miércoles, 25 de febrero de 2015

Sin miedo a la muerte

Se nos viene encima la Champions y uno repara en que tiene muchas ganas de eliminatoria. No crean que uno menosprecia la liga, nada de eso, que la liga es regularidad y ésta, sea deportiva o intestinal, siempre ha tenido muy buena prensa, pero lo cierto es que con este Atleti tienen las eliminatorias un no sé qué que las hace especiales. Vaya por delante que las fases de grupos tienen su encanto y te permiten ver varias ciudades de una tacada, lo mismo que si se contrata un crucero, vamos, pero las eliminatorias son otra cosa, ¡dónde va a parar!

“A morir, los míos mueren: no le tienen miedo a la muerte” escuchábamos a Simeone hace poco describiendo lo que les decía en el párrafo anterior, esa sensación de que acontecimientos muy raros tienen que suceder para ver a este Atleti tumbado sobre la lona de un torneo copero. Siempre habrá alguno de ustedes que se acordará de los oscuros episodios de Gil Manzano y su escondida forma de cargarse el último duelo contra el equipo de Marimar Jr., o de Asenjo, el empequeñecido portero que soñó con ser goleador ante aquel equipo ruso con nombre de detergente antimanchas, Rubín Kazán, y esos nítidos recuerdos justifican aquellos hechos como accidentes, excepciones a una regla interiorizada: Asegúrense de que el Atleti está bien muerto antes de darle la espalda para besar a la chica, no vaya a ser que se levante y les fastidie el plan.




Antes de que clarines y timbales suenen y los balones rueden, debe uno reconocer que espera grandes cosas de esta competición que históricamente se ha portado con nuestros colores de tan hijoputesca manera pero conviene recordar la dificultad de la empresa. Volveremos a vivir capítulos de la milagrosa lucha del David rojiblanco con los Goliaths presupuestarios del continente. Quedarán los cadáveres de muchos por el camino y solo tenemos la certeza de que, si tuviéramos que ver el cuerpo de los nuestros yaciendo en la cuneta, será exhausto pero no derrotado. Sin un gramo de sangre más por derramar, habiendo hecho sudar tinta al adversario y verter lágrimas de orgullo entre los suyos.

Antes de que se den cuenta habremos llegado a la primera estación de este apasionante pero intrincado viaje que termina en Berlín. Empieza el trayecto en Alemania, el mismo país en el que esperamos que finalice dentro de siete partidos. La historia comenzará a escribirse cuando nos montemos en el convoy de la ilusión en Leverkusen, una ciudad no muy grande con nombre de enfermedad rara:

–….lo siento pero las pruebas no mienten Don Tatiano. El suyo es un claro caso de síndrome de Leverkusen.

– ¡Qué disgusto, doctor Lumbalgio! ¿Cuánto me queda de vida?

– Ciento ochenta minutos. Noventa de ida y noventa de vuelta.

martes, 10 de febrero de 2015

Los desaparecidos

Extractos de las declaraciones tomadas a los testigos de las desapariciones:


“No fue una desaparición como uno se la imagina por las películas. Nada de naves espaciales ni haces de luz que te absorben, no. Fue escuchar el pitido final del partido y nos dimos cuenta de que ya no estaba y eso que era difícil salir del bar porque estaba de bote en bote. Ya ve usted señor agente, él, que siempre se quedaba a masticar el postpartido tras cada encuentro, a analizar gestos, caras y mohines. Como comprenderá estamos muy preocupados, claro, sobre todo porque tuvimos que hacernos cargo a escote de todo lo que se había tomado para olvidar el mal trago…”

Menos de 72 horas han pasado y todavía el gobierno no ha tomado las riendas de la situación. Uno no sabe a qué esperan nuestros mandatarios para declarar el estado de excepción y solicitar a la ONU el envío de una misión de cascos azules para localizar a los desaparecidos, para encontrarlos y permitirles volver a sus felices rutinas de jornadas laborales, noticias rosadeportivas y recuerdos nostálgicos de descuentos larguísimos. Claro está que los causantes de todos son los de siempre, los violentos. Aunque cierto es que los violentos esta vez solo mostraron agresividad para con las redes defendidas por ese portero cuasi jubilado que chirría de la misma forma saliendo por alto que anunciando productos capilares, sí, pero eso no se hace y menos a unas horas en las que te arruina todo lo que resta de fin de semana. ¡Qué disgusto les han dado estos de rojo y blanco a tantos y tantos ejemplares ciudadanos que desde el sábado pasado se han desvanecido!

“A partir de las 11 de la mañana empezamos a preocuparnos porque ella era siempre de llegar a las 8 todos los lunes pero pensamos que a lo mejor la niña le había vuelto a dar una mala noche y lo dejamos pasar. Lo más extraño fue que cuando volvimos a nuestros sitios tras la parada del café todos los expedientes estaban tramitados en la bandeja de salida. Justo antes de comer vimos con sorpresa como de debajo de la mesa salía una mano que cogía el teléfono y al acercarnos a su sitio la vimos allí, agachada, con la mirada perdida y el pelo alborotado, musitando nosequé cancioncilla de las mocitas madrileñas…”



No crean ustedes que los medios se hacen eco tampoco de estas desapariciones en masa, de eso nada. Andan los medios hablando de saraos, de divisiones y de actitudes y, como tantas veces ocurre, a uno le extraña que no se hable de los abducidos de la misma forma que le sorprende que tampoco hablen de unidad, de compromiso y del juego celestial que el equipo supuestamente violento bordó. Sé que ustedes están acostumbrados al ninguneo diario pero, en ocasiones como estas, uno sigue poniendo a prueba los límites de su sorpresa ante que venda más buscar tiritas para el vencido que laureles para el vencedor. Desayunaremos, comeremos y cenaremos en los próximos días con pormenorizados análisis de las canciones que sonaron en un cumpleaños, con una comparativa de si los combinados fueron de primeras marcas nacionales o de importación y hasta de si el cantante de cumbias venido para la ocasión tuvo una caída de ojos desmayada con la alimaña balóndorada, que como está vulnerable últimamente todo podría ser. Nada se oirá de la pizarra que se merendó a la otra, de ganar la pelea en el medio del campo hasta borrar de la faz del terreno al adversario, de las gigantescas pequeñas victorias en cada balón dividido. No consuman, insiste de nuevo el artífice de todo.

“Yo siempre le guardaba dos barras: una integral y una de picos, porque se le ve que le gusta mojar pan y su esposa cocina que da gusto, todo sea dicho. Después de tres días sin venir se acercó una vecina a mi local y me dijo que venía de parte de su suegra para decir que andaba como alma en pena por casa, hablando solo y haciendo bicicletas para regatear al paragüero, y que si por favor les podía vender pan aunque estuviera duro, porque se les habían acabado hasta las galletas después de untar el foiegras en ellas….”

Pasarán estos días de a mí el fútbol no me da de comer, estas fechas de yo no pude verlo por un compromiso ineludible y los desaparecidos volverán de manera tan traidora como se fueron. Con esa cobardía que siempre pintó sus caras en la derrota, volverán con el pecho henchido por alguna hazañita de andar por casa, lo mismo tres goles de penalti justito a un equipo con diez que lucha por el descenso. Se harán los encontradizos en las máquinas de café pasadas unas semanas para hablar de una goleada insustancial. ¿Pero usted no estaba desaparecido? , ¿Se ha encontrado ya?, preguntaremos con fingida ingenuidad mostrando una sonrisa socarrona y saboreando de nuevo los cuatro goles que propiciaron la desaparición en masa…

“A mí cuando me dijo que se iba a por tabaco me extrañó porque él nunca ha fumado, pero como cuando hay fútbol se pone muy tonto no le hice ni caso. Luego caí en que además de no fumar, los sábados por la tarde no abren los estancos y ya me llené de azar porque mi Eulogio es muy bueno, pero también muy rata para ponerse a comprar tabaco en el chino. ¡Ay mi Eulogio, que lo mismo está tirado en una cuneta con su camiseta blanca emirates y su gorro con forma de balón de oro! ¡Snif!...”