martes, 25 de octubre de 2016

La inevitable existencia de los domingos por la tarde

Aunque todavía haya quien lo dude, los domingos por la tarde existen. Cualquier humano, por muy apasionante que sea su vida, conoce en primera persona el sabor de esos momentos posteriores a la sobremesa del último día de la semana. Esos minutos que transcurren pesadamente para volver a colocar en su sitio todo el maravilloso desorden que el fin de semana dejó en medio del salón. Los más receptivos son capaces incluso de notar como los mecanismos y engranajes del universo se ajustan para volver a la rutina con pequeños crujidos que se escuchan a media tarde, justo cuando en la tele ponen una película alemana ambientada en Mallorca con pretensiones de thriller psicológico. Cabría preguntarse si en Alemania se programan a las mismas horas filmes españoles de suspense, lo que quizás explicaría la reticencia teutona a extender los fondos de cohesión comunitarios para el desarrollo ibérico. Todo puede ser.

Una vez admitida la existencia de los domingos por la tarde, conviene reconocer que normalmente nos pillan desarreglados. Un poco a medio vestir, como le cogió a Simeone el otro día. El acostumbrado y sobrio traje negro fue sustituido por un chándal de tacto inimaginable. Conociendo las supersticiones que adornan al técnico con respecto a la ropa a elegir cuando hay día de partido, tal vez El Cholo intuyera que de un encuentro a media tarde del domingo poco había que esperar. Para redondear el conjunto, nuestro entrenador se calzó unas botas en tono naranja radiactivo. Era una señal de alerta, un aviso a navegantes de lo que esperaba. Tal vez no supimos verlo hasta que fue demasiado tarde ¡Ojo, que el partido tiene trampa! Que este Sevilla parece que va en serio. El que avisa no es traidor, mírenme las botas si creen que bromeo.


Tampoco ayudó la persistente lluvia a que el partido no cogiera al Atleti a contramano ¿Quién no puede entender las escasas ganas de salir de casa en un domingo por la tarde lluvioso? La tarde sevillana pedía sofá y manta. Pedía pijama siendo exagerado. Varios de los jugadores colchoneros estuvieron desdibujados: poco se supo de Griezmann, Correa volvió a reñir con el acierto, Gameiro estaba sumergido en sus recuerdos, Koke llegó a parecerse al Koke al que no se le confiaba la manija y hasta Savic y Godín parecían descolocados en bastantes ocasiones, lo que ya es mucho decir.

Lo mejor de los domingos por la tarde, una vez aceptada su inevitable existencia, es que rápidamente se les pone cara de lunes, lo que es muchísimo peor a todas luces. Podrían enunciarse cientos de teorías sobre su génesis o sobre la paradoja de que las postreras horas de un día festivo puedan llegar a ser tan deprimentes. Podría analizarse la primera derrota de la temporada desde muchos puntos de vista. Probablemente el rival fue mejor en ciertas fases y en otras lo fue el Atleti, aunque sin acertar de cara al marco. Hay partidos que se escapan porque nacen marcados para escaparse, para escurrirse por el sumidero del calendario como si fueran los segundos de un domingo por la tarde. Quizás la única explicación posible estribe en el color de las botas de Simeone. A los domingos por la tarde no les gustan los colores demasiado estridentes ni los partidos con lluvia. Su miseria solo se disfruta plenamente mientras se ve una película alemana de misterio ambientada en Mallorca. 

jueves, 20 de octubre de 2016

El paso atrás de Koke

No siempre dar un paso al frente supone avanzar. Muchas veces dar un paso atrás es el acto que ayuda a crecer exponencialmente. Cantaba Robe Iniesta, líder de Extremoduro y letrista merecedor a rascar, visto lo visto, un premio como el de Dylan, que no conviene creer que se está huyendo al retroceder, sino que tal vez se esté cogiendo carrera. La respuesta a casi todas las preguntas puede encontrarse no en el viento, como decía el Nobel de Literatura, sino en los diez o quince metros que Koke ha retrocedido para adueñarse del mediocampo del Atleti.

La inclusión de Koke en la sala de máquinas ofrece un inagotable abanico de posibilidades al equipo, siendo una de las más relevantes la del espacio que queda libre en la alineación para que otro jugador con perfil más atacante comparezca de inicio. Desde la llegada de Simeone, el técnico siempre quiso acercar al de Vallecas al círculo central, pero hasta la fecha no había encontrado el momento de entregarle la manija en propiedad, quizás también temeroso de perder último pase con su reubicación. Con Resurrección a los mandos y Gabi desempeñando el papel de fiel escudero que siempre borda, no se pierde un gramo de sacrificio y la inspiración encuentra más sitio en las inmediaciones del área contraria. La potencia de Saúl, las diagonales de Carrasco o la anarquía en el desmarque de Correa se abren paso para descoser defensas pobladas sabiendo que en la retaguardia queda el retén que guarda el sueño de la defensa rojiblanca. 


Argumentaba, con razón, un colchonero de solera con el que tuve la suerte de coincidir hace unos días, que desde que Koke ha retrasado su posición, han vuelto al Calderón cambios de juego que no se recordaban desde que Schuster impartía su magisterio en la zona ancha. Esa es otra seña de identidad del seis que siempre llevó un cinco dentro: desarmar planes rivales moviendo rápidamente el balón de banda a banda. Abrir los campos hasta latitudes en las que las pizarras se llenan de goteras.

Tal vez la naturaleza de los partidos por venir nos traigan a Koke de nuevo en el interior, más cerca de las líneas enemigas. Quizás más adelante, El Cholo reconsidere su posición sobre el tapete dependiendo de las circunstancias pero su hábitat natural se encuentra en el epicentro de las operaciones. Pidiendo el balón con avidez a los centrales y dibujando pases que esconden llaves para asaltar fortalezas. Benditos diez o quince metros retrocedidos. 

jueves, 6 de octubre de 2016

Pobres tertulianos

Pobres tertulianos deportivos. Se les viene encima a traición un parón de selecciones y, al mirar la tabla clasificatoria, en lo más alto aparece el Atleti. Sí, el Atleti. Esa banda que, según ellos, juega tan malamente. El conjunto que aburre a las ovejas. El equipo al que se pretendió enterrar antes de tiempo, cuando no había hecho acto de presencia este septiembre que quiso ser final de agosto al que acabamos de despedir. Por si fuera poca desdicha, ni los números ofrecen algo de abrigo, algún consuelo. Los de Simeone permanecen imbatidos en todas las competiciones a pesar de un calendario tremendamente exigente. Las clasificaciones de máximo goleador y de portero que menos ha encajado llevan nombre rojiblanco y, puestos a desdecir, el colchonero es el segundo equipo que menos tarjetas amarillas recibe. Ya ni a lo de violentos pueden agarrarse. Lo dicho, pobres.

No obstante, conviene no bajar la guardia. Las cifras no son suficientes para desarmar a los empecinados críticos del modelo. Al Cholo se le sigue esperando, navaja en mano, a la vuelta de la esquina de cada partido. Su pecado fue transformar al equipo simpático y perdedor en una máquina perfecta de competir que osó sentarse en una mesa reservada solo para dos. Cuentan que los rivales miran el calendario con prevención y planean fingir una indisposición en las fechas de cruce con el Atleti de Simeone para ahorrarse el amargo trago. Hace tiempo que los de rojo y blanco dejaron de ser una sorpresa. Siguen siendo una realidad. Una certeza en la que no tiene cabida negociar el esfuerzo.


Ocurra lo que ocurra, siempre habrá voces dispuestas a afear el desempeño del técnico. A poco que la concentración de mediocentros repunte, volverán las oscuras golondrinas que le acusan de reservón. Cuando algún rival se atragante pertrechado en área propia, se lanzará la piedra envolviéndola en falta de capacidad de reacción, en no saber plantear alguna alternativa válida. Ojalá sean los dioses propicios y no tengan a bien enviar un empate a cero en una semana con tres partidos y horarios imaginativos, por lo que pudiera pasar. Ahora andan a vueltas con los penaltis fallados, como si ganar desde el punto fatídico no fuera una ordinariez mayúscula salvo cuando se produce cerca de Concha Espina.


No intenten entenderlos. Dice el proverbio que algunos llaman razonar a encontrar argumentos para seguir creyendo en lo que creen, aunque sea una necedad. Ayer mismo escuché de pasada a un creador de opinión balompédica asegurando que el rojiblanco era un equipo ultradefensivo. En plena hora de comer lo dijo el gachó y sin invitar a una ronda de antiácido. El manual de instrucciones para lidiar con pensadores de este tipo aconseja taparse los oídos siempre y en todo lugar. Ya lo dijo nuestro guía: no consuman. Cada segundo que el Atleti pasa con el culo sentado en los puestos de privilegio se convierte en un dolor lacerante para los que vuelven a constatar que hace tiempo que las ligas no están ganadas en octubre, como siempre pretendieron. Snif. Pobres tertulianos.