinero con el que asistieron a una función de teatro en la Latina en el marco de un viaje que supuso el segundo cierre temporal del bar. Y el paso a nivel del pueblo tuvo barrera a pesar de que hacía muchos años que no pasaba ningún tren, a lo que Don Rufino respondía que la prudencia nunca está de más, que cualquier día volverían a pasar. Y se vio a dos figuras caminando por las calles casi desiertas del pueblo.
-Don Rufino, creo que a la casa cuartel le haría falta una manita de pintura. ¿Cuándo dice usted que estos dos juegan la vuelta? –preguntó Serapio, el fiel Serapio.

martes, 23 de noviembre de 2010

Los viajes de Suso

(Antes de empezar les debo pedir disculpas por bajar deliberadamente el nivel humorístico y sainetero de la entrada de hoy, pero convendrán conmigo después de leerla que hay cosas que tienen muy poca gracia)

-Niñas, al salón –pidió casi a gritos el gerente del resort tropical-, que ya ha llegado Don Jesús.

Don Jesús, al que a partir de ahora llamaremos Suso, cruzaba el charco al menos dos veces al año para equilibrar el presupuesto de gastos de la empresa en la que trabajaba, que ya saben ustedes que a un buen comercial (o representante o viajante o director deportivo) se le mide de manera directamente proporcional al tamaño de cuenta de gastos que presenta cuando vuelve a casa.

-A ver quién es el guapo en contabilidad que pone en duda si es necesario o no el apartado de gastos varios en tintorería, invitaciones a champán cristal y masajes con final feliz –decía siempre muy ufano Suso.

Evidentemente, no sólo viajaba para gastar por gastar (aunque tal vez un poco sí), sino que lo hacía con la excusa de buscar nuevos talentos para su empresa y realizar prospecciones en nuevos mercados emergentes. De hecho antes de partir, siempre hablaba con algún periodista amigo al que le dejaba titulares tan jugosos como: “Voy a peinar el mercado centroamericano y de las Guayanas”.

Echado en la tumbona y degustando su tercera caipirinha de la mañana, Suso recibió la llamada de su jefe interesándose por sus gestiones:

-Suso, a ver si esta vez te esmeras con tu informe, que tenemos que dar carnaza al pueblo ante la inminente apertura del mercado de invierno. Oye no olvides que hoy jugamos en San Sebastián.
-No se apure Don Enrique, que lo llevo muy adelantado. Y en cuanto a la retransmisión, ya lo tengo preparado para verlo, me van a cerrar la sala de juegos para que lo vea tranquilito y concentrado.

Suso no tenía grandes problemas con su jefe, de hecho le tenía más miedo al que realmente mandaba en la empresa, un individuo de mirada huidiza y cara asimétrica que le miraba con desdén y que, en ocasiones, le había amenazado con el despido si no se cortaba ese pelo de sota de oros que a él le parecía tan chic.

¡Si ellos supieran cómo hacía los informes! Desde hace tiempo, y ante la falta de atención que sufría por parte de sus jefes (propiciada por su propia ineptitud, aunque esto no lo admitía nuestro protagonista), los informes reflejaban la característica más destacable de la lugareña con la que pasaba el día (y la noche), seleccionada con mimo por parte del gerente del complejo previo pago. Por ponerles un ejemplo, si la chica dejaba doblada la ropa en la silla de al lado de la cama cuando se desvestía Suso ponía en su informe: “gran capacidad para ser organizador”, en otras ocasiones tras un trabajito manual por debajo del mantel mientras servían la langosta recién pescada escribía: “gran manejo de la izquierda”.

Eso sí, sólo una cada noche, intentaba no romper esa regla desde lo de Renata. Renata Luisa Santana fue la única con la que pasó los 15 días que estuvo en el resort, nada más verla le embrujó, por sus ojos y por cómo bailó samba hasta el amanecer (lo que fue reflejado en el informe como “gran visión de juego y capacidad para llevar el tempo del partido, usa excelentemente las dos piernas”). Renata le pidió que colocara a su hermano (del que no recordaba el nombre) en la empresa y él accedió porque no se veía capaz de negar nada a esa mulata. Se los llevó a Madrid con él y al final tuvo que quedarse con el hermano (¿cómo se llamaba el muchacho?) cuando Renata desapareció un día con el primo que tenía en Alcorcón, primo del que Suso había sospechado desde el momento en el que vio la familiaridad excesiva con la que palmeaba el trasero de la garota.

En todo eso pensaba Suso mientras jugaba al billar e intentaba ver por el rabillo del ojo el partido de su empresa contra la Real Sociedad, que nunca se sabe si alguien le podía llamar para preguntar qué le había parecido, aunque a él realmente le importaba un cojón cómo quedara. Entre carambola y carambola, reflexionaba sobre lo tonto que había sido con Renata y todo por dejarse llevar por los sentimientos. Los sentimientos, ya ven ustedes que tontería, eso que alegaban los seguidores y simpatizantes de su empresa. Pero si es una empresa, joder. Una manera de ganar dinero. ¡Qué coño tendrán que ver aquí los sentimientos!
Lo que sí pudo ver es que los representantes de la empresa ganaron el partido con suspense: primero parecía que iba a ser la historia de siempre cuando los empleados salen de la oficina local, es decir no se cierra el negocio, pero más tarde aparecieron los delanteros, sí, sí, esos que tantas alegrías han dado en los últimos años y ganaron el partido a pesar de que la gerencia les había acusado de llevar desde el inicio de temporada medio dormidos. Hablando de medio dormidos, la defensa se presentó en el campo con legañas y con la boca seca, y les costó alrededor de 30 minutos desperezarse, no siendo, aún así, el punto más flaco del equipo ya que éste se localizó en el centro del campo. De la misma forma en la que Suso se dio cuenta de que cuando Forlán y Kun se ponen a la faena pocas empresas se pueden comparar con la suya, también reparó en que el medio campo difícilmente aguanta comparaciones con otras del ramo, de hecho, de inicio pareció que los mediocampistas estaban pesados, tal vez por un exceso de pintxos en el casco viejo de la ciudad que visitaban, aunque finalmente se entonaron, demostrando que las digestiones no suelen durar dos horas lo que contradice claramente las recomendaciones de las madres cuando vas a la piscina. Conclusión: las acciones de la empresa parece que repuntan, tal vez porque el calendario ayuda al reparto de dividendos en forma de puntos, pero no se dejen engañar, tal vez sea mejor poner el dinero a plazo fijo que invertir en la empresa, sobre todo cuando no se reúne en su sede social del Calderón.

Antes de pasar el control de pasaportes del aeropuerto y con el olor de las señoritas de cuya compañía había disfrutado en esta estancia todavía apresado en la ropa, miró con orgullo el informe que había confeccionado esta vez. Cualquiera que lo viera pensaría que se trataba de un impecable reporte para la empresa, sin saber qué alejados estaban de la realidad y cuántas largas noches habían alumbrado el fajo de papeles que llevaba en la cartera de ministro que se había regalado como capricho en el duty-free. Y entonces lo recordó…Cléber, el hermano de Renata se llamaba Cléber.






lunes, 15 de noviembre de 2010

Encuentros en la tercera edad

Ya sé que me echaban en falta, ya sé que el Atleti jugó el sábado y estamos a lunes por la noche y todavía no hay entrada en la agonía. Podría hacerme el divo y contarles que me he retrasado porque he estado en los mares del Sur localizando exteriores para las próximas entradas, pero quiten, quiten, he estado de vacaciones y para más inri en la playa.

Vamos primero con el partido de este fin de semana. Dos cosas deben ser destacadas como lo mejor: primero la recuperación de Forlán certificada con dos goles y una asistencia, a pesar de la torpeza de nuestros dirigentes y los palmeros de la prensa afín al régimen (no se engañen, al régimen de los otros, no al nuestro) que llevan representando hace tiempo escenas como la que les traigo:

-Buenas noches señora, perdone que me presente sin avisar en su domicilio pero soy Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid y le ofrezco una oferta irrechazable, nada menos que una promoción de delanteros charrúas con tendencia a ganar premios de máximo goleador. Si usted cierra ahora mismo el trato les hago un 50% de descuento y les regalo esta magnífica enciclopedia de bolsillo de 50 tomos, la ayuda ideal para los deberes de los más pequeños de la casa.
-Mire Don Enrique, nos pilla usted cenando y, además los pequeños de mi casa tienen 47 y 53 años, con lo que no están para llevar tanto tomo en la mochila. Esto es cosa de la familia de mi marido, que siempre ha tenido tradición de sufrir de las lumbares.
-Pero señora –insistía Cerezo intentando meter el pie en la puerta que se iba cerrando poco a poco-, que esta es una promoción no disponible en tiendas.

Forlán estuvo participativo, comprometido y lo más importante, menos inclinado al pataleo cuando el balón no le llega cómo y cuándo quiere, lo que es una gran noticia. Esperemos que siga por ese camino.

El segundo aspecto a destacar es Mario Suárez (o SuperMario como ya se le ha bautizado en varios de los blogs afines a este). Señores, habemus mediocentro. No solo hace olvidar a Assunçao (que será útil a lo largo de la temporada, no lo duden) a la hora de defender, sino que da el balón donde debe y con sentido común, lo que es algo que no sobra en el fútbol actual.
Conclusión, victoria que esperemos sea el primer chorizo de la ristra que hay que merendarse para volver a los puestos de arriba, que casi no nos podemos permitir fallar debido a la racha de resultados que se han cosechado con los equipos de nuestra liga.

Permítanme volver a las vacaciones playeras, que debo calificar cuando menos de inquietantes. Les cuento, entre degustaciones de fideguás (sí, sí escrito así) y arroces a banda y con costra, fui testigo de la llegada de un grupo de jubilados alemanes al hotel de enfrente. Es de justicia hacer un inciso para explicar a los no viajados que las costas españolas en esta época del año arrojan una media de edad  de 85 años, lo que hace que el tema de conversación más escuchado sea el de cómo los kiwis en ayunas sirven para equilibrar el exceso de hidratos de carbono servidos en paellera con el que el turista se castiga, que la regularidad es una virtud no sólo exigible a las red de transportes públicos. Imagínense mi sorpresa al ver que dos de los jubilados teutones (que procedían de Gelsengirchen, o como coño se escriba la ciudad en la que juega el Schalke 04) vestían la camiseta de Jurado (sí, ese, el que dio nombre a este blog).
Quiso el azar que los dos fans de “Der Eingebildet” (no lo busquen en google, esto quiere decir el Fantasioso) se sentaran al lado en una terraza con vistas a la puesta de sol, y uno, que es muy cosmopolita, se puso a hablar con ellos haciendo uso de su don de lenguas (es decir, hablando a voces que es lo que entienden los extranjeros) para hablarles de este espacio:

-¡ANDA QUE NO OS LA HEMOS METIDO BIEN CON LA VENTA DE JURADO! ¡MENUDO TIMO, SI HASTA EMPECÉ A ESCRIBIR CADA SEMANA PARA ACORDARME DE ÉL Y DE SU FAMILIA!

-O sea que es usted el responsable de ese panfleto reaccionario, y además del Atleti –respondió irritado y en perfecto castellano uno de ellos que atendía al nombre de Klaus-, ese equipo que no supo valorar el arte de nuestro jugador.

-¡Y ADEMÁS OS HABÉIS LLEVADO TAMBIÉN AL EMPUJABALONES, JAJA!

-Creo que se refiere “al que tira del Wagen”-acotó Helmut ante la cara de extrañeza de Klaus.

Allí me explicaron con malas formas que el de Sanlúcar se había convertido en un icono porque en Alemania se ve con muy buenos ojos el juego educado de Jurado, es decir que allí gusta en igual medida que aquí desesperaba lo de esperar al jugador al que ya has regateado o lo de hacer controles orientados de dudoso gusto incluso cuando te pasan desde la banda la botella de agua. Finalmente, y ante el tono violento que estaba tomando la conversación, me sugirieron amenazándome con pisarme un pie con un andador que cambiara el título del blog, que era un ejercicio difamatorio y burlón sobre su ídolo. Evidentemente, y ante el riesgo que corría mi integridad, no tuve más remedio que salir por piernas en aras de la libertad de expresión, no sin antes tener que esquivar una dentadura postiza y dos muletas lanzadas con muy mala intención.
Ya repuesto de la carrera y seguro de haberlos esquivado, me dispuse a entrar en una cafetería para tomar un café que me sacudiera el frío que me atenazaba tras huir de la turba germana de sandalias con calcetines. Y entonces lo vi, desde entonces no duermo bien, y no por el café, sino por lo que parece una señal del universo. Les dejo el documento gráfico, para ver qué piensan ustedes.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Estampas casi invernales


Damas y caballeros, queridos todos, el frío ha llegado. Y se preguntarán ustedes, ¿no irá ahora el autor a ofrecernos un ensayo sobre las inclemencias del tiempo? Pues bueno, según se mire, el tiempo no es solo un tema al que recurrir cuando te encuentras en el ascensor al vecino del segundo con el que mantienes una agria polémica por el vertido incontrolado de migas sacudidas a las zonas comunes, no, puede ser el hilo conductor de la entrada de hoy.
Una de las más claras señales de la presencia del frío es la vuelta a su esquina habitual del puesto de churros itinerante, bueno itinerante según se mire que se pasa ahí quietecito desde octubre hasta abril. Su vuelta está perfectamente sincronizada con el levantamiento y retirada del otro negocio emergente que ocupa su plaza durante la canícula, el puesto de melones y sandías, en el que no soy muy bien mirado desde que mi perra saltó sobre el género expuesto, no sabiendo a día de hoy si lo hizo por constatar si la agresiva campaña de marketing del gerente romaní era cierta y realmente los melones eran a cala y a prueba o porque sencillamente confundió las sandías con balones.
       -Don Emilio, que se dispersa.
Venga continúo, el caso es que el puesto de churros, por su condición de nómada, no dispone de una salida de humos reglamentaria lo que conlleva un incremento sustancial en la polución del barrio básicamente porque al churrero el protocolo de Kyoto y la limitación de emisiones se la traen más bien floja.
La llegada de ese puesto es el detonante para que el pueblo baje a los trasteros o meta en los arcones los polos y bañadores y los sustituya por las prendas invernales. Solo se mantiene en el armario de uso diario la cazadora de entretiempo, sí, seguro que ustedes también tienen alguna, esas que gustan a madres y esposas por igual pero que a nosotros no nos acaba de llenar porque las prendas de abrigo deben ser oscuras, no de color siena tostado. Y se mantiene porque no sabes muy bien (ni quieres) cuando ponértela, y siempre tienes la excusa de que hace demasiado calor o demasiado frío para lucirla.  
Sumado a todo lo anterior, desde inicios de esta semana los más observadores se habrán dado cuenta de la llegada del frío por la vuelta a las pasarelas de la vida de viejos conocidos aparcados desde hace meses: pantalones de pana, chaquetas de paño, guantes, gorros y otras prendas que en su composición tienen en común al menos más de un 30% de gore-tex. Pero no se queden sólo ahí y huelan a su alrededor…así, así, ¿no notan algo más?  Sí, sí, huele a cerrado y a naftalina, y todo porque el frío ha sorprendido de repente obligando a sacar las prendas con el aroma que llevan macerando 6 meses en el canapé del colchón y porque no hay dios que saque a orear la ropa antes de ponérsela por el olor a churro que cogería si lo haces, aspecto este que te hace recordar con nostalgia los días del muy ecológico puesto de sandías.
Dicho esto, ayer 5.000 valientes atléticos decidieron hacer frente al frío espoleados sin duda por la inusitada ola de expectación que produce la Copa, sobre todo en sus primeras eliminatorias. Dichos osados, contaban como principal aliciente con ver a varias de las perlas de la cantera atlética en el equipo titular pero notaban algo más, olía raro, olía como a Polil y la afición reparó en que los jugadores de nuestra cantera huelen a cerrado y a naftalina, y no porque no valgan, no, que seguro que más de uno vale (y si no valieran seguro que lo compensarían con ilusión), huelen a cerrado porque el primo del compositor de “No dudaría” les ha guardado sin reparo en el arcón desde la pretemporada y saben que no van a salir más hasta que el calor de los siguientes torneos veraniegos vuelva a apretar.
Nuestros chicos del B, miran con envidia a sus compañeros en las selecciones inferiores del Barça, porque cuando los sacan del cajón salen con un perfume a lavanda que el entrenador ha colocado para ellos, porque los cuidan, porque se saben importantes.
Seguro que alguno de ustedes intentará argumentar que el sobrino de la Faraona es el descubridor de De Gea y Domínguez y que probablemente sea el entrenador de los últimos años que más ha mirado a la cantera y les responderé que no estoy de acuerdo, que simplemente ha tenido la suerte de encontrarse a dos jugadores con una calidad y una personalidad tan insultante que le hubiera sido imposible meterles en la bolsa de las mantas so pena de formar un alboroto.
Poco más que comentar salvo que, por lo que dicen las crónicas, Filipe estuvo suelto en el centro del campo, marcó Mérida y Diego Costa dio una preocupante señal del gusto que comparte con Reyes por los espacios diáfanos cerebrales, gusto que sabíamos latente desde  su paso por Valladolid. Dicen también que los chavales estuvieron bien (Perea, Pulido y Koke) y que todos demostraron que hay que contar más con ellos.
MI última reflexión es para decir que en partidos como el de ayer, si la directiva fuera como debe ser, se debía haber regalado a los que fueron al campo una manta y un chocolate con churros, aunque les hubiera dejado olor en la ropa, que para algo ha llegado el frío.