lunes, 23 de junio de 2014

Carta abierta al Señor Marqués

Estimado Sr. Marqués,

Espero que cuando reciba usted esta misiva tenga la sensación de que el tiempo de los últimos días ha discurrido de manera exasperantemente lenta. Más allá de ese deseo por los disgustos que nos ha brindado en una semana, vaya por delante mi falta de acritud hacia su persona. Me consta su bonhomía y que solo le separan seis grados de un mozalbete que aparece en el anuncio de una compañía de seguros, pero vaya también por delante mi reproche por no haber utilizado estos días, los que han mediado desde el partido ante Chile hasta el simulacro de amistoso que casi ninguno veremos esta tarde, para marcharse. Alguno dirá que cómo oso siquiera a insinuar que debiera usted coger la puerta y largarse con el agradecimiento de todos por los servicios prestados y uno está tan convencido de ello que lo refrendaría donde hiciera falta y ante quien fuera, sin pensar en las posibles consecuencias que traería que un plebeyo como el que suscribe se atreviera a afearle el gesto a un noble de azulada sangre.

Cree servidor de usted, señor Marqués, que su tiempo al frente de la selección ha terminado. Creo también que de justicia es reconocer el trabajo realizado: la tarea que se le encomendó, la de continuar con lo creado años atrás por un Sabio de gafa gruesa, patillas pobladas y mucha peor prensa que usted, la ha sabido llevar a cabo pese a ciertas manías suyas que exasperan a unos cuantos, léase la acumulación de mediocentros sobre el campo o la tendencia a falsear a los nueves. Es por ello, por honestidad hacia usted y hacia lo que ha logrado, por lo que uno cree que ha dejado transcurrir unos días preciosos para haber cogido la maleta y haberse despedido de manera elegante y atinada. Pudiera ser, queriendo ser bien pensado, que esté usted esperando a que termine el partido de hoy para despedirse a la australiana y que no lo haya hecho antes para no desestabilizar lo ya desestabilizado, hecho que uno no entendería que pero que puede llegar a asumir. Los más malpensados opinan que no se ha marchado todavía porque no tiene usted ninguna intención de marcharse y, con la mano en el corazón, creo que estaría cometiendo un error mayúsculo agarrándose a la poltrona, convirtiéndose en un aforado en su puesto, por muy de moda que esté esa práctica en todos los estamentos patrios.



Llegan tiempos de renovación al combinado nacional, tiempos en los que sobran porteros sin portería, falsos nueves falsos, consortes de cabareteras, jubilados sin subsidio y faltos de hambre en la mirada. Y usted, querido señor Marqués, no está ya para esos trotes. Nunca fue usted abanderado de revoluciones y sí maestro en la equidistancia, en el no discutir y en el si por esto dice usted que no será, será porque no es por esto. Habla usted de que cada uno va a lo suyo y lo dice como pidiendo perdón, como echando la bronca a un adolescente que le tiene acobardado mientras divulga dónde jugará este o aquel la próxima temporada. Descubre usted que en su ausencia los niños han hecho fiesta y convoca una huelga de brazos caídos no vaya a agitarse el gallinero. Abronca usted por su pasividad al nueve mentiroso y se imagina uno la misma imagen con aquel del que les hablaba antes, al Sabio, y pagaría dinero por ver cómo agarra de la pechera al delantero carente de remate. Sinceramente, uno cree que le queda grande la tarea, grande no por incapacidad y sí por carácter, el que tal vez le haya faltado en alguna que otra ocasión. Probablemente estará usted pergeñando la idea en las últimas horas y se deja mecer por los cantos de sirena de la prensa lacaya que acusa a los que piden su dimisión de desmemoriados. No les haga caso, por favor. Los que así le hablan no miran el interés balompédico y sí el suyo personal. Quieren seguir ahítos de macutazo y entrevistas facilonas y hasta allí llegan, se quedan en la superficie de un problema que en su núcleo pide una profunda limpieza y alguien que prefiera encerrarse a ensayar jugadas de estrategia hasta la extenuación a asistir a actos en los que le regalan su peso en miel de la Alcarria.

Poco más queda por añadir, estimado señor Marqués, espero que a usted le vaya bien, pero que le vaya bien un poco más lejos. Alejado del banquillo de la selección y de la falta de exigencia llena de autocomplacencia que uno ha ido notando en los últimos tiempos. Que este grupo y usted a la cabeza nos hayan dado mucho no debería eximirles de buscar nuevos retos y de trazar nuevas metas. Que parte de este grupo y usted a la cabeza han vivido tiempos mejores lo saben en China y sobre todo en Amsterdam y Santiago de Chile, y por ello le ruego que no se haga el remolón. Que antes o después del solteros contra casados de hoy ponga usted el cargo a disposición del pueblo o de los leones, lo que prefiera. Elija licenciarse con honores, ahora que todavía le quedan y no se aferre, como decía la Pantoja, no se aferre. Sepa que por menos, algunos tuvieron que irse por la puerta chica sin merecerlo, solo por no bailar aguas y tener forjado un carácter indomable. Al Sabio me refiero, claro.


Atentamente.