domingo, 28 de noviembre de 2010

Noche de clásicos


O tercer capítulo de las aventuras de Rufino y Serapio, los protagonistas de El Oriundo y Cultura popular
-¡Buenas noches Don Rufino y compañía! –voceó Dámaso, a la sazón dueño consorte del bar con más solera del pueblo.
-Buenas sean, Dámaso. Buenas sean –respondió un sorprendido Don Rufino ante la poca presencia de respetable en el bar, lo que era muy extraño un sábado por la noche-. Serapio, hoy hemos tenido suerte, vamos a sentarnos al lado de la chimenea –continúo.
El sitio de la chimenea raramente estaba libre desde que enviudó Don Clemente el veterinario, ya que en esa esquina, templada en invierno y fresquita en verano, pasaba prácticamente todas las horas que robaba a su oficio, lo que hacía que los habitantes de Fuenteturbia desconfiaran de su pericia a partir de la hora de la comida. “Don Clemente a la una te salva a la yegua de un cólico, a las seis te la mata por tener legañas “, rezaba un dicho popular ya muy arraigado en la comarca.
El caso es que Don Clemente había desarrollado una encomiable capacidad para mimetizarse con la decoración de su espacio preferido, lo que era muy celebrado por Dámaso que denominaba al rincón “el sitio de los cuernos” por la presencia del veterinario simpatizante merengue junto a una cabeza de corzo y otra de venado.
Y es que Dámaso era muy del Atleti, pero mucho. Y además del Atleti tenía buen ojo para los negocios, siendo su mayor logro hasta la fecha una campaña de captación y fidelización del cliente que consistía en poner siempre antes la tapa que la bebida. Lo que no sabía el público objetivo de la campaña es que el aperitivo era conocido con el muy descriptivo nombre de rabiadores y entre sus ingredientes más destacados contaba con guindillas, cayena y pimentón picante lo que hacía que una vez realizada la degustación, el cliente pidiera al menos tres cañas más para intentar sacar a Pedro Botero de su boca a la vez que contenía un lloro incesante.
         -¿Y cómo hay tan poca afluencia? –inquirió el alcalde pedaneo.
-Pues por la puta crisis y por el puto clásico del lunes –se quejó Dámaso, tan aficionado al marketing directo como poco a ser bien hablado-. Los muy cenutrios se están reservando para el lunes, a ver si se nos llena entonces.
-Total, que no viene nadie a ver al Atleti esta noche –sentenció Serapio.
-Pues mejor vamos a estar –cortó Don Rufino-. Que los que estamos somos gente de bien y de los otros eso nunca se puede decir.
-Don Rufino, que le oigo y le digo cuatro cosas por muy alcalde que sea –interrumpió Victoriana, mujer de Dámaso y dueña real del bar para más señas.
Victoriana compartía la desgracia de simpatizar con el mismo equipo de Don Clemente. Pero no desde un punto de vista futbolístico o sentimental, no, lo hacía desde hacía relativamente poco tiempo porque el nuevo entrenador le recordaba a un malo de manual, de esos que en las películas de Sean Connery intentaba dominar el mundo siempre vestido con esmoquin aunque con desigual fortuna. Además su afición se veía incrementada por la presencia del jugador número 7, primero porque su hija (la segunda, la que estudiaba para esteticien por correspondencia) veneraba su perfilado de cejas (que Dámaso osaba calificar de “mariconil”) y, segundo y principal, porque cuando regateaba su movimiento de piernas le recordaba al de Lina Morgan en “Vaya para de gemelas”, función que vio en directo en el teatro de la Latina hace casi treinta años en la única ocasión que cerró el bar más de un día con motivo de su luna de miel con Dámaso.
-Victoriana, déjate de monsergas y ponnos un mojete y un morteruelo para compartir y  dos raciones de duelos y quebrantos, que si el Atleti gana se pone en puestos Champions –terció el alcalde.
(En este momento, y mientras nuestros héroes degustan algunas de las viandas que ofrece la gastronomía manchega, deberíamos hablar de fútbol si les parece.
Pues sepan ustedes que se presentó el Atleti para zanjar como un caballero su duelo con el Español, ese equipo contradictorio para el aficionado de a pie que no tiene muy claro si son enemigo declarado al estar hermanado con el equipo del ser superior o si son club hermano al estar (también) ninguneado por la prensa amarillo-deportiva de su ciudad.
Y lo que muchos, además de Rufino, pensábamos que iba ser un despegue hacia los puestos nobles,  se convirtió en un aterrizaje de emergencia en la  cruda realidad.  Y todo porque se presentó delante un equipo con un portero, un mediocentro y un delantero centro con mayúsculas. Eso, unido a un entrenador que sabe lo que quiere y maneja hábilmente la ilusión de  varios canteranos, hizo que el Atleti fuera siempre a remolque y viviendo a empujones, con el equipo partido y la defensa vendida en muchas ocasiones. Incluso hubo algunos que entrevieron un sentido homenaje del equipo a la vuelta de Aguirre a nuestra liga (la mejor del mundo, no olviden) y otros que atisbaban el nacimiento de una nueva corriente futbolística: el NeoManichismo Revisado, corriente ésta que destaca, al igual que el individuo que le da nombre, por jugar a arreones como un delantero de los all-blacks, es decir  por ganar metros sin pensar demasiado en lo que dejas a la espalda. Miren ustedes que tampoco me pide el cuerpo criticar en exceso al equipo (podría ser con Reyes y su homenaje al Cordobés y su salto de la rana en el penalti que cometió, podría ser con De Gea, menos inspirado que en otros partidos, o con Perea, o con…) pero no, el cuerpo me pide hablar del entrenador. Y es que ayer, el primo de la creadora de “Mi gato”, terminó el partido citándose a la salida de la discoteca con varios de los jugadores del Español, teniendo que ser sujetado mientras homenajeaba a Florentino Fernández al grito de “tu no sabes quién soy yo, que estoy mu loco, pero mucho”, mientras algunos pensábamos lo bien que hubiera venido Domínguez en el partido, por lo débil que pareció la defensa cuando Osvaldo y Javi Márquez aparecían en el horizonte y porque en caso de pelea un gordo (como dice QSF de él) nunca viene mal.
Volvamos a nuestro relato si me lo permiten…)

-Victoriana, ¡qué manos tienes para la cocina! ¡Ay, si tuvieras el mismo gusto para repartir tus amores futbolísticos!–alabó Don Rufino mientras organizaba expediciones de búsqueda en sus premolares con un mondadientes.
-Pues vaya despidiéndose de estas manos, que los de Sanidad nos han dicho que, o aislamos la cocina o nos precintan –casi sollozó Dámaso-. Y claro, veinte mil “güeros” no tenemos (nótese como la moneda única ha calado en las zonas rurales).
-Tú deja eso de mi mano Dámaso, que los mejor parados en el reparto de los derechos televisivos van a financiar tu obra y el arreglo del paso a nivel –apostilló maliciosamente el edil-. Vosotros el lunes lo que tenéis que hacer es tener preparadas el triple de bandejas de rabiadores que de costumbre.
Y el lunes siguiente llegó (por favor, les pido un ejercicio de imaginación estilo flash-forward, adelántense en el tiempo). Y el bar se puso de bote en bote y volaron los rabiadores y corrieron litros y litros alcohol (como cantaba el antes rey del pollo frito y ahora pensador renacentista Ramoncín). Y salieron los clientes del bar, unos tristes y otros alegres por el resultado del clásico, pero todos contentos por el nivel de alcohol en sangre. Y cogieron sus coches y sus LandRovers para dirigirse a casa. Y a la vuelta de la esquina les esperaba Serapio vestido con el capazo de lluvia de la benemérita y portando en una mano una linterna y en la otra un aparatito de esos de soplar. Y al lado estaba Don Rufino ataviado con una riñonera con el escudo del Atleti en la que guardaba la contribución del que prefería acogerse al pronto pago a que le inmovilizaran el coche. Y sólo fue de reseñar un incidente protagonizado por un forastero del pueblo de al lado que puso en duda la autoridad de Serapio, incidente rápidamente sofocado a través de un par de las ya legendarias hostias del cabo. Y Dámaso y Victoriana pudieron pagar la obra de cerramiento de la cocina e incluso les sobró un poco de dinero con el que asistieron a una función de teatro en la Latina en el marco de un viaje que supuso el segundo cierre temporal del bar. Y el paso a nivel del pueblo tuvo barrera a pesar de que hacía muchos años que no pasaba ningún tren, a lo que Don Rufino respondía que la prudencia nunca está de más, que cualquier día volverían a pasar. Y se vio a dos figuras caminando por las calles casi desiertas del pueblo.
-Don Rufino, creo que a la casa cuartel le haría falta una manita de pintura. ¿Cuándo dice usted que estos dos juegan la vuelta? –preguntó Serapio, el fiel Serapio.

martes, 23 de noviembre de 2010

Los viajes de Suso

(Antes de empezar les debo pedir disculpas por bajar deliberadamente el nivel humorístico y sainetero de la entrada de hoy, pero convendrán conmigo después de leerla que hay cosas que tienen muy poca gracia)

-Niñas, al salón –pidió casi a gritos el gerente del resort tropical-, que ya ha llegado Don Jesús.

Don Jesús, al que a partir de ahora llamaremos Suso, cruzaba el charco al menos dos veces al año para equilibrar el presupuesto de gastos de la empresa en la que trabajaba, que ya saben ustedes que a un buen comercial (o representante o viajante o director deportivo) se le mide de manera directamente proporcional al tamaño de cuenta de gastos que presenta cuando vuelve a casa.

-A ver quién es el guapo en contabilidad que pone en duda si es necesario o no el apartado de gastos varios en tintorería, invitaciones a champán cristal y masajes con final feliz –decía siempre muy ufano Suso.

Evidentemente, no sólo viajaba para gastar por gastar (aunque tal vez un poco sí), sino que lo hacía con la excusa de buscar nuevos talentos para su empresa y realizar prospecciones en nuevos mercados emergentes. De hecho antes de partir, siempre hablaba con algún periodista amigo al que le dejaba titulares tan jugosos como: “Voy a peinar el mercado centroamericano y de las Guayanas”.

Echado en la tumbona y degustando su tercera caipirinha de la mañana, Suso recibió la llamada de su jefe interesándose por sus gestiones:

-Suso, a ver si esta vez te esmeras con tu informe, que tenemos que dar carnaza al pueblo ante la inminente apertura del mercado de invierno. Oye no olvides que hoy jugamos en San Sebastián.
-No se apure Don Enrique, que lo llevo muy adelantado. Y en cuanto a la retransmisión, ya lo tengo preparado para verlo, me van a cerrar la sala de juegos para que lo vea tranquilito y concentrado.

Suso no tenía grandes problemas con su jefe, de hecho le tenía más miedo al que realmente mandaba en la empresa, un individuo de mirada huidiza y cara asimétrica que le miraba con desdén y que, en ocasiones, le había amenazado con el despido si no se cortaba ese pelo de sota de oros que a él le parecía tan chic.

¡Si ellos supieran cómo hacía los informes! Desde hace tiempo, y ante la falta de atención que sufría por parte de sus jefes (propiciada por su propia ineptitud, aunque esto no lo admitía nuestro protagonista), los informes reflejaban la característica más destacable de la lugareña con la que pasaba el día (y la noche), seleccionada con mimo por parte del gerente del complejo previo pago. Por ponerles un ejemplo, si la chica dejaba doblada la ropa en la silla de al lado de la cama cuando se desvestía Suso ponía en su informe: “gran capacidad para ser organizador”, en otras ocasiones tras un trabajito manual por debajo del mantel mientras servían la langosta recién pescada escribía: “gran manejo de la izquierda”.

Eso sí, sólo una cada noche, intentaba no romper esa regla desde lo de Renata. Renata Luisa Santana fue la única con la que pasó los 15 días que estuvo en el resort, nada más verla le embrujó, por sus ojos y por cómo bailó samba hasta el amanecer (lo que fue reflejado en el informe como “gran visión de juego y capacidad para llevar el tempo del partido, usa excelentemente las dos piernas”). Renata le pidió que colocara a su hermano (del que no recordaba el nombre) en la empresa y él accedió porque no se veía capaz de negar nada a esa mulata. Se los llevó a Madrid con él y al final tuvo que quedarse con el hermano (¿cómo se llamaba el muchacho?) cuando Renata desapareció un día con el primo que tenía en Alcorcón, primo del que Suso había sospechado desde el momento en el que vio la familiaridad excesiva con la que palmeaba el trasero de la garota.

En todo eso pensaba Suso mientras jugaba al billar e intentaba ver por el rabillo del ojo el partido de su empresa contra la Real Sociedad, que nunca se sabe si alguien le podía llamar para preguntar qué le había parecido, aunque a él realmente le importaba un cojón cómo quedara. Entre carambola y carambola, reflexionaba sobre lo tonto que había sido con Renata y todo por dejarse llevar por los sentimientos. Los sentimientos, ya ven ustedes que tontería, eso que alegaban los seguidores y simpatizantes de su empresa. Pero si es una empresa, joder. Una manera de ganar dinero. ¡Qué coño tendrán que ver aquí los sentimientos!
Lo que sí pudo ver es que los representantes de la empresa ganaron el partido con suspense: primero parecía que iba a ser la historia de siempre cuando los empleados salen de la oficina local, es decir no se cierra el negocio, pero más tarde aparecieron los delanteros, sí, sí, esos que tantas alegrías han dado en los últimos años y ganaron el partido a pesar de que la gerencia les había acusado de llevar desde el inicio de temporada medio dormidos. Hablando de medio dormidos, la defensa se presentó en el campo con legañas y con la boca seca, y les costó alrededor de 30 minutos desperezarse, no siendo, aún así, el punto más flaco del equipo ya que éste se localizó en el centro del campo. De la misma forma en la que Suso se dio cuenta de que cuando Forlán y Kun se ponen a la faena pocas empresas se pueden comparar con la suya, también reparó en que el medio campo difícilmente aguanta comparaciones con otras del ramo, de hecho, de inicio pareció que los mediocampistas estaban pesados, tal vez por un exceso de pintxos en el casco viejo de la ciudad que visitaban, aunque finalmente se entonaron, demostrando que las digestiones no suelen durar dos horas lo que contradice claramente las recomendaciones de las madres cuando vas a la piscina. Conclusión: las acciones de la empresa parece que repuntan, tal vez porque el calendario ayuda al reparto de dividendos en forma de puntos, pero no se dejen engañar, tal vez sea mejor poner el dinero a plazo fijo que invertir en la empresa, sobre todo cuando no se reúne en su sede social del Calderón.

Antes de pasar el control de pasaportes del aeropuerto y con el olor de las señoritas de cuya compañía había disfrutado en esta estancia todavía apresado en la ropa, miró con orgullo el informe que había confeccionado esta vez. Cualquiera que lo viera pensaría que se trataba de un impecable reporte para la empresa, sin saber qué alejados estaban de la realidad y cuántas largas noches habían alumbrado el fajo de papeles que llevaba en la cartera de ministro que se había regalado como capricho en el duty-free. Y entonces lo recordó…Cléber, el hermano de Renata se llamaba Cléber.






lunes, 15 de noviembre de 2010

Encuentros en la tercera edad

Ya sé que me echaban en falta, ya sé que el Atleti jugó el sábado y estamos a lunes por la noche y todavía no hay entrada en la agonía. Podría hacerme el divo y contarles que me he retrasado porque he estado en los mares del Sur localizando exteriores para las próximas entradas, pero quiten, quiten, he estado de vacaciones y para más inri en la playa.

Vamos primero con el partido de este fin de semana. Dos cosas deben ser destacadas como lo mejor: primero la recuperación de Forlán certificada con dos goles y una asistencia, a pesar de la torpeza de nuestros dirigentes y los palmeros de la prensa afín al régimen (no se engañen, al régimen de los otros, no al nuestro) que llevan representando hace tiempo escenas como la que les traigo:

-Buenas noches señora, perdone que me presente sin avisar en su domicilio pero soy Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid y le ofrezco una oferta irrechazable, nada menos que una promoción de delanteros charrúas con tendencia a ganar premios de máximo goleador. Si usted cierra ahora mismo el trato les hago un 50% de descuento y les regalo esta magnífica enciclopedia de bolsillo de 50 tomos, la ayuda ideal para los deberes de los más pequeños de la casa.
-Mire Don Enrique, nos pilla usted cenando y, además los pequeños de mi casa tienen 47 y 53 años, con lo que no están para llevar tanto tomo en la mochila. Esto es cosa de la familia de mi marido, que siempre ha tenido tradición de sufrir de las lumbares.
-Pero señora –insistía Cerezo intentando meter el pie en la puerta que se iba cerrando poco a poco-, que esta es una promoción no disponible en tiendas.

Forlán estuvo participativo, comprometido y lo más importante, menos inclinado al pataleo cuando el balón no le llega cómo y cuándo quiere, lo que es una gran noticia. Esperemos que siga por ese camino.

El segundo aspecto a destacar es Mario Suárez (o SuperMario como ya se le ha bautizado en varios de los blogs afines a este). Señores, habemus mediocentro. No solo hace olvidar a Assunçao (que será útil a lo largo de la temporada, no lo duden) a la hora de defender, sino que da el balón donde debe y con sentido común, lo que es algo que no sobra en el fútbol actual.
Conclusión, victoria que esperemos sea el primer chorizo de la ristra que hay que merendarse para volver a los puestos de arriba, que casi no nos podemos permitir fallar debido a la racha de resultados que se han cosechado con los equipos de nuestra liga.

Permítanme volver a las vacaciones playeras, que debo calificar cuando menos de inquietantes. Les cuento, entre degustaciones de fideguás (sí, sí escrito así) y arroces a banda y con costra, fui testigo de la llegada de un grupo de jubilados alemanes al hotel de enfrente. Es de justicia hacer un inciso para explicar a los no viajados que las costas españolas en esta época del año arrojan una media de edad  de 85 años, lo que hace que el tema de conversación más escuchado sea el de cómo los kiwis en ayunas sirven para equilibrar el exceso de hidratos de carbono servidos en paellera con el que el turista se castiga, que la regularidad es una virtud no sólo exigible a las red de transportes públicos. Imagínense mi sorpresa al ver que dos de los jubilados teutones (que procedían de Gelsengirchen, o como coño se escriba la ciudad en la que juega el Schalke 04) vestían la camiseta de Jurado (sí, ese, el que dio nombre a este blog).
Quiso el azar que los dos fans de “Der Eingebildet” (no lo busquen en google, esto quiere decir el Fantasioso) se sentaran al lado en una terraza con vistas a la puesta de sol, y uno, que es muy cosmopolita, se puso a hablar con ellos haciendo uso de su don de lenguas (es decir, hablando a voces que es lo que entienden los extranjeros) para hablarles de este espacio:

-¡ANDA QUE NO OS LA HEMOS METIDO BIEN CON LA VENTA DE JURADO! ¡MENUDO TIMO, SI HASTA EMPECÉ A ESCRIBIR CADA SEMANA PARA ACORDARME DE ÉL Y DE SU FAMILIA!

-O sea que es usted el responsable de ese panfleto reaccionario, y además del Atleti –respondió irritado y en perfecto castellano uno de ellos que atendía al nombre de Klaus-, ese equipo que no supo valorar el arte de nuestro jugador.

-¡Y ADEMÁS OS HABÉIS LLEVADO TAMBIÉN AL EMPUJABALONES, JAJA!

-Creo que se refiere “al que tira del Wagen”-acotó Helmut ante la cara de extrañeza de Klaus.

Allí me explicaron con malas formas que el de Sanlúcar se había convertido en un icono porque en Alemania se ve con muy buenos ojos el juego educado de Jurado, es decir que allí gusta en igual medida que aquí desesperaba lo de esperar al jugador al que ya has regateado o lo de hacer controles orientados de dudoso gusto incluso cuando te pasan desde la banda la botella de agua. Finalmente, y ante el tono violento que estaba tomando la conversación, me sugirieron amenazándome con pisarme un pie con un andador que cambiara el título del blog, que era un ejercicio difamatorio y burlón sobre su ídolo. Evidentemente, y ante el riesgo que corría mi integridad, no tuve más remedio que salir por piernas en aras de la libertad de expresión, no sin antes tener que esquivar una dentadura postiza y dos muletas lanzadas con muy mala intención.
Ya repuesto de la carrera y seguro de haberlos esquivado, me dispuse a entrar en una cafetería para tomar un café que me sacudiera el frío que me atenazaba tras huir de la turba germana de sandalias con calcetines. Y entonces lo vi, desde entonces no duermo bien, y no por el café, sino por lo que parece una señal del universo. Les dejo el documento gráfico, para ver qué piensan ustedes.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Estampas casi invernales


Damas y caballeros, queridos todos, el frío ha llegado. Y se preguntarán ustedes, ¿no irá ahora el autor a ofrecernos un ensayo sobre las inclemencias del tiempo? Pues bueno, según se mire, el tiempo no es solo un tema al que recurrir cuando te encuentras en el ascensor al vecino del segundo con el que mantienes una agria polémica por el vertido incontrolado de migas sacudidas a las zonas comunes, no, puede ser el hilo conductor de la entrada de hoy.
Una de las más claras señales de la presencia del frío es la vuelta a su esquina habitual del puesto de churros itinerante, bueno itinerante según se mire que se pasa ahí quietecito desde octubre hasta abril. Su vuelta está perfectamente sincronizada con el levantamiento y retirada del otro negocio emergente que ocupa su plaza durante la canícula, el puesto de melones y sandías, en el que no soy muy bien mirado desde que mi perra saltó sobre el género expuesto, no sabiendo a día de hoy si lo hizo por constatar si la agresiva campaña de marketing del gerente romaní era cierta y realmente los melones eran a cala y a prueba o porque sencillamente confundió las sandías con balones.
       -Don Emilio, que se dispersa.
Venga continúo, el caso es que el puesto de churros, por su condición de nómada, no dispone de una salida de humos reglamentaria lo que conlleva un incremento sustancial en la polución del barrio básicamente porque al churrero el protocolo de Kyoto y la limitación de emisiones se la traen más bien floja.
La llegada de ese puesto es el detonante para que el pueblo baje a los trasteros o meta en los arcones los polos y bañadores y los sustituya por las prendas invernales. Solo se mantiene en el armario de uso diario la cazadora de entretiempo, sí, seguro que ustedes también tienen alguna, esas que gustan a madres y esposas por igual pero que a nosotros no nos acaba de llenar porque las prendas de abrigo deben ser oscuras, no de color siena tostado. Y se mantiene porque no sabes muy bien (ni quieres) cuando ponértela, y siempre tienes la excusa de que hace demasiado calor o demasiado frío para lucirla.  
Sumado a todo lo anterior, desde inicios de esta semana los más observadores se habrán dado cuenta de la llegada del frío por la vuelta a las pasarelas de la vida de viejos conocidos aparcados desde hace meses: pantalones de pana, chaquetas de paño, guantes, gorros y otras prendas que en su composición tienen en común al menos más de un 30% de gore-tex. Pero no se queden sólo ahí y huelan a su alrededor…así, así, ¿no notan algo más?  Sí, sí, huele a cerrado y a naftalina, y todo porque el frío ha sorprendido de repente obligando a sacar las prendas con el aroma que llevan macerando 6 meses en el canapé del colchón y porque no hay dios que saque a orear la ropa antes de ponérsela por el olor a churro que cogería si lo haces, aspecto este que te hace recordar con nostalgia los días del muy ecológico puesto de sandías.
Dicho esto, ayer 5.000 valientes atléticos decidieron hacer frente al frío espoleados sin duda por la inusitada ola de expectación que produce la Copa, sobre todo en sus primeras eliminatorias. Dichos osados, contaban como principal aliciente con ver a varias de las perlas de la cantera atlética en el equipo titular pero notaban algo más, olía raro, olía como a Polil y la afición reparó en que los jugadores de nuestra cantera huelen a cerrado y a naftalina, y no porque no valgan, no, que seguro que más de uno vale (y si no valieran seguro que lo compensarían con ilusión), huelen a cerrado porque el primo del compositor de “No dudaría” les ha guardado sin reparo en el arcón desde la pretemporada y saben que no van a salir más hasta que el calor de los siguientes torneos veraniegos vuelva a apretar.
Nuestros chicos del B, miran con envidia a sus compañeros en las selecciones inferiores del Barça, porque cuando los sacan del cajón salen con un perfume a lavanda que el entrenador ha colocado para ellos, porque los cuidan, porque se saben importantes.
Seguro que alguno de ustedes intentará argumentar que el sobrino de la Faraona es el descubridor de De Gea y Domínguez y que probablemente sea el entrenador de los últimos años que más ha mirado a la cantera y les responderé que no estoy de acuerdo, que simplemente ha tenido la suerte de encontrarse a dos jugadores con una calidad y una personalidad tan insultante que le hubiera sido imposible meterles en la bolsa de las mantas so pena de formar un alboroto.
Poco más que comentar salvo que, por lo que dicen las crónicas, Filipe estuvo suelto en el centro del campo, marcó Mérida y Diego Costa dio una preocupante señal del gusto que comparte con Reyes por los espacios diáfanos cerebrales, gusto que sabíamos latente desde  su paso por Valladolid. Dicen también que los chavales estuvieron bien (Perea, Pulido y Koke) y que todos demostraron que hay que contar más con ellos.
MI última reflexión es para decir que en partidos como el de ayer, si la directiva fuera como debe ser, se debía haber regalado a los que fueron al campo una manta y un chocolate con churros, aunque les hubiera dejado olor en la ropa, que para algo ha llegado el frío.

lunes, 8 de noviembre de 2010

¿Dónde está Iker?

Mis queridos lectores, se preguntarán ustedes el por qué del título y seguro que esperarán alguna genialidad por mi parte (hay que ver cómo les estoy malacostumbrando) en la que se destacara el poco protagonismo ayer del novio de la Carbonero, pero no, y miren que siento decepcionarles, no me refiero al portero del equipo que ayer nos ganó.
Una vez más habíamos alimentado la esperanza de ver algo distinto a lo de los últimos años, pero no, ayer se dio  lo de todos los años. Hay una generación de atléticos que no han visto ganar a nuestro equipo en los derbis contra ese otro equipo de la capital, una generación que se suma a los que sí recordamos victorias en los dos campos e incluso partidos competidos y emocionantes en los que el resultado no era siempre previsible. El problema es que los recuerdos de esos partidos están cogiendo un sospechoso tono sepia, un color avejentado por la cantidad de tiempo que llevan en nuestras cabezas sin que nadie los desempolve. Además, para enterrar más hondo estos recuerdos están los medios, que se han encargado de recordar hasta la saciedad que la última vez que el Atleti ganó en el estadio que parece una cárcel todavía teníamos pesetas, los móviles pesaban como ladrillos y el éxito más bailado y tarareado era Livin’ la vida loca.
De un tiempo a esta parte, el aficionado atlético ha cambiado su actitud ante los medios de comunicación de Madrid, pasando de cabreado por el trato desigual a sorprendido por la metamorfosis sufrida, que ha convertido a los dos periódicos de referencia en materia deportiva en lo que el Sálvame Deluxe es para la información de sociedad. Por si no me creían, me he permitido el lujo de tirar de hemeroteca y rescatar titulares (reales o imaginarios) pero convendrán conmigo en que algo así, no es de extrañar en el escenario actual:
 “A un encofrador de la Ventilla le ha salido un orzuelo con la forma de la cara de Mourinho, el afectado empieza a recoger firmas para la canonización del de Setúbal”
“El secreto de belleza definitivo del poligonero vigoréxico, cómo poner morritos cuando una cámara te enfoca”

Una vez hecho este inciso continuemos con la crónica de los hechos, ante estos partidos el respetable atlético tiene dos opciones: o bien te hacinas en el bar de turno con el hándicap de que tendrás que soportar a los molestos aficionados vecinos y la ventaja de pasar el mal trago entre boquerones en vinagre y aceitunas de Campo real, o bien, si la crisis te lo permite, te quedas en casa a verlo para que nadie te oiga mientras te pasas el partido igual que cuando te tomas unos berberechos en mal estado, es decir cagándote en todo.
De entrada el Atleti no salió mal, tampoco muy bien no se crean, pero mal no salió. El primo de Rosariyo sorprendió prescindiendo de Assunçao y sacando a Mario Suárez y confirmó las sospechas de los más pesimistas al poner a Valera, un jugador anclado claramente en los inicios de la década en la que se produjo la última victoria atlética a tenor del peinado tipo Spandau Ballet que sigue luciendo. El caso es que en dos fogonazos con algo de fortuna y/o con poca concentración por parte de los nuestros, nos vimos con dos goles abajo. En ese momento del partido daban ganas de tener en nuestro rincón al cuñado de Rocky para que tirara la toalla  porque la pinta era espantosa, pero de pronto el equipo se vino arriba y terminó la primera parte muy dignamente, incluso reclamando un más que posible penalti que (una vez más y van…) no se pitó.
En la segunda parte poco que reseñar, varios ¡uys! y unos cuantos ¡ays! pero sin llegar a nada, con el partido controlado por parte del equipo local e impotencia por parte del visitante cuya afición terminó el partido pensando en qué cara iba a poner al día siguiente en su visita mañanera a la máquina de café cuando Ramírez le diga por enésima vez lo de: “Otro año será chavalote” con su mejor sonrisa de suficiencia.
        -Oiga Don Emilio, ¿qué leches tiene que ver entonces el título del post?
        -¡Tengan un poco de paciencia, señoras y señores, que ahora voy!
Efectivamente queda algo en el tintero, algo digno de un episodio de Expediente X: la aceptación y el conformismo por parte de la masa atlética de esta situación. Una vez se han ido los Ramírez de las máquinas de café de todos los trabajos, nos hemos juntado los atléticos pero sin hacer ruido ni llamar la atención, un poco como los judíos en el ghetto de Varsovia intentando que los guardias de las SS no se fijen en ellos. Lo realmente sorprendente es que la mayoría de los nuestros están contentos porque no nos metieron cuatro como decían las casas de apuestas y los colaboradores más reputados de los programas deportivo-rosa. Otros, se atrevían a apostillar que si no es por el árbitro otro gallo habría cantado o que estaban satisfechos porque el equipo dio la cara. Estos últimos te miran raro cuando les dices que sólo faltaría que no dieran la cara y que ya está bien de victimismos, que el árbitro puede haber influido, de acuerdo, pero no para que no ganemos desde el año del estreno de Matrix (la primera, la de verdad).
Ahondando en esta corriente de opinión, el sobrino del inventor de la rumba catalana se fue del estadio rival con muy buen sabor de boca, también acordándose del árbitro pero muy orgulloso de sus chicos por haber sabido tirar la línea y haber achicado los espacios hasta un  extremo solo al alcance de diseñadores de asientos de aviones.
Miren ustedes y verán a su alrededor cientos de atléticos resignados pero contentos que no echan de menos mirar al vecino de igual a igual ni discutirle las ligas a los dos grandes,  aficionados que no rompen en un arrebato la figurita imitación de Lladró que les regaló la suegra ni bajan toda la basura de una vez porque después del partido no están para reciclajes. Para mí son zombis, les han convencido de algo que no es y se lo han creído. Por favor si alguien sabe el teléfono de Iker Jiménez que me lo pase, es urgente que exorcicemos a esa masa de atléticos.


viernes, 5 de noviembre de 2010

Cultura popular

No tomen esto como la crónica del esperpento que ayer el Atleti brindó en Noruega, no merece ni una línea a pesar de haber ganado. Tómenlo como un homenaje a los (cada vez más) lectores que por aclamación popular pedían la vuelta de las Crónicas de Fuenteturbia. Sí, sí el pueblo de la trama del El oriundo.
  
Mientras en el escenario improvisado del casino del pueblo deambulaban las miembras (si lo dice una exministra, yo también puedo) de la compañía teatral itinerante, los integrantes del Comité de Vigilancia por la Etica y la Moral de Fuenteturbia no perdían detalle. El Comité, recién constituido esa misma tarde estaba compuesto por Don Rufino, representando al poder político, Don Matías, representando al poder espiritual como párroco y Don Clemente, que desempeñaba un doble papel en el grupo, como opinión científica autorizada por su condición de veterinario de la pedanía y como opinión artística al ser el único que había ido a Madrid en una ocasión para ver un cabaret.
La compañía teatral itinerante había llegado al pueblo unas horas antes en el marco de la gira “TeatroMancha: cultura hasta en la asadura” que con el patrocinio de la Diputación provincial y la Junta de Comunidades pretendía llevar al último rincón del territorio las artes escénicas. La directora de la compañía, Edith (aunque realmente se llamaba Eduvigis), era una española hija de emigrantes que había vivido el mayo del 68 en París mientras su padre se ganaba la vida de fresador en un taller de la Rive Gauche, por lo que no encajó demasiado bien que, previo a su estreno, la obra debiera ser censurada por el Comité:

-Son ustedes unos “retrgógrados”, unos “geaccionagios” y unos “cagcas” –les acusó con su acento francés impostado-. Yo he actuado en los “escenagios” más importantes del mundo y nunca me “encontrgé” con una pandilla de “trgogloditas” semejante. No se puede “poneg” coto a la libegtad de “exprgesión”
-Mire Doña Edith –terció Don Rufino-, llevo siendo alcalde de este pueblo 27 años y lo he sido con el Movimiento, con la UCD, con el CDS, con el PSOE y ahora con el PP, así que no me toque los cojones con lo de las libertades, que más abierto de mente que yo no encontrará a nadie.

Una vez finalizada la representación de evaluación y con solo un cambio en el vestuario exigido por Don Matías (una bata de guatiné que dejaba al descubierto una longitud de muslo de la actriz principal que poco dejaba a la imaginación) y otro en el texto recomendado por Don Rufino (cuando la protagonista exclamaba aterida de frío: “Cúbreme, cúbreme ya” y ya se sabe que cubrir en provincias significa otra cosa), Don Rufino se encaminaba junto con su fiel Serapio al bar de Dámaso, convertido en lugar alternativo para echar la partida de julepe dada la ocupación que el casino estaba sufriendo en aras de la expansión cultural.

-Serapio, vaya miradas que te echaba la protagonista –apuntó el alcalde-.  Mañana seguro que después de la función triunfas.
-Quite Don Rufino, estas mujeres de ciudad no están hechas para mí.
-Serapio, ¿Cuánto hace que no estás con una mujer?
-¿La Gertrudis cuenta? –inquirió Serapio.
-No Serapio, no me refiero a las chicas del club de carretera. Me refiero a pasar las noches de invierno acurrucadito con una mujer, que tengas una comida caliente al llegar de tu ronda y que la casa cuartel tenga el toque femenino que le falta.
-Mucho Don Rufino, mucho.
-Lo ves, un hombre debe buscar a su complemento, sin ellas no somos nadie. Mira como estoy yo desde que me falta mi Úrsula.

La falta de Doña Úrsula, como lo decía Don Rufino, era la manera de referirse a que un día su esposa desapareció sin previo aviso. Evidentemente, Don Rufino no iba a permitir que nadie en el pueblo pensara que le había abandonado por lo que organizó batidas de búsqueda capitaneadas por Serapio en toda la comarca que, a pesar de que terminaron sin éxito y de que incluso los cazadores furtivos no encontraron rastro de la alcaldesa consorte, para Don Rufino eran la prueba irrefutable de que Doña Úrsula se había despeñado en las cárcavas que había al sureste o había caído en uno de los variados pozos diseminados por las parcelas de labor. Todas estas sucesos desembocaron en unos funerales casi de estado por el eterno descanso de Doña Úrsula e incluso con el enterramiento de sus objetos personales y de su gato Lucas en el panteón familiar, previa firma del certificado de defunción (pagado debidamente por Don Rufino) por parte de un forense borrachín en excedencia. Cada año, Don Matías ofrecía misa por ella al llegar la primavera para recordarla, haciendo oídos sordos de las malas lenguas que aseguraban haber visto a Doña Úrsula en la capital, del brazo de un tratante de ganado que, casualmente, rondaba la comarca en los días anteriores a su trágica desaparición.

Podríamos calificar de desigual la acogida que el respetable brindó a la representación teatral. Para ser más precisos hubo división de opiniones (unos se durmieron como troncos y los más se escaparon al bar de la plaza aprovechando el descanso del entreacto cansados de aplaudir con mayor intensidad los ronquidos de Zacarias que el arte de los actores). Antes de montarse en la furgoneta que les había traído al pueblo, Don Rufino insistió en convidar a la compañía a una cena típica fuenteturbiana, por un lado para intentar que Edith no hablara mal del pueblo ante los de la diputación y por otro para llevar a cabo su plan con respecto a Serapio.

-Don “Gufino” –intervino Edith- me he quedado “prgeocupada pog” la “geacción” del público. No “crgeo” que tengan muchas “opogtunidades” de “veg” una “vegsión librge” de Macbeth como la que le hemos “brgindado”
-¡Ca Doña Edith, si les ha encantado!, lo que ocurre es que aquí no somos muy de exteriorizar nuestras emociones –tranquilizó Don Rufino-. ¿Un traguito más de Anís? -para luego añadir- Serapio mientras cenamos con la señora directora escénica, acerca a la señorita protagonista a ver las cárcavas, que me ha dicho Doña Edith que es una amante de la naturaleza. (léase perroflauta, actriz y ecologista ¡qué combinación!)

Una vez en las cárcavas, Serapio enseñó a Zoe (la protagonista) lugares de anidamiento del pollo perdiz autóctono de la zona y pozas escondidas donde bañarse en noches de luna como esa hasta que una cosa llevó a la otra y entre la soledad de Serapio y el porte marcial que Zoe vio en él, llegaron a mayores en la era no sin antes tomar las medidas profilácticas adecuadas, cosa que a Serapio sorprendió sobremanera dada su falta de experiencia en estas lides fuera del mundo de las profesionales del amor. Allí aprendió Serapio que eso que Zoe le puso allí era de latex y que era eficaz en la prevención de enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados.

Transportémonos ahora 6 meses adelante en el tiempo, Don Rufino espera en su despacho a Serapio para hablar con él porque le nota raro, distinto. Hace bastante que no quiere ir a pasar un rato con Gertrudis al club y además le está cambiando el carácter. Hace menos de dos semanas zanjó dialogando una disputa de lindes y pastos entre Isabelo y Herminio sin levantar la voz y sin recurrir a sus ya legendarias dos hostias. Todo eso pensaba el alcalde cuando el cabo de la benemérita se presentó ante él:



             -¿Me ha mandado llamar Don Rufino? 
-Sí, pasa Serapio. Te he hecho llamar porque me tienes preocupado, te veo triste y alicaído. Vamos, como un perro aullando a la luna.
-¡Cómo me conoce Don Rufino! –reconoció Serapio-. Es por lo de Zoe.
-Pero Serapio, si hace seis meses que pasó, ¿no me irás a decir que te has enamorado?
-No es eso Don Rufino, es que yo a Zoe la aprecio mucho y no quiero que se quede preñada ni que coja unas purgaciones.
-Muy bien Serapio –respondió extrañado el alcalde-. Eso te honra, pero ¿qué coño tiene que ver eso con tu actitud?
-Que cuando fui con ella a las cárcavas me habló sobre las medidas que teníamos que tomar para evitar que se viera en tan embarazosa situación, valga la redundancia, pero es que ya no puedo más, creo que esta noche me voy a quitar el plástico que me puso en mis partes, que desde entonces mi vida es un calvario.
-Así me gusta Serapio, puedes volver a tus labores de vigilancia –apostilló el edil disimulando la carcajada que le venía a la boca y pensando que todo volvía a su ser en Fuenteturbia mientras el guardia civil salía del despacho.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Nuevas enfermedades

Ayer el Atleti empató un partido que tal vez mereció ganar o tal vez no, en el que la afición no sabía muy bien si, antes de entrar al campo debía pedirse un pacharán o un gin-tonic y si, ya en el descanso, el bocadillo de tortilla con pimientos o mortadela con aceitunas convalidaba como merienda o como cena.
Los jugadores tampoco lo tenían muy claro, tal vez vimos síntomas de mejoría en Forlán y Tiago o tal vez no, tal vez Filipe hizo su peor partido su llegada al Atleti o tal vez no, tal vez a Godín en vez de una apendicitis aguda lo que se le manifestó fuera un cuadro de descomposición (o cagueta si no son ustedes tan finos), o vaya usted a saber, puede que todo lo anterior fuera verdad o todo falso, porque ayer nada importaba.
Al partido de ayer solo le faltó alguien con el suficiente valor para emular a Rafael de Paula y decir que no se debía jugar porque el encuentro miraba con intención y ganas de cogerte, y esperar dignamente a que sonaran los tres avisos para que la Guardia Civil salga a rematar al morlaco o al maestro, que nunca se sabe.

Se preguntarán ustedes, de naturaleza curiosa, el por qué de esta indefinición y esta apatía, pues bien todo esto viene desencadenado por esa enfermedad de nuevo cuño que se conoce como el cambio de hora.

Hace años, cuando se cambiaba la hora para ajustarse al horario de verano o de invierno, la gente atrasaba o adelantaba el reloj de pulsera, el de bolsillo y hasta el carillón del comedor y sanseacabó, pero ahora no mis queridos lectores, ahora no.
El cambio de hora ha pasado a ser una enfermedad que provoca irritabilidad, malestar general, sequedad de mucosas y tos con esputo abundante y se ha sumado a otros males modernos como la depresión postvacacional, el déficit de atención en niños hiperactivos o el stress de mozalbete al que su padre obliga a ir a clases de twaekondo o de flauta travesera. Gran parte del mérito de la expansión y divulgación de esta enfermedad se le debe atribuir a los canales de televisión y, en especial, a Antena 3.

Las noticias (o el parte, como decía mi abuelo) de Antena 3 han descubierto una mina en estas nuevas plagas del siglo XXI y, oscilando entre lo apocalíptico y lo esotérico, salen a la calle para preguntar al personal como llevan los síntomas y para dar testimonio de la lucha contra esta lacra, lo que se viene a sumar a esa campaña que ha dejado nuestras carreteras como las narices de un adolescente onanista (es decir, llenas de puntos negros).
Por su parte Telecinco, siempre a la vanguardia de los documentales, ha contraprogramado con un especial que trataba sobre cómo Belén Esteban sufre el cambio de hora y cómo afecta esto a Fran, el camarero del bar Rascacielos y a la sazón esposo de la princesa del pueblo.

Con este panorama, no parece raro que ayer Avelino, un respetable ciudadano que se disponía a dar su paseito de la tarde para bajar el colesterol siguiendo las recomendaciones de su hija que estudia 3º de Medicina, saliera de casa con  la desorientación propia y justificada por la hora ganada y la desazón provocada por las noticias con que los partes habían bombardeado desde una semana antes. Nada más poner un pie el la vía pública, vio que se le acercaban tres niños vestidos de esqueleto, dos niñas que parecían las brujas de Salem, y varios zombis caracterizados con más o menos fortuna, viéndose obligado a huir a la carrera sintiendo el aliento de los afectados por el cambio de hora en el cogote y oyéndoles repetir como un mantra infernal:

            -¡Truco o trato, danos golosinas Avelino!

El corazón de Avelino no resistió la carrera más allá de la cuarta manzana y cayó fulminado en un callejón, al lado de unas cajas de estanterias Sanvaard de Ikea. Los efectivos del Samur que se personaron en el lugar del suceso sólo pudieron certificar su muerte reflejando en el informe que la causa más probable del fallecimiento era el cambio de hora.

Me comentan que Matías Prats abre el informativo de las 3 con Avelino en portada.