Justo antes
de la hora de la cena, que es cuando los expertos dicen que es mejor hacer
estas cosas, el hombre que vestía de negro riguroso se sentó en el borde y puso
el tapón en el desagüe. Seguidamente abrió el grifo para que se fuera llenando la
bañera y puso la palanca del monomando al medio pero un poco a la izquierda, con
rumbo suroeste, vamos, que así se evitan chorros inesperados de agua gélida de
los que acechan en la posición central. Mientras subía el nivel del agua,
nuestro elegante protagonista medía cuidadosamente la temperatura con un termómetro
encastrado en una tortuga de ojos saltones y colores vivos. Treinta y siete grados, lo justo.
Aprovechó el tiempo que le sobraba para preparar una toalla con capucha y
motivos de ositos, el body milk y hasta un patito de goma amarillo que sirviera
de entretenimiento durante el proceso. Fue entonces, cuando todo quedó
dispuesto de manera precisa, cuando el hombre de negro se acercó al banquillo
de al lado para coger amorosamente a su colega, de nombre Carlo y de apariencia
muy similar a la de Alec Baldwin, y se dispuso a darle un baño de madre y muy
señor mío….
Se nos
acaban los adjetivos, damas y caballeros. En recientes convenciones de blogueros,
columnistas y lanzadores de bulos especializados en este Atlético de Madrid al
que no se le atisba techo, los asistentes se quejaron de la cortedad de las
palabras y la escasez de las hipérboles para calificar el crecimiento de este
equipo y su desempeño en todas las ocasiones, en grandes y pequeñas citas. Se
dice incluso que existe un mercado negro de adjetivos en el que adquirir
algunos nuevos con los que glosar las hazañas de Simeone y los suyos, pero aun
así ninguno es capaz de hacer justicia a lo vivido. Poco les podría yo añadir a
todo lo que habrán visto y leído. Si acaso podría hablarles de ese pellizco de
orgullo localizado en un lugar indeterminado entre el pecho y el estómago que
últimamente sentimos todos. Tal vez les pudiera hablar de lo fácilmente
reconocibles que somos ahora los seguidores colchoneros por ir andando por la
calle con una sonrisa de oreja a oreja. De todas formas, y aun sabiendo la
justeza de lo que yo pudiera aportar, aun sabiendo que lo que aquí lean les va
a quedar como un jersey de algodón lavado con agua caliente, aquí se lanza el
que suscribe.
Corto
quedará todo lo que les diga sobre el partido. Corto lo que se añada sobre la
presión asfixiante o sobre el jugar el balón con criterio, aspecto que no en
todas las ocasiones se puede destacar. Corto y raquítico lo que les dijera
sobre la firmeza de la defensa, sobre dos centrales que están tomando tintes
titánicos y sobre un portero que nunca falla, y si falla y a punto está de
liarla parda, tiene la suerte de su lado. Corto y de segunda mano sería todo lo
que podría servidor pudiera expresar sobre los laterales. Uno, el izquierdo,
brillante en el ataque y en la presión fruto de la cual llegó el gol del
encuentro. Otro, el derecho, más sacrificado porque así tocaba, más pendiente de
bailar con la más fea, aunque ella se crea guapa y relamida, más comprometido
con vigilar a ese jugador que se suele reivindicar metiendo goles de dos en dos
o de tres en tres a equipos que coquetean con el descenso. Corto y encogido
sería lo que pudiera contarles sobre la jerarquía de Gabi y cómo siempre se
encuentra donde se le espera. Ayudando, ofreciéndose o haciendo faltitas
tácticas cuando se tercia. Pocas veces un brazalete le ha sentado a un
jugador como le sienta a él, llegando a un punto de que uno no sabe si el
brazalete no se pudiera sacar de su brazo y se ha fundido con su piel más allá
de los terrenos de juego. Corto y escaso sería todo lo que se declarara sobre
el partido de este Tiago renacido que ha dejado atrás, milagros Simeone
mediante, toda esa abulia con la que aderezaba sus actuaciones. Hace poco
tiempo, no demasiado, la jugada más representativa del portugués era el señalar
a sus compañeros hacia dónde debían ir sin ir él nunca hacia ningún sitio, hoy,
es él el que acude con disposición a donde toca y también a donde no toca, y si
a eso le sumamos el buen trato hacia el balón que siempre mostró, para qué
queremos más. Corto y extremadamente conciso sería lo que les mencionara sobre
el partido de Villa. El asturiano ha asumido su rol, menos dado al escaparate
que lo esperado y lo ha hecho silenciosamente y con buena cara. Cierto es que
vive ahora más alejado del gol y sus circunstancias, pero ayuda al equipo a desplegar
un juego de más combinación. Amén de para meter goles, que lo hará, para jugar
este tipo de partidos vino y hasta el momento, sin enamorar, no ha defraudado.
Si de
cortedad hablamos, lo corto se vuelve diminuto cuando de glosar los minutos,
los partidos y la temporada que llevan los tres titulares que faltan por mencionar.
Corto de sisa todo lo que se expusiera sobre Don Jorge Resurrección, que de don
merece ser tratado. Koke está cogiendo hechuras de jugador de época, de centrocampista
total, de medio con pulmones fabricados en Alemania e imaginación salida de una
orfebrería latina, de visionario que encuentra los resquicios que los demás no
aciertan a ver a la espalda de los contrarios, de crack con cláusula de
rescisión demasiado baja sea ésta todo lo alta que pueda ser. Corto e
insuficiente todo lo que se explique sobre Arda Turan. A su ya consabido
duende, a esa clase que destila en cada lance, ha añadido un compromiso
impensable para un jugador de sus características. No solo brota poesía de sus
botas cuando el balón tiene a bien pasar un rato con él, además deja detalles
de los que se fijan en las retinas del hecho diferencial rojiblanco. Como
ejemplos, podríamos citar esa bronca a Diego Costa poniendo la misma cara que
Leónidas y sus 300 guerreros en las Termópilas, el blocaje que sirvió de
reflexión al árbitro unos segundos antes cuando, a juicio de servidor, el de
Lagarto estaba ya expulsado o una carrera de casi cien metros tras corner mal
sacado persiguiendo sin ceder un metro de ventaja a esa nueva estrella que, a
pesar de sus esfuerzos por parecer un deportista de diseño, atesora cara de
tonto del pueblo. Corto y exiguo sería lo que pudiera uno aportar sobre el
estado de forma de Diego Costa, sobre esa sangre fría, sin duda producto de su lugar
de procedencia, Lagarto, que exhibe para finalizar a los palos largos, sobre el
constante combate, sobre tener que salir del partido exhausto como única
posibilidad, sobre el no rehuir el choque.
Corto y
esmirriado quedaría todo lo que les diría y corto y esmirriado fue también el
resultado que pudo ser de los que quedan para la historia. Cortas y malogradas aquellas
oportunidades perdidas: el cabezazo de Tiago, el sutil lanzamiento de Koke a la
escuadra y el mano a mano que Costa no le venció al agotamiento. Corto como de
costumbre el argumento del rival cuando alguien se salta el guión, cuando la
banca no gana en la ruleta: la protesta, el encanallamiento del prepotente, la
impotencia del supuestamente omnipotente, la mueca de las mocitas con acné
purulento, la rabieta del niño consentido, el codazo de un lateral con alma de
cono y el saltarse la medicación de los que no controlan la ira. Quedó todo
corto y poco más les podría decir yo porque todo quedaría con la longitud de un
pantalón pesquero o de una manga francesa. Bueno, tal vez les podría hablar sin
parar del hombre de negro y del agradecimiento infinito que todos debemos
profesarle por devolvernos lo que los despachos se empecinan en arrebatarnos.
Si corto parece lo que se enuncia sobre todo lo anterior, corto y diminuto
sería lo que las palabras permitirían dibujar para hablar sobre él. No será el
que suscribe el que añada más cortedad a toda su grandeza, a su saber y a cómo
lo pone al servicio de la causa rojiblanca. Además, no quisiera servidor
entretenerle con cortedades y minucias, todavía tiene que secar a su colega tras
el baño…