jueves, 28 de abril de 2016

Magia

Antes o después, todos nos acabamos dando cuenta de que ya no creemos en la magia. A la vuelta de cualquier recodo del camino uno se detiene y sabe que ya no habrá noches de Reyes como las de la infancia. Nunca volveremos a mirar debajo de la almohada para ver si el Ratón Pérez aceptó el trato dejándonos una moneda de cinco duros. Jamás experimentaremos de nuevo el hormigueo de tantas primeras veces. La magia se nos marchó a jirones a la vez que cambiábamos de talla de pantalón o de zapatos. Ahora nos dedicamos a buscar el truco de la vida sabiendo que no existe. Aun así, hay ocasiones, como la de ayer, en las que aparcamos las miserias de la realidad y nos entregamos a la magia, que existe. A la orilla del Manzanares, para ser más exactos.

Un entrenador, once jugadores, cincuenta y cinco mil almas, cientos de miles y hasta millones de hombres y mujeres se transformaron de nuevo en niños y niñas durante dos horas. Dejaron a un lado preocupaciones, hipotecas y malabarismos para llegar a fin de mes y se sumergieron con los ojos abiertos como platos en el universo de magia que emanaba el Calderón. Notaron que todo era diferente. Nuevo. Volvieron a vivir cada sensación como la primera vez. El encantamiento empapaba corazones que latían expectantes y obligaba a animar hasta desgarrar la voz. Las palmas echaban humo. El pitido inicial no hizo sino reforzar el hechizo.

Durante los primeros minutos, incluso los jugadores y aficionados bávaros parecían aturdidos por la ilusión. No había chisteras ni pañuelos infinitos, pero comparecía un Atleti desatado. Mágico. Sin más preámbulos Saúl agarró un balón sin trampa ni cartón y lo convirtió en uno de los goles más maravillosos que se recuerdan. Rivales hipnotizados yacían en el camino del interior rojiblanco incapaces de llegar a adivinar el truco. Quizás no lo hubiera. Fue pura magia.


Siguió el equipo colchonero a lo suyo mientras el rival asistía desde la mejor localidad al espectáculo. Tras la cortina de todo balón dividido aparecían Koke, Gabi y, sobre todo, un inmenso Augusto para conquistarlo. La defensa ocultaba en un cajón cada ataque enemigo para posteriormente abrirlo y ver que dentro no quedaban migajas de peligro. Oblak, remangado, convertía la pelota en paloma prisionera entre sus guantes. Griezmann y Torres se evaporaban y volvían a hacerse carne en la vanguardia, obligando a los defensores del Bayern a andar con mil ojos. No hubo dobles fondos ni ilusiones ópticas. Fue trabajo y fútbol a partes iguales. Un derroche desplegado ante atónitas miradas llenas de inocencia.

El segundo acto del choque no fue a la zaga del primero. El número de ilusionismo se adaptó a las necesidades del ambiente. Las filas se cerraron y, ante la incredulidad del respetable, pudo constatarse que once hombres pueden levantar una muralla inexpugnable. Buscaban los germanos un resquicio que no existía para estrellarse una y otra vez en la tela que el gran prestidigitador Diego Pablo había tejido en su mente. Hubo tiempo incluso para que Torres, otra vez rejuvenecido, pudiera sellar la mitad del pasaporte a Milán en un remate que sacó del mazo de cartas que ocultaba en la manga del contraataque.


Terminado el encuentro nadie quiso moverse de su asiento. Levantarse y enfilar la salida, ponerse a hacer otras tareas, cualquier mínima perturbación podría romper el hechizo. Fuimos niñas y niños de nuevo por una noche. Creímos otra vez en los Magos de Oriente y en un superhéroe que se apellida Ñíguez. Nos pellizcamos y certificamos que fue real aunque formara parte de un sueño. No busquen el truco en el Atleti porque no lo hay. Es simplemente magia.

miércoles, 27 de abril de 2016

Etiquetas

Artículo publicado en La Vida en Rojiblanco:

http://www.lavidaenrojiblanco.com/opinion/etiquetas/

Si hay algo que en este país gusta más que una caña de cerveza con su correspondiente tapa es etiquetar. Colgar sambenitos y echarse a descansar, que encasillar cansa una barbaridad. Detrás de las etiquetas se esconde principalmente la envidia, el ánimo de echar basura al que se atrevió a ser diferente. Al que decidió saltarse libretos e improvisar soñando con saltar las barreras. Con la silla apoyada en el quicio de la puerta, los etiquetadores pasan revista a los que transitan por la calle Mayor vomitando amargura: la guapa que se arregla es puta; el tipo de buena planta que cuida su apariencia es un chulo o, directamente, maricón; el Atleti es violento y juega al fútbol que da pena.  

Lo triste de las etiquetas no es que haya alguien con tanto tiempo libre y vileza para repartirlas, lo realmente desolador es comprobar cómo calan en la opinión de los demás. Despachadores de horarios, colegiados y analistas de ceño fruncido niegan verse influidos por ellas, pero las llevan cosidas en el refajo de su criterio. La gran mayoría asegurará, en ocasiones sin haberse llevado más de cuatro partidos de los de rojo y blanco a la boca, que la violencia desplegada por el Atleti es obscena y que habría que tomar medidas como calificar sus encuentros con dos rombos y sacarlos a empujones del horario infantil. Como ejemplo, valga el de un segundo entrenador con poco pasado y ningún presente que la otra tarde se quejaba amargamente de los cortes en el juego que los colchoneros propiciaban. Hace un tiempo fue capaz de glosar en alejandrinos las gestas de Xabi Alonso como paladín de la falta táctica. Se contrapone violencia versus conocimiento del juego mientras la grada se pone en pie para jalear una patada a toro pasado de Isco, el hombre llamado a acabar con el hambre en el mundo. El ojo hinchado de Godín y las agresiones sin balón a Juanfran, tres veces negadas a la manera de San Pedro, se soslayan o se explican donde la letra pequeña para no incomodar a las etiquetas, que son muy particulares.


Tampoco se libra el equipo colchonero de la letra escarlata del mal juego. Los repartidores de papeles se aburren, ¡qué desdicha!, sin saber el flaco favor que se hacen a sí mismos. El Atleti da a luz partidos en los que juega bien, muy bien y hasta regular tirando a mal, y en estos últimos es cuando más ternura inspira. Es en esos, y no en otros más pintureros, cuando se valora la dificultad de la empresa. Es en esos, y no en los de abultada diferencia, donde el sudor riega la ciega convicción de sus aficionados. Con la clasificación en un pañuelo a falta de un suspiro, cabría preguntarse bajo qué oscuro sortilegio camina la Liga para que los de Simeone se codeen con la élite ¿Cómo es posible que jugando de manera tan deficiente el Atleti mire de igual a igual a esos otros dos equipos que cada vez que saltan al campo hacen estallar la primavera? ¿Tanto dan de sí los límites del reglamento –otra etiqueta interesada– para poner al mismo nivel luces y sombras? Asegurar que en la Ribera del Manzanares habita el tedio señala a los que se están jugando los títulos con los rojiblancos. Mucho tendrían que reflexionar los guardianes de la belleza y los adalides del temperamento pretendidamente señorial sobre sus propias etiquetas antes de entretenerse analizando las del de enfrente.

A modo de conclusión, tal vez lo mejor sea perpetuar el disparate. Ha llegado la hora de reducir toda la temporada a un torpe balón lanzado desde los aledaños de un banquillo. Ahí se resume todo. Ahí, y en etiquetar a cualquiera que se salga del camino marcado como puta, como maricón o, aún peor, como del Atleti.

viernes, 22 de abril de 2016

Torres para nosotros

Artículo publicado en La Vida en Rojiblanco:

http://www.lavidaenrojiblanco.com/opinion/torres-para-nosotros/

El murmullo se hizo clamor. El estado de forma de Fernando Torres empieza a concitar unanimidades y el pueblo pide selección. No anda el aficionado desencaminado sopesando méritos y números, más allá de colores. El gol cien resultó tímido pero sus hermanos posteriores se suceden a chorros, con total descaro. No existe actualmente punta, autóctono o importado, que supere las prestaciones del de Fuenlabrada. El nueve de España, aunque duela, presenta un expediente incomparable justo ahora que se adivina en el horizonte la Eurocopa. Torres ha vuelto, principalmente porque nunca se marchó.

Expuesto lo anterior y estando de acuerdo con el fondo de la petición ciudadana, no deseo que el Señor Marqués se acuerde de él ni de pasada ni que le incluya en ninguna lista. No hay necesidad de que Fernando vuelva a someterse al escrutinio partidista que siempre le acompañó cuando vistió la Roja. Sentado pacientemente, el Niño ha visto desfilar ante su puerta los ataúdes deportivos de todos con los que le compararon para minusvalorarle: Negredo, Soldado, Portillo, Llorente… Cuestionarle se convirtió en el pasatiempo de las concentraciones. A la controversia respondía con el gol del primer título, a las dudas interesadas contraponía botas de oro, a los cerdos alimentaba con margaritas, así funciona esta enfermiza relación.


A estas alturas de su carrera al extenso curriculum de Torres solo le quedan espacios para gestas en rojiblanco. Totalmente cubiertos lucen los huecos a nivel de combinados nacionales. El plan se antojaría una estafa de antemano: quedarse sin vacaciones y poner su cabeza en la mirilla de los francotiradores de tinta. Añadirse a una convocatoria, para más inri, que despide olores de alimento caducado  ¿Cuánto no le buscarían en la derrota cuando tanto lo hicieron en la victoria? Que lleguen de Turín o de la mediapunta los salvadores para certificar el previsible naufragio de un modelo prostituido por el noble técnico. No llamen a Fernando para asistir a la extremaunción con ánimo de señalarle.

Admito que mi deseo de que nadie en Las Rozas se acuerde de Torres guarda también un punto egoísta. Lo quiero todo para mí. Quiero, muchos queremos, seguir disfrutando en exclusiva de esas cabalgadas que nos quitan diez años de encima de un plumazo. Quiero, queremos, seguir sorprendiéndonos ante cómo se carga de electricidad el Calderón cuando él lo pisa. Quiero, queremos, verle caer y volver a levantarse más fuerte. Quiero, queremos, seguir sumando testarazos de manual y picadas copiadas de una noche vienesa. Quiero, queremos, asomarnos a su mirada y saber que volvió para lo que está por venir. Puestos a que convoquen a alguien de consenso, cojan el teléfono y llamen a Jesé, ese nini de lo balompédico. Déjennos a Torres para nosotros. A orillas del Manzanares se le valora y se sabe cómo tratarle. Quien quiera verle jugar que se pase por allí. 

jueves, 21 de abril de 2016

Acostumbrarse a los milagros

Artículo publicado en CTXT:

http://ctxt.es/es/20160420/Deportes/5515/Atletico-de-Madrid-Liga-candidato-La-Colchoner%C3%ADa-La-agon%C3%ADa-del-mediapunta.htm

Treinta y tres partidos no son nada, como diría el bolero si decidiera dejar los años aparcados. Tres equipos en un punto y un puñado de goles que desharían los posibles empates. Solo quedan cinco jornadas. La mitad de las que el de Hortaleza, que por algo era un sabio, afirmaba como decisivas en cualquier campeonato. La liga, tras casi encamarse en azulgrana, vuelve a posar su mirada en los demás, veleidosa. Esperarían días de transistor si hubiera alguno que hubiera sobrevivido a estos tiempos de redes sociales, podcasts y partidos a deshora. A los dos sospechosos habituales para los que cada año se prepara el baile se les vuelve a unir el Atleti, una vez más sin invitación. Escribió Chesterton que lo más increíble de los milagros es que ocurren. Tenía razón, pero desde el prisma del Manzanares admitiría rectificación. Lo más increíble de los milagros es llegar a acostumbrarse a ellos.

A la temporada de los rojiblancos le restan ocho enfrentamientos en el mejor de los casos. Como hace un par de años, soñar no es un lujo para los de Simeone. Llegados a este punto, diferencias presupuestarias y confianzas menguan como una camiseta de Primark lavada con agua caliente. El Atleti vuelve a mostrarse como la única y principal amenaza al poder establecido. Su milagro es el trabajo. No hay más. Quien se pregunte aun por el secreto escondido en poder codearse con la rancia nobleza continental de lo balompédico, que mire al señor vestido de negro riguroso que se encierra, sin éxito, en la jaula de las áreas técnicas anexas a los banquillos. Su discurso no se mueve: ahora toca conquistar el Nuevo San Mamés. Ya se sacará al locuaz Rummenigge de la alacena, ya se hablará de matemáticas una vez se haya disipado el humo que se expende como genérico remedio para quien quiera engañarse. El camino hacia la gloria solo puede imaginarse partido a partido.


Siete u ocho choques a afrontar con la fe en máximos históricos. El aficionado atlético mira al césped y encuentra un portero con hechuras de póliza de seguros a todo riesgo, laterales con filo de puñal, centrales a los que solo les falta el bigote para poblar las pesadillas del delantero más audaz, centrocampistas que compaginan toque y sudor y atacantes a los que el gol, otrora esquivo, vuelve a sonreír. No es posible imaginar mejor compañía ni mejor actitud para encarar la batalla. Toda la plantilla está preparada. El asalto a los cielos es más un estado de ánimo que una obligación.

Las niñas ya no quieren ser princesas, ahora quieren ser del Atleti y dejarse enamorar por cada desmarque de Fernando. Los niños tildan de frivolidad lo de soñar en convertirse en astronautas o bomberos y aspiran a imitar las arrancadas de Diego desde la cueva. Los más mayores morimos con las diabluras de Antoine, con la jerarquía de Saúl y con Gabriel haciendo de todos los personajes de la obra. Se vienen las fechas que lo decidirán todo y Koke se ha vuelto a poner su mejor traje. Los dados giran en el aire y, lejos de ser superado por la bisoñez, Lucas muestra serenidad de cincuentón imberbe. La magia habita en la varita de Ángel y no hay galgo que cace a Yannick en campo abierto. La meta se adivina en el horizonte y el conjunto rojiblanco se acerca a ella latido a latido, convencido de que si se cree y se trabaja, se puede.   

Apenas quedan unas pocas citas y el equipo que no jugaba a nada, el que aburría y el que recurría a la violencia como modo de vida –todo eso decían, dicen– alcanza en puntos a plantillas que parecieran sembrar de laureles cada comparecencia sobre el pasto ¡Quién lo iba a decir! El milagro sobre el que el Atleti lleva cabalgando los últimos años ya ha ocurrido. Desde este punto hasta el final solo puede hacerse más grande. Que los que vivimos en colchonero nos hayamos acostumbrado solo lo convierte en más extraordinario. 

viernes, 15 de abril de 2016

Sin adjetivos

Artículo publicado en CTXT:

http://ctxt.es/es/20160413/Deportes/5436/Atletico-de-Madrid-epica-aficion-Champions-League-FC-Barcelona-La-Colchoner%C3%ADa-La-agon%C3%ADa-del-mediapunta.htm

Andaba uno, tras el partido, intentando ralentizar los pulsos que seguían a punto de nieve. La cuestión era encontrar una pizca de serenidad para irse a la cama con ciertas garantías. Dado que la empresa se antojaba complicada, cuando no imposible, servidor de ustedes tuvo la necesidad de sentarse frente a un papel en blanco. Escribir. Contar, dentro de mis posibilidades, lo vivido a lo largo de otra noche ya guardada en la memoria, en la estantería de los recuerdos que perdurarán. Las palabras brotaban fluidamente pero, mediado ya el primer párrafo, me di cuenta de que no encontraba ningún adjetivo que pudiera explicar lo que había ocurrido en el Calderón.

Busqué en los cajones en los que suelo guardar los adjetivos y encontré todo tipo de palabras: verbos, sustantivos y artículos se apelotonaban allí, más no fui capaz de encontrar ningún adjetivo. Me dirigí a la cocina, no fuera ser que hubiera puesto los adjetivos, sin darme cuenta, en el jarrón en el que confino a las monedas de uno y dos céntimos. Nada. Ni rastro. Volví al salón turbado ¿De qué manera puede uno describir la belleza del estadio, la comunión entre jugadores y afición, el orgullo que destila cada uno de los seguidores atléticos cuando ve cómo defienden la camiseta los integrantes del grupo creado y dirigido por Simeone sin servirse de adjetivos? 

Reflexionaba sobre la levedad de un texto desadjetivado cuando desde la mesa del comedor llamaron mi atención. Eran dos adjetivos de uso infrecuente. Se presentaron educadamente como portavoces de todos los adjetivos usados y por usar que pueblan los textos de juntaletras de toda condición. Ante mi sorpresa, expresaron su disconformidad por las condiciones laborales de sus compañeros cuando tienen que trabajar en un texto que glosa los méritos del Atleti. Continuaron su alegato exponiendo que los adjetivos que acompañan las aventuras de este Atleti de nuestros amores se sentían insuficientes nada más posarse sobre cualquier papel o procesador de textos. Reivindicaban una revisión salarial y la concesión de un complemento de peligrosidad revisable, dada la posibilidad, nada desdeñable, de tener un accidente por redundancia a la vuelta de cualquier artículo. Se acogieron a su derecho de huelga sin ocultar su malestar por el abuso al que les sometíamos los que narramos las hazañas del equipo rojiblanco: demasiados épicos, muchos heroicos, un montón de grandiosos y gloriosos salpican las páginas que del Atleti estamos escribiendo.


Todavía impactado, les di la razón, no podía ser de otra manera. A modo de disculpa argumenté que los hitos a los que nos está llevando el equipo colchonero tienen aparejados esos riesgos. Es cierto que los que intentamos poner palabras a las proezas de los pupilos del Cholo nos excedemos con los adjetivos, que los repetimos hasta la saciedad y que notamos, nada más usarlos, que se quedan cortísimos ante tanta gesta. Presa del arrepentimiento, aun tuve la osadía de rogarles que, solo por esta vez y como servicios mínimos adjetivales, me dejaran utilizar alguno como legendario, como fabuloso o como maravilloso. Estaba convencido de que no habría manera de poder transmitir lo de anoche de otra forma. No sería posible reproducir las sensaciones. No existiría otro medio para ilustrar la piel de gallina que no se había marchado, la ronquera heredada tras los gritos de celebración, los innumerables abrazos recibidos, sin adornar esas vivencias con adjetivos. Se negaron firmemente y se despidieron, no sin antes advertir que los paros se prolongarían indefinidamente hasta que articulistas, blogueros y toda clase de plumillas, fuéramos capaces de crear oraciones y frases que pudieran glosar cada una de las epopeyas rojiblancas sin que los adjetivos que las poblaran se sintieran tan insuficientes y tan manoseados.

Les vi alejarse y a pesar del desánimo, terminé este artículo sin adjetivos que ahora ustedes tienen entre manos de forma precipitada, con el sueño apretando firmemente. Una vez lo di por concluido, comprendí el enfado de los representantes sindicales de los adjetivos y acepté que tenían toda la razón. Aquellos que estamos intentando dibujar con palabras el viaje del Atleti por las distintas competiciones estamos condenados a quedarnos cortísimos. Como cualquiera de los adjetivos que utilicemos. 

miércoles, 13 de abril de 2016

Hoy es uno de esos días

Hoy es uno de esos días en los que a las palabras les cuesta escapar de la garganta. Una de esas fechas en las que los nervios parecen secuestrarlas, hacerlas suyas para demostrar que el veneno rojiblanco que recorre las autopistas sanguíneas de nuestro cuerpo nos atenaza y nos hace más vulnerables. Nada más lejos de la realidad. Somos inmensamente afortunados. Somos invencibles, más allá de cualquier resultado.

Hoy es uno de esos días en los que uno se sorprende a sí mismo silbando el himno del Atleti de manera involuntaria. Cuando va al baño, en la cola del supermercado o mientras espera que el semáforo guiñe a verde. Una de esas fechas en las que notas una electricidad especial en el ambiente. Cada vez que miren el reloj, calcularán inconscientemente las horas, minutos e incluso segundos que restan para que el pitido inicial convierta a hombres en leyendas.


Hoy es uno de esos días sin los que la vida no tendría sentido. Un día que muchos pagarían por vivir como lo vivimos nosotros. Un día de recuerdos, deseos y liturgias dedicado a los que fueron, son y serán. A los que volvieron a ponerse la camisa guardada para las grandes ocasiones. A lo que cancelaron la cita del traumatólogo sin importar precipitarse al fondo de una lista de espera. A los que se dejaron la comida en el plato, incapaces de probar bocado. A los que tampoco cenarán. A los que colgaron de la barandilla de los sueños la pancarta en la que se comprometieron a nunca dejar de creer. Por todos ellos va. Disfruten. Hoy es uno de esos días. ¡Forza Atleti!

viernes, 8 de abril de 2016

A vueltas con La Peineta

Artículo publicado en CTXT:

http://ctxt.es/es/20160406/Deportes/5231/La-Peineta-Gil-Marin-Slim-traslado-Vicente-Calderon-La-Colchoner%C3%ADa-La-agon%C3%ADa-del-mediapunta.htm

“Peineta sí o sí”, afirmó hace unas semanas Gil Marín haciéndose a la vez carne y nariz en un acto al que no pudo estafar su asistencia. Anunció el seguro traslado con esa voz adiestrada en decir en la misma frase una cosa y la contraria burlando cualquier polígrafo. Siendo puntillosos se echó de menos, como es costumbre, el acompañamiento a la guitarra de los números. Cuando la gerencia del club toma la palabra, las cifras suelen ocultarse bajo densas capas de palabrería y no salen por no constiparse o por no encontrarse de frente con alguna lumbrera que sepa sumar y restar con suficiente soltura.

Con las matemáticas escondidas a buen recaudo, el debate se traslada interesadamente a la grada. Dudar de la operación le convierte a uno en un mal atlético. En un retrógrado al que la nostalgia impide ver que el crecimiento del club pasa por la mudanza. Diariamente surgen noticias que equiparan el actual templo rojiblanco con una losa que imposibilita alcanzar mayores metas ¡Pobre Calderón!, culpable a fin de cuentas de ser desenchufado progresiva y sistemáticamente de la máquina que le mantiene con vida a pesar del deficiente mantenimiento de sus instalaciones. Al recinto que venció a la aluminosis y lleva soportando décadas el desembalse de orines que provienen de los aseos lo ha derrotado la falta de cobertura para mandar un Whatsapp. Los tiempos avanzan que es una barbaridad, que dijo aquel.


Condenado el viejo estadio por atropello de columnas de opinión en su contra, no echarse en los brazos de La Peineta y las estrellas que traerá en la pechera empieza a rayar la disidencia más recalcitrante. Justo ahora, desconfiar se antoja un lujo necesario. La niebla sobre la operación aconseja una disección pausada centrándose no en el qué, como se pretende, sino en el cómo. Pisos con las burbujas pinchadas, suelos de calificación –incluso moral– opinable, planes con las alturas de pon y quita, deudas encogidas o dadas de sí según convenga, infraestructuras atrapadas en permanente estado de maqueta. Aspectos que obligan a tratar el tema alejándose de lo emocional. Al fondo del bodegón asoma la figura de Slim con el manto de salvador sobre los hombros. Convendría hacer memoria y recordar cómo acabaron las aventuras futbolísticas de los mesías que un día decidieron ponerse una camiseta. Los interesados pueden llamar a Valencia en horario de oficina, sin ir más lejos.

Aun a riesgo de ser tildado de reaccionario, la prudencia debería adornar cualquier opinión sobre el traslado. Tal vez un brillante futuro pase por la Peineta, pero ciertamente debiera preguntarse a la masa social por ello con toda la información sobre el tapete. Conocer y ponderar los riesgos y oportunidades, saber si el cambio acarreará la llegada de nuevas estrellas o la venta de las que hay. La afición del Atleti es suficientemente madura para elegir y no es tan irresponsable como para saltar sin red. Recelar puede ser cosa de retrógrados y carcas, pero de carcas cabales cuando se trata de un movimiento jaleado por los sospechosos habituales. Puestos a pedir, no estaría de más que algún número saliera a la calle a que le diera el fresco. Aunque fuera muy abrigado, para no constiparse. 

jueves, 7 de abril de 2016

El fútbol era esto


Artículo publicado en La Vida en Rojiblanco:

http://www.lavidaenrojiblanco.com/opinion/el-futbol-era-esto/

Lo sencillo, en días como los que nos ocupan, sería creer que el fútbol era esto. Caer en la tentación de mandar todo al carajo. Bajar los brazos sin convicción, agachar la cabeza y maldecir entre dientes. Indignarse por la capacidad de las tarjetas de teñirse de rojo o amarillo según la camiseta del número nueve. Aceptar que el camino está trufado de sorteos, casualidades y errores humanos. Correr a la librería más cercana para adquirir el último ejemplar de autoayuda sobre cómo afrontar el recurrente hedor que emana del hecho diferencial de no acabar los partidos con el mismo número de jugadores que ciertos rivales. Asumir que el techo, impuesto a la fuerza, está más cerca de lo que se pensaba. Pensar que el esfuerzo, la presión adelantada y la inspiración no pueden llegar a influir en un resultado fijado de antemano. No rebelarse. No clamar ante la injusticia. Tirar la toalla, en suma.




Lo complicado, pero a la vez lo más maravilloso, es dejar que la ilusión se haga sitio. Ayudar a que crezca, como una flor delicadísima brotando entre el estiércol prescrito a paladas desde los despachos. Entretenerse con las posibles alineaciones y dibujar en la pizarra de la imaginación esquemas tácticos abocados al todo o nada. Volver a sentir los nervios de tantas primeras veces. Saber que el Calderón lucirá endomingado aun siendo miércoles. Visualizar un lleno a reventar de voces y corazones. No apearse de la piel de gallina durante dos horas. Morir o matar. Calcular las opciones. Buscar los puntos débiles. Sostener que es posible siempre que nos dejen. Abrazarse a tus iguales. Notar el orgullo instalado en el pecho. Creer que el fútbol también era esto y que nunca podrán arrebatárnoslo.