viernes, 21 de octubre de 2011

Gris

Servando se levantó automáticamente de la cama. El mismo sonido de despertador que llevaba sirviendo de electrónico gallo en los últimos treinta años. Tras el frugal desayuno y la ducha con agua ni muy fría ni muy caliente, paseó como cada mañana la vista por el ajado armario. Se decantó por el traje gris, bueno, por uno de ellos. La mayoría de sus trajes eran de ese color por la sencilla razón de que él pensaba que le quedaban más o menos bien. Salió de casa con tiempo suficiente y se cruzó con el vecino del sexto izquierda en el portal.

– Buenos días –saludó Servando sin alzar demasiado la voz.

Nada, otro día sin respuesta. Desde pequeño le había ocurrido. La gente pasaba al lado suyo sin reparar en él. Cuando se repartían los castigos en el colegio era una ventaja desde luego, siempre se libraba. Nunca tuvo que escribir cien veces aquellas frases rehabilitadoras ni recibió golpes de regla en los nudillos. A medida que pasaban los años, potenció su capacidad para sacar partido de su desapercibida invisibilidad. Nunca fue voluntario en nada, nunca fue primero, ni segundo ni tercero. Nunca sacó más nota de la absolutamente suficiente, a pesar de haber podido hacerlo. Siempre ahí. Ni en un extremo ni en el otro. Siempre gris.

Inició una mañana como cualquier otra. Sellando pólizas y archivando montañas de papeles irrelevantes ¿Importaba algo? Nadie leía sus informes, otrora cuidados, ahora ausentes. Nunca se le propuso ascender, pero tampoco formó parte de ninguna lista de posibles despidos. Tal vez todo proviniera del traje, tal vez él lo veía gris y realmente era un traje de camuflaje. Un traje que conseguía el mismo efecto que esos aviones de última generación que burlan radares. Pero no. El traje no era de ninguna aleación de titanio superligero. El traje simplemente combinaba a la perfección con su personalidad. Él era gris.



Las imágenes del entrenamiento previo de nuestro equipo en la víspera del partido en Udine nos mostraron un chándal distinto. Un chándal gris. Con toques vintage de última moda gafapastera, pero gris al fin y al cabo. Sin demasiadas ganas, nos sentamos ante la pequeña pantalla y nos dimos cuenta de que el equipo salía con una alineación gris. Probablemente muchos pensaron que prescindir del triple pivote era una señal de abandono del grisáceo camino. Se equivocaron. Aún así, el abandono del repetitivo esquema nos trajo una evidencia: con Assunçao en el campo no son necesarios otros dos escuderos de la bipolaridad destructivo-creativa. Simplemente, puso oficio sobre el campo, lo que no es poco desde luego. El bueno de Paulo ha pecado de invisible en muchas ocasiones, pero no en el campo. En el campo se conduce con honradez y con más o menos acierto, dependiendo del día. Deberíamos agradecerle mucho. Una parte importante de los escuálidos resultados de los últimos tiempos. Fuera del terreno, nunca dijo una palabra más alta que otra aunque se le tratara de manera ventajístamente injusta. Aunque él siempre fuera el undécimo nombre que se recitaba cuando se recordaba la alineación. Aquí acaba lo único salvable. Fíjense qué cosas. El eterno hombre gris fue lo más brillante de ayer. Otro tono de gris, un gris con reflejos marengos.

Les contaba yo antes lo de una alineación gris. Lo fue. Una alineación llena de actores de reparto de esos cuyas caras suenan pero de los que no podríamos enumerar más de dos películas en las que han trabajado. Vimos algo más a Pizzi, por poner un ejemplo, un jugador medio habilidoso y posiblemente útil como revulsivo para según qué ocasiones, no como un recurso titular a mi juicio. En cuanto a los que tienen la obligación de aportar algo más de color, notamos a Falcao de nuevo demasiado lejos del área y, a lo mejor por cosas de la iluminación artificial, parece que cuanto más lejos se mueve de la portería le cambia el tono tostado de su cara por uno más ceniciento, más gris, para que me entiendan. Resumiendo, una amplia gama de grises.

Al frente de todo, un técnico plomizo. Un hombre en el que ni los excesivos y arbitrarios cambios en los colores de las patillas de sus gafas pueden cambiar su monótona imagen. Un entrenador del que sorprenden sus estadísticas de partidos en primera porque sería el último que nos vendría a la cabeza si intentáramos hacer memoria, tal y como pasó a los irresponsables de la entidad el verano pasado. Un señor que no cae ni bien ni mal, sino todo lo contrario. Una figura que no hace ruido y al que no saludan los empleados del club cuando se los encuentra camino del vestuario. No por nada, simplemente no le ven, parece mimetizado con el gris del hormigón de los cimientos.

Se nos marchó la tarde sin casi darnos cuenta. Son de esos días en los que uno mira el reloj preocupado porque el tiempo ha pasado volando y piensa que se le ha hecho muy tarde sin darse cuenta, pero no por habérselo pasado muy bien. Y, justo al final nos metieron dos goles que casi ni dolieron ¿Pudimos ganar? Seguramente ¿Lo merecimos? Pues puede que sí o a lo mejor no, vayan ustedes a saber. A lo mejor la virtud de estos partidos perfectamente olvidables se encuentra situado en el empate. En la equidistancia entre la claridad de la victoria y la negrura espesa de la derrota merecida. Y si es a cero, mejor, que todavía habrá alguien que intente hacer lecturas positivas en base a la esterilidad. Son los signos de estos tiempos nublados que vive la parroquia rojiblanca. Tiempos de excesiva duración, anodinos, funcionalmente arrinconables en el baúl de los recuerdos que no se pretende desempolvar. Mañana o tal vez pasado nos miraremos en el espejo y veremos más canas que no nos darán un tono más interesante, sino una apariencia más gris. Pasarán los años y enfilaremos el camino del nuevo estadio en tonos grises para ver qué nos echan de comer, algo descolorido, seguro. Las bufandas y camisetas habrán perdido sus vivos tonos erosionados por un tiempo que dejará en ellas una pátina de aburrimiento y de conformismo. Lo asumiremos al igual que lo asumimos en el presente. Y nos dará igual, o no mucho, quién sabe. Mientras no seamos capaces de unirnos para sacar del club a los que nos han instalado en este plomizo escalón, somos y seremos grises.


Servando colgó con mimo el traje en el armario, se ciño el batín de tonos neutros y se dirigió hacia la cocina. Puso el esmirriado filete sobre la sartén sin recordar si era de ternera o de cerdo. Pasados unos minutos lo retiró del fuego y lo miró fijamente sin ser capaz de adivinar por qué había cogido ese color tan extraño ¿Lo había puesto en la sartén demasiado pronto? Parecía cocido en vez de a la plancha. Borró el pensamiento de un plumazo mientras se dirigía al comedor para dar cuenta de su penoso pedazo gris de carne.

5 comentarios:

  1. Buenos días D. Emilio.

    Siento ser tan poco constante en mis comentarios, pero últimamente no me da tiempo más que a leer sus entradas. Por cierto, la de hoy me parece la más brillante que le he leído en el poco tiempo que llevo haciéndolo.

    El color del rival de ayer es el que mejor cuadra con la visión del equipo, blanquinegro. ¿Qué color se obtiene cuando se mezcla el negro y el blanco? ¡El gris!

    Poco más puedo añadir como comentario. Sólo queda esperar tiempos mejores...

    Un saludo.

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  2. La verdad es que debería tirarles de las orejas porque últimamente aparecen ustedes de una manera esporádica (como nuestro equipo en las áreas contrarias, vamos). Con decirles que, de un tiempo a esta parte, he llegado a pensar en que el desodorante me había abandonado, a pesar de lo peregrino que puede resultar eso como excusa en estos mundillos virtuales.

    Sí, gris. Hay poco más que añadir. Que conste en acta que, incluso en las fases en las que el Atleti tuvo el control del partido (la mayoría), no me venía otra cosa a la cabeza más que eso, un equipo gris, un partido gris, un rival gris, que mona estaba Olivia Newton Jonh en Grease (perdonen el chiste malo).

    UN saludo

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  3. Que Manzano era gris, lo sabíamos, no cabe duda.

    Lo que nadie esperaba es que el equipo estuviera tan mal. A mi juicio, Manzano no sabe qué jugadores poner, no sabe cómo jugar y tiene un lío mental importante. Hasta que no tome una decisión en firme y durante unos partidos, no veo que esto pueda tener solución.

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  4. Pero el de gris no era Travolta ???

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  5. Pues no sé, oigan. No sé cuál es el problema pero parece razonable lo que expone Don Julio: cuando un equipo anda en proceso de creación no parece lo más adecuado volver loco al personal con tanto cambio. Las rotaciones parecían algo interesante cuando las cosas iban bien, pero ahora se antojan excesivas.

    Eso sí, dentro de las rotaciones siguen sin ver la titularidad continuada Adrián y Koke, dos de los diferentes.

    ¿Travolta? Anda ya con el pelo griseando, la verdad (no como nosotros, por cierto que de pelo andamos francamente...)

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