La sesión de tarde estaba más animada que de costumbre. Daba gusto ver que cada vez más gente redescubría los ochenta y se acercaba a éste pequeño reducto donde se veneraba a Ultravox, a la ELO o a Roxy Music. Sarita volvió de la barra con las bebidas de todos y puso sobre la mesa los combinados imposibles de vivos colores con una flexión de rodillas que dejó en el ambiente un aroma a laca y a colonia afrutada. Cada uno cogió su vaso de tubo con movimientos calculados. Ellos, intentando mantener la simetría en la amplia americana de lino con las mangas subidas. Ellas, procurando que no se movieran las hombreras sujetas con velcro a la parte interior de las blusas con estampado de paramecios, amebas u otros seres monocelulares.
– ¡Uy Sarita! Ya está otra vez tu novio en la pista haciendo el baile del robot. Mejor no mires para no llevarte el disgusto –dijo Blanca, la mejor amiga de Sara con una expresión mezcla de incredulidad y de asco.
– ¡Vosotros y vuestras ideas integristas! Pues a mí me parece que tiene su gracia. Además está muy mono con los vaqueros rosas tan cortos y esos calcetines de rombos asomando –contestó Sarita comprensiva.
– Lo que tú digas. Mira que te lo avisamos, que ése era más del segundo lustro de los ochenta, pero tú, como si nada. Los ochenta fueron muy amplios Sarita y nosotros somos más de los principios ¿Acaso te imaginas a Brian Ferry con pantalones en tonos pastel? –pontificó Blanca con el asentimiento de varios de los presentes–. Hay cosas que es mejor no mezclar. De todas formas, como todo tiene solución menos una separación de The Human League, hoy te tengo una sorpresa. Te voy a presentar a un amigo de mi hermano. Es futbolista, pero es de los nuestros y tiene mucho tiempo libre porque no cuenta mucho en su equipo. No es un cuarentón nostálgico, es de los puros. Ama los ochenta a pesar de no haberlos vivido, con decirte que no tiene ni treinta años.
– Blanca, qué pesadita te pones. Me voy a bailar para no tener que escuchar más tonterías –cortó Sarita dirigiéndose hacia la pista presidida por una bola de espejos mientras sonaba esta desenfadada canción.
Sarita se dejó ir transportada por los acordes de los sintetizadores. Se imaginaba subida en una ola de movimientos casi espasmódicos, rodeada de cuerpos sin nombre con peinados imposibles y pantalones de talle subido. Sólo la irrupción de Blanca la sacó de su ensimismamiento. Iba acompañada de un joven de pelo rebelde plagado de mechas rubias y mirada reflexiva, mirada de ver los partidos desde el banquillo o desde la grada. Lo reconoció como uno de los suyos, sin duda. Éste se apoyó en una pared sin motivo aparente, aunque más tarde pudo explicar su extraño comportamiento en base a una manía suya, una deformación profesional que pretendía evitar que le cogieran la espalda. Sarita todavía recuerda las primeras palabras que cruzaron.
– Esta es Sarita, la chica de la que te hablé. Este es Juan –soltó Blanca quitándose de en medio acto seguido para no molestar.
– Encantada –casi balbució Sarita impresionada–. Así que tú eres Juan…¿Juan qué más?
– Juan Valera –dijo él–. Encantado de conocerte Sarita.
Y es que todo vuelve amigos. La vida es como una pescadilla (de enroscar no de pincho). Vuelven los ochenta, los setenta, luego volverán los noventa y más tarde los dosmiles o como se diga, que ya habrá tiempo para ponerles nombre. Muchos evitan dar al trapero la ropa pasada de moda y la guardan esperando su vuelta a la rabiosa actualidad. Ésos mismos intentan hallar una fórmula empírica que les aclare cuánto tiempo tiene que pasar para que ese jersey tan hortera pase a ser vintage ¿Diez años? ¿Veinte? ¿Treinta? Los progenitores menos previsores recurren a las sales cuando ven llegar a sus hijos con una cazadora de cuero modelo Starsky y Hutch por la que han pagado 150 euros igualita a la que ellos tiraron por demodé hace tanto que ya casi no se acordaban. ¡Qué cosas!
No se crean ustedes que nuestro equipo se libra de estos ciclos, nada de eso. Cuando llegan estas fechas y hasta el inicio de la temporada siguiente, nuestros discutibles dirigentes y sus acólitos repiten un mantra vergonzante con sabor de crecimiento social, de opciones de compra y recompra o de jugadores interesantes a precios interesados. También se les llena la boca con proyectos de ciudades deportivas o con el inicio de unas obras que dejan las de El Escorial a la altura de una reformilla veraniega. Mientras tanto, el socio repite religiosamente el acto de pagar una anualidad que solo garantiza ilusiones más o menos hasta el mes de noviembre, salvo en contadas y celebradas ocasiones. Hace tiempo que el aficionado atlético entiende casi más de acciones apropiadas que de acciones del juego. De estrategias empresariales más que de jugadas de estrategia. Pero no queremos volver a arriesgarnos, no. Queremos mirar hacia delante libres, tranquilos al saber que no se repetirán los errores de pasados recientes y presentes continuos. Dejando atrás estos tiempos de gerencia hortera y pasada de moda. Como todo ciclo pasará y, entonces, podremos esperar expectantes la vuelta de aquellos tiempos. Los que algunos vivieron y a otros fueron contados. Cuando la ilusión duraba hasta el final de la primavera y nos pillaba con un pantalón vaquero cortado del que colgaban flecos. Cuando solo sabíamos de derroches de coraje y corazón, no de derroches en comisiones. Esos tiempos deben volver para quedarse. Y, con la ayuda de todos, volverán.
– ¿Y tú te comportas de manera ochentera también en el fútbol? –preguntó Sarita subyugada.
– Bueno, sí, lo intento…mi ideal de juego es la Bélgica de los primeros ochenta. Con ese Gerets gritando para que todos salieran sincronizados para dejar al contrario en fuera de juego. La verdad es que a veces lo he llevado a cabo pero como tengo poco ascendente, no me hace caso nadie y me vuelven a coger la espalda, así que ya no lo intento –reconoció apesadumbrado Juan ante la mirada rendida de Sarita.
Qué felices fueron los 80, don Emilio.
ResponderEliminarFue la época de juventud, qué mayor me voy haciendo.
El Atleti de entonces, quizás no haya sido el mejor de la historia, pero desde luego, tenía espíritu y pundonor. Cualidades que le falta ahora.
Un saludo.
Julio.
Don Julio, tome usted su merecida porción de mérito en la creación de hoy, los videos que ha compartido con nosotros en casa de Don Tomi han servido de inspiración, no cabe duda.
ResponderEliminarLos 80, fíjese como estará la cosa ahora que incluso hemos recordado con nostalgia en alguna otra ocasión al Dr. Cabeza. Creo que sobra cualquier otro comentario.
Un abrazo.
Es usted demasiado prolífico para mi Don Emilio...dicho ésto, convendrá usted conmigo en que sería magnífico en este Atleti,pasar del presente continuo al pretérito imperfecto, que de imperfecto, por cierto, no tenía nada oiga.
ResponderEliminarHombre Don Jesús, es que cualquier tiempo pasado antes del gilifato debe ser calificado como tiempo pluscuamperfercto. Aún así debemos mantener la esperanza de un futuro perfecto (sin ellos, claro).
ResponderEliminarVoy a aprovechar que me pone usted un balón medido para rematarlo en homenaje al genial Ibáñez: ¿Prolífico? De eso nada, oiga, que uno está vacunado de todo.
jejeje... ser prolífico o como le pongo en otro sitio tener esa capacidad o virtud de engendrar es, evidentemente, estupendo, pero me impide hacerle el seguimiento que a mi me gustaría, en los oportunos tiempo y forma, que se dice leguleyamente. Usted no sólo no está vacunado contra eso, sino que debe suministrarse alguna sustancia dopante que le habilite tal capacidad reproductiva, que por supuesto no debe controlarse en absoluto.
ResponderEliminar¿Pero ser prolífico no es eso de que no te cierran las heridas? En ese caso se me abren las carnes (literalmente) al escucharle, oiga.
ResponderEliminarYa sabe que al Dr. Cabeza y por ende, al Atleti nos robaron la Liga de la 80/81. Eso sí fue un robo y no lo que dicen algunos que les ha ocurrido a ellos.
ResponderEliminarOtro vídeo que recordar. Yo le serví de inspiración a usted y ahora usted a mí. Lo buscaré y lo pondré en twitter.
Un abrazo.
¿Recuerda el chándal rojo de García Traid? Eso si que sería vintage si alguien lo recuperara.
ResponderEliminarUn abrazo.