jueves, 31 de mayo de 2012

En el nombre de la deuda


“¡EN EL NOMBRE DE LA DEUDA!”, esgrimen los evangelizadores desde sus púlpitos alzando teatralmente libros de cuentas, utilizando la deuda como coartada que justifica todo. Crean en ella. Tengan fe ciega en su existencia. Sepan que si no fuera por esa invitada inesperada se hubiera mantenido a Torres, no pasaríamos el verano con el Tigre y su salida detrás de la oreja y hasta se podrían acometer reformas estructurales en unos videomarcadores cuya definición recuerda cada día más a la que se veía cuando se cargaban los juegos en el Spectrum 48k. Los pobres indios (literalmente) asistimos al discurso de los que colonizaron el continente rojiblanco imponiendo la religión del pelotazo y de la comisión con los ojos como platos y ya casi aceptamos ovinamente que hay que vender más que comprar. Si lo dicen los conquistadores de bolsillo de poca salida y abundante entrada, será por algo.

De vez en cuando, algún colonizado con ganas de tocar esas narices con forma de alfanje moro, pregunta por la cuantía de la deuda y pide explicaciones de manera descreída. No puede haber sombra para la duda. Esa duda podría propagarse al resto de una feligresía que debe abrazar la fe tragándose los dogmas contables con dos decimales y un vasito de vino peleón con gaseosa. Pero, ¿cómo es de grande la deuda?, sigue inquiriendo el aborigen impertinente, ¿Es de tamaño din A4?, ¿Duplica su población en época de verano como Cercedilla? Es entonces, ante el agolpamiento de las preguntas tanto tiempo sin contestar y la ineficacia del reparto de baratijas, cuando el ideólogo salta al ruedo para ofrecer otra tramposa larga cambiada con tono pausado. Hablando quedo. Susurrando pero con un toque nasal, no podía ser de otra manera, en la voz.



El muy hijo de su padre habla de la deuda con resignación distante. La tiñe de casualidad y parece que cuando habla de ella se refiriera a un fenómeno meteorológico. Está ahí y no se puede hacer nada. Nos ha caído encima la deuda como una granizada en julio y nos ha arruinado la romería europea que protagonizan los cuatro primeros clasificados del ejercicio anterior. La perorata se llena de oraciones impersonales y de terceras personas del singular para no tener a quien señalar. Da la sensación de que él se fue a pasar el fin de semana fuera y a la deuda le dio por hincharse y descontrolarse en una fiesta organizada a sus espaldas que finalizó con la llegada de una pareja de la Guardia Civil que tuvo que personarse ante el ruido que provocaba una deuda tan crecidita. Ni un atisbo de reconocimiento de culpa. Ni un ademán que hiciera pensar arrepentimiento o asunción de responsabilidades. Esto no va con él. Va con ustedes, pobres indios a los que esto les duele. A él y a su pléyade de descubridores de continentes donde evadir divisa se la trae al pairo si la deuda cada verano se deprime al ver que no le cierra la cremallera del pantalón. Cualquier fin de semana de estos se volverá a ir fuera y a su vuelta pondrá cara de sorpresa mayúscula cuando le cuenten que ha tenido que venir de nuevo la Guardia Civil, esta vez para quedarse.  

5 comentarios:

  1. gil y cerezo golfos ladrones.

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  2. Nuestra deuda la controlan unos primos de riesgo auténticamente peligrosos. ¿O será que los primos somos nosotros?

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  3. Sin ninguna duda, Don Juan. Nosotros, o al menos, una parte de nosotros, somos bastante primos.

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  4. Ay los delitos prescritos... cuanto golfo en la calle...

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  5. Inundadas andan las calles de golfos, los palcos también, claro...

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