lunes, 27 de enero de 2014

Arte, facilidades y otro penaltito...

Quedó la tarde agradable aunque algo ventosa y el aficionado aprovechó la tregua meteorológica para acercarse al fútbol, que si bien este era un partido fuera de casa es un fuera de casa pero como si habláramos del rellano, que no está en casa pero casi. Notó el aficionado que muchos otros como él se acercaban a Vallecas y reparó que tanto hinchas locales como visitantes mostraban un carácter alegre y optimista. Todo el mundo sonreía y dejaba salir antes de entrar en los bares y hasta se minimizaron las típicas discusiones prepartido sobre si esta ronda debe ser pagada por el que suscribe o por usted, que pagó la anterior con gran éxito de crítica y público. La razón de este ambiente jovial y armonioso debe buscarse en la penúltima medida del gobierno, que por fin le ofrece al pueblo llano algo de esperanza que echarse al zurrón tras tanto recorte. Se notaba en el ambiente el alborozo que provoca en la ciudadanía la bajada del IVA para las obras de arte, algo sobre lo que el españolito medio o incluso el españolito pegado a banda andaba seriamente preocupado. Escuchaba el aficionado las conversaciones que tenían lugar en los aledaños del estadio situado en la calle Payaso Fofó y no se hablaba más que de la escultura que mañana le traían a casa al mediodía o de si sería mejor adquirir oleo o acuarela dada la sequedad del clima madrileño y el común abuso de la calefacción en comunidades de vecinos de cierta edad. Con una sonrisa se dirigieron todos los espectadores a sus asientos en el coliseo franjirrojo y casi todos pensaban en que tras pasar tanto tiempo contritos y con el culo apretado pensando en menudencias como llegar a fin de mes o pagar un recibo de la luz que bate el record del mundo de altura de recibos en pista cubierta cada vez que llega, ya era hora de que se diera una buena noticia, ya era hora….


Salió el Atleti con Sosa en un lado y Koke en el mediocentro a pesar de que a Resurrección le tenía preparado Simeone un día de descanso. Tiago se resintió de lo que se resintiera en el calentamiento y el todocampista que últimamente ha mostrado síntomas de fatiga tuvo que ser de la partida. Salió también Manquillo sustituyendo a Juanfran y cumplió como suele hacerlo aunque le pitaran un penaltito tan tonto y minúsculo como el de la semana pasada, esperemos que no sea una moda dictada a implantarse. Salió el Atleti dispuesto a resolver el partido rápido, a matar sin hacer sufrir, a pintar el cuadro del partido a la carrera. Arte conceptual. Presión y compromiso en tonos pastel. El Rayo, equipo que apuesta por un arte kamikaze e inconsciente, regaló, como suele hacer normalmente, un balón a Villa y Diego Costa nada más comenzar el encuentro. Cedió el de Lagarto el balón al asturiano para que definiera arriba en lo que iba a ser el inicio de la tónica de la noche: variaciones en el arte de la asistencia generosa. Pudo el Rayo empatar enseguida por obra y gracia del penaltito del que les hablaba antes pero allí estaba ese nuevo valor del arte belga, ese que pinta estiradas imposibles, ese al que habría que inmortalizar en busto o incluso en escultura de cuerpo entero destinada a decorar algún rincón coquetón de la casa rojiblanca.



Acusó el Rayo los dos golpes de cincel a su maltrecha moral y fue entonces cuando el Atleti empezó a gustarse. Fabricaba el Atleti peligro principalmente por banda izquierda y mezclaba con gusto gamas de colores en los que pisaba Arda, centraba con intención Filipe para que Villa dejara despacito a Costa y Sosa de cara a rematar pudiendo sentenciar. En otra de esas obras de arte en las que nuestro equipo mezcla lo mundano y lo celestial llegó el segundo. Balón al espacio a Costa que utiliza el cuerpo como nadie, pase generoso a Sosa que, presa de una mayor generosidad si cabe, deja balón franco para que Arda trace empujando el balón la última pincelada de tan brillante combinación.


Notaba el Atleti que la empresa iba a ser fácil y se relajó un tanto en defensa, cosa rara. Se vio en Vallecas a una retaguardia más despistada, menos segura de sí misma y así llegó el 1-2, con rebote artístico y burlón incluido. Tuvo tiempo el primer tiempo de dejarnos un segundo gol de Arda lleno de pillería y un susto apreciable al ver a Diego Costa en el suelo echándose mano un poquito más arriba de la rodilla. Hubo aficionados que, a pesar del comprensible alborozo que la medida gubernamental provocó en ellos, pasaron un susto morrocotudo al ver caer al delantero centro e incluso vieron pasar ante sus ojos su vida y la temporada entera en diapositivas.

Poco se puede decir de la segunda parte. Quedó casi todo el arte concentrado en el primer acto y este segundo envite perdió fuelle entre las facilidades con las que el equipo vallecano agasaja a sus rivales y la suficiencia del deber cumplido de los nuestros. Dos goles más hubo, sí. Uno de Costa y de Saúl al alimón tras otra obra cumbre de la asistencia de Filipe y uno para los locales de Larrivey, jugador con nombre de coñac peleón y pelos desgreñados, tras defensa flojita de los nuestros.

Vuelta a la senda de la victoria tras dos empates que dejaron muy diferentes sabores. Al cierre de estas líneas, el que suscribe no tiene claro si tomar el partido de ayer como vara de medir de nada debido a la inocencia del rival, un rival que huele e incluso apesta a lo mismito a lo que huele el Betis, para entendernos. Cierto es que se vio mejor juego y no pareció acusarse esa fatiga que asomaba en segundas partes y sprints exigentes pero ni ahora ni antes deberían sacarse demasiadas conclusiones. La tan cacareada rotación en Copa pareció sentar bien a Villa, otro buen partido del asturiano, y al goleador Arda y menos bien a Miranda, por ejemplo, pero la no rotación entre semana pareció no afectar a Diego Costa ni tampoco a Filipe y Godín. Parece que Sosa empieza a meterse en la dinámica y parece que el hombro de Óliver nos va a privar de verle por un tiempo. Courtois es un seguro de vida y habría que cuidar a Koke, pero no sería de recibo ponerse a buscar brotes verdes donde siempre los hubo, en este pasto de césped bien cuidado que está siendo la temporada de los nuestros, pero tampoco perder el espíritu crítico ni no apreciar el cansancio que a veces aparece. Mientras tanto seguiremos disfrutando de este Atleti con alma de artista encaramado a la cima de la clasificación y nos iremos a una galería de las que están en el centro de la ciudad con las gafas de pasta y patilla gruesa puestas. Allí, nos gastaremos de manera gustosa lo que no tenemos en un orinal deconstruido con brochazos color lila en los bordes tras haberlo observado desde todos los ángulos posibles durante un buen rato sin poder asegurar si eso es arte o una mamarrachada pero nos iremos para casa felices y contentos porque ya era hora de que se diera una buena noticia, ya era hora…

lunes, 20 de enero de 2014

Cocidos maragatos y penaltitos

Hoy empezaremos al revés. Por el final, como en el cocido maragato. Hoy la primera imagen que se dibuja es la de un equipo volcado al ataque en el que mandan los corazones y las tripas sobre las cabezas y, sobre todo, las piernas. Cosas que ocurren cuando el oxígeno falta, cuando la frescura física se ha marchitado tras varias semanas avisando. Achuchaba el equipo derrochando lo que no tenía pero de manera plana, facilitando al rival la tarea. Balones al área que nacían ya sin convencimiento de llegar a nada. Rebotes que no favorecían y una pizca de impotencia, sí, por qué no decirlo.


Asediaba el equipo a un rival vestido con una camiseta que mezclaba con poco gusto al Borussia de Dortmund y a un equipo de la liga municipal patrocinado por Bar Casa Cipriano porque las circunstancias le habían llevado a ello. Atacaba el equipo y pensaba mientras lo hacía en que el guión soñado no era ese, era otro en el que tocaba más guardar la ropa que nadar. Cambió el guión y la cara del respetable por un penaltito. Uno pequeño y escuchimizado. Uno que cuando llega a la consulta del pediatra de penalties hace que el doctor recomiende a sus padres un reconstituyente y que le dé el aire puro. Lleven a la sierra a este penalti, le vendrá bien, dice muy serio el pediatra tras anotar que el penalti está en un percentil bajísimo de altura y de peso. Salen los padres de la consulta preocupados y abrochan el abrigo de dos tallas menos de la que por edad la tocaría al penaltito, no vaya a constiparse. Le ponen una bufanda y unas manoplas de colores vivos y se van al parque a ver si el penaltito quiere jugar un poco con otros penaltis de su edad, aunque le saquen dos cabezas y varios cuerpos. Se sienta el esmirriado penalti en el arenero y el resto de penaltis que juegan en el parque se burlan de él por enano y por poca cosa, pero no por no ser un penalti, que lo es y que lo fue. Tonto y minúsculo. Inútil e innecesario, pero serlo lo fue…




Llegó el diminuto penaltito tras varios minutos de dominio del equipo vestido de Borussia de Casa Cipriano y con el Atleti atrincherado en su seguridad defensiva pero olvidando el ataque, tal vez por falta de fuelle. Jugó el equipo con fuego y tuvo el partido fases que recordaron al de Villarreal, se entreveía que podía llegar algo malo, fuera gol por la escuadra o penaltito raquítico. Confiaba el equipo en la solidez de la retaguardia y sobre todo en Miranda, que no necesita tanto físico para demostrar lo enorme que es. Miraba uno al campo y veía a unos laterales que subían menos, a un Diego Costa al que le falta algo de la potencia exuberante de pasadas fechas, a un Gabi que no puede multiplicarse tanto, a un Koke que es menos Koke últimamente y a un Arda acalambrado. Pensaba el aficionado en picos y valles de forma, en rotaciones olvidadas tal vez por demasiado arriesgadas y asumió como consecuencia lógica de lo contemplado el desenlace del penaltito con hechuras de pigmeo.


Todo lo referido anteriormente aconteció en la segunda parte, la primera fue otra cosa. No una cosa para tirar cohetes ni para rasgarse la camisa y pedir otra ronda de lo mismo, pero fue otra cosa. Otra cosa también es lo que ayer mostró Villa en el campo. Suyo fue el gol tras la enésima jugada a balón parado de la que se recoge frutos y en general estuvo mejor que en anteriores citas, más participativo e incisivo. La afición, que le espera, recolectó motivos para no desesperarse con él, algo que estaba sucediendo últimamente. Se puso el Atleti por delante sin alharacas pero con suficiencia. Sin arrollar al rival pero llevando la manija del encuentro, mandando con la connivencia del Borussia de barrio, que estuvo timorato durante los primeros cuarenta y cinco minutos. Jugaba el Atleti quizás de manera más directa, menos controlada, lo que algunos entendidos achacan a la presencia de Koke en el mediocentro, y bastaba con ese juego poco romántico y con la amenaza de Costa, Villa y Raúl García para que reservón rival se mantuviera a raya. No aplasta este Atleti a los rivales como hace ya algo de tiempo, pero se le respeta, especialmente en el Calderón. En ocasiones ese respeto y cuatro o cinco cositas más da para llevarse un partido y tres puntos como quien no quiere la cosa, pero en otras no. En otras los puntos vuelan y da rabia verlos irse como un globo que escapa al cielo y más cuando los puntos hubieran valido para hacer cima en la clasificación, para colocarse arriba en soledad. Mirando hacia abajo a todos los demás.


Hay veces que las cosas salen al revés, como el cocido maragato, y hay que explicarlas de esa manera. No es que salga todo mal pero sale todo raro. Te pones por delante, reculas un poco y luego tienes que achuchar de nuevo cuando ya no quedan piernas para hacerlo por obra y gracia de un penaltito. Un penaltito microscópico y menudo que tuvo que pasar dos o tres veces ante nuestros ojos para que nos fijáramos en él, sí, pero penalti al fin y al cabo.

miércoles, 15 de enero de 2014

Solapas de raso y trajes carmesí

Jugaba el Atleti la vuelta de los octavos de final de Copa y lo hacía tras sacar adelante en pocos días un incómodo partido en Málaga, una ida de eliminatoria en Valencia y tras jugarse en casa el campeonato de invierno tuteando con descaro y a veces con despotismo al equipo que guarda entre las rayas azules y granas de su camiseta (la camiseta de verdad, no ese esperpento con trazas de polo de cítricos con el que se presentó a jugar) el misterio de la estética en el fútbol. Jugaba tarde para ser un día entre semana pero seguro que muchos no se enteraron. Jugaban dos equipos con el espinazo doblado por la historia que sus escudos llevan a las espaldas y los medios se hacían eco del tema para rellenar páginas o minutos, dedicándole al evento un recuadro nimio y escuchimizado al lado de los resultados de la quiniela hípica o del campeonato castellano-leonés de hockey sobre patines. Se entiende el descuido, o pudiéramos decir desprecio tal vez, porque los medios andaban todavía epatados por las cuitas, dimes y diretes de lo que se vivió un día antes en una gala en la que se entrega un premio amañado, previsible y sobre el que se ha montado una campaña que ríanse ustedes de la electoral para acceder a la presidencia de cualquier país. Más allá de la inmensa alegría que el ciudadano medio español sintió en sus carnes al ver como le daban el premio a un portugués de Madeira bastante peliculero y de que en calles y plazas el pueblo saliera a celebrarlo de manera espontánea, jugándose incluso la neumonía bañándose casi en cueros en cualquier fuente, llama la atención lo que da de sí una gala de esta naturaleza tanto antes como después de su celebración, llama la atención lo que se puede llegar a analizar sobre solapas de raso y trajes carmesí, sobre los gestos, mohines o alzamientos de cejas de cada protagonista y lo poco que importan otras cosas. Conocido es que la Copa es una competición maltratada desde sus adentros por los prebostes del fútbol patrio, garantes de la gestión cortoplacista o más bien de tirar como un burro con anteojeras sin pensar nada más pero a uno estas cosas le hacen reflexionar y le ponen triste y contento a la vez.


Volviendo a la dichosa gala, no solo se centra la misma en darle el dorado esférico a un niñato repeinado, de eso nada. También se elije el mejor once de 2013, el mejor entrenador y algún que otro galardón con vocación de pedrea balompédica. Ganó Heynckes el de entrenador y pareció justo por la temporada del Bayern pero sorprende la ausencia entre los nominados de Simeone, el único entrenador que ha sido capaz de resucitar a un muerto y hacerlo campeón. En cuanto al once ideal, aparecen los mismos nombres de los mismos equipos de manera recurrente y a uno le extraña solo ver a Falcao y a un muy escondido Diego Costa entre los que han obtenido votos. No aparece entre los nominados ni un pelo del flequillo de Courtois, ni la tranquilidad de Miranda ni un Filipe Luis al que no se le pueden comparar demasiados laterales izquierdos del orbe. Tampoco aparece Arda, y aunque eso pudiera llegar a ser más comprensible, a nosotros, ardaturanistas de pro, nos deja escamados. Les decía antes que pensar sobre estas cosas deja a uno triste pero a la vez contento y es cierto, entristece ver un circo montado para unos pocos, los de siempre, y que se premie la campaña mediática o la costumbre más que el mérito pero pone contento ser uno de los que conoce y valora la grandeza de lo que está haciendo este Atleti aunque no se pondere de manera justa a nivel mayoritario. Cualquier día de estos, el calendario o un bombo hará cruzar los destinos de un equipo plagado de galardones, de laterales premiados y de entrenadores reconocidos con este Atleti silencioso pero inapelable y entonces, más de uno empezará a conocer quién es ese turco patizambo que enamora al balón con caricias sutiles.





Puso Simeone en liza al equipo de gala y rotó a Koke, tal vez algo cansado en los últimos lances, y a Villa, desaparecido en combate como Chuck Norris, para dar entrada a Raúl García y Sosa. Conocido aunque redescubierto el navarro, el respetable empezó a fijarse en lo que hacía el nuevo fichaje y en los minutos que estuvo no dejó muy claro lo que esperar de él. Sosa mostró anatomía tatuada, pecho de palomo y más errores que aciertos aunque eso no le arrugó. Sacó los balones parados malamente y con flojedad pero puso un par de centros aprovechables aunque demasiado lejos de línea de fondo. Habrá que seguir vigilando al argentino para formarse una opinión sobre él. Entre pormenorizados análisis de los aficionados sobre Sosa se fue marchando una primera parte en la que tuvo el Valencia algún detalle y tuvo el Atleti oficio y también algo de relajación, lo que puede parecer lógico tras la paliza del sábado. Tuvo tiempo Courtois de sacar una mano a disparo de Bernat que completó más tarde con un par de intervenciones más que le hicieron valedor del título de hombre de la eliminatoria. A lo largo de los dos partidos, el equipo ché ha visto al belga enorme, inexpugnable y dio la sensación de no tirar a puerta o hacerlo desviado por no tener que toparse con un portero en tal estado de gracia.

El partido, que pudiera haber fallecido por causas naturales con el cero a cero inicial sin mayores sobresaltos, quiso regalar dos goles en forma de balón parado. Dos goles salidos de esa infinita pizarra que el Mono Burgos tiene en la pared de su despacho, esa que uno imagina llena de fórmulas y de raíces cúbicas que calculen con dos decimales de exactitud el momento en el que la cabeza del rematador impactará con el balón puesto al área. Fue primero Godín, tras salida de Guaita a por uvas, el que marcó. Ya en la recta final volvió a mostrar su idilio con el gol Raúl García en un remate de esos que solo sabe hacer él con partes de la cabeza no aptas para el remate en el resto de los mortales y centrodelanteros.

Poco más pudo hacer un Valencia de moral frágil ante un equipo con tan sólidas convicciones. Pasa el Atleti de ronda mostrando poco pero tal vez no habiendo repartido minutos y esfuerzos de manera más igualitaria. Dice El Cholo que los profes aseguran que el equipo no se va a caer físicamente pero es de esperar un lógico bajón, habrá que gestionarlo cuando aparezca como es menester. De manera tranquila. Pausada. Como se está gestionando todo gracias a un entrenador que no aparece en las ternas de los mejores cuando lo es y a unos jugadores que a cada partido agrandan el hueco que se están reservando para acceder a la historia a pesar de ser invisibles al resto del mundo, al menos a ese mundo que solo vive pendiente de los de siempre, pendiente de gestos, mohines y alzamientos de cejas, pendiente de solapas de raso y de trajes carmesí