Tras meses
de dimes y diretes el Atleti ha sido capaz de zanjar el debate estético del
buen juego de un plumazo. Ahora no hay dudas. Juega rematadamente mal y gana,
lo que provoca serios ataques de amargura en los defensores del barroco
balompédico de ésta y aquella acera. Después de alejarse de la identidad propia
y de los puestos nobles en un final de año preocupante, Simeone decidió replegarse
a territorio conocido para espantar debates. Portería a cero y aprovechar al
máximo los errores del rival para, a partir de ahí, construir de nuevo el
imperio que pareció llegar a tambalearse cuando quiso convertirse en lo que
nunca fue.
Con esas
dos premisas como cimientos y a la espera de que las piernas vuelvan a ponerse
a la altura de la cabeza, los colchoneros retoman el pulso de una liga que
parecía lejanísima y ahora luce comprimida en pocos puntos. Ahora que en el
horizonte se atisba lo mollar, vuelve a colarse el Atleti por cualquier
resquicio. Es cierto que a veces desespera, que se muestra espeso en
combinaciones que hace un tiempo parecían surgir instintivamente, que se
comporta rácanamente con el gol y que incluso inventa falsos mediocentros donde no los hay, pero ahí los tienen.
Aspirando a todo.
Pretendieron
hacernos creer que esta temporada estaba condenada a flores y poesías. Se dijo de
antemano que las competiciones premiarían postreramente a los supuestos
creadores de lo excelso. Solo había hueco para hablar de records, de premios
individuales y de monsergas como la BBC o la MSN. Quisieron tentarnos con
champán para que abandonáramos los minis de calimocho o de cerveza. Algunos lo
compraron. Lo asumieron. Lo interiorizaron. Pueden ustedes reconocerlos
silbando a la mínima de cambio. Pobres. Ni el silbido les libra de reconocer
que equivocaron el camino. Serían mucho más felices en otros estadios con otras
bufandas colgadas al cuello.
Si ustedes pudieran
adentrarse en la sala de fiestas en la que se reparte la gloria futbolística,
repararán que en los dos reservados situados junto a la entrada se acomodan los
invitados vip de siempre. Los esperados. Visten con sus mejores galas y brindan
repartiendo falsas sonrisas alimentadas con la palabrería diaria destinada a
ensanchar sus ya crecidísimos egos mientras se vigilan mutuamente. Junto a la
barra se sitúa un tercer asistente. Su mirada huidiza denota que todavía no
acaba de creer su presencia en el sarao. Pide copas de fino o de rebujito para
templar los nervios y no parecer fuera de lugar. Al fondo, en el rincón más
oscuro del local, un último invitado bebe solo, pausadamente. En su rictus
canalla se dibuja una media sonrisa amenazadora que los demás asistentes esquivan
sabiendo su merecida fama de antipático. Con un gesto de cabeza que el camarero
detecta al segundo pide otra. Se acomoda en el asiento para observar y al
hacerlo deja entrever los colores de su atuendo. Viste de rojo y blanco.
Ganar y ganar y ganar y volver a ganar...
ResponderEliminarMi teoría se va confirmando don Emilio, el equipo mira descaradamente al mes de abril...
Partido a partido, no lo olvidemos. Solo existe el Eibar...
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