jueves, 19 de mayo de 2011

La otra despedida

(Retrotraiganse al domingo pasado. Viajen con la imaginación a la Ribera del Manzanares, a nuestro estadio. Sí, sí, usted también, y si tiene la sartén en el fuego, apártela o baje el gas al mínimo, que prometo no entretenerle demasiado. Acaba de terminar el partido contra el Hércules y un sector de la afición despide al tío segundo de Elena Furiase de manera excesivamente sentida bajo mi humilde punto de vista. Comienza aquí la historia de hoy)
Nuestro protagonista se apartaba el pelo de la cara con uno de esos tics tan característicos que adquieren con el tiempo los que gustan de llevar el flequillo largo. Observaba furtivamente la escena con insana envidia. Había sido testigo de la gran despedida que se le había dado al técnico. Sí, a ése ¡Qué cosas había que ver! Nunca había llegado a aguantarle del todo a pesar de los años que habían pasado ya desde que coincidieron a orillas del Turia. Acababa de terminar su baño de multitudes y pasó henchido a su lado sin reparar en él. Como siempre. Él era invisible para casi todos. Pero para él también era el último partido en el Calderón y quería una despedida. Creía que se lo merecía.
Cuando ya el último de los fieles fue engullido por el vomitorio correspondiente, se aventuró a salir de su escondite. Primero avanzó andando por la banda con timidez, casi disimulando, después se adentró en el terreno de juego a medida que ganaba en seguridad en sí mismo. Lo que primero eran pasos titubeantes se convirtieron en carreritas al trote alrededor del círculo central. Pasado un instante, se quedó clavado y paseó su mirada por los cuatro puntos cardinales del estadio. Esa era la señal indicada para que su gente empezara a aplaudir. No eran muchos, no crean. Familiares con grado directo de consanguinidad, un concuñado de Alicante y la profesora de inglés de su hijo pequeño, una nativa de Illinois con tendencia a apuntarse a un bombardeo a la que hacía mucha gracia la espontaneidad española. Siete en total. Para él suficientes. Conforme su estima convertía las tibias palmas en aplauso, se fue creciendo más y empezó a intentar cabriolas de alegría, llenas de sentimiento pero torpes en ejecución y dificultad. Posteriormente, dio dos volteretas laterales y se revolcó por el suelo trazando tirabuzones sobre la hierba como si tuviera fuego en la espalda.
Los integrantes del equipo de operarios de la subcontrata encargada de la limpieza y clasificación de residuos del estadio, que habían empezado su faena, se dieron la vuelta y pospusieron la decisión de si aquel tapón de botella de refresco debiera ir al contenedor amarillo o al azul, tal era el alboroto que se estaba formando. Con esa personalidad que rezuma el ser humano cuando ve a uno de sus iguales haciendo algo, empezaron también a batir palmas. Primero despacio, sin demasiado convencimiento, luego tan fuerte que volaban las hojas de las revistas de difusión gratuita y las bolsas vacías de pipas con sal. Para responder, nuestro hombre empezó a dar vueltas al ruedo rojiblanco con paradas programadas en cada fondo para tirarse de esa manera pecho-deslizadora tan en boga en las celebraciones. Dichas demostraciones gimnásticas fueron muy celebradas por una concurrencia que empezó a salpicar la atronadora ovación con bravos y vivas que salían de lo más hondo. No eran muchos, de acuerdo, pero le estaban dando la despedida soñada.
Seguidamente, se acercó al escudo pintado en la banda y se tiró de bruces sobre él. Lo besaba y golpeaba alternando los golpes con puñetazos en el pecho, a la altura del corazón. Sin esa gracia con la que lo hizo anteriormente el otro, sí, pero con un indiscutible donaire para alguien que no lleva en los genes el golpe que se practica en las cuevas del Sacromonte cuando ya los autobuses de turistas han emigrado. A pesar de que ya estaba el taco formado, todavía quedaba la sorpresa final. Cuando ya el homenajeado perpetraba una especie de danza de cortejo previa a la cópula alrededor de unos de los banderines de corner, aparecieron por la bocana de vestuarios Seitaridis, Costinha, Cléber y Fabiano (éste último tras pedir un permiso en el juzgado de guardia para saltarse la orden de alejamiento de recintos deportivos que pesa sobre él por maltrato sistemático y continuado del balón). Llevaban una tarta de varios pisos de la que salió el niño de sus ojos. Su Nuno. Algo más hermoso, si podemos admitir como sólo hermosura los treinta kilos en canal que había engordado desde la última vez que le vio. Se fundió en un abrazo con Maniche al que se unieron el resto de sus chicos. Los suyos, los que había traído él bajo el brazo. Sus creaciones, al fin y al acabo. Brotaron las lágrimas, se erizaron los vellos y la emoción llegó a un punto de climax que obligó a operarios, familiares y profesoras bilingües a saltar al campo. Él repartía abrazos y besos sin distinción, embriagado por el inolvidable momento. Parecía que flotaba, que volaba y reparó en que era porque un espontáneo le estaba llevando a hombros. Cerró los ojos mientras le llevaban en volandas y notó que sus incondicionales le arrancaban los botones dorados de la chaqueta cruzada como recuerdo o como recurso para futuras visitas al monte de piedad. La comitiva orgiástica enfiló la puerta cero abierta para la ocasión y se perdió en la noche madrileña entre gritos que le calificaban de torero e incluso de presidente.

Se le esperaba durante la semana para ir vaciando su despacho. No se ha vuelto a tener más noticia de él. Puede que ande todavía celebrando su despedida o puede que acabara de mala manera, devorado por el éxtasis de los invitados a la catarsis que se produjo. Si fuera así, tuvo la despedida que quiso. Fue feliz.

4 comentarios:

  1. Buenas tardes D. Emilio.

    Debo reconocer que me ha costado identificar al que se despedía. La verdad es que no tengo claro si se va o no, porque todavía anda haciendo de las suyas. Y si finalmente se va, me da que va a dejar algún regalito envenenado (hoy se habla del fichaje de un tal Silvio del Braga de Portugal, que ha jugado la final de la EL contra el Oporto).

    Pero me parece que va a haber más despedidas, que se van a ir por la puerta lateral del fichaje por un grande de Europa, algo que no somos ahora. No se puede vivir de la historia. Hablo de Forlán, De Gea y el Kun.

    Y otra vez a vender humo.

    Saludos.

    Alberto

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  2. Don Alberto, reconozco que ayer vi el partido con el único interés de ver a Silvio. La verdad es que no le vi tan mal (aunque lo miré con cariño, lo admito). Un lateral alocado, con buen despliegue físico, con carencias defensivas. Habrá que esperar aunque desde luego viniendo de la mano de quién viene, no se libra de la cuarentena.

    Las tres despedidas de las que habla nos harían mucho daño (en sentido ascendente de como usted las enumera), pero, si nos centramos en el caso de Kun..¿alguien esperaba otra cosa después del mensaje que se dio con su renovación a la baja (de claúsula)? ¿Cuántos jugadores hay en el mercado (no es otra cosa lo que se hizo) con su talento y a ese precio?

    Y todavía hay quién en estos últimos días de noticias desesperanzadoras se lleva las manos a la cabeza.

    Mi no entender.

    Un abrazo.

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  3. eres un crack...... jajaajja...... la verdad es que llevas razon... este hombre nunca tenia que haber sido el Director deportivo de este club, no ha aportado nada a este club.... lo unico bueno que ha echo ha sido fichar a Salvio, ya que yo creo que despues de la cesion, vendra como vino Reyes, o eso esperamos que asi sea.... y no se por que me da a mi que Reyes va a ser el unico importante que empezara la temporada que viene..... Y YO SI SE DONDE ESTA SUSO: SE HA IDO A BRASIL YA QUE TODAVIA LE QUEDABA UN VIAJE PENDIENTE.......

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  4. Hombre, si vuelve del Erasmus portugués como Jozean habrá valido para algo. De momento, lo único que ha demostrado es que es al jugador que peor le queda la camiseta desde Quique Setién.

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