jueves, 31 de marzo de 2016

Pronóstico reservado

Artículo publicado en CTXT:


“Pronóstico reservado”, musitó el galeno leyendo la tablilla que había descolgado de la barra a los pies de la cama del enfermo. También es mala pata, justo ahora que se nos viene la temporada encima, pensaron los más pesimistas. El paciente, vestido con un pijama rojiblanco, presentaba todos los síntomas del típico cuadro de estar en cuadro, valga la redundancia y el mal juego de palabras. Su dolencia provenía principalmente de la retaguardia. De la línea más fuerte precisamente, la que ha sido salvavidas al que agarrarse cuando el gol y la inspiración se acatarraban. Ingresó el paciente hace unos días, tras sucesivos pinchazos en los charrúas muslos de la pareja de centrales titulares. Empeoraba el panorama la anormalmente larga baja de Savic en los últimos choques. Por si todo esto fuera poco, los partidos de selecciones agravaron la crisis añadiendo dos nuevos quebraderos de cabeza: la espalda de Lucas y el tobillo de Saúl. Familiares y aficionados llegaron a temerse lo peor y preguntaban a los doctores antes de dejarse llevar por el desánimo. “Partido a partido”, recetaban los médicos antes de que algún administrador de extremaunciones apareciera en escena.

Pasaron los días con el enfermo en observación. Evolucionando más lentamente de lo que las ansias e impaciencias de sus allegados esperarían. Pese a todo, las nubes que a principio de semana parecían negrísimas apenas descargaron agua. Lo de Saúl y Lucas no era tan fiero como se pintaba y Savic recuperaba el alta coincidiendo con el fin de la operación retorno. Mientras tanto Godín, santo y seña de la defensa, capitán de la guardia de la noche que defiende el muro inexpugnable, trabajaba a destajo con la mirada puesta en el Camp Nou. El herido grave pasaba a leve en tan solo unas horas. No fue cosa de los antibióticos ni de ningún secreto revitalizante, simplemente hubo que esperar y no dejarse apresar por alarmismos ni informaciones desinformadas.



En cualquier caso, si la evolución del doliente finalmente no fuera la apropiada, convendría recordar un episodio de pánico parecido. Sucedió hace casi un par de años. Se jugaba el Atleti a dos partidos la matrícula de honor en una temporada que ya era de sobresaliente. El paciente mostraba también mal color a pocos días vista de las citas. Por entonces, las afecciones se concentraban en la vanguardia. Agoreros de aquí y allá se encomendaron a placentas de yegua y otras hechicerías. El campo del próximo rival en Champions quedó regado con las lágrimas dolientes de Diego Costa y de Arda Turan, el turco que prefirió ser animador desde el banquillo. Con un gol en contra y las filas maltrechas resurgió uno de los más grandes Atletis que se recuerdan, cabezazo de Godín mediante. Haría bien el rival y la parte más ceniza de la grada en no fiarse del diagnóstico y dejar a un lado ese pronóstico reservado. Quizás también convendría que apartaran las vendas con cuidado para tomarle la temperatura al enfermo. En momentos como los que se vienen, no hay mejor cura ante cualquier dolencia que la determinación de los de Simeone. Lo más prudente, en suma, debería ser mirar a los ojos del supuesto paciente y desconfiar. Desahuciar antes de tiempo a alguien con la mirada del color de las rayas de los colchones puede tornarse en suicidio. 

martes, 22 de marzo de 2016

Somos Premium

Artículo publicado en CTXT:

http://ctxt.es/es/20160316/Deportes/4898/Atletico-de-Madrid-Sporting-de-Gijon-horarios-China-Asia-La-Colchoner%C3%ADa.htm
Somos Premium. De nuevo ha sido Simeone, cómo no, el que pone a secar la ropa en los balcones de la ironía. Tampoco esta vez habrá quien recoja el guante del maltrato al que se somete sistemáticamente al Atleti. El Cholo, además de técnico, ejerce también de junta directiva, de portavoz y de alma de tanta historia. En el palco andan a otras cosas, a vestir las cuentas que no salen en relación con lo de la Peineta, que no es lo que se demanda, pero no es poco.

Lo bueno de ser Premium es saber que el sudeste asiático habrá quien repare en que el partido ante el Sporting pareció un accidente sin serlo. Con el depósito en la reserva física y emocional, el Atleti contempló acalambrado cómo se escapaba el típico partido que suele acabarse en cuanto mete un gol. La estructura defensiva cayó fulminada de agotamiento. Fue una cuestión de piernas y no tanto de fútbol. Los rojiblancos, despojados de la presión y de la intensidad, se tornan más humanos. Rozan la vulgaridad incluso. Supo el equipo asturiano hurgar en la herida abierta. Echando el balón al piso, que no pintaba la tarde para esperar favores del cielo ni de la autoridad.


Tras la derrota, los abrevaderos de la información se saturaron de sesudos análisis que, a toro pasadísimo, mostraban el camino que pudiera haber evitado la derrota. Costaba respirar de lo contaminada que andaba la atmósfera deportiva de dibujos, nombres y presencias anheladas. Hubo quien creyó que la fórmula mágica se componía cambiando los cromos, así, sin más, desdeñando de un plumazo lo cargados que andaban los gemelos y las meninges tras la tanda contra los holandeses. Raro resultó que Griezmann no cayese desplomado, exhausto, tras sacarse de la manga del interior de la bota la obra de arte que tanto debió celebrarse a la sombra de la Gran Muralla.


Por vez primera en lustros, un parón de selecciones en el horizonte no parece tan mala cosa. Podrá el Atleti restañar heridas mientras el planeta balompédico se adormece entre torrijas, procesiones y frivolidades varias del Marqués Del Bosque. Las baterías deberán volver cargadas para afrontar un tramo final de temporada que se antoja apasionante y agotador a partes iguales. A estas alturas, los descansos son tesoros y su administración, plantación de horarios mediante, determinante. Esperar favores en base al respeto ganado durante los últimos tiempos no parece prudente, desgraciadamente. Además, programar los partidos del club colchonero a otras horas rompería los frágiles corazones de tantos niños asiáticos que no comen ni duermen ávidos de su próxima ración rojiblanca. Porque, eso sí, somos Premium. Eso no hay dios que nos lo quite. 

lunes, 21 de marzo de 2016

Carta abierta (en canal) al Sr. Tebas



Estimado Sr. Tebas,

Ante todo disculpe usted el atrevimiento de dirigirle estas líneas. Seguramente andará usted muy ocupado en las tareas propias de su cargo, pero le ruego sepa encontrar un hueco para leer esta inocente misiva entre la vorágine de promociones, de asignación de horarios a mala idea o de decisiones tan relevantes como la del punto de la carne del chuletón de buey que gusta usted de meterse entre pecho y espalda con bastante frecuencia.

Le escribo primero como aficionado al fútbol y, siempre, como seguidor del Atlético de Madrid. Sí, del Atleti, ese equipo tan molesto que de un tiempo a esta parte se ha creído con el derecho de autoinvitarse a la fiesta que usted y sus amiguetes preparan cada año para que se lo pasen bien los dos de siempre. Comprendo que debe ser un fastidio mayúsculo para usted, sobre todo por su condición, nunca ocultada, de seguidor del equipo de las mocitas, que al sur de la capital haya surgido un rival incómodo e inesperado. No debe ser fácil preparar el baile con el mimo que ustedes, ilustres próceres del balompié patrio, derrochan cada temporada. Diríase que la Liga es para usted como una hija a la que colma de atenciones y caprichos. A cambio de traerla en palmitas, usted y sus congéneres esperan de ella que otorgue sus amores a un pretendiente a la altura de las expectativas. Uno que haya estudiado al menos en un colegio tan bueno como en el que ella se ha formado. Imagino la desazón que le sobrevino cuando hace un par de temporadas la niña se presentó en casa del brazo de un novio vestido de rojo y blanco educado en la universidad de la lucha sobre el césped. Normal que no se haya recuperado aun. Casi le compadezco.

Haciéndome cargo de su situación, me gustaría, no obstante, recordarle que su condición de caudillo del asunto del balón se asienta sobre la soberanía de todos los equipos de primera y segunda división. Por ello, cuesta entender el criterio con el que vuesa merced reparte los horarios que se sufren cada semana. Sorprenden los descansos generosos que unos contendientes disfrutan cuando otros malviven teniéndose que bajar del avión vestidos de corto, como quien dice, para poder cumplir con la apretada agenda a la que sus ocurrencias les someten. Tampoco hay que desdeñar cómo usted, despreciando sistemáticamente a esa, a su juicio, molestia innecesaria llamada aficionado, programa encuentros los lunes o los viernes en horario casi de after hours, incluso en invierno. Cierto es que debe ser complicado: horarios Premium, horarios valle, horarios para contentar al mercado asiático o al mercado de abastos. Un dislate, vamos, y más con lo volátiles que andan los mercados últimamente.


Quisiera hacerle ver que las camisetas blancas con las que usted y sus churumbeles se fotografían sin pudor a la menor ocasión son abonadas proporcionalmente por todos los clubes que conforman la asociación con ánimo de lucro propio que usted dirige. El nuestro incluido, por más que a usted le disguste. Sería necesario hacerle entender que no queda muy ético fijar partidos futuros presuponiendo eliminaciones de nuestro equipo en competiciones internacionales. No confunda la realidad con sus deseos más fervientes, haga el favor. Debería saber que hay unos cuantos dispuestos a denunciar sus desmanes para con el Atleti. Humildes aficionados a los que a veces les da por juntar letras, como es el caso, decididos a defender lo que los dirigentes de nuestro club no defienden, quién sabe por qué. Sería deseable además, puestos a ser puntillosos, que usted no se permitiera el lujo de hacer bromas con respecto a las exiguas horas de plazo entre un partido y otro que acostumbradamente receta usted a los de la ribera del Manzanares. Si el Atleti sigue ganando es a pesar de usted. No hay nada que agradecerle. Ni en broma.

Sinceramente, no espero que esta carta le haga reflexionar sobre las despóticas formas con las que usted ejerce su ministerio. Despóticas y cobardes, debo añadir. Solo desde la cobardía puede entenderse que su alocado amor por el pálido conjunto no influya negativamente en las sesiones que usted programa para ese otro equipo al que usted adora sin amar. Ahí no se atreve, por si acaso los medios le acusan de centralismo o de poco fair play. Desgraciadamente, en este país la justicia o la injusticia en términos futbolísticos se miden tomando solamente dos únicas referencias. Al resto se les trata como lo que son para ustedes. Relleno. Figurantes de una película en la que el final se marca de antemano. Todo era armonía hasta que apareció el Atleti, dispuesto a saltarse el guion preestablecido. Imagino cómo se sofocó cuando ocurrió.

Me despido, señor Tebas. No quisiera que mi impertinencia hiciera que se le enfriara la carne, ni mucho menos. Dado que no espero rectificación por su parte, al menos le rogaría que se guardara usted esa sonrisita que exhibe cuando es preguntado sobre los retorcidos horarios a los que somete al equipo de nuestros amores. Le aconsejo que la esconda detrás de alguna de las fotos que inmortalizan sus continuadas presencias en el estadio de Concha Espina. Mejor mantenerla a buen recaudo, no vaya a ser que otro día de estos los jugadores del Atleti le vayan a dar otro disgusto pese a su maltrato hacia ellos. Si eso ocurre, la sonrisita se le va a quedar helada. Lo mismo que el chuletón.


Atentamente

jueves, 17 de marzo de 2016

En este lado de la vida

Artículo publicado en CTXT:

http://ctxt.es/es/20160316/Deportes/4826/Atletico-de-Madrid-Champions-League-eliminatoria-PSV-penaltis-fe-Juanfran-La-Colchoner%C3%ADa.htm

En este lado de la vida se sabe que lo sencillo suele estar hermanado con la vulgaridad e incluso con la injusticia. Las guerras ganadas de antemano no alimentan recuerdos ni los favoritos contemplan los campos de batalla con la voz tomada y el corazón acelerado. El destino, del que se sospecha vestimenta rojiblanca, engalana los corazones con las muescas de noches como la de ayer a la ribera del Manzanares. Noches imperfectas, llenas de escaramuzas, sustos y momentos solo explicables desde las entrañas. Benditas noches.

No fue el mejor partido que se recuerda ni falta que hizo. Fueron ciento veinte minutos intensos con la propina de una tanda ya grabada en la memoria colectiva. En el libro de las grandes citas quedarán las emociones desbordadas, las imágenes de un Calderón que lucía dolorosamente guapo, los inicios titubeantes, los niños hechos hombres, las hombres que siguen siendo lo suficientemente niños para inyectar litros de ilusión, la estampa de un rival más fiero de lo que pintaron y la divina humanidad que se hizo carne en el pinchazo del muslo de un central uruguayo.



Los penaltis, suerte suprema ajena a estadísticas y predicciones, premia al que lleva la determinación prendida en la mirada. “Nunca dejes de creer”, rezaba el visionario mensaje que la grada remitió a sus jugadores. No flaqueó la fe. Incluso los lanzamientos con más suspense fueron empujados a la red por la fuerza de tantas almas creyendo al mismo compás. No puede calificarse de capricho que fuera Juanfran, el hombre que comprendió lo que otros no pueden entender, el último protagonista de la celebración.

En esta orilla de la existencia, se valoran de otra manera las hazañas y las decepciones. Victorias y derrotas se alían, confundiéndose, para dejar paso a lo fundamental. Un año más el Atleti se encuentra situado en la línea de salida de la maravillosa carrera hacia los sueños. Las más de las veces, alcanzar lo soñado pasa por noches en las que es imposible pegar ojo, como la de ayer. 

jueves, 10 de marzo de 2016

Disidentes

Artículo publicado en CTXT:

http://ctxt.es/es/20160309/Deportes/4695/Simeone-Cholo-Atleti-La-Colchoner%C3%ADa.htm

Transitaba servidor de ustedes la otra tarde por las redes sociales, esas nuevas metrópolis en permanente huelga de recogida de basuras, cuando me topé con un lobby pretendidamente atlético que criticaba a Simeone descarnadamente. Le acusaban de defensivo, básicamente. Argumentaban que las alineaciones del técnico tendían a la superpoblación de mediocentros. Le imputaban el delito de maniatar la creatividad, de cortar las alas a la imaginación. Todo ello después del derby, del partido de Mestalla y del encuentro en casa con la Real, que no fue tampoco moco de pavo. Ahí queda eso.

Esta nueva liga de la justicia estética con la me cruce de manera casual defendía un dibujo menos encorsetado, un modelo en el que se amontonaran los delanteros y los mediapuntas  -¡oh, cielos!- desordenadamente. Consideraban los gurús del grupo disidente que el talento estaba siendo maltratado por el Cholo. Entre sus reivindicaciones, exigían la inmediata alineación, todos a la vez y por decreto, de Griezmann, Vietto, Correa, Carrasco y Óliver. No llegaban a pronunciarse sobre Torres, pero sospecho que le harían un hueco en su alienada formación, no fuera ésta a tildarse de reservona por algún purista epicúreo ante la ausencia de un nueve más cartesiano. Opinaban, además, que hacer trabajar en la presión y en la fase defensiva del juego a los anteriormente citados era de una vulgaridad infamante, algo cercano al delito artístico, como quien dice. Sostenían a una sola voz que los futbolistas de pellizco, agotados y sudorosos por dedicarse a tareas tan farragosas, perdían frescura a la hora de crear y eso les llevaba a aburrirse como ostras. Se entiende, claro.



Los dardos de estos revolucionarios seguidores se dirigían seguidamente hacia Saúl, Koke y Gabi, triunvirato de mediocentros carentes de inspiración que, siempre según ellos, hipotecaban la innovación balompédica y ejercían de saboteadores de la circulación del cuero. También recibían lo suyo Kranevitter y Augusto, aun siendo nuevos, y solo Tiago se libraba de sus invectivas, probablemente porque queda poco decoroso meterse con los que están malitos. Todavía pensando que los comentarios, a cuál más surrealista, que provenían de aquella célula de talibanes del buen gusto eran una burda broma, reparé en un ciudadano que con cierta sorna les pedía interpretación sobre el cambio de nuestro entrenador que definió la ambición del equipo en Valencia. El de Torres por Kranevitter cuando el choque discurría todavía por las sendas del empate. Lo calificaron de farsa. Defendían que eso no era más que la excepción que confirmaba la regla, una sustitución tramposa y tribunera.

Me marché a la cama desasosegado, lógicamente, y a la mañana siguiente quise volver a sumergirme en sus océanos de esquizofrenia, principalmente para constatar que lo del día anterior no había sido un sueño. Allí seguían. A esas horas, todavía sin desayunar, glosaban las bonanzas del Atleti de Aguirre y rememoraban lo mucho que se divertían con aquellos partidos rotos y descontrolados. Cualquier día de estos, su desfachatez llegará al punto de pedir la vuelta de Maniche. Ese sí que era un mediocentro creativo, aunque por cuestiones de volumen pareciera que eran dos. 

miércoles, 9 de marzo de 2016

Ajenos al calendario

Artículo publicado en La Vida en Rojiblanco:


Me gusta imaginar que los equipos contra los que el Atleti se mide saltan al campo sin saber el enemigo que tendrán enfrente. Fantaseo con que los entrenadores y directores deportivos de los contrarios ocultan a sus jugadores que ese fin de semana toca el equipo colchonero, no vayan a deprimirse de antemano. Ajenos al calendario, los integrantes de otras plantillas se dedican en los días previos a cosas de futbolistas: sus actos de presentación de botas carnavalescas, sus entrevistas con masaje, sus cambios de neumáticos en el deportivo. Lo normal, vamos. Los rivales del equipo rojiblanco preparan sobre la pizarra minuciosamente el partido, pero ignoran el nombre de quien ocupará la misma zona del campo que ese imán anónimo a la hora de la verdad. Sospecho que a lo largo de la semana, el afán de protección hacia los peloteros involucra a todos los estamentos. Prensa, familiares y hasta aficionados se conjuran para guardar el secreto y, si se ven obligados a tocar el tema del partido en ciernes delante de algún mediapunta, lo harán omitiendo la identidad del visitante o visitado, hablando del Atleti sin nombrarlo o haciéndolo en genérico, como si fuera un paracetamol recetado en el centro de salud.

La condición de visitante o visitado de la que les hablaba en el párrafo anterior cobra especial relevancia a la hora de mantener la farsa. Mucho más sencillo resulta cuando son los nuestros quienes viajan a otros lares. Los días transcurren más rápidamente para los incautos adversarios entre entrenamientos al trote y vermús con los compañeros. Por el contrario, la cosa se complica sustancialmente cuando el contrincante debe viajar a Madrid. En ese caso, al jugador, ya con la mosca detrás de la oreja, hay que hacerle creer que el desplazamiento tiene como objetivo visitar Getafe, Vallecas o incluso el estadio con pretensiones de parque temático de la megalomanía, plazas mucho menos estresantes, dónde va a parar.


Instantes antes de empezar los partidos, me fijo en las caras de los miembros de los conjuntos rivales y creo adivinar la desazón que produce haberse enterado en el túnel de vestuarios que la batalla se librará contra los nuestros. Soy capaz de detectar, incluso, temor en sus miradas mientras ejecutan el besamanos que precede a todo encuentro. Presiento la incomodidad que les invade al visualizar noventa minutos sin tregua, el desánimo que produce la perspectiva de lo que se les viene encima: la presión alta, la defensa inexpugnable y el ataque machacón y sostenido a los que el Atleti somete.

Finalizado el choque, escucho atentamente las declaraciones de los rivales que se acercan a algún micrófono intentando recuperar el resuello. Suelen coincidir, más allá del resultado, en su sudoroso diagnóstico: “Enfrentarse al Atleti es cosa seria”, “Este equipo lo pone muy difícil”, “Ya sabemos lo que es jugar contra ellos y la intensidad que ponen”. Conclusiones extraídas en mayor medida desde el respeto que desde otros frentes. Sinceras reflexiones a la salida del rectángulo sobre el que los de Simeone convierten los partidos en visitas al dentista para sus contrincantes. Los declarantes intentan ganar la ducha acalambrados y agradeciendo secretamente que alguien decidiera haberle ocultado fecha y hora de su cita con el conjunto rojiblanco. Hubieran dejado marchar la semana ahogados en miedos. La gente del fútbol otorga a nuestro equipo el innegable mérito que tiene. Hay otros que prefieren decir que juega mal. Una pena. 

miércoles, 2 de marzo de 2016

Cuentos

Artículo publicado en La Vida en Rojiblanco:

http://www.lavidaenrojiblanco.com/opinion/cuentos/

Érase una vez un equipo que vestía de rojo y de blanco. Había nacido en una familia presupuestariamente humilde, al menos más humilde que las familias de otros equipos con los que se codeaba desde hacía unos años. Nunca fue eso un problema para nuestro protagonista. Él, se centraba solo en el trabajo que tenía por delante sin negociar el esfuerzo, nunca miraba hacia los lados. Partido a partido, capítulo a capítulo, nuestro amigo el equipo rojiblanco había conseguido en los últimos tiempos una ristra de triunfos de los que dan para alimentar recuerdos a compartir cuando los nietos se sienten sobre nuestras rodillas. No siempre era fácil, claro. Horarios, prebendas y favoritismos jugaban en su contra las más de las veces. Aun así, en el reino seguía habiendo quien consideraba que las cotas alcanzadas no eran suficientes. Lo logrado quedaba difuminado por un presente devorador de toda memoria. Flotaba en el reino un aroma de exigencia mal entendida, de pensar que, con solo salir al monte, las laderas estarían plagadas de orégano. Una pena no saber pararse y poder disfrutar de lo obtenido.

Nuestro querido equipo no acababa de entender lo que sucedía. Tampoco eran capaces de comprender la corriente crítica hacia el protagonista de este cuento corto muchos de los habitantes del reino, rendidos admiradores de todo lo que hacía el conjunto de las rayas, seguidores de sus andanzas que no habían sufrido ataques de desmemoria colectiva. Era cierto que existían citas en las que el equipo no carburaba todo lo bien que se esperaba. Había episodios de juego estéticamente discutible, el gol le era esquivo en ciertos momentos y hasta la suerte quiso volverle la espalda en más de una ocasión. Ante todo eso, el grupo del que hablamos contraponía sus méritos en el presente curso: octavos de final en Champions, habiendo empatado, aunque sin goles, en feudo rival; segundo en liga, significativamente alejado del líder pero mirando desde arriba al club cuyo presidente termina todas las frases con la coletilla “mejor del mundo”; caído en Copa de manera prematura, eso sí, cosas que pasan cuando el contrario es mejor a doble partido. Nada menos y, sobre todo, nada más.



El clima alrededor del equipo se enrareció un tanto. Pese a seguir siendo el modélico conjunto que se vaciaba en cada envite, la ira de ciertos habitantes fue en aumento al sentirse traicionados. Nunca nuestro protagonista ni nadie de su entorno prometieron la luna. Nunca se vendieron sobre plano metas inalcanzables ni empresas de más enjundia. Los objetivos marcados fueron siempre realistas. Pelear hasta el final. Competir como si no hubiera mañana. Luego el destino y la fortuna dictarían su sentencia.

Una noche, tras la ida de un partido de Champions en el que nuestro querido equipo no fue capaz de conquistar la fortaleza de un enemigo que aceptaba el asedio con estoicidad numantina, sus detractores salieron a los caminos y a las redes sociales, antorchas y horcas en mano, a clamar justicia. Vestiduras rasgadas por la indignación quedaban a orilla del camino como testigo mudo de la irritación de la turba. La masa enfurecida se sentía engañada, totalmente estafada al comprobar que los partidos pueden ganarse por la mínima, empatarse y hasta perderse. Presa de la decepción más absoluta, el pueblo desmemoriado pedía sangre y un café cortado, que la noche refrescaba. Cerca ya de la morada del personaje central de esta historia, los cabreados lugareños empezaron a plantearse si acaso la causa de su terrible desengaño no estuviera en el admirable equipo, sino en ellos. Tras varios minutos de debate encendido, en el que alguno de los más beligerantes ciudadanos recordaba hitos del pasado reciente como las clasificaciones para la UEFA por la gatera y los campamentos de verano organizados por la Intertoto, se votó a mano y garrote alzado obteniéndose como resultado la inmediata desconvocatoria de la manifestación. Volvió cada uno a su hogar, rumiando aquellas temporadas yermas arrojadas al sumidero en el mes de octubre que, tras lo que algunos consideran tropiezos, tanto se recuerdan últimamente.

A pesar de todo, nuestro querido equipo sabe que cuando el siguiente resultado que no satisfaga a los vecinos de corta memoria se produzca, las veredas y los timelines volverán a poblarse de súbditos indignadísimos con todo. Bien harían en mudarse a otros reinos. Desgraciadamente, tendremos que seguir soportando sus enfados. La movilidad geográfica o emocional no está contemplada en el convenio colectivo de personajes de cuento por lo que habrá que acostumbrarse a convivir con la cólera de los que piensan que nuestro equipo está obligado a ganar todos los títulos y golear a todos los rivales. Eso sí que es un cuento.

…y colorín, colorado, este cuento se ha acabado, por el momento.

martes, 1 de marzo de 2016

Creer o no creer

Creer o no creer, esa es la cuestión. Costaba entender, aun sin mirar de reojo la clasificación, los muy diferentes estados de ánimo con el que los contendientes afrontaban el derby del pasado sábado. A un lado, un Atleti sumido en una depresión ficticia causada por tanto cero a cero. Al otro, un rival exultante, montado en la nube del efecto Zidane, nuevo becerro de oro nacido de la unión de un exceso de ruido mediático y de varios goles en fuera de juego. Medios, casas de apuestas y minuciosos analistas balompédicos de calva reluciente volvieron a equivocarse. Ningunearon el poder de creer.

La gran diferencia entre los dos equipos radica en la fe. En el vestuario rojiblanco no hay lugar para la disidencia. El grupo cree a pies juntillas en que Simeone podría abrir el Mar Rojo si se terciara. No extrañaría ver a los jugadores lanzándose por un acantilado con una sonrisa si el técnico lo pidiera. A orillas del Manzanares no cabe más fe que la verdadera: el Cholismo. Unos kilómetros más al norte, la fe anda agotada de tanto trasegar. Una nueva religión a abrazar surge cada cuarto de hora. La consecuencia es un conjunto en el que cada uno cree en sí mismo y a veces ni eso. Ya vendrá el flamante y efímero ídolo de las cuatro y media a sacarles del embrollo.



El partido se lo llevó el Atleti por creer en lo que hacía. Imposible plantear otros caminos hacia el triunfo que no pasen por la presión, la solidaridad, los dientes apretados. Si además Griezmann se reencuentra, la retaguardia agranda su leyenda de inexpugnable y el centro del campo y Torres se mueven como un único ente, la suerte está echada. Enfrente, la dispersa ofensiva local se diluía en guerras personales. La unidad de la plantilla fue descabellada definitivamente por Ronaldo, ese exfutbolista, proporcionando además carnaza y motivos para la matización que llenarán horas y líneas a lo largo de esta semana.


Fe ciega frente a agnosticismo individual. La fórmula para pelear los derbys que El Cholo trajo bajo el brazo sigue siendo perfectamente válida. Lejos quedan aquellos tiempos en los que los de rojo y blanco saltaban al césped vencidos de antemano, fuera cual fuera la dinámica de cada uno. Estos partidos, desde entonces, han mutado en batallas que suelen caer del lado del ejército que más cree en la posibilidad de victoria: el que viste a rayas. Tal vez Guti no anduviese tan desencaminado en el desatino que parió antes del encuentro. Probablemente ningún jugador del Atlético quisiera degradarse a ser titular en el equipo de las mocitas.