A pesar de
que usted y yo andamos todavía con los pulsos acelerados, de que el caudal de
adrenalina no se decide a retirarse del todo del torrente sanguíneo, sabemos
que del partido de ayer, como de otros muchos grandes partidos, cuando pasen
unos años nos acordaremos de solo unas cuantas imágenes. Cuatro o cinco, no más.
Tal vez menos en el caso de los que ya vamos siendo más mayores, puede que más
si hablamos de esos individuos que parecen acordarse del detalle más nimio y
que en cada conversación dejan mal a uno diciendo que aquel remate a la cruceta
de Kosecki fue en el minuto 37 y no en el 38 de un partido contra el Oviedo,
hágame el favor de ser riguroso, leñe. Hablemos de ellas, de las imágenes que
guardaremos como oro en paño, pero dividámoslas en finales y, sobre todo, en principios.
Principios
El mejor
resumen de lo que aconteció ayer sobre el césped lo encuentra uno cuando aún no
había comenzado el choque. Instantes antes de que rodara el balón se podía ver
a un equipo que calentaba con intensidad. Jugadores que se abrazaban haciendo
corro para compartir la última arenga, sprints cortos, dientes apretados.
Enfrente, solo autocomplacencia. Una absurda ceremonia de onanismo colectivo
para satisfacer tanto ego como anda suelto por esos lares. Esfuerzo frente a oropel. Un todos a una contrapuesto a la máxima de Juan Palomo, el que se
come lo que guisa. Allí se fraguó todo. Uno así lo cree. El artificioso
ambiente -dicen algunos optimistas que rugía el estadio como un gatito persa,
déjenme añadir-, la bengala, el video del lateral que nunca sacó un centro
rematable, el recibimiento y hasta la ouija que tuvo el mal gusto de sacar de
donde estuviera al espíritu de quien fuera con la mala noche que hacía se
fueron por el sumidero del narcisismo reinante siempre en la otra acera. Esos
minutos sirvieron para comprender todo. La profundísima raya que nos separa
ayer se ahondó más si cabe y uno volvió a pensar en la suerte que tiene de
estar en el lado correcto. Se trata de una cuestión de principios.
Fue al
principio también, pocos segundos después de la imagen que les relataba en el
párrafo anterior, cuando Torres remató con tranquilidad un pase dificilísimo
que Griezmann hizo parecer sencillo. Se fue el de Fuenlabrada para una esquina
a celebrar contenidamente, él no es de alharacas ni de quitarse la camiseta, y
uno disfrutaba viéndole disfrutar, comprobando que los hados de este deporte
que tanto le ha premiado pero nunca suficientemente, han decidido que en el inicio de esta etapa solo importe
su felicidad y también que se le imparta una cierta justicia, claro. Igualmente
al principio, aunque esta vez de la segunda parte, administró aquel Niño que nos ha regresado hombre el jarro de agua fría que sofocaba cualquier fatua
sensación de posibilidad. Otra vez fue Griezmann el que cabalgó hacia la puesta
de sol de tripletes, sextetes y otras hierbas. Tras recibir el balón Torres
arrancó y luego frenó en seco para dejar en evidencia a más de uno y, lo que no
debe ser desdeñable, para callar bocas redondeando otro partido que merecía,
como aquel que les conté a ustedes hace unos días.
Finales
Finalizada
su brillante actuación, Fernando se dirigía al banquillo apurando cada instante
con una media sonrisa dibujada en el rostro. Se giró levemente para aplaudir a
los suyos allí desplazados y le entregó el testigo a Arda, el que se encargó de
pasaportar al partido al otro barrio. Nada más entrar en contacto con el pasto
el turco se fue a las tierras por las que andaba el balón y lo hizo suyo. Trazó
taconazos, paró el tiempo y convirtió el magro espacio fronterizo a una línea
de banda en una avenida peatonal. Fue ver los andares del turco y todos supimos
que el partido, la eliminatoria y cualquier atisbo de tibia resistencia del
equipo presidido por ese constructor que cualquier día invade Checoslovaquia
había finalizado.
Finalizaba
ya el partido entre atropellos y patadas de esos jugadores que se quejan
amargamente de la violencia con la que el Atleti se emplea cuando Isco, jugador
con gran prensa en los últimos tiempos, decidió mostrar su frustración entrando
a destiempo y con alevosía a un rival. Hubiera quedado el lance como una más de
las acciones que los integrantes del equipo de Dios vierten indiscriminadamente
cuando el resultado no les sonríe pero hete aquí que sirvió la tarascada para
que todo el señorío se mostrará de golpe y sin previo aviso. Aplaudió el
estadio rival una patada con más efusividad con la que había celebrado los
estériles goles de su equipo. Aplaudieron las mocitas, el del capote, los recalificadores
que pueblan el palco y hasta se puso en pie para aplaudir el espíritu de quien
fuera a pesar del resfriado que ya en esos momentos tenía por dejarlo a la
intemperie tantas horas. Finalizó el partido entre el enfurruñe general, con
muchos no entendiendo todavía qué había pasado pero totalmente desenmascarados
en su esencia. Hoy casi no se hablará de ese momento en los medios, cachis, con
lo bien que se disecciona la crónica negra de otras casas y la gran mayoría se
contentará con la estúpida excusa de que menos mal que les eliminaron para
poder descansar. Normalmente los que están al otro lado de la raya en la que
estamos nosotros no suelen entender nada porque normalmente se lo dan todo
masticado. Estos finales se originan como consecuencia de aquellos principios…
Uno no puede contener también una media sonrisa al leer tus palabras hacia Torres, pero en mi caso tampoco he podido contener una sonrisa de oreja a oreja mientras leía el párrafo del mago turco. Disfrutemos el momento, nos lo merecemos.
ResponderEliminarLo merecemos todos...pero Torres más que nadie.
ResponderEliminarGracias por el comentario.
Genial como siempre don Emilio... mi sonrisa se amplió al imaginar al Sersuperior como aquél cuando escuchaba demasiado a Wagner...
ResponderEliminarPor otro lado, ni una manta de cuadros pa'l Señor Espiritu oiga!
Una vergüenza el trato que le han dado al espíritu después de invocarle para nada. A estas alturas debe haber comido una pulmonía que le tiene al borde de irse al otro barrio del otro barrio...
ResponderEliminarSaludos
Pues no teneis que ganar eliminatorias de estas para compensar lo del minuto 93....jajajaja
ResponderEliminarPara el anónimo: parece que esta científicamente comprobado que cuando mueres,no sabes que estas muerto,no sufres. Sufren los que te rodean.
ResponderEliminarLo mismo pasa cuando eres del trampas (o imbécil que viene a ser lo mismo en algunos casos).
Gran artículo como siempre, don Emilio.
Hola, me gusta mucho tu blog. Yo acabo de estrenar uno sobre deportes, me gustaría que intercambiásemos enlaces. Yo ya te he añadido a mi Blogroll. Este es:
ResponderEliminarhttp://tecnicaindividual.blogspot.com/
Un saludo!!
Ok, ya está incluido.
ResponderEliminarSaludos