lunes, 8 de junio de 2015

Exigencias de temporada

Era tan extraño ver aparecer a la exigencia por aquí que cuando regresó de la mano de Simeone para quedarse ha llegado a ser confundida por algunos. La exigencia siempre fue una mujer de bandera, un monumento de señora que a lo largo de la historia del Atleti no ha fallado cuando de estar al lado de los nuestros se trataba. No piensen que la exigencia se deja camelar fácilmente, de eso nada. Ella, que es muy suya, es capaz de mostrarse ceñuda incluso en la victoria si ésta se ha logrado de manera injusta o poco elegante. Durante bastantes años la exigencia dejó de frecuentar los territorios rojiblancos porque le dolía lo que allí veía: innumerables equipos a la deriva sin un plan que llevarse a la boca, crónicas de descensos anunciados, pruebas de vestuario con una camiseta que algunos nunca deberían haber osado a enfundarse…En aquellos oscuros tiempos el rastro de la exigencia se esfumó. Tramperos y exploradores de todo el mundo salieron a buscarla siguiendo las débiles pistas que sobre ella se reunieron: que si un primo lejano que la vio del brazo de un gachó con aspecto patibulario en un puerto del Mediterráneo, que si una carta que supuestamente dejó escrita antes de fugarse desesperada por no asimilar la pizarra de Aguirre. Nunca más se supo de ella hasta que apareció de repente en Málaga, justo el bendito día en el que un Entrenador (así, con mayúsculas) debutaba al frente de la nave colchonera.

Desde entonces, la exigencia no ha vuelto a moverse de nuestra vera. Puede uno encontrársela no solo en eliminatorias de Champions, esa otra gran mujer que también retornó tras repetidas ausencias, sino también por ejemplo en partidos de Copa en casa del Sant Andreu, ocasiones propicias para dejarse ir o para excederse, para meter un gol y echarse un bailecito de esos que gustan tanto a jugadores de peinados estrafalarios sobre los que la prensa perora como si no hubiera mañana. Está cómoda la exigencia a orillas del Manzanares porque se siente cuidada, valorada en cada pequeño detalle. Ella se pasea desenvuelta, sabiéndose querida, dejándose mimar por equipo y afición mientras sonríe a todos los que se cruza por lo que ella ya considera su casa.


Miren ustedes cómo es el ser humano. Tenemos la inmensa suerte de contar con el favor de esta exigencia tan rotunda a la que tanto habíamos echado de menos cuando cierto sector, confundido, perjura que esa que volvió a nosotros no es la exigencia, sino una impostora que pretende usurpar a la verdadera exigencia, aunque ésta última sea cejijunta y contrahecha. Una exigencia muy poco realista que cree que caer en cuartos de Champions o ser tercero en liga es ciertamente un bagaje escaso. Que competir de igual a igual con los que hace no poco no osábamos mirar a los ojos raya la racanería. Uno se sorprendería menos de encontrar a esos malos fisonomistas de la exigencia en otros escaparates, pero lo hace radicalmente cuando surgen entre nuestros iguales. Muchos de ellos se han pasado las últimas jornadas de liga masticando una frustración que nadie les vendió, suspirando por un nuevo milagro o lo que es lo mismo, restándole valor a los milagros obrados en el año pasado, dándoles carácter de rutina.

Antes de que algún adalid de la nueva corcovada exigencia me acuse a quemarropa de conformista, permítanme confesar que ahora, justo en este momento en el que acabamos de enterrar las competiciones pasadas y todavía reposan calientes los ecos de las voces en el estadio, me paso al bando de los nuevos exigentes. Todo el sereno realismo que me inundaba mientras el balón rodaba se torna impaciencia en esta época del año tan tradicionalmente dañina para nuestros intereses. Ahora hay que exigir. Justo ahora. Es tiempo de fruncir el ceño y dejar de comulgar con las ruedas de molino habituales: jugadores que juegan donde quieren y los supuestos iguales o mejores que vendrán para alegrarnos la vida. Lo reconozco, me he vuelto un inconformista veraniego. Veo pasar delante de mí a la hermosa exigencia que me llena cuando el frío aprieta y me quedo como si nada, como si hubiera parado el autobús que nadie espera junto a la marquesina. Cuando los calores llegan prefiero apalancarme en esa exigencia irreal y también en las matemáticas, no vaya a ser que como suele pasar, los gastos y los ingresos a pesar de que debieran ser mellizos no se parezcan en nada. 

Les aviso de que este inconformismo mío perdurará mientras no haya un balón de por medio o más bien perdurará hasta que se cierre el mercado de fichajes. Entonces, con el balón ya desperezado tras su hibernación estival volveré a abrazar a la hermosa y exigencia que tanto costó recuperar. A la bellísima exigencia de los pies en el suelo. Mientras tanto déjenme soñar con la luna y volverme incrédulo por costumbre. La inocencia de exigir poco a los veranos me fue arrebatada el día en el que presentaron de una tacada a Dobrovolsky y al Tren Valencia.  

6 comentarios:

  1. ¡Ay, la exigencia! ¡Cuánta gente se “agilipolla”, con perdón, con los títulos! ¡Qué poco valor se le da, después, a un buen trabajo que luchó hasta la extenuación por un premio que no llegó!
    La única “exigencia” que debiera tener, en mi modesta opinión, nuestro amado Club es salir a pelear cada partido como si fuera el último. Da igual el rival o la competición, el Atlético debe hacernos siempre tomar esa penúltima cerveza post-partido con cara de satisfacción, independientemente del resultado. Y desde aquel día en Málaga, apenas recuerdo media docena de cervezas “de compromiso” tras los 90 minutos de juego (un partido en Pamplona, otro en Anoeta, …). A lo mejor hasta me he pasado.
    Aquellos años de exigencias presidenciales en junio, veranos fichando cracks-catacracks que nos harían ganar todo y los subsiguientes (duros para el pardillo) baños de realidad en noviembre/diciembre a más tardar ya pasaron. Afortunadamente.
    Partido a partido.
    ¡FORZA ATLETI SIEMPRE!

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  2. Diría más, hay mucha gente que debería replantearse su filiación atlética. Ciertas aseveraciones y albergar dudas sobre este equipo, su desempeño y, principalmente, su cuerpo técnico, solo pueden aflorar en un entorno flyemiratesco tirando a zanussi de toda la vida. Una pena...

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  3. Repasando la temporada el atleti, en cuanto a la Liga yo creo que se ha cumplido. Quedar otra vez terceros, entrar directos a Champions, es lo máximo que se le puede pedir a este equipo (con un presupuesto tres veces menos a madrid o barça). Todo lo que venga de más, como lo del año pasado, es un premio.

    En cuanto a la Champions yo sí creo que se pudo hacer mucho más en la vuelta en el Bernabeu. Mediada la segunda parte el atleti estaba cómodo, no sufría, y un madrid sin modric, benzema y bale no creaba peligro. El partido estaba para intentar ir a busar el gol, o almenos no renunciar a él, como hizo simeone quitando al más creativo (griezmann) y metiendo a un centrocampista de batalla (raul garcia). Encima con mandzukic medio cojo, se renunció totalmente a la portería de Casillas.

    Un saludo!!

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    1. Pues yo creo que la vuelta de Champions estaba donde quería exactamente Simeone. Una tontería* de Arda lo echó todo por la borda. El madri$ nos superó claramente la primera media hora en el Calderón, mientras que en la segunda fuimos nosotros mejores. Pasó lo que pasó, pero el árbitro estuvo “europeo” (como no lo estuvo el del cuernódromo).

      *La acción de Arda se repite en todos los partidos y no veo a los árbitros con la misma rigurosidad. Hay, como digo, ejemplos en todos los partidos (final de la Champions, con el tontín de Alves sin ir más lejos). ¿Sólo es amarilla para el turco? ¡Segunda amarilla! ¿En unos cuartos de Champions?

      Saludos cordiales.

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    2. Suscribo totalmente las palabras de Don Paul. Diría más, la designación de arbitrajes en ida y vuelta y esa segunda amarilla al mesías otomano iban acompañadas de una dedicatoria: Recuerdo de Michel...Atentamente...

      PD: Michel Platini, claro....Michel suena para otras cosas, para cualquier banquillo, aunque sea el de los acusados

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  4. Yo creo que se ha cumplido en todo. Pensar que no se ha hecho en Champions llegando a cuartos con clubes que nos triplican el presupuesto es irreal. Como decía en el artículo, no dar valor a lo de este año se lo resta al milagro de la pasada campaña.

    Con respecto a la vuelta de Champions, sí, el plan no salió del todo bien, y no haciéndolo hubo 177 minutos de igualdad máxima con ese rival. ¿Cuántos años más están dispuestos algunos a echarle eso en cara a Simeone (el que nos ha traído todo lo que tenemos, no lo olvidemos)?

    Saludos

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