lunes, 7 de noviembre de 2011

Hablando desde el intestino

Hoy les voy a hablar sobre el proceso productivo de la Agonía. Uno, se acerca al Calderón o se sienta delante del televisor y se concentra todo lo que puede y le dejan en el partido que está viendo. Más o menos a la altura del descanso, en esos momentos en los que el espíritu se engrandece gracias a la contundencia de un bocadillo, uno ya sabe lo que más tarde o al día siguiente contará a los muchos o pocos que tiene a bien perder una fracción de su tiempo leyendo las tonterías que se le ocurren. Ayer no fue distinto. Servidor tenía en la cabeza un bosquejo sobre lo que contar como tantas otras veces, pero visto lo visto, esa historia se perderá. No compartiré con ustedes esa historieta nonata y la dejaré amarillear en un rincón de los sesos. Allí cogerá olor a cerrado y se mezclará con otros pensamientos hasta convertirse en un batiburrillo sin forma que lo mismo se compone del fin del plazo voluntario de pago del IBI, que de lo que la presencia de Tiago mejora la circulación del balón del equipo contrario. Finalmente, se perderá. Acabará reposando en un sitio ignoto y nunca más volverá. Probablemente sea lo mejor para todos.

Hay veces que es mejor dejar la racionalidad a un lado y dejar que las ideas salgan desde otros lugares. Después del partido de ayer, el cuerpo pide a uno dejar que las palabras salgan del vientre. Concretamente del intestino grueso. De allí salen frases digeridas pero salvajes, ricas en nutrientes pero regadas con la bilis acumulada en noches como la pasada. Del intestino no salen oraciones que alimentan debates sobre trivotes ni sobre jugar con dos puntas y con carrileros largos. Al mondongo le dan igual los sistemas. Ya puede su equipo jugar con cinco atrás o despreciar las bandas que a sus tripas se la refanfinfla. De allí solo se expulsa rabia o pura alegría, dolor o amor sin envolver. Sensaciones en bruto. Ideas que distan mundos de estar edulcoradas.



De allí mismo, hoy nos brotan las ganas de soltar que es una vergüenza lo que vimos. Nos sale preguntar lo de cuántas veces más es necesario hacer el ridículo para que alguien o todos reaccionemos de una vez. Nos sale pedir cabezas. Nos nace una rebeldía que esperemos tarde en evaporarse al ver cómo se pisotea sistemáticamente una historia. Se nos genera una envidia completamente insana al ver cómo el colista nos da lecciones de actitud. Nos da más envidia todavía si antes de nuestro partido hemos visto el encuentro de ayer en San Mamés, un homenaje al fútbol. Nos salen muchas cosas, tal vez demasiadas. Es lo que tiene eso de irse a la cama con un cabreo antológico. Uno duerme mal, cosa que no se podría asegurar de muchos de los actuales empleados cuya nómina paga el Club Atlético de Madrid Sociedad Anónima Deportiva, y se levanta con el intestino en pie de guerra. Con ganas de no volver a perder tardes ni noches asistiendo al bufo espectáculo. Con deseos de borrarse de alguna lista si eso fuera fácil.

Tras episodios como el de ayer, solo les pido, si me permiten el atrevimiento, que cuando alguien escriba o parlamente sobre objetivos, sobre crecimientos, sobre calidades de plantillas comparadas, sobre conjuras o sobre grupos unidos para sacar esto adelante, tomen aire despacio, no con superficialidad, de manera pausada, llenando torax y sobre todo abdomen. Dejando que el oxígeno despierte a sus normalmente tranquilos intestinos para que de ellos broten las crudas palabras o, en su defecto, una sonora pedorreta. Lo que la ocasión requiere y merece la mayoría de las veces. 

6 comentarios:

  1. Buenos días D. Emilio.

    Le agradezco que haya sido capaz de plasmar en un texto mis sentimientos de anoche, que se exacerbaron aún más después de leer las declaraciones en la rueda de prensa.

    Para más inri, el balonmano está en torneo de selecciones, con lo no me queda ni el consuelo de los éxitos de la que era la sección pobre que liquidó esa persona de infausto recuerdo.

    En días como hoy es cuando me pregunto ¿qué cabe se me cruzó? ¿Por qué sigo a este engendro? Aunque sé que dentro de unos días volveré a tener la esperanza de que algo cambie.

    Un saludo.

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  2. Don Alberto, sin pecar de falsa modestia, hoy no era muy difícil saber qué sintieron tantos y tantos cuando vieron el enésimo homenaje al esperpento que nos brindaron ayer. Viendo un buen número de partidos de los nuestros pasamos por todas las gamas de colores existentes entre la impotencia, la indignación y el cabreo.

    Recuerdo aquellos tiempos en los que a lo que nos agarrábamos era a malos arbitrajes que nos repartían injusticias pero al equipo no se le podía reprochar nada.

    Echamos de menos esos tiempos.

    Un saludo

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  3. En breve comenzaremos con las historietas de las finales, ya verá, Don Emilio. Idiotas que no se dan cuenta de que estamos en el final, que es bien diferente, y lo demás poco importa ya.

    Un abrazo, Don Emilio. Veo que se encuentra en el mismo estado depresivopsiquiátrico en que me encuentro yo. Le juro que ayer salté del asiento de mi casa en mitad de la segunda parte y dije "no aguanto más", para luego ponerme a llorar en mi habitación mientras intentaba dormir algo. Con esto creo que le digo ya absolutamente todo.

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  4. Yo aguanté como un jabato hasta el final del partido, más que nada porque no escarmiento y me cuesta aceptar según que cosas. Luego me costó mucho dormir, la verdad, aunque intenté pensar que era por dormir una siesta muy larga y no por el cabreo que llevaba encima.

    Un abrazo desde la depresión, Don Tomi.

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  5. Qué pena me da leerles, se lo digo de corazón. No les puedo decir más, solo que don Emilio ha plasmado estupendamente lo que sentimos todos los buenos aficionados atléticos.

    Un abrazo.

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  6. Aún así, pasan las horas y el cabreo y la tristeza por el ridículo dejan paso a las ganas de no callar más por la situación insostenible. Está en nuestras manos.

    Un abrazo

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