lunes, 17 de octubre de 2011

Cronicas de la Alhambra...con sus detalles y todo...

Los libros de historia, al igual que los periódicos deportivos, son proclives al titular fácil y a omitir detalles que pudieran tener trascendencia. Un ejemplo de ello es la famosa frase de “Roma no paga a traidores”, pronunciada por algún tribuno senatorial remiso a pagar su deuda con los asesinos de Viriato. Lo que no dicen los libros de historia es que el tribuno añadió, en un alarde de empatía, “…pero id a preguntar al Manchester City, que paga cláusulas sin mirar si es a traidores o no”. Tampoco los historiadores se hacen eco de las palabras de la señora esposa de Arquímedes al ver cómo el empuje del cuerpo de éste desalojaba agua de la bañera por toda la estancia mientras gritaba ¡Eureka!: “Arquímedes, que el baño está recién fregado”. Como ven, pequeños pero importantes detalles.

Otro ejemplo de estas citas célebres en las que se difumina el contexto es la que la madre de Boabdil acuñó cuando su hijo hacía pucheros mirando con nostalgia el perfil de la Alhambra: “Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”. Lo que los libros no dicen es que Boabdil, sultán de Granada, se llamaba Boabdil Gregorio, poco queda escrito sobre su algo artificial tez olivácea ni sobre cómo gustaba de vestir elegantemente, cambiando de turbante o de patilla de gafas con profusión. No se menciona tampoco que las duras palabras de la madre que le parió fueron consecuencia de la cobarde estrategia que planteó a la hora de defender la ciudad nazarí ante el acoso del ejército cristiano. Más detalles, tal vez pequeños, pero relevantes.

Boabdil Gregorio, al que se conocía como Goyo con afán de economizar palabras en aquellos tiempos, también de recortes presupuestarios, dispuso una defensa de la ciudad basada en el trivote. Una línea de soldados delante de la retaguardia que, en anteriores batallas, fue recibida con buenos ojos ante el historial de descontrol que poblaba el curriculum en lucha de los sitiados. Pasadas ya varias jornadas desde las primeras escaramuzas, el trivote de capitanes moriscos se antoja redundante, espeso y hasta urticante a la hora de entrar en combate. No crean ustedes que el sultán Goyo fuera un iluminado por plantear las contiendas de esa manera, ni mucho menos. El doble o hasta el triple pivote de contención era una práctica adoptada a la moda de tierras florentinas y genovesas desde hace tiempo. Se trata de un recurso reservón y algo cagueta del que hacían uso con ligereza adalides de poco arrojo. Si además, como en el caso que nos ocupa, dos de ellos, los de cabello más largo y ensortijado, mostraban blandura de ánimo y abulia en la carrera, para qué queremos más.

A pesar de lo bien armadas que creía Boabdil Goyo a sus mesnadas, solo la desorganización del animoso pero bastante inofensivo ejército cristiano que sitiaba la explanada de los Cármenes no hizo que la derrota cayera sobre los hombres de Goyo en los primeros episodios de la batalla. Especial mención hacen las crónicas de la época de las dificultades que sufrió el responsable del flanco derecho, un mozárabe de Crevillente reconvertido a lateral por obra y gracia de las tácticas avanzadas del jefe musulmán y de la mala planificación a la hora de confeccionar la tropa. Por el lado izquierdo no crean que la cosa fue mejor, no. Por allí no atacó tanto el enemigo, pero en ese lado tomaba posiciones desde hace tiempo un soldado de frágil carácter, Filipe. Un artillero del que se tenían las mejores referencias cuando luchó en las guerras de tierras celtas pero, que desde su llegada a las filas de los sitiados, no acaba de mostrar esa maestría con el arcabuz que se le suponía. Les hablaba de las dos alas y sus dificultades pero no sería justo olvidarnos del centro de la retaguardia, tal vez la parte más entonada de la soldadesca mora. El dúo defensor junto al cancerbero y guardián del puente levadizo fueron tal vez de las pocas buenas noticias que acaecieron.



¿Delante? Delante la cosa no mejoró mucho. Desconectados de la guardia del triple pivote y desesperados. Desesperado el emir Diego, en quien debía recaer la labor de creación a la hora del combate, su falta de munición en forma de balón a la hora de dar el último pase hizo que acabara bajando a ayudar a los de la línea conservadora descuidando su importante tarea. Desesperado también el bereber Falcao, sin flechas con las que cargar su certera ballesta, buscaba sitios en los que ayudar a sus compañeros a pesar de su torpeza cuando no empuña un arma en sus manos. Desesperante, que no desesperada, fue la actuación en batalla del soldado de Utrera, aquel al que llamaban Reyes, probablemente porque su concurso en la contienda fue decisiva a la hora de decantarla hacia el bando de los Católicos, los Reyes, se entiende. El de Utrera, con los oídos llenos de de cantos y romances que ciertos juglares glosaban sobre su grandeza y su necesaria convocatoria para la selección de mejores soldados de Castilla y Aragón, volvió a escenificar lo que desde tiempos inmemoriales se califica como hacer la guerra por su cuenta. Pensaba el aga Reyes que su calidad en la contienda era muy superior al del resto de sus camaradas, pensaba también que cualquiera que fuera el cristiano que cruzara aceros con él, siempre saldría vencedor. Tal era su obcecación y suficiencia insuficiente que varios de sus colegas pensaron seriamente en acabar con su participación a base de alfanje que le hiciera perder la cabeza. No lo hicieron aunque lo pensaron, a lo mejor porque el aga Reyes, sin cabeza, seguramente combatiría de igual manera. 

Ya a punto de entregar la plaza, Boabdil Goyo, en un movimiento casi desesperado ordenó a la tropa ponerse a las órdenes de tres soldados venidos de Orán como refuerzo. En solo unos minutos, demostraron que uno de ellos, Paulo, podría haber llevado el peso defensivo de la contienda como había hecho en muchas otras, antes de que cayera en desgracia sin saber muy bien por qué. Otro, astur él y superviviente de las guerras con Don Pelayo, confirmó que debía siempre estar en la unidad de gala del equipo, por ser el que mejor visualizaba los espacios donde las batallas se ganan, por ser el que mejor se entendía con los de la vanguardia. Uno más, un herrero de Lusitania al que nadie había puesto una daga en las manos hasta ese momento, desequilibró y pudo desnivelar el curso de los acontecimientos de haber sido protagonista desde el principio. Detalles, en fin. Que no deben ser omitidos por relevantes.

Así lo refieren las crónicas de esos tiempos. Un ejército infiel derrotado, aunque no del todo. Todavía los hubo que justificaron la pérdida de Granada y buscaron señales positivas en el hecho de mantener porterías a cero. El ejército enfiló el camino a las Alpujarras frío, desmoralizado, sin tener claro hacia dónde les llevarían futuras batallas a lo largo de otros reinos. Boabdil Goyo arrastró durante largo tiempo fama merecida de acongojado. Los sitiados erraron sin rumbo fijo, arrastrando los pies y lamiendo heridas por las que se escapaban hemorragias de puntos de los que más tarde se acordarían. Llegarían futuras escaramuzas, algunas ganadas, otras perdidas. Todas ellas escribieron la historia del ejército que luchó en la ciudad de la Alhambra. Una historia que será revelada en futuras entregas. Una historia en la que los detalles, por pequeños que estos fueran, deberían haber sido tenidos en cuenta. 

6 comentarios:

  1. ¿Cuándo se darán cuenta los sultanes mayores que la solución pasa por dejar el pelotón a manos del sabio árabe de Hortaleza?

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  2. Lo saben, Don Jorge, lo saben. Pero también saben que el visir de Hortaleza no se dejaría mangonear y no callaría como los entrenadores cómodos que buscan estos desahogados para seguir haciendo (poco) y deshaciendo (mucho) en nuestro cluzz.

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  3. Prepárese, Don Emilio, para la próxima página de la historia, una batalla disputada cruzando los Alpes. Aún no me he leído el capítulo, lo haré el próximo jueves, pero apuesto a que Boabdil volvió a formar su tropa con el trivote y me temo que el resultado volvió a ser adverso a sus intereses.

    Un saludo.

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  4. Miedo me da, Don Pablo, temblando ando ante la visita a un equipo que le puso difícil la clasificación Champions a los chicos de Arsenio. Di Natale tiene mucho gol y los demás corren mucho (vamos, lo contrario que nuestro equipo).

    Trivote seguro parece pero se admiten apuestas, tanto con dinero como con honor sobre la mesa...

    Un saludo

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  5. Buenos días, Don Emilio:

    Cada día vemos el fútbol de una manera más similar. Su descripción del encuentro del pasado sábado es sencillamente modélica. Tenemos demasiada gente intrascendente en nuestras filas, demasiada poca gente con personalidad. Y si encima Monseñor Bocachancla transmite menos energía y entusiasmo que María Teresa Campos realizando un stripe-tease, pues fíjese el panorama que tenemos. Oigo al fondo ruido de sables, Don Emilio. Y otra temporada más, mientras, tirado a la puta papelera.

    Un abrazo, Maestro.

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  6. Es curioso lo que apunta usted con respecto a ver el fútbol de la misma manera. Da gusto pasarse por su casa o por la de Don Julio y ver las similitudes de la manera de ver la cosa. Luego uno se va a los medios masivos y no da crédito cuando lee que "los evidentes signos positivos del no encajar goles" es el aspecto más reseñado por jugadores, técnico y palmeros varios.

    Siempre nos quedará París, los blogs y las judías con oreja (me acabo de apretar dos platos importantes, para pasar el trago más que nada)

    Un abrazo.

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