viernes, 30 de marzo de 2012

Huelgas de quita y pon.

– ¡ESQUIROL! ¡COLABORACIONISTA! ¡MAL PADRE! ¡SE META USTED LA REFORMA POR DONDE LOS PEPINOS EMPIEZAN A SER LO QUE SE DICE AMARGOS!...

– Emeterio, deje usted de lanzar soflamas, que vamos a llegar tarde al partido del Atleti –dijo el patrono de la pyme.

– Don Heraclio, ¿no tendrá usted por ahí un paracetamol? La lucha de clases me ha dejado la cabeza como un bombo –explicó el representante sindical.

–Mire que se lo dije Emeterio, ¿para qué tanto megáfono si ya quedamos solo usted y yo en la empresa? Si tiene usted que ponerse en modo piquete, se pone y me informa, pero no vocee que luego le sobreviene una migraña estructural.

– Pues nada, me tomo la pastillita y salimos para el Calderón ¿Lleva usted los bocadillos, Don Heraclio?



Pues sí, el Atleti ayer se presentó a trabajar. Llevaba en su bolsillo una carta de servicios mínimos, no crean, que este Atleti de Simeone no puede ser acusado de insolidario. Se enfrentaba a unos alemanes, lo que siempre da algo de susto y complejo en lo que a cuestiones laborales se refiere. Pareció por momentos que el partido se iba a jugar en familia por las dificultades que tuvo ayer el aficionado para llegar al Calderón: llegó tarde el que vino en metro reflexionando sobre la problemática de la sardina enlatada y llegó más tarde aún la que vino enganchada del retrovisor del autobús sintiéndose protagonista de una película que desmenuza crudamente la problemática del transporte colectivo en Calcuta. Como hubo tantos que llegaron tarde, casi todos se perdieron el gol de Falcao en una salida mal medida del portero teutón y los mejores minutos del equipo: presionaba el Atleti no dejando a los alemanes asomar la cabeza más allá del mediocampo, inventaba Arda Turán, Koke percutía, se sumaba Juanfran y saltaba Falcao a rematar todo lo rematable que rondara sus dominios. Tras esta fase de más o menos veinte minutos, bajó un poco el equipo el pistón, que una cosa es no hacer huelga y otra ponerse a producir como un japonés de Osaka. Muchos de los que venían en autobús, en metro o a golpe de zapatilla llegaron entonces al estadio, justo cuando el equipo levantaba el cerco sobre el área alemana. Como siempre que alguien llega tarde a los sitios o como siempre que alguien ve una concentración de gente en la calle, los recién llegados preguntan al de al lado que qué había pasado con maneras de gacetillero. Casi todos los de al lado respondieron que bastante bien dentro de lo posible y algún otro no contestó porque se había declarado en huelga a la hora de hablar con su vecino de asiento, harto de oírle hablar durante toda la temporada de lo bien que le va a su sobrino, el tercero de su hermana, el que se ha tenido que ir a trabajar al extranjero porque aquí no encontraba nada a pesar de tener cuatro carreras y saber quince lenguas vernáculas. Así transitaba el partido, con aficionados madrugadores asaeteados a preguntas por los que se habían demorado en el camino y con estos últimos reacios a creer lo que se les contaba, que ya se sabe lo dado que es el puntual a exagerar las cosas para restregarle en las narices su tardanza al que se retrasa. Finalmente llegaron todos y la entrada estuvo bastante bien, tres cuartos de entrada largos según los datos oficiales y gente para llenar diecisiete campos como Maracaná según los sindicatos.


Ya con todos acomodados y con el público pensando en el bocadillo tras tanta mañana de dimes y diretes, en un desajuste defensivo acentuado por la tranquilidad exasperante que a veces muestra Miranda, los germanos marcaron y los que habían llegado pronto se quedaron mirando a los tardones con prevención, como si fueran gafes. Como consecuencia del gol alemán y desde el final de la primera parte hasta bien entrada la segunda, el Atleti decidió secundar la huelga. No es que fuera una huelga de no presencia o de brazos caídos, no. Fue más bien una huelga de pantorrilla acalambrada y de espesura de ideas. Viendo que Courtois salvaba la papeleta en una gran parada, viendo que el mando del partido recaía en el contrario y viendo que éste dejaba pasar los minutos perdiendo tiempo alegremente, Simeone intentó revitalizar la jornada laboral dando entrada primero a Diego por Koke y después a Salvio por un Adrián cuyas piernas llevan algunos encuentros en servicios mínimos. La entrada de Diego proporcionó movilidad y mejor circulación del balón y la de Salvio arreones de esos que se empiezan celebrando y se terminan maldiciendo.


Volvió el Atleti a mandar. Los demás ponían el corazón y Diego la cabeza. Se vivieron minutos de emoción y asedio contenido mientras el reloj recordaba a cada mirada que se le dedicaba que no iba a detener su avance por mucha huelga que estuviera convocada. Muchos andaban hablando con el de al lado, quejándose con razón de lo escuálida que es la plantilla sin un tercer delantero para ocasiones como estas o perorando sobre la procedencia o no de un futuro despido de Indy, cuando el balón cayó a los pies de Salvio. Como de costumbre la jugada parecía condenada al tropezón, pero se sacó nuestro mediapunta un latigazo que devolvió esperanzas y permitió reencuentros entre vecinos de asiento.


Habrá que luchar en Alemania y habrá que hacerlo con el equipo mermado por las bajas que acarrean las tarjetas de ayer: Juanfran, Arda y Gabi, casi nada. Habrá que seguir aferrándose a lo poco que queda en esta temporada. Habrá que seguir afeando la conducta de la patronal gerente atlética a pesar de que, incomprensiblemente, no se haga de forma mayoritaria. Habrá que seguir soñando con Bucarest…y hasta habrá que no hablar demasiado mal de Salvio, por mucho que algunos maledicentes le califiquen de paquete, que no de piquete.

lunes, 26 de marzo de 2012

Lo que toda la vida se ha llamado quedársele a uno cara de tonto..

– ¡HAY QUE SER FLOJITO! ¡HE VISTO ABUELAS EN LA GIMNASIA DE MANTENIMIENTO DEL TURNO DE MAÑANA CON MÁS REDAÑOS QUE TÚ! ¡FLOJO! ¡TIERNO! ¡NENAZA!

Quien así habla no es ni mucho menos un veterano sargento de artillería dirigiéndose a un recluta recién venido de un pueblo recóndito de la estepa hispánica. Quien así habla es un hombre fibroso y atezado que desempeña el papel de entrenador personal de Leocadio, director de Recursos Humanos de una empresa muy principal, un alegre cuarentón que dista mucho de ser mileurista y que lidia día a día con más de tres mil empleados.

– ¡Uy, Curry no! Eso no es para ti. Con esos brazos de estibador que tienes y esas anchuras de caderas que la naturaleza te ha otorgado en clara venganza por algún desaire anterior, necesitas algo menos audaz. Algo que disimule ese porte de percherón de tiro que gastas.

Quien así habla se dirige con la seguridad que otorga su condición de personal shopper de la vizcondesa viuda del Lobanillo. Una de esas señoras elegantes que tiene en nómina a un chofer con gorra y toma el té todos los días acompañándolo de unos picatostes fritos en aceite de oliva virgen traído de su finquita en Badajoz.

Curioso, ¿no? De un tiempo a esta parte han proliferado profesiones y actividades que se basan en cantarle las verdades a quien pueda pagarlas. Entrenadores personales, personal shoppers, coachs que asesoran sobre lo mal que hace todo la parte contratante previo pago de una morterada a la hora. Pagar porque a uno le insulten y hagan foco en sus limitaciones. Comprar sinceridad con su IVA correspondiente. Sorprendentemente, los paganinis terminan contentos y satisfechos con su ración de egolatría socavada y piensan en la utilidad del dinero empleado. Vuelven a su casa felices pero con un gesto de nostalgia en el rictus que algunos identificarían sin temor a equivocarse con lo que toda la vida se ha llamado quedársele a uno cara de tonto…

– Vamos a tomar un arrocito con bogavante para compartir –decidió Inocencio mirando al camarero cuando vio cómo el dietista personal que compartía mesa y mantel con él y su acompañante ponía los ojos en blanco, sin duda escandalizado por el nuevo abuso de hidratos de carbono que se iba a regalar su patrón –. No, mejor, un par de ensaladas de planta forrajera sin aliñar –rectificó inmediatamente buscando la aprobación del nutricionista que normalmente comparaba sus hechuras con las de una ternera retinta.



Jugaba el Atleti en Zaragoza en horario de churros con chocolate, que no de vermú, cosas de unos horarios asiáticos más asiáticos que nunca por obra y gracia del cambio de hora padecido. Se enfrentaban dos equipos que tienen en nómina a sus propios gerentes golfos personales. Los unos y los otros padecen la gestión de unos mandatarios que buscan su beneficio personal muy por encima del beneficio del club que les paga. La diferencia entre ambos equipos y sus situaciones está marcado por el muy diferente trato que los medios dedican a ambos administradores: los unos son señalados sin pudor mientras que a los otros se les trata con pleitesía cortesana; a unos se les dedican programas monográficos en los que se da voz a la oposición mientras que en el caso de los otros se silencian los atropellos dejando por el camino un aroma de sospecha sobre los que se oponen a su choricero régimen. A la vez que todo esto ocurre, los que pagan, es decir abonados, socios y simpatizantes de ambos clubes, ven cómo su dinero sirve para comprar medianías y propagar medias verdades y salen insatisfechos, con un gesto de nostalgia en el rictus que algunos identificarían sin temor a equivocarse con lo que toda la vida se ha llamado quedársele a uno cara de tonto…

Salió el Atleti legañoso y sin desperezar al campo. Algunos pensaron si no creerían que la primera parte se trataba de un calentamiento dado el cambio horario y la pesadez que en el estómago seguían produciendo las magdalenas algo aceitosas tomadas en el desayuno. Salió el Atleti algo reservón, de esa manera a la que Simeone nos ha acostumbrado durante su mandato, a no perder en los primeros minutos y a intentar ganar cuando ya parece algo tarde. Puso en liza el Cholo a Koke en el mediocentro, algo que muchos esperaban vistas las prestaciones de otros mediocentros que llevan la irrelevancia por bandera, y lo puso al lado de Assunçao, jugador honrado pero que se contagió de la irrelevancia propia de la posición en el partido de ayer. No estuvo mal Koke un poco más atrás, aunque tal vez cabría decir que mejora sus prestaciones cuanto más centrado está sobre el tapete. Intentó poner pausa cuando el balón tenía a bien caer cerca de él haciendo escala técnica en su viaje por aire de la defensa al ataque con velocidad de patadón, pero se le acabó la gasolina rápido. Después de la novedosa pareja de mediocentros, tengo reservado un hueco para hablar de Arda, inicio y fin de todo el poco fútbol de los nuestros en el partido de ayer. De sus botas salió la única pero doble oportunidad del equipo en todo el encuentro. De sus botas se prende el mísero balance de juego en la mayoría de los partidos que salen con esta pinta. Me guardo también unas líneas para Perea, impecable en defensa pero desaparecido en el combate del ataque, como era de esperar por otra parte. Hasta aquí, y solo hasta aquí, lo poco positivo del partido, y eso que ando hoy bastante benevolente.

En la parte negativa debemos poner hoy a los delanteros, exhaustos durante la segunda parte y supersticiosos a la hora de tocar ambos madera en la susodicha doble y única oportunidad. Debemos añadir también a Godín por un inocente y burdo penalti que borró del recuerdo solventes actuaciones anteriores y esas arrancadas desde la defensa en las que parece emular a un Beckenbauer cargado de hombros. Entra dentro de esta categoría por los pelos Filipe, por no saber culminar con buenos centros al área jugadas de mérito como hizo ayer. Entran aquí también Mérida y Diego por estar faltos de forma y entra Domínguez por convertir en timidez el desparpajo con el que irrumpió en el equipo hace un par de años ¿Qué dónde meto a Salvio? La duda ofende, damas y caballeros. A esta parte negativa la podríamos denominar el grupo Salvio, para que se hagan ustedes una idea de dónde colocar a nuestro puñal de banda, ese que apuñala sin remedio a nuestra paciencia en cada actuación.

Pasado el efecto burbujeante de la llegada del Cholo, la situación se ha estabilizado y queda lo que hay, poco más. Una plantilla corta, sin fondo de armario y que no combina con casi ningún color. Un plantel del que se pueden sacar pocos levantamientos de pesa más por mucho que el entrenador personal lo intente a base de motivación y buenas palabras. Los resultados, erigidos en nutricionistas que escupen realidades a la cara, han diseñado una dieta aburrida de aquí a final de temporada. Nos queda buscar la satisfacción culinaria que se pueda sacar del periplo europeo pero cualquier aspiración en liga se aleja como un plato de panceta churruscada del menú de los que tienen colesterol. Lejos quedan las cuentas para ir a Champions y resta solo la esperanza de entrar en la Europa League por la gatera, como suele ser costumbre de la casa. Algunos empiezan a ejercitar los músculos de los brazos para señalar a Simeone como responsable del desaguisado siguiendo el guión previsto pero la sensación que queda es que al Cholo se le podría acusar tal vez de falta de ambición en momentos puntuales pero no de haber aconsejado la adquisición de un vestido que se descose a poco que se usa con regularidad. Mientras tanto, a muchos de nosotros se nos queda un gesto de nostalgia en el rictus que algunos identificarían sin temor a equivocarse con lo que toda la vida se ha llamado quedársele a uno cara de tonto…

viernes, 23 de marzo de 2012

En memoria de Don Juanma Sánchez



Muchas de las mejores cosas que nos tiene preparadas la vida se revelan ante nosotros como si fueran casualidades. Así conoció servidor a Don Juanma, de casualidad. Eran los primeros días tras el alumbramiento de este blog pequeñito y contrahecho al que uno dedica cuidados y tiempo con la esperanza de ver cómo crece, cuando algún anónimo tocayo de Don Juanma dejó unas amables palabras para mí en esos espacios tan supuestamente fríos pero a la vez tan llenos de humano calor como son las redes sociales. “Disculpe, creo que se está usted equivocando de Juanma”, respondió él cuando quise agradecerle el haber tenido la consideración de perder algo de tiempo intentando leer el vuelo de los pájaros que tiene uno en la cabeza. Aquel malentendido me permitió la fortuna de conocer a Don Juanma, fíjense ustedes cómo son las casualidades.

Desde aquel fortuito encuentro, han pasado quizás un par de años, quizás menos, demasiado poco tiempo en suma. A partir de ese punto de encuentro despistado e involuntario, empecé a hablar regularmente, con un teclado siempre como intérprete, con Don Juanma. Ya saben bien los que me conocen y tuvieron la suerte de cruzarse con él, que nos separaba solamente una cosa: él miraba la vida desde un prisma de color blanco y yo a mi cristal lo tiño de rojiblanco porque esa es mi condición. Solamente una cosa, un detalle en cualquier caso. Basados en esa diferencia, pasábamos ratos virtuales tirándonos chinitas dialécticas. Gustábamos de hablar sobre señoríos, sobre sufridores, sobre las mocitas madrileñas o sobre los que gustan de un fútbol de emoción, sobre jugadores de una y otra acera que nos parecían malos o peores, sobre la poca educación con la que se conducen muchos de los que son un referente para los más pequeños de nuestra sociedad y sobre muchas otras cosas sin importancia. De ahí, de ese lugar común que puede parecer banal, el fútbol, pasamos a compartir otras cosas: vivencias de esa tierra asturiana en la que ambos pasábamos periplos vacacionales, aficiones, manías, vicios confesables y recuerdos en color sepia descolorido. Hablando de la vida, tan ramera en días como estos pero tan maravillosa en el fondo siempre. Ayer mismo disertábamos sobre esas cosas de una nimia importancia capital: ser comedidos de manera radical o apoyar un mesurado tremendismo. Fíjense qué caprichos tiene el destino.

Muchos nos preguntaban el por qué eso de seguir tratándonos de usted. Ya saben que servidor suele utilizar esa fórmula como seña de identidad pero sin ánimo de establecer distancias. Esas distancias que Don Juanma sabía acercar entre los de una acera y otra, esas distancias que junto a él eran de una cercanía que rozaba la perfección. Seguramente se trataba de respeto. Del mismo respeto que él utilizaba en todas y cada una de las opiniones que nos dejaba, independientemente de a quién la dirigiera.

Nunca llegamos a vernos las caras en vivo. Habíamos hablado sobre ello pero no llegamos a encontrar hueco en esas agendas que ejercen de despóticas dictadoras de nuestros tiempos. No saben lo que me pesa. Me gustaría haber tenido la oportunidad de poder darle en vivo esos abrazos que nos enviábamos al terminar nuestras amigables charlas. Sé que las palabras se suelen quedar ridículamente cortas ante ciertos sucesos. Sucesos que nos recuerdan nuestra miserable eventualidad y que hacen remover nuestras coordenadas vitales. Nos queda recordar esa grandeza que siempre demostró en el trato con los demás y nos deja un agujero enorme dentro. Uno muy grande y lleno de negra pena.

Un abrazo enorme para su familia y amigos más cercanos. Se nos ha ido un caballero y deben saber todos ustedes que no quedan muchos sueltos por el mundo. Descanse en paz

jueves, 22 de marzo de 2012

Envidias varias

–…y ahora, tras haber aprobado por minoría simple los presupuestos para el ejercicio 2012 y después de que por casi unanimidad se haya decidido que no procede la contratación inmediata del sobrino de Don Hilario como ascensorista de la finca mientras no se acometan las obras para incluir el susodicho aparato elevador, previstas para dentro de cinco años, doy la palabra a Doña Heriberta Balconadas, dueña mancomunada del 5º izquierda con cuota de propiedad del cero coma veintisiete periodo…

– Gracias, señor Administrador. Señor presidente  –dijo Heriberta mirando respetuosamente –. Señores copropietarios y señores alquilados de renta antigua: No es mi intención monopolizar el capítulo de ruegos, preguntas y achaques como en anteriores juntas del periodo ordinario. Sé que muchos de ustedes me acusan maliciosamente de tiquismiquis y hasta de amargada, ciertamente sin base ninguna, pero el tema que les traigo hoy impacta en la convivencia que nos traemos entre manos de un modo a mi juicio mucho más relevante que otros asuntos que motivaron anteriores ponencias por mi parte, léase el insomnio colectivo que podría producirse como consecuencia de la instalación de la antena parabólica colectiva, valga la redundancia, o el grado de rozamiento necesario en el gres porcelánico para ser fregado con jabones neutros y no resbalar. El tema que hoy les vengo a exponer es el a todas luces insoportable sonido que el nieto de Don Eutimio, que en gloria esté, y su recién estrenada esposa, esa que se pone los pendientes en la nariz, emiten en sus muy frecuentes encuentros íntimos. Bien saben todos ustedes que nunca me quejé de ruidos emitidos por los habitantes del piso de Don Eutimio a pesar de mi fino oído y de que nos separen una escalera y cuatro plantas, pero es que lo de estos mozalbetes clama al cielo. Con decirles que no necesito el vaso pegado a la pared con el que normalmente realizo labores de constatación y auditoría de lo que en la finca sucede para alcanzar a oír cómo las risitas iniciales se tornan en expresiones de arrumaco y más tarde en chillidos baritónicos que hacen muy difícil cualquier ejercicio de concentración para los que los escuchamos. No sirve de nada hacer oídos sordos, propiamente dichos, a tal pléyade de expresiones de frenesí y de concupiscencia. Es por ello, que propongo….

Llegados a este punto de las reuniones de la escalera, la gran mayoría de los asistentes salen del local comunitario con la excusa de echar un pitillo, de sacar al perro a pasear o de ver cómo va la Susi con los deberes de Álgebra. Ésta vez no fue diferente pero algo sí cambió: todas sus señorías calcularon con exactitud el tiempo que suelen durar las ponencias de Doña Heriberta para estar presentes a la hora de la votación que inexorablemente se plantea tras sus peroratas. Nos saltaremos ese capítulo, el de la votación, para viajar en el tiempo hacia el momento en el que el Administrador da lectura a los resultados del escrutinio…

– …por lo cual, esta comunidad no solo no toma ninguna acción disciplinaria contra la pareja del primero derecha sino que, por aclamación, les nombra presidente y presidenta de la comunidad hasta nueva orden ¡Vivan los presidentes!

“¡Vivan!”, contestó el grueso de la vecindad mientras todos se acercaban a los sonrojados y recién nombrados mandatarios para expresar sus mejores deseos con caras de envidia sana. Tras el cierre del acto institucional, y ya sin el administrador levantando acta, se alzó en hombros a la activa pareja por parte del grupo más jaranero del bloque para que saludaran a sus convecinos en un paseo victorioso por las zonas comunes de la finca, incluidos trasteros. No se recordaba una celebración como esa, las damas lanzaban pétalos de rosa desde las ventanas que daban al patio de luces mientras que los caballeros animaban el trayecto con sentidos gritos de “¡toreros, toreros!”. Las celebraciones por la coronación se alargaron durante toda la noche y más de un propietario fue sorprendido por el amanecer intentando emular a la pareja regente con mayor o menor acierto. Solamente Doña Heriberta, buscaba dentro de sí en qué se había equivocado mientras buscaba una nueva causa en la que volcar sus inquietudes y protestas de cara a la próxima reunión comunitaria.



Venía el Bilbao a medirse con los nuestros en un partido crucial. Venía el Bilbao, un equipo al que en ciertos aspectos se le mira con algo de envidia. Envidia al constatar que sigue habiendo entidades que cuidan y respetan una identidad. Envidia al ver un equipo con varios internacionales que no se plantean abandonar el club y que, si son renovados, no lo son bajando cláusulas de rescisión, sino subiéndolas hasta límites prohibitivos. Envidia al saber que hay instituciones que planifican la temporada en base a un proyecto deportivo definido sin poner el timón en manos de entrenadores de inutilidad probada. Envidia da pensar que los aficionados de ese equipo pueden elegir a sus mandatarios basándose en criterios deportivos y de gestión. Ésa, justo ésa, es la mayor de las envidias que se sienten. Ahí acaba todo. No guarda uno más envidias al conjunto vasco. Ni por historia, ni por títulos, ni por grandeza, ni por afición, aunque a veces nos cueste entendernos entre nosotros mismos. ¡La envidia, queridos lectores! Deporte nacional y seña de identidad del carácter hispánico.

Como uno es envidioso por naturaleza y seguramente ustedes ya hayan leído en la prensa los dimes y diretes acaecidos en el partido, no les voy a hablar demasiado de ello. Si no me corroyera la envidia les podría hablar de unos primeros diez minutos inspirados que dieron paso a un resto de primera parte deprimente; de unos Koke y Adrián algo perdidos al principio pero crecidos tras el descanso; de una pareja de centrales solventes, de unos mediocentros que siguen cumpliendo con lo mínimo, que suele ser poco; de un rival cansado y algo mermado; de un Juanfran que ayer estuvo algo más impreciso y hasta frívolo en defensa pero incisivo en ataque; de un lateral izquierdo que cuajó ayer un partido completo; de un inicio de segunda parte que nos devolvió a un Atleti indómito; de un espigado portero belga que no tuvo trabajo hasta los últimos diez minutos del partido; de un defensa colombiano al que se recordará con cariño realizando continuadas demostraciones de profesionalidad y discreción, juegue lo que juegue, acierte o falle; de un delantero centro compatriota del anterior protagonista que caza goles y gusta más cuando limita sus intervenciones a la zona de influencia del área pequeña sin ofuscarse con bajar al centro del campo; de unos valientes aficionados que se dieron cita en el feudo rojiblanco sin temer a fenómenos atmosféricos de diferente cariz; de un entrenador que celebra los goles con pasión de adolescente y de un resultado que nos permite seguir pensando de manera positiva. Ya les digo, no diré nada sobre todo eso. Y todo porque soy un envidioso, ¡hala!

Hoy les quiero hablar de un jugador turco. Sí, sí, tal vez ustedes le vean por la calle y ni se fijen en él. Probablemente si le vieran en la cola de la pescadería repararían en que las camisas le quedan largas de mangas por tener los brazos algo más cortos que la media. A lo mejor piensan ustedes que tiene pinta de pícaro vendedor ambulante o de repartidor de periódicos gratuitos. Sí, pudiera ser. Incluso si lo vieran dentro de un campo de fútbol pensarían que no parece un jugador de esos a los que últimamente estamos acostumbrados, esos de ceja depilada y peinado relamido. Si le vieran calentar les llamaría la atención de él que es tal vez demasiado bajito y hasta culibajo para ser deportista de élite. Seguramente pensarían ustedes que ese jugador desempeña en el equipo el puesto de suplente del suplente o el más eufemístico rol de  “jugador que da profundidad a la plantilla”, circunloquio que sustituye al más gráfico término “el que da sombra al botijo”. Todo eso pensarían ustedes sobre él. Todo lo que pensaran se esfumaría cuando le vieran manejarse con el balón en los pies sobre el rectángulo de juego. Cierto es que no es el más rápido, ni el más alto, ni tampoco es que sea guapo de calendario, pero es el más listo de los que saltan al campo en la mayoría de los partidos (o sea, como Reyes, pero al revés).

Ayer, capitaneó el juego ofensivo de los nuestros con su catálogo de fintas, quiebros y quites pintureros. No solo sumaba en ataque, se sumaba a las porfías defensivas con ese saber que tiene él para meter el culo en el momento justo y llevarse el balón o con ese tackling marca de la casa con el que arrebata el balón limpiamente a laterales de correr dislocado. Ayer, el equipo empezó y terminó en él. Pendiente de lo que salía de sus botas y de su cabeza coronada de indomables rizos. Él se movió por todo el campo, bien para percutir contra la defensa contraria o para inventar pases que parecen siempre faltos de fuerza. Si creyésemos en la reencarnación diríamos que él fue ratón “colorao” en otra vida y por ello nos levantamos del asiento para ovacionarle como merecía cuando Simeone le sustituyó. Y es que, queridos lectores, el partido de Arda Turán de ayer es para provocar envidias, o al menos a mí me las provoca por su desparpajo y conocimiento del juego. Tal vez piensen ustedes que estoy exagerando una pizca y que se nota mucho que el otomano es uno de mis ojitos derechos. Pudiera ser, es lo que tiene ser envidioso, siempre lleva aparejado algo de exageración.

lunes, 19 de marzo de 2012

Kárate autodidacta para principiantes

Hay creencias que a todas luces son dañinas, pero probablemente las más dañinas de ellas son las que se instalaron en nuestro cerebelo a nivel de verdad inmutable cuando éramos tiernos infantes, cuando andábamos por la vida con la única preocupación de experimentar qué paradoja espacio-temporal podríamos desencadenar si introdujéramos dos paquetes de peta-zetas de golpe en nuestra cavidad bucal. Vehículo fundamental de esas ideas implantadas a fuego fueron los estímulos que entraban por los ojos: tebeos de Mortadelo llenos de disfraces, coscorrones y misiones secretas y dislocadas; series de televisión con coches que hablaban o con superhéroes americanos de mal despegue y peor aterrizaje; programas dobles de cines de barrio que te permitían matar tardes enteras e interiorizar que hay ciertas criaturas que migran a simpáticos hijos de puta si les das de comer más allá de las doce de la noche. Nos quedaremos con este último vehículo sociocultural, con el cine. El cine hace daño, y no solo el español, dañino por definición, también lo hizo aquel que vimos cuando éramos esponjas ávidas de influencias que marcaran caracteres, aquel cine de imperios contraatacados o de arqueólogos de látigo fácil.

De las creencias erróneas les estaba hablando, que ya saben ustedes la tendencia a la dispersión que tiene uno. Por culpa de alguna película de fácil digestión y exuberancia en las hombreras, sacamos la equivocada conclusión de que se podía aprender kárate de manera autodidacta y acelerada. Bastaba pasar los ratos muertos con un vecino japonés que te empapara de filosofía oriental y todo ello sin kimono, sin cinturones de colores y sin hacer posturitas de agresividad pretendida delante del espejo de un gimnasio de barrio. Debido a que en la España de los primeros 80 no abundaba la inmigración y mucho menos la japonesa, los mozalbetes del barrio nos acercábamos al taller de chapa y pintura de Wenceslao, mecánico natural de Tordesillas pero de ojos achinados, lo que le daba el toque asiático necesario para el aprendizaje. Bendijo Wenceslao durante cierto tiempo el estreno de la película de marras cuando incorporó como aprendices sin sueldo a una caterva de preadolescentes que buscaban el conocimiento de las artes marciales a base de dar y pulir cera sobre los capós de los 131 Supermirafiori y de algún que otro Renault 5 con acabados deportivos. No contentos con el aprendizaje en su vertiente más purista, incluso nos ofrecíamos en casa para sacar brillo a los azulejos del baño, lo que fue recibido por nuestras madres como una clara señal de la transición hacia la madurez de los retoños del portal. Así pasaron los meses, dando y puliendo cera y dejando el alicatado de los baños como espejos en los que mirarse. Tras esta espartana preparación, por fin llegó el día de poner en práctica las artes asimiladas: fue en el recreo, uno se preparaba para abrir el Tigretón o el Gitanito de Ortiz con el que se engañaba al hambre de media mañana y, como siempre, antes del primer bocado miró con avidez qué cromo le había tocado en suerte. No eran cromos esta vez, eran calcomanías de diseño atrevido. Antes de poder decidir en qué mano se depositaría el osado tatuaje, una voz rompía el mágico momento:

– Muñoz, ya me estás dando la calcomanía que te ha salido.

Era Sebastián, abusón oficial del colegio por su condición de repetidor recalcitrante. Mostraba Sebastián en su brazo el fruto de sus extorsiones a muchos otros niños del patio, parecía un maorí de Samoa con tal colección de tatuajes que llegaban hasta su hombro algo orondo, pues bien es sabido que los abusones de aquellas épocas en la actualidad deambularían deprimidos por los recreos al ser mozalbetes en claro riesgo de obesidad por consumo de bollería industrial. Pero esta vez no iba a ser así. Ésta vez no dejaría que Sebastián me arrebatara lo que la fortuna me había otorgado, no en vano era karateka, autodidacta, pero karateka al fin y al cabo. Sin decir una palabra, me puse en pie despacio, saboreando el momento. Me planté delante de Sebastián y alcé los brazos de manera salerosa mientras me sostenía sobre solo una pierna. Era la grulla, la suerte suprema que debía dominar todo karateka de oídas. Tras unos instantes de desconcierto en los que las miradas se medían y en los que el extorsionador no tenía claro si me iba a arrancar a ejecutar una jota extremeña, voló hacia mi cara un soplamocos con la mano abierta que hizo que la postura de la grulla perdiera de golpe toda su pretendida gallardía. De nada valieron las sesiones de dar cera ni las enseñanzas de Wenceslao para parar el ataque, pero, en el fragor de la batalla, Sebastián había olvidado la calcomanía que propició el combate, esa que por la tarde descansaba sobre mi brazo como una medalla de guerra que hacía juego con los cinco dedos que tenía todavía marcados en la mejilla.



Jugaba el Atleti en Mallorca en horario mucho más aconsejable para una siesta que para el fútbol. Se anunciaban unas rotaciones que se hacen casi imposibles por la escasa profundidad de la plantilla. He ahí una de las mentiras más dañinas que se nos han vendido este año, lo de la profundidad de la plantilla. Lo de lo malos que eran los que se quisieron ir y lo bien que se ha utilizado el dinero recaudado para traer jugadores iguales o mejores, como siempre dice el dañino productor de cine. Muchos se creyeron esa falacia y lo llevan repitiendo con convencimiento de mantra durante buenas fases de la temporada. Viendo que los resultados no acaban de confirmar con rotundidad esa mejora en el plantel, algunos empiezan a mirar a Simeone para insinuar si tal vez no sea un conductor adecuado para semejante deportivo o si tal vez su estilo de juego, ese que busca el sacrificio como piedra angular no sea el adecuado para tal pléyade de sensibles artistas. Resulta curioso que ahora se oigan voces que cuestionan al Cholo y a su idea, cuando este no ha hecho más que devolvernos un poco del orgullo perdido y pisoteado. No es nuestro técnico uno de esos entrenadores quejicas y llorones que piden sofás cuando tienen mesas, él, desde su llegada asumió que debía trabajar con lo que había aunque fuera poco, no ofrece declaraciones plañideras y busca siempre el positivismo en todas las circunstancias. Para el que suscribe, el Cholo ha demostrado con creces su capacidad para gobernar la nave rojiblanca, pero habrá que esperar hasta el próximo verano para ver si, independientemente de resultados, a Simeone se le deja confeccionar un equipo a su gusto por encima de representantes y comisiones.

Volviendo al encuentro, salió el Atleti con la alineación que lleva jugando casi todos los últimos partidos con la excepción de la entrada de Salvio por Arda, lo que parece suicida como poco pero explicable en base a la condición física de nuestro turco favorito. Ya de entrada se vio a un equipo cansado, justo de fuerzas. Los hay que pudieran pensar en un efecto champán en el estilo del equipo de Simeone, pero parece más probable inclinarse por un problema de cansancio de piernas para justificar la bajada de intensidad en ciertos choques. Volvió a salir un partido descuidado, como no podía ser de otra manera entre la fatiga de unos y la propuesta de los bermellones. Salió descuidado el Atleti también de equipación, con uno de esos ternos que hacen daño por igual a la vista y al buen gusto. Se nos fue la primera parte sin apenas nada y no nos dio pena, casi hasta nos alivió de lo poco que se había visto.

La segunda mitad nació más movida. Casi sin darnos cuenta nos vimos con dos goles por debajo en un par de lances donde la fortuna no acompañó del todo. Tarea difícil iba a ser remontar ante un equipo forjado al modo y manera de Caparrós, ese entrenador que tanto gusta a nuestros premiados gestores porque en los partidos suele realizar tres cambios de jugadores y veinte de recogepelotas. Miró el Cholo al banquillo y sacó lo que pudo, que es poco. Sacó a Arda y sacó a Mérida, que reaparecía tras su fallido Erasmus portugués. Pudo recortar pronto el Atleti merced a un penalti con expulsión aparejada, pero lo tiró Falcao de una manera que aconseja banquillo, un par de bofetadas o ambas cosas a la vez. Posteriormente se redimió con un señor gol, sí, pero cada vez son más los que opinan que el colombiano no justifica lo supuestamente desembolsado por él, sobre todo cuando se aleja del área. Quedaba tiempo pero no demasiada fuerza, Koke y Adrián se mostraban fundidos y quedaba la labor en pies de un participativo Fran Mérida (probablemente la mejor noticia de la tarde), de un Arda que buscaba sin hallar y de Salvio, jugador en el que confluye la redundante circunstancia de que los ataques desesperados se vuelven desesperantes.

Se nos fue el partido y se nos fueron un puñado de aspiraciones. Se empieza a ver la Champions chiquitita y lejana. Por muy barata que sea este año la clasificación, no da este grupo para jugar dos competiciones con solvencia. Aún así, el mensaje de Cholo sigue siendo positivo. Sigue declarando, aunque sea difícil creer que lo siga pensando, que con lo que hay se puede combatir, por mucho que el plantel haya aprendido kárate de oídas. Intentando ser positivo, como el Cholo, se podría pensar en que esta temporada recuerda a la que desembocó en la victoria de Hamburgo, pero con matices. Si ustedes recuerdan, en aquellos tiempos el equipo deambuló como muerto viviente por la liga mientras se centraba en lides continentales. La reacción de ayer del equipo, aunque estéril, no vino acompañada de bajada de brazos generalizada y uno piensa que eso es bueno. Bueno frente a todas las dañinas teorías que rodean a nuestro equipo. Bueno a pesar de los soplamocos que los resultados y el cargado calendario nos puedan dar de aquí al mes de mayo. Bueno, en definitiva, por mucha cera que nos den….y nos pulan. 

viernes, 16 de marzo de 2012

Los infiernos ya no son lo que eran

“Los “infiernos” ya no son lo que eran, cuando yo “fifia” en el pueblo sí que hacía frío…”
                                                 “Fifiano”, filósofo de “farra” de “far”


¡Cuánta razón tiene Viviano (o “Fifiano”, si ustedes así lo prefieren)! Los infiernos ya no son lo que eran. Poco tiene que ver el tan cacareado infierno de Estambul con otras lides libradas en otros avernos continentales. Poco tiene que ver el partido de ayer con aquella eliminatoria en Atenas contra el Olimpiakos de hace ya bastantes años en el que a Schuster le hicieron de todo al lado de un banderín de corner. Si les digo la verdad, no son esas las ocasiones que uno recuerda como infernales, no guarda en las meninges especial huella negativa de aquellos y otros lances en los que supuestamente se visitaron los dominios de Pedro Botero, no. Una guarda recuerdos mucho más dañinos y desagradables de otras citas. Citas que no fueron calificadas de infiernos pero que lo fueron: Timisoaras, Lens, Ofis de Cretas, Parmas y muchos otras plazas sí son recordadas con calor de llama eterna, por mucho que el público asistente fuera de una educación exquisita y hasta tomara el café sin sorber y levantando el dedo meñique para aparentar finura.

Ya en el túnel de vestuarios, se podía constatar que los infiernos, y por extensión los demonios que en ellos moran, no son lo que eran. Uno miraba a los turcos y no veía fiereza otomana ni furia bizantina. No veía pelos largos ni entrecejos poblados. No atisbaba centrales desdentados ni laterales que pudieran ser bajistas de un grupo de hard rock. Si uno los observaba bien, veía mozalbetes repeinados de metrosexualidad apreciable. Es más, miraba a los turcos y le parecía estar de vacaciones en el Algarve de los portugueses que parecían. Se cuenta incluso que en los vestuarios se escancia vino verde de Oporto y se escuchan fados que llenan de melancolía las tardes de balompié. Cosas de esas que en nuestra casa suceden también por obra y gracia de la alianza de civilizaciones y pelotazos de Mendes, proveedor oficial de jugadores de ambos conjuntos.

Salieron los equipos al infierno y, de entrada, se sumergieron en un purgatorio de imprecisiones. El timidísimo acoso inicial de los turcos fue respondido por el Atleti a base de buena colocación pero también de un excesivo patadón. Puestos a pedir, tal vez se debería salir mandón de entrada, máxime frente a equipos de incontestable inferioridad como el Besitkas. Tal vez sea esa una de las asignaturas pendientes del Cholo, el dotar al equipo de más hechura a la hora de ir a por el partido en los primeros veinte minutos, ya que se ha conseguido (que no es poco) no perder los encuentros de entrada, como ocurría antes. Volvía el centro del campo a otear el balón de lejos en su viaje desde la defensa a las cabezas de los delanteros. Probablemente se trate de una cuestión de jerarquía por parte de los mediocentros, cumplidores la mayoría de las veces, pero casi nunca destacados en la elaboración. Volvían el fútbol feote y las entregas generosas del cuero al contrario. Enfrente, poco ofreció el equipo turco. Si acaso algún amago de Simao, alguna dejada de Almeida, delantero tipo tanque de los que gustan a servidor que ayer fue muy bien frenado por unos centrales que cumplieron de manera destacable y el despliegue de Toraman, centrocampista con nombre de superhéroe del que se desconoce al cierre de estas líneas el superpoder con el que transita por la vida.



Pasado el tanteo inicial, empezaron a darse cuenta los nuestros que el infierno no era tal. Esa revelación dio pie a un mayor atrevimiento por parte de Koke, de Turan, de Adrián y de Juanfran, la columna vertebral creativa del equipo en la actualidad. Fruto de una combinación de todos ellos llegó el gol de Adrián tras destacable pase a Arda de un Juanfran que cada día crece en confianza e importancia en el equipo. Curioso lo de Juanfran, muestra con regularidad cada vez más cosas en ataque desde la certeza de que se está convirtiendo en un valladar en defensa. Tarea casi imposible se ha convertido desbordarle y hasta empieza a hacer faltas de esas que solo saben hacer los centrales experimentados, esas en las que se posa la mirada en el rival que yace en la hierba con desprecio por ser tan blandito y quejica. Con el gol acabó el Besitkas y cualquier atisbo de resistencia que pudiera llegar a ofrecer. A partir de ahí, el equipo turco deambuló por el campo con una tibieza que hace pensar en la profunda huella que ha debido dejar en la institución ese mediapunta de manual que prestó sus rubios servicios a la causa: Maria José Gutiérrez, “Guti”.

Poco podemos decir sobre una segunda parte sin demasiada historia. Si acaso que el resultado, aunque contundente, se antoja corto ante la cantidad de llegadas que tuvo el Atleti. Poco inspirados anduvieron Falcao y Adrián de cara a puerta, si bien este último nos dejaba en cada jugada un detalle que hacía sonreír con satisfacción pero también con ese miedo que da que un jugador así de diferente sea vendido por nuestros premiados gestores en cuanto el verano asome sus calurosas orejas. Se redondeó el resultado por aplastamiento y con la inestimable colaboración del portero rival que permitió a Falcao meter un gol que convirtió al arquero en centro de las iras de la gradería. Mojó también Salvio en otra de las innumerables llegadas y ahí, justo ahí después del tercer gol se produjo la incontestable constatación de que los infiernos no son lo que eran, y no solo por el resultado y la impresión general del partido. Salió un animoso aficionado turco al campo dispuesto a increpar a su guardameta cuando, al igual que San Pablo en su camino de conversión, cayó de rodillas frente al dadivoso portero con la misma devoción que si tuviera enfrente a la Virgen de las Angustias. Tal alarde de fervor fue presenciado por los jugadores atléticos con distancia pero con la emoción propia de un momento así, con los pelos de los brazos muchos más que erizados. Pusieron fin a tal momento de éxtasis varios integrantes del servicio de seguridad que se echaron encima del orante de manera brusca, no quedando claro si fue por mantener el orden público o por impedir que el espontaneo sacara al portero en procesión mayor ya que adornaba su aspecto con aperos de costalero sevillano.

Los infiernos ya no son lo que eran, de ninguna manera. Éste Atleti visita los infiernos con la ilusión de un turista japonés y no nos deja ni un vulgar sobresalto a lo largo de la noche. No tememos por los resultados ni vivimos estrecheces ni agobios a lo largo de este tipo de partidos. Los que sentimos en rojiblanco hemos dejado de temer a este tipo de infiernos, tal vez por considerarlos exagerados. Será a lo mejor porque estamos acostumbrados a vivir en nuestro propio y particular infierno de gestión deportiva y económica del club. Veinticinco años llevamos con el calorcito del averno gerencial metido en nuestras carnes, ya chamuscadas. Sí, probablemente sea por eso por lo que ya no nos asustan los infiernos que vengan.


“¿Infierno? Tendrían ustedes que ver el ambiente de una cena de nochebuena en casa de la familia de mi marido…”
                                       Rosalía, experta en celebraciones infernales

lunes, 12 de marzo de 2012

Ausencias e incomparecencias

–Creo que se está usted equivocando –exclamó sorprendida Cándida al ver cómo un desconocido tomaba asiento enfrente suya en la mesa en la que esperaba a Dimas, el caballero con el que llevaba viéndose desde hace unos meses.

–No, no, no crea –dijo con desenvoltura su inesperado partenaire –. Vengo de parte de Dimas. Me ha comentado que tiene hoy un compromiso ineludible, aunque menos sugerente que el que le ligaba con su persona ¡Dónde va a parar! No sé si el asunto que le impide hacer acto de presencia en estado corporal frente a usted será laboral, familiar o criminalístico, pero de ninguna manera será tan reconfortante como tomarse un vermouthcito de mediodía con semejante beldad ¡Mozo, tráigame lo mismo que a esta damisela de rotunda belleza! –añadió el sustituto dirigiéndose al camarero que sacaba brillo a los vasos tras la barra.

– Ya…ya. Y…¿usted quién es? –intervino azorada Cándida por la locuacidad y el descaro de su casual compañero.

– ¡Uy! Tiene usted mucha razón. Perdone mi falta de tacto. Atiendo al nombre de Domitilo, para servirla usted rendidamente. Soy amigo de Dimas desde que juramos bandera en Cerro Muriano cuando éramos unos imberbes jovenzuelos. Mantenemos una relación que podríamos calificar de uña y carne e incluso de padrastro desde entonces, tanto en las duras como en las maduras, como es su caso, si me permite el atrevimiento.

Cándida no podía salir de su asombro. Así que Dimas, ese hombre elegante que regentaba con salero una mercería en la calle comercial del barrio le mandaba un sustituto ante su incomparecencia. No tenía claro si iba a perdonar su ausencia pero iba a intentar disfrutar del momento, de ese dominical vermouth de grifo con su rodajita de limón y su chorrito medido de seltz. Además, el sustituto Domitilo, tenía la capacidad de subirle a una el ego, cosa que nunca está de más. Se propuso continuar con la escena sustitutiva sin pensar en ausencias ni incomparecencias, dejándose llevar.

– Y dígame, Domitilo, usted, ¿a qué dedica el tiempo libre? – preguntó Candida como hizo en su día Jose Luis Perales, pero con mucha menos cara de pasa, dónde iba a parar....



Se presentaba el Granada en el Calderón para jugar un partido que no acababa de venir bien del todo. Un partido al que parecía que se le hubiera hecho hueco en la agenda con calzador de zapatería fina. Tal vez fuera por el asiático horario, ese que no respeta que el jueves hayas jugado la ida de una eliminatoria cuasieuropea al ser el Besitkas un equipo que pace precisamente en el lado asiático de Estambul. Tal vez pilló pronto. Tal vez por eso fuera un partido marcado por las ausencias y por las incomparecencias.

Salieron los equipos al campo y enseguida reparamos en que no había hecho acto de presencia ese Atleti al que Simeone nos tiene acostumbrado desde su llegada. No compareció la presión asfixiante, no apareció esa lucha feroz ante los balones divididos, no acabó de verse esa seguridad defensiva endémica de estos nuevos tiempos. No comparecieron ni Adrián y su genialidad ni los pulmones inacabables de Gabi. No hicieron acto de presencia ni el aplomo que últimamente mostraba Mario ni la supuesta genialidad de Salvio, esa que a muchos entre los que me encuentro nos cuesta ver, será por pensar que un jugador que necesita siete toques para controlar un balón no puede ocupar plaza de extracomunitario ni aunque sea asiático y se adapte bien al horario. No apareció un medio del campo que sigue acusando la baja de Diego en todo el partido, el balón sobrevolaba sus dominios en aérea transición hacia los brincos de un Falcao peleón como siempre, pero atropellado como de costumbre lejos del área. No se vio a un Koke como el que esperamos y podemos ver, aunque la salida de Arda le ofreció alguien con quien asociarse, siempre con la pinturería que trae el turco bajo sus cortos brazos. No compareció casi nada, fíjense, pero tampoco el Granada compareció con ganas de hacer sangre, aunque lo podría haber hecho. No hizo acto de presencia tampoco un colegiado con criterio, dado que Mateu, el celebrado trencilla devoto del “sigan, sigan”, volvió a dar un concierto desconcertante de silbato caprichoso, dejando al equipo rival con un hombre menos a mayor gloria de su leyenda de arbitrajes librepensadores pero ventajistas. Tampoco apareció Silvio y jugó Domínguez de lateral izquierdo, sitio en el que cumple desde el sufrimiento. Al cierre de estas líneas no queda claro si Silvio no juega porque el Cholo no confía en él o por una nueva recaída, hecho que traería consigo que Sanitas le echara de la tarjeta de familiares del seguro médico por ser tan enfermizo. No hizo acto de presencia el fútbol, en suma, al igual que no hizo de presencia en el estadio Nicolás, el hijo mayor de Cándida, ése del que su madre sospecha que pudiera ser un vampiro por su afición a la noche y por los ojos inyectados en sangre con los que llega a casa a punto de romper el alba, porque no le pedía el cuerpo levantarse tan pronto con semejante sol.

Frente a todas estas ausencias, el partido nos dejó dos cosas, sólo dos, pero ninguna de ellas menores. Nos dejó tres puntos. Probablemente tres puntos sin brillo y hasta casi inmerecidos, pero tres puntos al fin y al cabo que engrosan un casillero que debería ser mayor dadas las últimas actuaciones y que fueron celebrados por nuestro entrenador como lo haríamos cualquiera de nosotros. Nos deja otra cosa también, nos deja una arrancada. Una carrera de sesenta metros de Juanfran cuando ya el partido tocaba a su fin. Nos deja un alarde de garra de los de antes, una jugada de otros tiempos. Nos deja un sprint plagado de contrarios impotentes para parar el avance de ese jugador reinventado e infrautilizado por entrenadores de gafa colorista o jersey estrecho. Nos deja un centro al área que casi se queda corto por la fatiga acumulada tras una jugada así, una de esas en las que se sobrelleva el peso de las espinilleras a fuerza de corazón. Nos queda un remate de Falcao que terminó en gol tal y como el prólogo merecía, aunque fuera un gol en el que el balón entró en la portería despacito y casi llorando, como ausente. Todo eso nos dejó. Tal vez algunos de ustedes piensen que nos deja poco, sí, pudiera ser. Aún así, el que suscribe piensa que a pesar de las ausencias e incomparecencias, debemos guardar en ese rincón que todos tenemos arrancadas como esas, de las que llevábamos tiempo sin ver por estos lares. Debemos saber disfrutar de esas cosas, aunque parezcan nimias, por encima de las ausencias. Como si fuera un vermouth dominical de esos que atesoran el secreto de la cantidad justa de sifón, ni más ni menos.  

lunes, 5 de marzo de 2012

Elogio de la fealdad

Basilio es feo. No feo con la subjetividad en la mano, no. De eso nada. A cualquiera que se le pregunte lo confirmará sin atisbo de error. No es que su cara muestre asimetrías relevantes, no es que tenga defectos apreciables, no es que la nariz no case con las orejas y con esos ojos que parecen dos puñaladas en un tomate, no. Es feo más allá de cualquier análisis minucioso, de cualquier comparación con algún pretendido criterio estético. Es feo como levantarle la voz a tu anciana abuela, es feo como no levantarse del asiento cuando entra en el vagón una embarazada de siete meses. Es feo con avaricia. Feo a jornada completa. Feo sumarísimo. Feo más allá de cualquier cualidad que pudiera adornar esa condición. Les digo yo que es muy feo, vamos…


A pesar de su hándicap, Basilio se acicala con mimo siempre que sale a la calle, aunque solo sea para bajar a por una barra de pan integral a la esquina. A pesar de todo, Basilio sigue preparándose durante más tiempo del razonable cuando sale algún viernes o algún sábado. Una vez el conjunto pasa el riguroso examen al que él mismo se somete con rigor, se deja abrazar por la noche y se siente guapo. Nunca mira las muecas que algunas e incluso algunos le dedican al pasar con la chaqueta de lino arremangada hasta los codos. Él, se siente arrebatador. Se acoda en la barra del local, pide un ron con cola y solicita siempre un chorrito de limón natural de manera caprichosa. Cuando el azar que trae la sed acerca a alguna sudorosa ninfa de rímel corrido y falda menguante a sus dominios, él pregunta con atrevimiento y sin circunloquios: “¿Te apetezco?”. Las más de las veces, ve cómo se dibujan gestos de prevención e incluso de asco. Otras tantas la interpelada estalla en una carcajada que no es capaz de minar la autoestima de Basilio. Pero, en ciertas ocasiones, pocas la verdad, surge algo que ustedes y yo no alcanzaríamos nunca a comprender. No diré lo de la chispa porque ser algo tan manoseado por el uso, pero es algo así. Ella se rinde, cae en la trampa de esa fealdad. Cuando sus amigas la rescatan en los tiempos muertos que ofrece una visita al baño o un cigarrillo helador, le preguntan si se ha vuelto loca o ciega. La presa dice siempre lo mismo: “Sí, es el hombre más feo que nunca vi, pero tiene algo” mientras ve venir a Basilio hacia ella paseando su fealdad con seguridad de guapo a rabiar.



Dijo Simeone durante la semana que lo de la posesión como alfa y omega en el fútbol era una milonga como la copa de un pino. Servidor está de acuerdo. Servidor piensa que no siempre el fútbol barroco y recargado, el taconcito pinturero y la pared estucada, es el único camino existente en este juego que tan locos nos vuelve. Frente a ese fútbol guapo y repeinado, existen muchos otros tipos de fútboles, algunos temerosos y esmirriados, otros arrogantes y hasta contrahechos. Hay otras maneras de llevarse el gato al agua, probablemente sean más feas, pero son maneras al fin y al cabo. Se jugaba el Atleti tres puntos importantes con un rival directo que en los últimos tiempos ha destacado por su fealdad y por su antipatía en el juego. Se los tenía que jugar en campo ajeno y plagado de feas bajas. Se planteaba como una obligación el ganar o pudiera ser el no perder, tras los últimos feos resultados, probablemente injustos, pero feos de solemnidad.


Sacó Simeone una alineación fea, desarreglada por lesiones y sanciones, pero con un algo que acababa gustando. Será por lo de que había más españoles que extranjeros o será por lo de que había varios canteranos, esa especie de jugadores tan fea a ojos de nuestros dirigentes, será por lo de las comisiones. El partido nació feo, como se esperaba. Lleno de balones divididos y de porfías. Lleno de revolcones y cabriolas de ese jugador que hasta hace poco vestía la camiseta de nuestro equipo pero nunca jugó para nadie que no fuera él mismo. Ese al que, a pesar de su fealdad innegable aderezada con un intelecto de filo de cuchilla roma, algunos querían alzar a altares de la atleticidad. En medio de tanta fealdad, surgió uno de los más feos de todos, Salvio, para poner por delante en el marcador a los nuestros con un buen cabezazo. A partir de ese momento, empezamos a ver que la fealdad del partido tenía algo, un no sé qué o un qué sé yo que lo hacía más atractivo a nuestros ojos. Fueron los minutos menos feos de los nuestros. Se vieron triangulaciones resultonas, se vio más Koke dejando de lado otras feas tareas. Se imponían con solvencia Mario y Gabi, los de más feo cometido, y se dejaba caer a banda un Adrián que no tuvo su mejor partido en Sevilla, probablemente por afrontar la tarea de ataque muy solo, cosa que siempre es muy fea. En ese periodo, podría haber sido la renta mayor si hubiera cuajado alguna de las oportunidades, casi todas a pies de Salvio, ése jugador feo y contrahecho al que tras el primer tiempo de Sevilla empezamos a ver más enderezado y gallardo.


Empezó la segunda parte muy fea, principalmente por un gol del Sevilla en una contra tras conducción exagerada de Salvio. Algunos dicen que probablemente lo hiciera como homenaje a su ex compañero Reyes, el hombre al que las autoridades se plantearon poner un tacógrafo para poner coto a sus abusos en la conducción. Ahí empezaron los momentos más feos para los nuestros cuando el Sevilla empezó a mirar a la banda de Navas en vez de a la otra, en donde Reyes solo ofrecía piscinazos de ejecución y dificultad apreciables. No se arrugaron los nuestros, capearon el temporal sin pararse en sutilezas. Si había que hacer falta aunque fuera fea, se hacía. Si se tenía que pegar un patadón o diecisiete en defensa, se pegaba. No estaba el partido para exquisiteces ni para lujos estéticos. Cholo miró al banquillo con la aprensión de tener una plantilla fea y corta y quitó a Tiago, quizá por tener la fea costumbre de reprender a sus compañeros cuando a él le fallan las piernas y los partidos le superan físicamente. Salió Pizzi, jugador del que no calificaré guapuras ni fealdades por ser demasiado obvio en planos balompédicos y estilísticos. Aguantó el Atleti hasta el final dejándonos con la fea sensación de que se pudo perder lo que en la primera parte se pudo ganar.


Nos queda un feo empate. Uno más de tantos feos resultados pero probablemente el más justo de la era Simeone junto con su primer partido de Málaga. Nos deja en posición fea en la tabla pero con la esperanza de un calendario menos feo del que acabamos de transitar. Nos deja la sensación de que, enganchando tres victorias seguidas se puede acceder a Champions por obra y gracia de esta liga fea y desigual llena de equipos feos que no interesan a nadie salvo cuando juegan con los dos equipos a los que todo el mundo adula por su pretendida belleza. Nos deja con nuestras feas esperanzas intactas y eso es algo que debemos de agradecer a Simeone, el habernos devuelto también estos partidos feos. Partidos llenos de oficio, de bigotes sin depilar y de pisotones que no ve el linier. Seguimos creyendo en Cholo a pesar de que sea feo y tenga la cara picada de viruelas, porque muchos guapos de cartel pasaron antes que él por esta plaza y nos dejaron otro tipo de fealdad. Fealdad de la que da vergüenza y ganas de mirar para otro lado silbando. No es eso lo que trae este Atleti. Este Atleti que podrá ser feo pero al que su técnico ha convencido de que no lo es tanto, mira de frente. En ocasiones le vemos algo más y nos rendimos a él, pero incluso en sus momentos de mayor fealdad tiene algo, no me pregunten el qué...o sí, háganlo... 

jueves, 1 de marzo de 2012

Por lo demás, todo bien

–….pues lo que te decía Encarni, me acerco al despacho de loterías del Satur para que me mirara si tenía algo en un resguardo de la primitiva que andaba naufragado en los procelosos mares de los bolsillos de una bata estampada…¡Tres y el complementario nada menos!…¡Cuarenta y siete eurazos con veintitrés céntimos que me han alegrado la mañana!...Por lo demás, todo bien…Llevamos una temporada liados arreglando lo de la herencia de mi tío Gundemaro, el que murió la semana pasada de congestión al abrocharse el botón del cuello de una camisa que le venía justa…Que al final no tenía tantas tierras como pensábamos...Algún tiesto venido a más, qué te voy a contar…Lo ha debido dilapidar todo con esa separada con la iba a tomar picatostes al café de la plaza de abastos…Total, que al final casi no tenemos liquidez para pagar la fianza del Óscar…Sí, el mediano, el que se parece tanto a mi suegro…Debe ser cosa de la genética, que ya sabes que mi suegro se echó al monte en el 37…Mira tú que pensábamos sacarle de la prisión provincial con lo que nos quedara en limpio…Pero claro, con todos los miembros de la unidad familiar en el paro, la economía no da para dispendios ni para hidalguías con hijos problemáticos…Total, que de momento se quedará allí, que por lo menos está formándose como perito inmobiliario por correspondencia certificada…Pero ya te digo, por lo demás, todo bien…



¿Optimistas? Pues sí. Puede. La verdad es que sí. Con ese optimismo contenido que la experiencia y los tropezones con tantas piedras te aconsejan a adoptar ¿Ilusionados? No les diría yo que no. La verdad es que la situación deportiva invita a volver a atesorar ilusiones. No a dejarlas desbocadas, no. Nadie ha dicho eso. Pero sí a hacerlo de forma moderada. No podría ser de otra manera tras ver la mejorada imagen del equipo en las últimas citas. Incluso se podría decir que los resultados, esos injustos dictadores, pudieran haber sido mejores a poco que la suerte o la justicia hubieran hecho su labor de manera menos caprichosa ¿Les parece excesivo? Tal vez. Pero permítannos que lo vivamos de esa manera. Déjennos agarrarnos a ello con comedimiento. Sin olvidar lo demás, por supuesto. Eso nunca. Pero de vez en cuando nos merecemos alguna alegría somera.

¿Lo demás? ¿Qué pasa con lo no deportivo? ¡Qué quieren que les diga! Por lo demás, todo bien. Contando con que disfrutamos de unos premiados gestores que se hicieron con el poder del modo y manera que ya ustedes saben y sobre los que la justicia se pronunció en su momento. Contando con los constantes atropellos, el hinchamiento sistemático de comisiones, los negritos y los blanquitos, las operaciones turbias, las diatribas lanzadas desde los púlpitos de emisoras afines, la proliferación de maquetas que nunca cristalizan en nada tangible, la Venta de la Rubia, de la morena y de la pelirroja con mechas. Contando con la riqueza de vocabulario de la que disfrutamos los que hace tiempo hemos incorporado a nuestro léxico palabras y conceptos como cooperador, apropiador, proyecto urbanístico, plusvalías, fondo de inversión, auditoria de deuda, ampliación de capital con freno y marcha atrás, cesión con opción a mirar para otro lado, indebido, necesario, tres alturas más ático, leasing ventajoso y representantes con mando en plaza. Contando con que no podemos formatear los recuerdos en color sepia de un Atleti triunfante y glorioso y vivimos en un presente de clasificaciones europeas conseguidas accediendo por la gatera de la Intertoto o jugando la previa de la más previa fase de las fases. Contando con que se asumió como designio del destino el haber pasado dos años en segunda división, que parece normal y corriente llegar a noviembre con objetivos perdidos y que se contempla con impasibilidad el continuo tránsito de entrenadores, jugadores y recogepelotas. Contando con que la mascota oficial no ejerce su labor en las segundas partes. Contando con que se visita al mismísimo Papa de Roma y, tras repartir bendiciones, jubileos y banderines conmemorativos, se le rebautiza como Benito en un alarde piadoso. Contando con que el equipo juega más veces de las necesarias con pantalón rojo. Contando con lo que pixela el marcador electrónico y contando con que no hay un alma caritativa a la que se le ocurra pasar una bayeta por los asientos del Calderón para que luzcan resultones...


Ya les digo, por lo demás, todo bien...