jueves, 29 de septiembre de 2011

Dudas razonables

He de confesar que hoy no tenía previsto contarles nada. Lo admito, tenía pensado parir algo mañana o pasado después de reposar lo que nuestro Atleti haga esta noche en Francia. Pero, miren por dónde, les vengo a pedir su colaboración. Vivo rodeado de dudas. No sobre las dudas que nos pudieran asaltar ante las prestaciones que nuestro equipo pudiera ofrecer hoy, no. Intentaremos dar un voto de confianza y pensaremos que lo del pasado fin de semana será un borrón doloroso, más por la rendición mostrada desde el inicio que por el abultado resultado en contra. Ya les digo, hoy no toca, centrémonos en otro tipo de dudas.

Les pongo en antecedentes, echaba uno la noche mirando de refilón un partido de Champions en el que un equipo español se fajaba contra otro de la Gran Bretaña. Unos iban de blanco, hecho que siempre me ha inclinado a apoyar al equipo contrincante, y otros de azul, hasta ahí poco más que reseñar. Aportaré también que la principal razón por la que uno va con los de azul, que nunca me han caído del todo simpáticos, es la presencia de uno de los nuestros. Alegaré en mi defensa también que, siempre que uno tiene oportunidad, intenta ver partidos del equipo azulado con el exclusivo objetivo de ser testigo de un gran partido del número nueve. Añado que, como consecuencia de ese seguimiento que les cuento, uno ve que cada día se encuentra más suelto, que cada día se acerca más a lo que él puede dar y que se empieza a encontrar más cómodo, ya dejados atrás momentos de lesiones inoportunas y de adaptaciones nunca fáciles. Aún así no piensen que las dudas que me sobrevinieron como gases tras un consumo excesivo de legumbres estofadas provienen de su rendimiento o de su valía. No, no. Ahí, uno no tiene la más mínima. Uno de los grandes es lo que él es, independientemente de estados de forma, de rachas o de gestos feos que marqueses de nuevo cuño le hagan.



Continuaba la noche plácidamente hasta el preciso instante en el que el delantero centro del equipo británico abandonaba el campo para dejar sitio a un compañero de pasado tenebroso. Entonces, la afición del equipo español despidió al rubio compatriota entre una sonora pita. Sostenida, casi unánime, a mi juicio injusta. Tal vez hubiera encontrado justificación si el equipo de blanco fuera otro y su afición le hubiera despedido de tal manera en base a una rivalidad difícil de ocultar aunque edulcorada en los últimos tiempos por obra y gracia de la desigualdad que admiten y potencian los gestores que rigen el destino de nuestro equipo. Pero no, no fue el caso. El caso es que pasados unos segundos llamaron a la puerta y uno tuvo que ir a abrir con fastidio por si se le enfriaba la menestra. En el rellano me encontré con varias dudas que tras presentarse educadamente, accedieron a mi hogar con ánimo de quedarse. Dada su intención, me vi obligado a hacer una tortilla francesa de emergencia y a habilitar una cama plegable para que pasaran la noche lo más dignamente posible.

Ésta mañana, y ya antes de que saliera el sol, me las he encontrado en la cocina trasteando y han preparado zumo de naranja y tostadas para todos, lo que es un detalle de agradecer, pero me he visto obligado a inquirirles en tono calmado cuál era el fin último de su presencia. Me han dicho que se presentaron de improviso ante mi no entendimiento por el trato dispensando al futbolista. Comentaron que antes que conmigo han compartido techo con otros que no aciertan a comprender por qué el jugador que metió el gol de la final del Mundial se despide entre ovaciones en casi todos los campos y éste otro se marcha sin ni siquiera una burda división de opiniones a pesar de marcar el gol de la final de la Eurocopa. Las dudas me han informado de que han abierto una línea de investigación para constatar si puede ser que a la gente le gusten más los helados Kalise que los refrescos que oferta Pepsi (o Pesi, como nos gusta decir a algunos). Barajan también la hipótesis de que lo europeo se percibe como provinciano y lo mundial como cosmopolita y globalizado, torneos de selecciones incluidos. No descartan que a la población le haga más gracia el nombre de Fuentealbilla que el de Fuenlabrada aunque compartan la misma raíz. Aún así, ellas mismas admiten que son casi todo conjeturas y que se quedarán conmigo hasta que resuelvan el entuerto. Es por ello por lo que pido su colaboración. No es que me molesten especialmente, pero no me negarán que no está uno igual de cómodo cuando hay visita en casa, aunque solo sea por el sobrevalorado hecho de no poder pasearse en calzoncillos. Sé que no será fácil, pero tengo que encontrar una explicación. Aunque debo confesar que, por si las moscas, acabo de solicitar el empadronamiento de las dudas en mi casa. Me da que tardaremos en saber el por qué. 

lunes, 26 de septiembre de 2011

Tortellini Western (o lo que es lo mismo, un Spaghetti Western de bajo presupuesto)

La nube de polvo que anunciaba su llegada se hizo visible mucho tiempo antes de acercarse a la entrada del pueblo. Los habitantes del pueblo estaban acostumbrados ya, era lo que tenía ser una de los puntos por los que primero pasó el ferrocarril en el estado. Una estación de paso, un lugar por el que todo el que tuviera algo importante que mostrar tenía que pasar. El sheriff y sus ayudantes salieron a recibir a la caravana como solían hacer. No solo era una rutina, era un aviso a los que allí paraban. En ese pueblo no sea admitían los líos.

– ¿Qué les trae al pueblo? –preguntó el sheriff moviendo el guardapolvos para dejar ver el revólver y reparando en el llamativo pañuelo rojo y blanco que vestían los forasteros.

– Trabajamos para el reverendo Appletree. Traemos ganado a la feria. Venimos de muy lejos, de un lugar de verdes pastos al lado de un río. Cerca de territorio indio –contestó uno de los viajeros mientras acariciaba el cuello de su caballo, que piafaba inquieto tras el largo trayecto.

– ¿Cuántos son y qué tipo de ganado traen? –inquirió uno de los ayudantes con tono desafiante

– Somos once, dicen que es el número ideal para conducir este tipo de rebaños. Nos distribuimos según las consignas de nuestro predicador, hay veces que podemos ir más jinetes en la vanguardia. Otras, nos quedamos un poco más tapaditos, como en esta ocasión. Ya le digo, cada caravana tiene sus condicionantes. Depende de los peligros de cada viaje.

– ¿Y el tipo de ganado? –reiteró molesto el guardián de la ley.

– Traemos muchas cabezas de ilusiones. Ilusiones lustrosas que vienen un tanto desbocadas. No ha sido fácil controlarlas, no crea. Es lo que tienen las ilusiones, son rebeldes y algo caprichosas –aclaró solícitamente otro de los vaqueros –. ¿Cree que tendremos problemas para cruzar el pueblo?

– Depende de vosotros –dijo el sheriff provocando una explosión de risas desdentadas en su séquito –. Aquí todo el que quiere pasar necesita un permiso especial del señor Moneybox, el jefe del pueblo.

– No hemos oído hablar de él.

– Ya lo conoceréis, bueno…conoceréis a sus hombres. Los tiene bien entrenados. Son gente sin escrúpulos, con fama de cuatreros de ilusiones. No son hombres fuertes, no. Son más bien bajitos, pero saben utilizar un arma –explicó el representante de la ley para terminar escupiendo el tabaco mascado sobre la roja tierra–. Un hombre peligroso Moneybox. Gusta de vestir como los enterradores, de levita ceñida y corbata estrecha. Siempre tiene una buena palabra preparada, pero no os engañéis, no tiene piedad con quien osa adentrarse en sus dominios sin ofrecerle tajada.

– Tendrá que vérselas con nosotros –sentenció ufano un jinete de mirada altiva, gatillo fácil y rasgos mestizos al que los otros vaqueros llamaban Radamel.



Espolearon los caballos para adentrarse en la población confiados por los buenos resultados obtenidos en los últimos duelos. Estaban ganándose una reputación de pistoleros rápidos y de buen gusto a la hora del disparo combinado pero todavía les quedaba un largo trecho hasta conseguir el renombre de otras bandas, bandas míticas que disparaban sin preguntar. Bandas que contaban sus duelos por victorias y sus  borracheras por el número de enaguas subidas a las poco respetables señoritas del salón de Molly.

Justo detrás de la oficina de telégrafos, asomó el primer reflejo de un arma que les apuntaba desde el tejado. Los hombres del reverendo reaccionaron bien y fue aquel al que llaman El Portugués (uno que últimamente andaba fallón con la puntería), el que alojó una bala en la madera que servía de parapeto a uno de los hombres de la banda rival. A partir de ahí, se desataron las hostilidades. Un tiroteo de los buenos, una balacera en toda regla…bueno, no en toda regla. De un tiroteo uno espera disparos en los dos sentidos, pues en este no. En este disparaban siempre los mismos: los bajitos de Moneybox. Los hombres del reverendo Appletree olvidaron en medio del tumulto algunas mejores prácticas que todo pistolero debe seguir a pies juntillas: guardar las espaldas para que no te agujereen el trasero, apostarse tras defensas firmes o que te cubra un compañero con fuego a discreción cuando intentas subir la banda. 

Acabó mal, qué quieren que les diga. Muchas bajas y muchas cabezas del ganado de la ilusión perdida. A la hora de buscar responsables se pudiera mirar a una manera de enfocar el duelo algo reservona por la gente del predicador. Tal vez se podría achacar a la pericia de un pistolero con cara de niño alelado que donde pone el ojo pone la bala y al que se le ofrecieron blancos demasiado fáciles. A lo mejor se debería asumir que hay ciertos duelos que, tristemente, de antemano parecen perdidos. Pudiera ser que hay ferias de ganado que nos vienen grandes y de las que salimos heridos en el orgullo por no saber mesurar la realidad. Pudieran ser tantas cosas…o puede ser que siempre sea consecuencia de la misma, esa que nos hace batirnos en duelo desigual de trabucos y arcabuces pagados a precio de oro contra colts y rifles Winchester. El tiempo nos lo dirá.
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– Mira, aquí tengo una superficie apreciable de piel en la que no me han disparado ­–descubrió animado uno de los hombres de pañuelo rojiblanco cuando, vencidos, enfilaban el camino a casa con el rebaño de ilusiones muy mermado.

– Ya, ya…–dijo algún descreído al ver como el agua que bebía de la cantimplora se le salía del cuerpo a través de la multitud de agujeros que poblaban su anatomía. 

jueves, 22 de septiembre de 2011

Extracto del diario de sesiones

Acta de la tercera sesión ordinaria del periodo 2011-2012 celebrada por el Senado Atlético representativo y autóctono del Bar Casa Maxi.


18:00 horas: Se inicia la sesión del senado atlético dos horas antes del comienzo del partido a requerimiento de los horarios que tan bien reparte la Liga de Fútbol Profesional. Preside la misma el actual arrendatario del local, Don Maximiliano Autillos, y modera y administra Don Santos Tenderete por su condición de parroquiano más veterano al ocupar el mismo taburete en el local desde hace veintitrés años, sin importar que el local haya pasado por las denominaciones de El Rincón Alcarreño, Bar Asunfer y Sauna Delfos (hecho éste que provocó más de un malentendido con clientela puntual del establecimiento con respecto a la identidad sexual del señor Tenderete).

Asistentes:

Don Maximiliano Autillos
Don Santos Tenderete
Doña Adelaida Minucias
Don Epifanio López de Pantorrillas y Rocamora
Don Arístides Ventolera

Orden del día:

1) Estado del equipo prepartido:

Los asistentes no son capaces de llegar a un acuerdo total al respecto. Tras dura controversia se acepta utilizar como símil de la situación del equipo el de la botella medio vacía o medio llena según quien la mire. Consta en acta la enérgica protesta del presidente y gerente del bar ante la figura buscada para comparar, dadas las voces maledicentes que le acusan de rellenar las botellas de vino y agua mineral con agua del grifo sin hacer distinciones. Los próceres del senado atlético opinan que el equipo no anda mal, pero que es pronto para lanzar las campanas al vuelo y aportan como prueba duras caídas ocurridas en nuestra reciente historia. 

Unánimemente acuerdan calificar rotaciones de ciertos jugadores como peligrosas y se decide destinar un presupuesto de 100 euros, recaudados en base a las cuotas de consumo en el bar, a poner velas al santo que más milagroso se haya mostrado en el último trienio para que Falcao no se lesione.
Sin más asuntos que tratar, la sesión se levanta, como de costumbre, cuarto de hora antes del inicio del partido, estimándose un receso de dos horas menos cinco minutos, por los cambios, más que nada.




22:00 horas: Se vuelve a levantar la sesión alcanzado un quórum mínimo y disculpando al señor Ventolera, ya que, fruto de un avenate tan propio de él como acorde a su apellido, anunció que se iba para Neptuno con el objeto de ir guardando sitio ante futuras celebraciones que habrán de llegar.

2) Estado del equipo postpartido

Por primera vez desde que se constituyó ésta asamblea el acuerdo ha sido unánime, por lo que serán de inmediata vigencia las siguientes disposiciones:

·         La botella no es que esté medio llena, es que rebosa a ojos vista.

·         En cuanto a la defensa, se estudiará la posibilidad de incluir a Miranda y Domínguez en el listado de centrales míticos. Los laterales pasarán directamente a denominarse puñales hasta nuevo aviso. En futuras sesiones, y de continuar la dinámica existente, se postularán calificaciones análogas para otras líneas del campo.

·         El senado se pondrá en contacto con el departamento de prensa de Don Gregorio Manzano para hacerle llegar un escrito pidiendo disculpas por la falta de ilusión y hasta el fastidio con el que fue acogido su nombramiento como técnico. Se adopta también la decisión de declarar las rotaciones como "bien de interés colchonero".

·         Por aclamación, se ha aprobado el arriado del jamón que llevaba desde la apertura del negocio hostelero (y posiblemente más, según confirma un epatado Sr. Tenderete) colgado del ventilador. Se decide ponerlo a remojo y ver su evolución tras la imposibilidad de ser cortado aún con la sierra de calar que la Sra. Minucias guarda en el maletero de su utilitario para ocasiones señaladas.

·         Se propone la apertura de la peña Falcao con sede social en el local. Se emitirá petición de hermanamiento con el colmado colombiano de la acera de enfrente de cara a próximos acuerdos de colaboración. El Sr. López de Pantorrillas y Rocamora anuncia incluso que, de ser un varón el bebé que espera su hija la mediana, propondrá convencido el poner al niño de nombre Radamel, aunque ello rompa una tradición familiar que se remonta a varias generaciones.

Se levanta la sesión entre vivas varios a Colombia, a la madre que los parió y algún que otro recuerdo de menor calado sentimental a la familia del señor árbitro que dirigió el encuentro. Se acuerda también la instauración del estado de euforia algo menos comedida, al menos hasta el próximo fin de semana. 
  
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Damas y caballeros. Queridos todos, intentemos mantener los pies en el suelo pero, disfrutemos mientras podamos y atrevámonos a decir sin temor a equivocarnos que Falcao es un delantero de escándalo. 

lunes, 19 de septiembre de 2011

El fin del onanismo (balompédico, no sean malpensados)


– Mariano, por más que yo sea tan fan de Carmen Machi, vamos a tener que dejar de comprar Activia. Desde que el niño ha entrado en la adolescencia se le ha cambiado el metabolismo y, aún siendo de naturaleza estreñida como toda mi familia, ahora está casi siempre suelto y se encierra en el baño más que de costumbre –dijo la madre con esa preocupación desconocedora que gastan algunas madres con respecto a sus retoños.

– Será eso....Seguro que sí –añadió el padre sin quitar la vista del autodefinido del dominical.
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Pues parece que podemos dar por finalizada de manera oficial la etapa del onanismo futbolístico en nuestro Atleti. Sí, sí, de momento solo eso. Dejémonos de hablar de exhibiciones, de tiqui tacas y hasta de candidaturas precipitadas a nada. Separemos la paja (precisamente...) del grano y quedémonos con el pájaro que tenemos en la mano (¡vaya!….) que los ciento que vuelan ya llegarán si tienen que hacerlo. El camino que se ha tomado no parece malo, desde luego.

¿Que a qué viene lo del onanismo? Pues básicamente a que, desde tiempos recordados con añoranza, hemos pasado una travesía caracterizada por tácticas basadas en el principio futbolístico de Juan Palomo, eso sí con matices: Nadie lo guisa y yo me lo como. Lo sufrió principalmente Torres. Lo sufrieron Forlán y ese otro del que ya no queremos ni acordarnos, ese que tiene que llevar al psicólogo a un hijo traumatizado por la carencia afectiva que le ha dejado la separación de Indy, su amigo mapache de ropa raída con quien se fotografiaba un día sí y al otro también. Lo sufrimos todos al fin y al cabo. La estrategia era sencilla, patadón arriba y que el bueno haga lo que pueda rodeado de contrarios, muchas veces en clara inferioridad, hasta de cinco contra uno (¡ay, ay, ay!...). Amor propio en estado puro. Un torpe descubrimiento de los amores por más que señores tan graciosos como Woody Allen digan que la masturbación es hacer el amor a la persona a la que más quieres.

Pero las cosas han cambiado, damas y caballeros. El inicio de esta temporada nos ha traído un Atleti que se echa colonia y se pone su mejor camisa para salir a buscar al buen juego como pareja de baile. Por fin hemos comprendido que estas cosas cuando se hacen en compañía tienen más gracia. Quedó atrás ese tiempo de individualismo (recordemos a Banega y su afición por las webcams) y hemos pasado a tener un equipo ligón. Un equipo que pretende sentar sus bases sobre el cariño al balón. El conjunto ha crecido innegablemente, el pretérito acné y el pelo grasiento con el que el triunfo era una casualidad ha dejado paso a una circulación de pelota atractiva y de mirada interesante. Y es que este nuevo corte de pelo nos sienta bien, francamente bien. Parece descuidado pero está milimétricamente medido, con sus laterales profundos y sus centrocampistas participativos y dinámicos a la altura de las patillas.

No por ello, debemos omitir que, cuando de temas amatorios se trata, el equipo anda algo verde dentro de la buena intención general. En estos temas es necesario medir tiempos, dar importancia a los preliminares con los que se inicia cualquier jugada. Nada que la experiencia que traerá el paso de los partidos no pueda solucionar. Contamos con grandes ventajas de antemano. Un galán del área, el amante ideal del remate. Con ese toque que tienen los protagonistas de telenovela para llevarse del brazo al balón al huerto de las redes con sólo una caída de ojos. Tenemos a un brasileño que trata al cuero como se merece, siempre tiene un plan para él y le saca de paseo de banda a banda o por el interior para que éste no se aburra. Tenemos también a un turco, que sin ser una belleza, conquista a la pelota con sonrisa de pillín y contando chistes subidos de tono. Tenemos a un veterano como Perea al que las canas han atenuado los nervios que mostraba en sus anteriores escarceos para jugar el balón. Tenemos un centro del campo que acaricia la pelota en su medida justa y no pretende ir demasiado rápido con ella. Tenemos ganas de que llegue la siguiente cita. Tenemos ganas de más.

Nos faltan algunas cosas también, no crean, que porque andemos empezando la relación no por ello debemos dejar de ver la viga en el ojo propio ni la paja (¡anda que!...) en el ajeno. Algo de constancia a la hora de mantener la chispa a lo largo de todo el partido. Falta también que Reyes comprenda que no debe entorpecer el idilio interrumpiendo la conversación, como ese amigo que te viene a preguntar sobre la hora a la que os vais a marchar cuando ya andas acortando distancias con tu partenaire. Ya les digo, habrá que limar detalles y trabajar cada día para que estas mariposas en el estómago que se empiezan a sentir se instalen y cuajen en algo que podamos recordar con una media sonrisa ¡Qué cosas tiene el corazón! La primera vez que vimos al equipo nos pareció medio feucho y esmirriado, y a medida que pasan los días, nos empieza a hacer tilín.

¿Será que nos estamos enamorando?

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El sexo es hermoso entre dos personas. Entre cinco es fantástico

Woody Allen.

(…y entre once no les cuento…)

viernes, 16 de septiembre de 2011

Otros tiempos. Buenos tiempos

Olía a gran partido. Olía a partido histórico. Se aderezaba además con una cuenta pendiente abierta durante treinta y siete años. Desde que desarrollamos un discutible uso de razón, nuestros mayores nos han puesto al día hablando de ésta y otras mil batallas. Tal vez de ésta, más veces. Contiendas que las aficiones guardan en un código genético común que comparten varias generaciones. Los que en esa época andábamos más preocupados por inquietarnos si se retrasaba el batido de frutas, hemos asumido como nuestra la actitud heroica y la defensa numantina que ocho valientes tuvieron que hacer cuando tres de los suyos cayeron abatidos por las balas rojas y amarillas que disparaba un árbitro turco con nombre de gigante y leyenda negra de igual tamaño para nosotros. Algo más que un encuentro y que un resultado. Una contienda étnica entre los melenudos morenos y los pelirrojos desdentados. Historias de otros tiempos. Buenos tiempos.



Tiempos en los que se acudía al estadio de traje. Tiempos en los que podías acceder con banderas de mástil de madera, con bota de vino y hasta con tapones de refresco, ese elemento tan peligroso para la seguridad pública que se requisa sistemáticamente provocando escenas en las que aficionados se beben casi de un tirón dos litros de bebidas carbonatadas en la puerta con un guardia jurado de testigo mudo, como el barman de un club de entreguerras con sucursal al lado de un torno. Tiempos en los que las camisetas no eran ligeras, tiempos en los que el sudor se exhibía como una medalla en ellas. Tiempos de escudos hilvanados sobre las mismas. Eso sí era sentir el peso del escudo físicamente. Peso y roce. Costuras de un escudo que pellizcaban corazones con su roce. Tiempos de pantalones estrechos. Tiempos en los que los protagonistas no eran tan guapos ni tan ricos, pero no eran tan tontos ni tan arrogantes, ni mucho menos. Cosas de otros tiempos. Buenos tiempos.

Durante la semana, desde las islas se ha recordado la eliminatoria de hace ya años con ese respeto por las tradiciones que los británicos atesoran. Hablando de tradiciones, se dice incluso, posiblemente exagerando, que cualquier jugador que ficha por uno de los históricamente grandes equipos del lugar debe pasar una mañana con una vieja gloria que se sienta con él para explicarle qué significa esa camiseta, ese estadio, qué ha pasado allí y cómo debe comportarse. Decía yo lo de exagerando porque no parece fácil imaginarse a Reyes a su llegada a Highbury asimilando lecciones de historia gunner de la mano de un veterano y sacando nota en un control sorpresa. Como les decía la prensa británica, en su vertiente amarillo limón, desempolvó historias de otros tiempos en la previa del partido, aportando testimonios que tildaban de escoria a las huestes rojiblancas. Por su parte, la prensa española deportiva, siempre más pendiente de un nuevo tatuaje en la nalga izquierda de alguien que se cree envidiado que de aspectos técnicos, contraatacaba con estadísticas de esas que se han puesto de moda en las retransmisiones para hacer más accesible el entendimiento del juego: “Es normal que vayamos perdiendo cero a cuatro, porque se han sacado menor número de corners a pierna cambiada y de empeine exterior que el contrario”, dicen algunos analistas de barra de bar influidos por la tendencia de inundar con datos el juego. Y es que el fútbol ya no es lo que era. Algo se ha quedado en el camino. Aromas de otros tiempos. Buenos tiempos.

Muchos nos enfrentábamos al partido con una expectación conocida aunque pocas veces vivida. Un cosquilleo transmitido hace años y dormido normalmente. El caso es que no fue para tanto. Tal vez porque el contrario se presentara vestido de Borussia Dortmund en vez de con la camiseta compartida con el antigua Sporting de Lisboa, ahora Sporting de Portugal por obra y gracia de los tiempos modernos. Tal vez porque sea difícil que los contendientes lleven ese cosquilleo en sus entrañas habiendo nacido en Corea, en Colombia o en Constantinopla. Fue un partido más. No fue malo, no crean. Un partido en el que cada uno siguió el papel marcado a rajatabla: el goleador estrenó una cuenta que esperamos fructífera, el cerebro descerebrado se ofreció, creó y templó, el gambeteador gambeteó y conquistó líneas de fondo para regalar goles con lacito, el portero de flequillo parabólico se volvió a mostrar seguro para mayor gloria del magnate ruso del gas conducido y el equipo asumió las rotaciones con una solvencia inesperada. Pero faltó algo. No sé. No les podría decir qué. A lo mejor alguien acalambrado que sale medio cojo para rematar un gol. Puede que una venda de esas que se pone en la cabeza para tapar hemorragias con un toque baturro. Ya les digo, no lo tengo claro. Solo sé que me dejó una sensación de añoranza. Algo extraño para los que no hemos tenido la suerte de vivir tantas noches con ese cosquilleo alojado en las tripas. Habrá que acostumbrarse, porque esas parecen sensaciones de complicado rescate. Sensaciones de otros tiempos. Buenos tiempos.

martes, 13 de septiembre de 2011

Búsquedas, hallazgos y algún que otro pálpito

Herminio y Pancracio, los dos encargados por la gerencia para organizar la batida de búsqueda, peinaban la zona sin dejar siquiera un resquicio entre baldosas sin mirar. Llevaban ya demasiado tiempo liados con el asunto. Ambos estaban al frente de un equipo de más de veinte profesionales cualificados cuyo objetivo era encontrar lo que desapareció de manera incomprensible. También formaban la partida cinco perros sabuesos que no estaban llegando a ser lo decisivos que se pensaba en un principio por estar especializados en levantamiento de tórtolas y perdices pardillas, especies éstas que poco tenían que ver con el objeto de la búsqueda.

El desánimo empezaba a cundir en el equipo ante la falta de resultados. Habían encontrado de todo: antiguas equipaciones Puma olvidadas en una taquilla descolorida, fotos comprometedoras de algún antiguo delantero rompedor de pantalón prieto, quintales de pelusas y hasta el curriculum de un estudiante de derecho que en su momento se postuló para entrar en la sociedad como becario y que ahora andará pensando en planes de pensiones, pero lo que buscaban no había aparecido. Nada. Ni un rastro. Ni una pista que seguir.

Siguiendo un pálpito inexplicable, Pancracio se dirigió a una de las salas ya revisadas en anteriores jornadas y empezó a tantear las paredes con las manos.

– Está aquí Herminio. Siento su presencia –dijo muy serio.

– ¿Cómo lo puedes saber?

– Lo sé –dijo Pancracio con el convencimiento de quién tiene un don, como su bisabuelo paterno el zahorí, aquel que tuvo que emigrar a Cuba por encontrar con igual facilidad aguas subterráneas e insatisfacciones en mujeres casadas.  

Al golpear con los nudillos recibió como confirmación un sonido hueco. Agarró lo que más a mano tenía (el trofeo conmemorativo de la primera y última edición del trofeo Spiderman) y derribó un buen trozo de pared. Metió más de medio cuerpo en el agujero y salió triunfante sujetando en la mano lo que tanto habían estado buscando. No fue lo único que encontró, también halló una carpeta azul de gomas con antiguas ofertas hechas a mediapuntas y un cassette recopilatorio de chistes de gangosos interpretados por Arévalo.

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El subsecretario segundo de protocolo y papeleo entró como un vendaval en el despacho del mandamás (o más bien mandamenos, no nos engañemos):

– Don Enrique, ha aparecido.

– ¿Qué ha aparecido qué? –preguntó el presidente con la cabeza en otra cosa, tal vez en revoluciones a costa de los derechos televisivos.

– El transfer. El transfer de Falcao –aclaró el empleado con impaciencia.

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La parroquia andaba expectante ante el debut del equipo en Valencia.

¿Debut?, se preguntarán ustedes, gente de neurona inquieta.

Pues sí, debut. Algo sorprendente y único en la historia del fútbol. Un equipo que ha debutado tantas veces como partidos ha jugado esta temporada. Un equipo que debutará alguna que otra vez más a lo largo del próximo mes. Y es que el elenco titular esperado para este ejercicio no ha podido coincidir en el campo todavía por obra y gracia de los papeles que no llegan, por las operaciones que tardan más de lo debido o por esa excusa tan nuestra para cualquier situación: ésa que echa la culpa de casi todo a que la abuela fume.

Al igual que los protagonistas de la historieta previa, nuestro equipo anda sumido en un constante estado de búsqueda: búsqueda de un estilo, de un equipo tipo, de objetivos claros y alcanzables, del gol. Sobre todo del gol, esquivo en estos dos primeros partidos de liga. Y eso que apareció Falcao, gracias al buen hacer de Pancracio y sus pálpitos. Lo intentó y tal vez no tuvo mucha ayuda, por lo que deberemos esperar algunas jornadas más antes de formarnos una opinión que servidor reconoce que todavía no tiene. En cuanto al estilo, nos quedó mejor cuerpo al terminar el primer partido de liga, aunque a lo mejor el estilo es ajustable a la exigencia del rival como las mallas talla universal que venden en el Decathlon.

Como el que busca halla, o eso dicen al menos, ésta búsqueda en la que nos movemos nos ha llevado a encontrar cositas, así, con la boca pequeña, cositas que puede que disparen ilusiones o que alimenten escepticismos dependiendo de quién sea el que las perciba. Una presión final que debió tener más premio, algún gambeteo traído de Constantinopla, paradas de mérito, cositas, vamos. Alguna malas incluso, la no convocatoria de Koke, la constante baja forma de Tiago y los partidos que Reyes nos ha regalado desde que lleva el diez, un número que pesa demasiado en según qué hombros y que debe ser administrado con cabeza. Fíjense, cabeza y Reyes, agua y aceite.

Les hablaba yo de lo de la búsqueda. Y encontramos algo más. Llegado un momento, Manzano tuvo el pálpito de que necesitaba buscar calidad. Miró al banquillo y la agregó al campo, algo tarde a lo mejor. En esos minutos, nos llegó lo mejor de la noche. No fue una oportunidad, ni una volea de las que rozan escuadras, ni una combinación brillante siquiera. Ocurrió lejos de donde ocurren las cosas importantes en los terrenos de juego, lejos de las áreas. Fue en una banda, al lado de las zonas técnicas que ocupan los entrenadores, esas porciones de césped delimitadas por líneas discontinuas que invitan a salir de ellas o a ser invadidas por otros conductores con intenciones tan aviesas como la de meterte un dedo en el ojo, por poner un ejemplo. Allí, Diego Ribas pisó el balón con el talón y lo dejó correr suavemente para salir de la presión de los contrarios. Pudiera parecer algo accesorio, pero no lo fue. Puede que hayamos encontrado algo a lo que agarrarnos o puede que nos conformemos con poco desde hace tiempo. Vayan ustedes a saber. Tal vez el equipo de esta temporada requiera esa paciencia que hay que dedicar a un “rasca y gana”, tal vez tengamos que seguir buscando.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

La herencia florista

Hace unos cuantos días tuvimos el dudoso placer de volver a tener noticias de nuestro antiguo entrenador. Con nocturnidad, alevosía y su desahogo usual, repasó la actualidad atlética e hizo balance de su travesía al frente de la nave rojiblanca en un nuevo episodio de discurso en el que abundan tanto las oraciones subordinadas como las medias verdades. Pasado ya un tiempo prudencial desde su sobreactuada despedida, el caballero de la ojera perpetua vuelve al inicio del curso como si de una colección por fascículos que nunca llegan a finalizarse se tratara, haciendo gala también de una coherencia que solo puede pagarse en moneda propia de estas épocas, el cortycole.

Diseccionaba el impar sobrino del creador de la rumba catalana su paso por el Atleti con esa capacidad tan suya de pontificar sobre lo que se tiene que hacer sin hacerlo. Reconoció que debió haberse marchado en dos ocasiones, coincidiendo con las salidas de Jurado y Simao, en un ataque de dignidad que bien pudo haber tenido en su momento. Explicó que tal vez el equipo se había creído mejor de lo que era sin argumentar cuán bueno se puede creer un equipo que cosecha un noveno y un séptimo puesto en sus dos años como técnico. Dijo que se quedaba con el Forlán de la primera temporada cuando él fue el que puso a los pies de los caballos al charrúa y volvió a mostrarse tibio al hablar del dúo prescrito y su relación con ellos.



Reconociendo de antemano el trabajo del tío segundo de Elena Furiase cuando arribó a un equipo desnortado y autogestionado y agradeciendo de igual manera títulos y finales vividas, uno piensa que su influencia sobre los resultados tiene menos peso que la tuvo Forlán, por alusiones al charrúa. Uno también piensa que, tácticamente, no ofreció ninguna innovación con respecto a la propuesta futbolística de Aguirre, por poner otro ejemplo, y que en contraposición, sí se puede atisbar la mano del nuevo técnico en los cuatro partidos vistos hasta ahora, por muy gris y muy poco dado a los aspavientos verbales que el jiennense sea.

Otra cosa por la que el primo de la intérprete de Sarandonga será recordado será por la herencia que ha dejado en varios de nuestros jugadores: el otrora idolatrado uruguayo, cubre ya sus trabajados abdominales con ropa diseñada en Milán; el tan denostado y castigado Domínguez es llamado a la selección tras un notable inicio de temporada en el que no parece evidenciar esa cabeza en otro sitio en la que se escudaba el estratega del verbo florido; Fran Mérida busca rehabilitación en Braga para salir de un ostracismo al que le condenó el señor de las perífrasis; varios otros jugadores han necesitado de terapia, grupal e individual, ante esa tendencia del anterior calentador del asiento Recaro de plantear los partidos y elaborar las alineaciones en base a señales atisbadas en los posos del café, aunque éste fuera soluble.  

Como pueden ver, deja un campo florido y sembrado de buenos recuerdos, aunque…, no debo ser injusto. No se merece eso. Hay algo que sí debemos recordar como una herencia perdurable. Toda una pléyade de seguidores que, influidos por su imagen, se lanzaron de igual manera a grandes superficies y comercios de barrio para adquirir la prenda que identifica y define al primo del arreglista de “No dudaría”. Un jersey de estrecheces. De estrecheces de mangas, de talle y de miras a partes iguales. Un jersey desaconsejado tras dispendios veraniegos o navideños para evitar comparaciones con morcillas de Burgos. Un jersey que esperemos haya quedado aparcado en armarios y cómodas hasta otra ocasión. No nos queda bien, la verdad. Pero no me negarán que a él, al muy “jodio”, el jersey le quedaba muy bien. Las cosas como son, oigan.


viernes, 2 de septiembre de 2011

La primera llamada


(A pesar de que la actualidad futbolística rojiblanca no nos deja un día de descanso entre anuncios de fichajes con escala en Barajas y destino Turquía o desembarco incontrolado de mediapuntas con llegada y con o sin opción a recompra, permítanme hablar de algo que no pasaba desde el año 2008. Algo que todos los atléticos deberíamos celebrar)

Se adentró en el hall del hotel con una mezcla de ilusión expectante y de miedo a lo desconocido ¿Y si iba demasiado informal para la ocasión? Él se había presentado de la misma manera que cuando eran los de otra categoría los que le llamaban. Seguro que estaría bien, se obligó a pensar. De camino a su habitación le vino a la cabeza que, desde hacía demasiado tiempo, ninguno de los suyos había vuelto a disfrutar de lo que a él ahora le estaba pasando. Se puso el chándal, y se preparó a bajar para reunirse con aquellos a los que a partir de ese día, y probablemente, en el futuro más cercano, llamaría también sus compañeros. Ya en el pasillo de los ascensores, oyó una voz:

– Álvaro, ¿qué tal? Me alegro de verte por aquí. Ya era hora.

– Gracias Fernando. Pues ya ves. Aquí estamos –dijo con la timidez del que se encuentra con uno de sus ídolos de niñez.

– Pues vamos para abajo entonces – dijo su espigado camarada mostrando la misma sonrisa de niño que cuando se dio a conocer, hace ya el suficiente tiempo para que se le considerase un veterano del grupo.

– Oye, tú que sabes que es lo que se cuece aquí ¿Cómo está el ambiente? –preguntó Álvaro con curiosidad.

– Mal, para qué te voy a engañar. A unos les dan habitaciones en un ala de la residencia y a otros en la otra, porque si se cruzan empiezan a pegarse empujones y a agarrarse como luchadores de sumo anoréxicos. Solo hay tregua cuando están los de la tele y cuando el señor marqués nos da audiencia, que desde que es de la nobleza nos obliga a tomar el té a las cinco levantando el meñique y sin sorber. Fuera de eso, no se hablan. Solo se preocupan de sus futuros enfrentamientos directos, porque este año seguro que la liga se decide por la diferencia de goles.

Álvaro no podía creerse lo que le contaba Fernando. Sus sueños infantiles se desarrollaban de una manera muy diferente a la cruda realidad expuesta. El delantero continúo viendo la cara de preocupación del canterano:

– Pero no te asustes. Con los demás muy bien. Hacemos torneos de ping pong, de pocha y de cinquillo entre los no alineados. Antes invitábamos a los otros. Ya sabes. A los de los dos bandos. Pero de un tiempo a esta parte no se puede. Con decirte que uno de los de un grupo le metió un dedo en el ojo a otro del contrario por haberle quitado el cante de las cuarenta en bastos en un tute “subastao”. Y no veas cómo se retorcía de dolor el otro, parecía que estaba a punto de fenecer. Ya verás cómo lo pasas bien con nuestro grupo: están Javi y el otro Fernando, están David y Juanin,  Borja y Santi y Pepe y yo. Ya conocerás a Santi. Te vas a mondar con él. Cuando tenemos ratos muertos, cosa que pasa muy a menudo en las concentraciones, mandamos a Santi a picar a los unos y a los otros. Se dedica a ir de correveidile diciéndole a los unos que si los otros dicen que la novia de uno de ellos de periodista deportiva tiene poco, que solo sabe poner morritos. Luego se va con los otros y les dice que los unos aseveran que tanto movimiento de caderas en los bailes de la novia de uno de ellos es de ser un poquito fresca. Para que luego digan que el ambiente es malo...

“Toc, toc, toc…”

El golpeteo del bastón de un ujier en el forjado interrumpió las conversaciones.
– El señor marqués les recibirá en la salita azul en quince minutos. Se requiere atuendo informal pero resultón.



Álvaro se dirigió con sus nuevos camaradas hacia la salida del salón. Fuera como fuera, notaba como el orgullo por estar allí se hacía hueco en su pecho. Recordó lo duro que había sido llegar y recordó también a aquellos que le hicieron el camino más duro de lo que era. Aquellos que tomaron como costumbre el señalarle cuando algo no iba bien. Aquellos que finalmente han caído a sus pies ante la evidencia de su valía, por mucho que la pusieran en duda en discursos ventajistas plagados de subjuntivos y circunloquios de jersey estrecho.