viernes, 13 de enero de 2017

De enlaces, amores y balones parados

Hubo en tiempo en que cada córner a favor del Atleti se celebraba con la intensidad de la boda de tu último amigo soltero. Cuando un rival acosado se veía obligado a ceder un saque de esquina, uno lamentaba no haber pedido hora en la peluquería con la suficiente antelación. Daban ganas de abrazarse al vecino de localidad de antemano, pese a que sistemáticamente te dejara los zapatos llenos de cáscaras de pipas en cada partido. Entretanto, Koke o Gabi se acercaban al banderín con una sonrisa de oreja a oreja, vestidos de rigurosa etiqueta, a la vez que a los centrales el resto de compañeros les iban dando palmadas de felicitación en la espalda mientras recorrían el camino alfombrado hacia el área contraria. “¡Están radiantes!”, añadían algunas señoras que asistían al evento por parte del equipo lanzador del córner. Cuenta la leyenda que existe una foto que retrata a Raúl García sacudiéndose los granos de arroz que se le habían quedado atrapados entre el pelo tras rematar inapelablemente un servicio desde el flanco izquierdo. A medida que los jugadores se dirigían a campo propio para retomar sus posiciones, señores con traje oscuro emergían de los vomitorios repartiendo puros entre el público y brindando con sidra El Gaitero a la salud de los contrayentes. Cualquiera que lo haya vivido sabrá que no exagero lo más mínimo. Así era la cosa.

De pronto, un día reparamos en que los saques de esquina habían dejado de celebrarse como es debido. Ya no eran lances convertidos en una cuidada invitación para ser testigo del enlace rojiblanco con el gol. El Atleti seguía botando varios en cada partido, sí, pero ya no volvieron a tener ese aroma festivo que llegaron a poseer un tiempo atrás. En estos casos, suele echarse la culpa a la rutina, que gana volumen alrededor de la cintura dejando la vida perdida de momentos insustanciales. El desgaste que conlleva cualquier convivencia se apropió de las jugadas a balón parado y las transformó en un trámite burocrático al que casi no apetecía asistir. Las noches de boda mudaron en comidas de domingo con los suegros sin previo aviso. Se nos rompió la pizarra, de tanto usarla.


Pasaron los meses y los partidos sin signos de recuperación de la chispa de antaño. Algunos apuntaban a las ausencias, muy especialmente a la del navarro, que dejó un gélido hueco de nostalgia con forma de nariz aguileña a la altura del primer palo, pero el caso es que nos acostumbramos a convivir con un Atleti vulnerable en los corners ajenos e irrelevante en los propios. El banquete se trasladó a nuestro área, donde nos hacía mucha menos gracia. Cuando alguien preguntaba sobre el estado de la relación con el balón parado, muchas veces se aludía a que quedaba el cariño, que es como reconocer que aquel amor primigenio estaba sepultado bajo seis palmos de tierra. Aquí yacen las jugadas de estrategia, llegó a leerse tras un choque con diez saques de esquina, a cuál de ellos peor ejecutado.

Embarcados en una travesía para retornar a las esencias del Cholismo, los vigías de Simeone volvieron a avistar este pasado fin de semana la tierra prometida de un gol tras saque de esquina. Cierto es que fue en posición ilegal y más cierto aún es que se trata solamente del segundo de los tantos que esta temporada ha llegado tras pelota estática. Muy rácano balance, también es verdad. Siendo pronto para sacar conclusiones en asuntos del corazón como estos, parece que el Atleti ha comprendido que la pizarra conforma la santísima trinidad de los valores que hasta este punto nos trajeron junto con el esfuerzo y la virginidad de la portería propia. Tal vez el tanto de Saúl en Ipurúa quede como una rara y anecdótica flor nacida en el páramo que el divorcio total con el balón parado dejaría, pero permitámonos soñar. Redescubrir lo acaso olvidado. Recordar aquellos días en los que el área pequeña rival se engalanaba para estar a la altura de la ceremonia. Cuando el amor entre el Atleti y el balón parado alcanzó su máxima expresión mientras Godín murmuraba “sí, quiero” tras besar con la frente un balón perdidamente enamorado que valió una liga.  

2 comentarios:

  1. Qué bendita habilidad tiene usted para hacer símiles amorosos co las cosas del Atleti! Solo le digo una cosa: esto con Miranda no pasaba.

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    1. Con Miranda el primer palo vivía mucho mejor, dónde va a parar...

      Lo de Eibar debió ser un espejismo, el otro día nueve corners lanzados al cubo de la basura...

      Saludos

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