lunes, 30 de septiembre de 2013

Reflexiones que quedan cortas sobre el derby

Justo antes de la hora de la cena, que es cuando los expertos dicen que es mejor hacer estas cosas, el hombre que vestía de negro riguroso se sentó en el borde y puso el tapón en el desagüe. Seguidamente abrió el grifo para que se fuera llenando la bañera y puso la palanca del monomando al medio pero un poco a la izquierda, con rumbo suroeste, vamos, que así se evitan chorros inesperados de agua gélida de los que acechan en la posición central. Mientras subía el nivel del agua, nuestro elegante protagonista medía cuidadosamente la temperatura con un termómetro encastrado en una tortuga de ojos saltones y colores vivos. Treinta y siete grados, lo justo. Aprovechó el tiempo que le sobraba para preparar una toalla con capucha y motivos de ositos, el body milk y hasta un patito de goma amarillo que sirviera de entretenimiento durante el proceso. Fue entonces, cuando todo quedó dispuesto de manera precisa, cuando el hombre de negro se acercó al banquillo de al lado para coger amorosamente a su colega, de nombre Carlo y de apariencia muy similar a la de Alec Baldwin, y se dispuso a darle un baño de madre y muy señor mío….

Se nos acaban los adjetivos, damas y caballeros. En recientes convenciones de blogueros, columnistas y lanzadores de bulos especializados en este Atlético de Madrid al que no se le atisba techo, los asistentes se quejaron de la cortedad de las palabras y la escasez de las hipérboles para calificar el crecimiento de este equipo y su desempeño en todas las ocasiones, en grandes y pequeñas citas. Se dice incluso que existe un mercado negro de adjetivos en el que adquirir algunos nuevos con los que glosar las hazañas de Simeone y los suyos, pero aun así ninguno es capaz de hacer justicia a lo vivido. Poco les podría yo añadir a todo lo que habrán visto y leído. Si acaso podría hablarles de ese pellizco de orgullo localizado en un lugar indeterminado entre el pecho y el estómago que últimamente sentimos todos. Tal vez les pudiera hablar de lo fácilmente reconocibles que somos ahora los seguidores colchoneros por ir andando por la calle con una sonrisa de oreja a oreja. De todas formas, y aun sabiendo la justeza de lo que yo pudiera aportar, aun sabiendo que lo que aquí lean les va a quedar como un jersey de algodón lavado con agua caliente, aquí se lanza el que suscribe.

Corto quedará todo lo que les diga sobre el partido. Corto lo que se añada sobre la presión asfixiante o sobre el jugar el balón con criterio, aspecto que no en todas las ocasiones se puede destacar. Corto y raquítico lo que les dijera sobre la firmeza de la defensa, sobre dos centrales que están tomando tintes titánicos y sobre un portero que nunca falla, y si falla y a punto está de liarla parda, tiene la suerte de su lado. Corto y de segunda mano sería todo lo que podría servidor pudiera expresar sobre los laterales. Uno, el izquierdo, brillante en el ataque y en la presión fruto de la cual llegó el gol del encuentro. Otro, el derecho, más sacrificado porque así tocaba, más pendiente de bailar con la más fea, aunque ella se crea guapa y relamida, más comprometido con vigilar a ese jugador que se suele reivindicar metiendo goles de dos en dos o de tres en tres a equipos que coquetean con el descenso. Corto y encogido sería lo que pudiera contarles sobre la jerarquía de Gabi y cómo siempre se encuentra donde se le espera. Ayudando, ofreciéndose o haciendo faltitas tácticas cuando se tercia. Pocas veces un brazalete le ha sentado a un jugador como le sienta a él, llegando a un punto de que uno no sabe si el brazalete no se pudiera sacar de su brazo y se ha fundido con su piel más allá de los terrenos de juego. Corto y escaso sería todo lo que se declarara sobre el partido de este Tiago renacido que ha dejado atrás, milagros Simeone mediante, toda esa abulia con la que aderezaba sus actuaciones. Hace poco tiempo, no demasiado, la jugada más representativa del portugués era el señalar a sus compañeros hacia dónde debían ir sin ir él nunca hacia ningún sitio, hoy, es él el que acude con disposición a donde toca y también a donde no toca, y si a eso le sumamos el buen trato hacia el balón que siempre mostró, para qué queremos más. Corto y extremadamente conciso sería lo que les mencionara sobre el partido de Villa. El asturiano ha asumido su rol, menos dado al escaparate que lo esperado y lo ha hecho silenciosamente y con buena cara. Cierto es que vive ahora más alejado del gol y sus circunstancias, pero ayuda al equipo a desplegar un juego de más combinación. Amén de para meter goles, que lo hará, para jugar este tipo de partidos vino y hasta el momento, sin enamorar, no ha defraudado.



Si de cortedad hablamos, lo corto se vuelve diminuto cuando de glosar los minutos, los partidos y la temporada que llevan los tres titulares que faltan por mencionar. Corto de sisa todo lo que se expusiera sobre Don Jorge Resurrección, que de don merece ser tratado. Koke está cogiendo hechuras de jugador de época, de centrocampista total, de medio con pulmones fabricados en Alemania e imaginación salida de una orfebrería latina, de visionario que encuentra los resquicios que los demás no aciertan a ver a la espalda de los contrarios, de crack con cláusula de rescisión demasiado baja sea ésta todo lo alta que pueda ser. Corto e insuficiente todo lo que se explique sobre Arda Turan. A su ya consabido duende, a esa clase que destila en cada lance, ha añadido un compromiso impensable para un jugador de sus características. No solo brota poesía de sus botas cuando el balón tiene a bien pasar un rato con él, además deja detalles de los que se fijan en las retinas del hecho diferencial rojiblanco. Como ejemplos, podríamos citar esa bronca a Diego Costa poniendo la misma cara que Leónidas y sus 300 guerreros en las Termópilas, el blocaje que sirvió de reflexión al árbitro unos segundos antes cuando, a juicio de servidor, el de Lagarto estaba ya expulsado o una carrera de casi cien metros tras corner mal sacado persiguiendo sin ceder un metro de ventaja a esa nueva estrella que, a pesar de sus esfuerzos por parecer un deportista de diseño, atesora cara de tonto del pueblo. Corto y exiguo sería lo que pudiera uno aportar sobre el estado de forma de Diego Costa, sobre esa sangre fría, sin duda producto de su lugar de procedencia, Lagarto, que exhibe para finalizar a los palos largos, sobre el constante combate, sobre tener que salir del partido exhausto como única posibilidad, sobre el no rehuir el choque.


Corto y esmirriado quedaría todo lo que les diría y corto y esmirriado fue también el resultado que pudo ser de los que quedan para la historia. Cortas y malogradas aquellas oportunidades perdidas: el cabezazo de Tiago, el sutil lanzamiento de Koke a la escuadra y el mano a mano que Costa no le venció al agotamiento. Corto como de costumbre el argumento del rival cuando alguien se salta el guión, cuando la banca no gana en la ruleta: la protesta, el encanallamiento del prepotente, la impotencia del supuestamente omnipotente, la mueca de las mocitas con acné purulento, la rabieta del niño consentido, el codazo de un lateral con alma de cono y el saltarse la medicación de los que no controlan la ira. Quedó todo corto y poco más les podría decir yo porque todo quedaría con la longitud de un pantalón pesquero o de una manga francesa. Bueno, tal vez les podría hablar sin parar del hombre de negro y del agradecimiento infinito que todos debemos profesarle por devolvernos lo que los despachos se empecinan en arrebatarnos. Si corto parece lo que se enuncia sobre todo lo anterior, corto y diminuto sería lo que las palabras permitirían dibujar para hablar sobre él. No será el que suscribe el que añada más cortedad a toda su grandeza, a su saber y a cómo lo pone al servicio de la causa rojiblanca. Además, no quisiera servidor entretenerle con cortedades y minucias, todavía tiene que secar a su colega tras el baño…  

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cinco minutos

Ignacia no confiaba demasiado en estas modernidades, la verdad, pero allí estaba ella con el mejor de sus vestidos. Y todo por hacerle caso a su nieto el pequeño, el de su hija la que vive en la capital. Speed dating. Citas rápidas. La idea era sentarse delante de un desconocido y charlar durante cinco minutos para ver si merece la pena plantearse con él amistad o lo que surja. Ella, que todavía lucía hermosa a pesar de sus años, tenía claro que muchos de los que ocuparan la silla de enfrente buscarían más un lo que surja que una amistad o algo más serio, pero ella se había decidido a acudir allí sin pensar demasiado. Ya habían pasado muchos años desde que a su Basilio se lo llevara una peritonitis galopante sobrevenida por la coz de una mula traidora en el bajo vientre y ella se sentía sola. Decía su nieto que así era como los de la ciudad encontraban a alguien con quien espantar esas soledades llenas de recuerdos que dolían. No es que no hubiera tenido proposiciones a lo largo de estos años, nada de eso, las hubo hasta aderezadas por los pretendientes con varias hectáreas de tierras de labor, cabezas de ganado y hasta un puesto vitalicio de panadera consorte en una tahona del pueblo de al lado. A todos dijo que no con agradecimiento porque no se sentía preparada. Tal vez hoy las cosas fueran a ser diferentes. Ojalá fuera así.

Uno, que lleva ya algunos años viendo caso todos los partidos del Atleti, había llegado a perfeccionar una técnica casi infalible de predicción sobre el desempeño de los nuestros en el partido a jugar. Bastaban con cinco minutos, solo cinco, lo que dura una cita rápida, para saber si el Atleti que ese día saltaba al césped iba a dejar buen sabor de boca o un cabreo de mil demonios. No me pregunten por los indicadores que uno consultaba para llegar a tal conclusión, no se trataba de hechos aislados si no de un conjunto de detalles y gestos que conformaban el mapa colchonero para ese día. Unas veces era una carrerita desganada de Forlán la que se sumaba a las medias descolocadas de Agüero para presagiar un petardazo de partido, otras veces un primer control orientado de Caminero y un guiño de Kiko para vaticinar que a continuación seríamos testigos de noventa minutos que quedarían en el recuerdo. A veces Schuster se plantaba en el mismísimo centro geométrico del campo y desde allí hacía volar a lo largo de treinta metros un balón que aterrizaba mansamente a los pies de un portugués de nombre Paulo que había avisado con anterioridad de que ese día estaba por la labor con una sacudida de su melena. Otras, bastaba casi con consultar la alineación, ver que salía de inicio Richard Nuñez o Ibagaza y prepararse para lo peor. Ya les digo, solo cinco minutos o incluso menos para hacerse una idea general que raramente fallaba.

De un tiempo a esta parte, uno, a pesar de que con la edad empieza a tener cada día más manías, ha dejado de preocuparse por esos pequeños hechos significativos, por esos cinco primeros minutos de los partidos y el aroma que desprenden. Para ser exactos, cuando les digo de un tiempo a esta parte debería decir desde que Simeone está en el banquillo. Desde su llegada uno sabe lo que se va a encontrar y, por ello, da casi hasta un poco igual el resultado y hasta si se juega mejor o peor, si para llegar al objetivo marcado el camino es de rosas o de espinas. Hace un tiempo, viendo el inicio del partido de Valladolid o el de ayer mismo, uno se temería algo malo, un partido de esos que duelen y que se instalan en el compartimento de los recuerdos a olvidar sin poder hacerlo nunca, pero eso ya no pasa. Uno sabe que, ante cualquier síntoma de decaimiento en cualquiera de los que salen al campo, allí estará él. Aplaudiendo o echando una bronca como se deben echar las broncas, como las echaríamos ustedes y yo, invocando a la camiseta que portan y a la gente que se ha reunido para acompañar al equipo dejando sus vidas aparcadas por noventa minutos. Uno espera que Simeone esté muchos años con nosotros porque él ha sabido espantar esas soledades que muchos sentíamos a pesar de estar rodeados de nuestros iguales. Ojalá sea así.



Puso El Cholo en liza a un equipo en el que tenían cabida las rotaciones pero lo hizo con medida, mesuradamente como suele hacer él las cosas. Un toquecito allí y otro allá: Villa y Gabi para dotar al banquillo de veteranía, Filipe también para que se pudiera ver a Insúa, ese jugador con el que durante bastante tiempo teníamos dudas de si era real y salieron del equipo Raúl y Manquillo, volviendo al plantel Arda y Juanfran. Simeone rota pero sin volverse loco, dando a cada partido la importancia que tiene, que ya se sabe que las rotaciones pueden traer más de un disgusto y si no que le pregunten a Galileo. Ya a los cinco minutos, lo que dura una cita rápida, quedaron dos cosas claras: una, que los fabricantes de camisetas o los responsables de marketing e imagen de los equipos no tienen vergüenza por vestir al Osasuna como si fuera el Borussia de Dortmund en versión low cost y dos, que iba a costar sacar adelante el partido.

También en cinco minutos, cinco solo, lo que dura una cita rápida, Diego Costa le puso al partido el sello de casi finiquitado tras dos centros que llegaron de la derecha. Uno de Juanfran que remató con oportunismo y otro de Koke, otra vez Koke, que el de Lagarto cabeceó con maestría. Comentan en los mentideros federativos que el Sr. Marqués se está pensando convocar a Diego Costa para que juegue con la selección y uno, que no quiere malpensar, no puede creer que no le haya llamado ya sin poner en duda un criterio futbolístico más dado a llamar a canteranos de otro equipo de Madrid o poner a Koke de lateral derecho desaprovechando su capacidad como asistente. No se había llegado al ecuador de la primera parte y se volvía a mostrar ese Atleti que hemos visto crecer en los últimos tiempos. Rocoso y casi inaccesible, puede que poco brillante en ocasiones pero letal y con las ideas claras en muchas otras. Dos lunares tuvo el partido, dos, y los dos se concentraron en cinco minutos, lo que dura una cita rápida: el golpe en la rodilla que obligó a retirarse a Mario Suárez, del que en los últimos partidos se ha visto la versión buena, y el gol del rival tras centro al  área que al cierre de estas líneas no sabría definir si como bien sacado o como mal defendido.


Fue la segunda parte rara. Una segunda parte de esas que se tienen que jugar cuando casi ninguno quiere hacerlo. Pensaba el Atleti en citas futuras, citas del fin de semana, citas que no deberían ser rápidas y pensaba el Osasuna que no podría meter mano a los rojiblancos ni aunque el segundo tiempo durara una eternidad. A pesar del corto margen, no recorrían el estadio ni runrunes ni temores infundados, hasta eso han sido capaces de conseguir Simeone y los suyos. Si acaso, flotaba en el ambiente algo de preocupación por lo tarde que se estaba haciendo y lo tirano que es el despertador cada mañana, pero no quedaba resquicio para esos miedos, algunos autoimpuestos y otros institucionalizados de tanto repetidos: el sufrimiento, la leyenda del Pupas, los goles de jugadores con flequillo rebelde en el tiempo de descuento. Murió el partido y se dieron la mano los contendientes comentando que el próximo partido lo deberían disputar en dos tiempos de cinco minutos con un descanso de un minuto para beber agua o bebidas carbonatadas, que muchas veces cinco minutos bastan para muchas cosas en la vida y se marchó Simeone para el túnel de vestuarios a buen paso para poder reflexionar durante cinco minutos, lo que dura una cita rápida, en lo que iba a decir a los suyos…

jueves, 19 de septiembre de 2013

Las señoras enfadadas

Si ustedes tienen a bien darse un garbeo por San Petersburgo, cosa que les recomiendo, la imagen que les quedará de la ciudad más allá de la afrancesada monumentalidad, del Hermitage, del tráfico infernal o de las aspirantes a modelo de piernas infinitas que se cuelgan del brazo de señores con cuello de toro cinqueño será la de las señoras enfadadas. No existe salón de museo, taquilla de atracción turística o puesto de cobro del metro en el que no se haya habilitado una silla sobre la que descansa las posaderas una señora con gesto avinagrado. Ellas están ahí para afearle a usted cualquier actitud que se le ocurra adoptar: que si no se pueden tirar fotos, que si no queden atrás del grupo, que si no se adelanten al grupo, que qué es eso de tener ganas de hacer pis, sigan, sigan, dicen maldiciendo en cirílico. Casi no hay que proporcionar motivo para recibir una bronca de esas damas de falda desgastada, de esas herederas de la más rancia tradición soviética del ceño fruncido que hasta se permiten el lujo de propinar un pescozón a un viajante de embutidos de Vitoria que solicita amablemente si podría tirarle una foto con la parienta delante de un icono. ¿Que qué tiene que ver esto con el partido de ayer? Pues más allá de la procedencia del rival, no mucho la verdad, pero ahí lo dejo por lo que pueda pasar.


Saltaron los equipos al campo y una vez alineados para el besamanos comenzó a atronar por la megafonía el himno de la Champions. Quien más y quien menos sintió en la boca del estómago ese cosquilleo peculiar de las grandes ocasiones y lo atribuyó no tanto a la grandeza del rival o de la competición si no a la musiquilla esa que se te mete por el espinazo. Fueron muchos los que, sin duda llevados por la emoción del momento, proclamaron que el himno de la Champions es al fútbol lo que Paquito Chocolatero a las fiestas de pueblo, afirmación que desde la gerencia de este blog se eleva a rango de teorema.

Puso Simeone en liza al equipo de gala habitual y puso a Adrián, el añorado, para suplir a Diego Costa. Dispuso el entrenador del Zenit a su equipo en el campo con planteamiento rácano de inicio, lo que unido a la equipación de los rusos planteó dudas sobre si era el Zenit de San Petersburgo o el Poli Ejido. No quería el rival ir a buscar nada y el Atleti lo buscaba atenazado o más bien precavido, que ya se sabe que en cumpleaños de cuñados y torneos cortos como este los traspiés se pagan caros. Llegaba el Atleti poco y si lo hacía era aprovechando los balones parados, en los que Koke está empezando a opositar para cátedra. Fruto de uno de ellos se adelantó el Atleti tras remate de Miranda en el primer palo. Un remate que nos recordó a aquel otro de hace unos meses que tan felices nos hizo.



Tras el descanso, se puso el partido arisco, enfadado como las taquilleras del metro de San Petersburgo. Los rusos adelantaron líneas y ni las paradas de Courtois ni el larguero pudieron evitar el empate de Hulk, jugador con pinta de cantante de bachatas con pasión por los anabolizantes. Enfadada pintaba la cosa y daba la sensación de que aquel equipo timorato de los primeros cuarenta y cinco minutos podría llegar a atreverse a echar un jarro de agua gélida sobre las ilusiones rojiblancas. Sacaba el Zenit su cara de señora enfadada y se mostraba el Atleti tímido, temeroso de decir que quería ir al servicio a pesar de tener ya las rodillas juntas para evitar desalojar la vejiga.

Tuvo que ser él. El que no entiende de enfados ni de caracteres avinagrados. Ese que se parece a ese amigo que todos tenemos al que nuestra mujer le tiene algo de manía por ser gracioso y hacernos olvidar las obligaciones propias de un consorte. El turco de la barba. El adalid y mesías del ardaturanismo. El que peleó un balón que deseaba entrar en la portería pero se resistió a ello. El que metió un gol de rebote que los más fieles a la causa califican como un milagro con aroma otomano. Fue él el que con el gol devolvió la tranquilidad a la parroquia, la condición de inofensivo al equipo ruso y hasta le sacó a regañadientes una sonrisa forzada a todas las señoras enfadadas que pueblan las atracciones turísticas de San Petersburgo.

Quiso Baptistao sumarse a la fiesta con un tanto de jugador que lleva más dentro de lo que hasta la fecha ha enseñado y se llevó el Atleti los puntos en su partido menos inspirado desde que ha comenzado la temporada. A pesar de las bajas, de lo que pesan ciertas competiciones y su himno y de los partidos que se ponen con cara de señora enfadada se sobrepuso este Atleti de fuertes convicciones. Desde ayer, dicen las guías turísticas de San Petersburgo que hay salas de museos en los que alguna señora de falda desgastada se permite el lujo de esbozar una sonrisita de vez en cuando, que es algo que más allá de la procedencia del rival del partido de ayer no tiene mucho que ver, pero ahí lo dejo por lo que pueda pasar.  

lunes, 16 de septiembre de 2013

Relaxing crónica del Atleti-Almería (o de cómo la Agonía se pasa al bilingüismo de andar por casa...)

El despertador de Casiano suena pronto, tan pronto como cantaría un gallo si hubiera algún gallo cerca del feo bloque de pisos en el que vive desde que se casó. Todas las mañanas sale de casa hacia el trabajo, ese bien tan preciado en estos días, y recorre el trayecto abstraído, pensando en sus cosas. Nada más llegar al sitio donde desarrolla su actividad se pone el mono de faena y comienza a realizar mecánicamente las tareas que él mismo se impone. Le da igual eso de ser el único que desde hace mucho tiempo aparece por la obra. Él, cumplidor como es, prepara la mezcla, la extiende sobre el muro que está levantando y apila ladrillos con la máxima precisión aun sabiendo que no habrá capataces ni aparejadores que revisen lo que hace, que nadie se pasará a ver cómo va una obra a la que los tiempos y las circunstancias están dejando morir de inanición. Cierto es que de cada seis meses más o menos aparece por allí una cuadrilla de obreros de diseño. Obreros con el mono inmaculado y con la manicura recién hecha que no se paran siquiera a saludar a Casiano. Justo esos días aparecen también muchos periodistas que tiran fotos a los peones repeinados mientras cogen un ladrillo y lo llevan de un lado a otro enseñando una sonrisa que acompañará a las noticias sobre lo adelantado que va todo. Casiano sabe que ni esas representaciones ni los acontecimientos de la semana pasada cambiarán el hecho de seguir trabajando en soledad, de no tener siquiera un compañero al que comentar el frío que hace o si ha dormido mal, pero continúa con sus quehaceres pese a todo. Manda a Casiano para allá, dijo el arquitecto sabedor de la fama de responsable que se ha ganado nuestro protagonista en la constructora. Allí sigue él. Solo él. No abandonará su puesto pese a parecerle extrañísimo que solo un obrero esté trabajando en un estadio con vanas aspiraciones de olímpico. Él seguirá yendo pase lo que pase y apenas se permitirá acercarse a media mañana a un bar de Canillejas para tomar una relaxing cup de café con leche, que es cosa typical de Madrid…


Jugaba el Atleti contra el Almería en horario de relaxing café, copa y puro y la gente se acercó al Calderón happy y contenta, con ganas de ver fútbol. Había ganas de disfrutar one more time del equipo tras el siempre inoportuno parón de national teams y la gente comentaba de camino al estadio que visto lo visto seguirá siendo nuestra home por muchos years, sobre la de time que ha debido pasar desde que three jugadores del Atleti jugaran de titulares con la Red. Realizó El Cholo some cambios con respecto al equipo de costumbre y dejó en el banquillo a Mario, Arda y Miranda. Salieron por ellos el renacido Tiago, el musculoso y llegador Raúl García y el debutante Giménez, que mostró criterio during the match a la hora de sacar el balón y dudas a la hora de ir al corte, incluido el de pelo. La no presencia de Arda otorga al Atleti un talante more industrial, more de maquinaria pesada. Una escuadra que apuesta por el heavy metal sobre cualquier otro posible estilo. Lidera a la voz Diego Costa, esa pesadilla para cualquier central de estos times, se apunta al bajo Villa y a la percusión de la moral del adversario Gabi.  



Resistió poco el Almería, la verdad, y no es cuestión de minusvalorar el trabajo of the rival cuando enfrente se planta esa cadena de montaje futbolística en la que se ha convertido el Atleti. Primero Villa tras mostrar dotes adivinatorias sobre para dónde iba a salir un rechace and then Costa de penalti pusieron a los nuestros en advantage. Antes del descanso acortó el contrario tras jugada atropellada y de blandura defensiva pero fue un espejismo, palabra que servidor no sabe cómo se dice in english y por eso no la traduce y mucho menos la pronuncia.

After the break, siguió el Atleti a lo suyo. With esa actitud machacona, with esa hambre, with esa máxima de no hacer prisioneros. Avisó Koke haciendo temblar the larguero y, más tarde, sentenció Tiago tras asistencia de Simeone con la pizarra. Quedó tiempo para poco más, si acaso para ahorrar esfuerzos de cara al compromiso Champions y para que Raúl García y Koke consiguieran el cuarto al alimón antes de que el rival maquillara el resultado o como se dice en la lengua de Shakespeare, making up the result.


Sigue el Atleti a lo suyo y lo hace encaramado on the top de la clasificación. Cuatro de cuatro. Sigue el Atleti ahí y, lo más importante es que llega al objetivo siguiendo distintas ways, todas ellas válidas. Cuidando más o menos la estética la cosa funciona y cada match que pasa la afición se contagia de optimismo sin atisbar límites. ¡Que pase el siguiente!, o el next, que se diría, reclama el personal mientras degusta un relaxing café con leche, que es cosa typical de Madrid…

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Con cara de nuevos...

Andaban los dos con cara de nuevos, que es lo que toca en estos casos. Con cara de despistados, con cara de turistas de los que pasean por el Madrid de los Austrias con un plano mal doblado en la mano y asomando una cartera regordeta de las que atraen a carteristas originarias de los Cárpatos como moscas a la miel. Con cara de dónde está el baño, que me llevo aguantando desde que llegué a Barajas. Pues al fondo a la derecha, como en todos los edificios de bien. ¡Ah!, dicen ellos empezando a asimilar este tipo de cosas, esa desconfianza hacia los baños que se ubican al fondo a la izquierda y hacia las casas en las que hay que pasar por el salón para ir a los dormitorios.



Andaban los dos con su cara de perdidos y les tumbaron en una camilla, les llenaron el pecho de electrodos y les sondearon las rodillas pegándoles con un martillo de relojero. Pululaban alrededor suyo las enfermeras, varios auxiliares y un medico al que les habían presentado nada más llegar a la clínica. Villalón creían recordar que se llamaba ese galeno con cara de no repartir más que pronósticos reservados. Llegados a este punto, fueron introducidos en una sala donde esperaba una señora bajita con manos de pianista venida a menos. Les esperaba jeringuilla en mano para cubrir el expediente del análisis de sangre “¡Hala, a mirar para otro lado, que luego os mareáis y me cae bronca!”, añadió la extractora con desenvoltura. “Primero tú, el rubio…¿Tú te llamas?...¡Ah!, sí, si lo pone en las etiquetas. Alder…AlDarthVader, ¿no? Y tú te llamas, Guilavo…Willowi, ¡eso!”




Andaban los dos con su cara de nuevos, con su cara de burros en un garaje, con su cara de desubicados y aguantaban estoicamente el picotazo como lo aguantamos todos, intentando ocultar que a pesar de la de veces que a uno le han pinchado sigue dando grima y reparo a partes iguales. Mientras la ATS rellenaba varios tubitos, repararon en que la repisa de enfrente albergaba muchos otros tubos llenos de sangre. Alrededor de treinta habría. Las muestras de los análisis al resto del plantel. No eran de color rojo encendido como la que a ellos les acababan de extraer. Sorprendentemente, muchos presentaban algunas vetas blancas que se mezclaban con el rojo en perfecta armonía. Los había con más líneas blancas sobre el mar rojo en el que nadaban pero destacaba uno sobre todas las demás. Uno en el que la sangre presentaba rayas rojas y blancas del mismo grosor, rayas rojas y blancas que recorrían el torrente sanguíneo de alguien tras ser bombeadas por un corazón que también imaginaban rojo y blanco. Con su cara de nuevos y con mucha curiosidad miraron la etiqueta adherida al tubo. Diego Pablo Simeone leyeron.