Casi sin darnos cuenta, el paisaje de nuestros pueblos y ciudades ha cambiado durante este verano (bueno, yo si me he dado cuenta y por ello vengo a traerlo, ya saben que he sido señalado por la providencia para abrir los ojos a las masas). Pues sí, desde el mes de julio pasado han proliferado en las fachadas de nuestras casas banderas de España. Empezaron siendo pocas, algún optimista que puso la suya antes del partido de Suiza y que con igual velocidad la quitó al ver el batacazo inicial, pero luego su crecimiento fue imparable. Paralelamente a este incremento de banderas, los dependientes de las tiendas chinas del barrio empezaron a vestir mejor e incluso se rumoreaba que se les había visto con nuevos coches de gama alta, cosa que algunos achacaban al efecto tirón en las ventas por la subida del IVA y otros (espectadores de Intereconomía, por lo menos) a la de merchandising que estaba vendiendo el chino como consecuencia de los triunfos de la Roja.
Había banderas de todo tipo: con escudo, sin escudo, con el toro de Osborne, con Don Quijote y Sancho; más tarde se incorporaron banderas de algunas realidades nacionales: asturianas, castellano-manchegas, riojanas; e incluso de realidades más locales: la de la ciudad autónoma de Melilla, una bandera del Cobeña F.C. y otra del Club de Rugby Hortaleza.
Pues bien, hete aquí que han pasado casi tres meses desde que Iniesta nos diera la alegría y hay algunas de ellas que siguen en las fachadas, sucias, ya raídas, con Don Quijote y Sancho como integrantes de la marcha negra solidarizados con los mineros de la cuenca del Bierzo pidiendo una reconversión urgente del sector del carbón y con el toro de Osborne tomando broncolíticos por el asma estacional que ha desarrollado por el hollín de la parada del 140 en dirección a Pavones que le pilla al lado. Las banderas, además, han admitido otro tipo de inquilinos: migas de manteles sacudidos, restos de picadillo de gazpacho (hoy te has pasado con el ajo Mariano, voy a apartar el pimiento que luego ya sabes las noches que paso).
Estos elementos ornamentales se han venido a sumar a otros ya tradicionales en nuestras fachadas como el Papa Noel o los Reyes Magos colgados de una escala durante ya dos años (cómo pasa el tiempo) porque Mariano no ha tenido a bien quitarlos desde hace dos advientos.
-Mariano, que los tres reyes parecen minorías étnicas- nótese la sensibilidad y tolerancia que muestra Encarna, nuestra protagonista.
-Que les den por saco, si luego los tengo que volver a poner- como pueden comprobar Mariano no está ni mucho menos tan concienciado del problema subsahariano.
-¡Vaya día que llevas, primero el gazpacho y luego los reyes!
Aún así, la enseña nacional se siente una privilegiada porque podría haber acabado peor, esto es colgada de la antena de un Skoda Fabia Combi, ya sin color y utilizada como trapo para limpiar las cagarrutas de palomas torcaces y estorninos de camino a su migración hacia África (vean ustedes como el problema de la inmigración está presente en todos los ámbitos).
En cuanto al Atleti, bien gracias. Después de 5 jornadas se han conseguido 10 puntos y parece que se dispone de margen de mejora, lo que es una gran noticia. Hay señales esperanzadoras, Filipe, Raúl García, Perea, Simao, Diego Costa puede ser un recambio a la guitarra cuando alguno de los dos cantaores no estén y sobre todo Godín. Godín junto a Domínguez forma una pareja de centrales de las que hace muchos años no tenemos costumbre de ver, seguros, rápidos y con arrestos. Vamos, de esos centrales que uno recuerda casi en blanco y negro, los que templan y mandan en el partido cuanto éste se convierte en una merienda de negros (seguro que alguien aprovecha para tildarme de intolerante).
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