martes, 2 de diciembre de 2014

Los otros

Siempre que ocurren sucesos como el del domingo pasado el personal tiene tendencia a expresar sus sentimientos en caliente. Es algo humano. Se entiende la necesidad de intentar sacar a base de palabras, más o menos afortunadas, a ese bicho enorme que se nos instala en el estómago a los que esto nos gusta y nos toca de cerca. Como también suele ocurrir en estos casos, los hay que dan en el clavo con precisión de cirujano que en sus ratos libres se dedica a la prestidigitación y los hay que no se enteran ni de que un tren de mercancías pase por la puerta de su casa haciendo sonar la bocina a todas las horas en punto. Lo triste del caso es que los que dan en el clavo son personas como usted y yo, que no tenemos ningún mando en plaza y los que andan más perdidos que una burra en un garaje de tres plantas son los que deberían poner orden en el tema. Cosas que pasan.

Servidor piensa que esto es un problema de fútbol, sí, pero que no solo el fútbol tiene la capacidad de extirpar a los otros si no le acompañan durante la intervención muchos otros estamentos de nuestra sociedad. Ustedes y yo sabemos que alrededor del fútbol hay gente maravillosa, gente a la que hemos conocido viajando junto al Atleti, gente que ha venido a vernos después de muchos años con la excusa de un partido, gente con la que nos abrazamos como hermanos pese a ser desconocidos, parejas que se han conocido en un bar de los aledaños del Calderón y ahora pasean sus ojeras de la mano de unos mellizos vestidos de rojiblanco que no pueden parar quietos un momento. El fútbol nos hace reír o llorar como magdalenas con su azúcar en lo alto y nos hace pasar malas o buenísimas noches. Todo eso es el fútbol y no es poco. También tiene a los otros, claro, pero eso es lo que no se debería consentir.

A los otros, a esos que a muchos entre los que me encuentro nos quitan las ganas de ir a los estadios, habría que decirles con palabras de pocas sílabas para un mejor entendimiento que recojan sus bártulos y se muden a otros barrios. A ellos realmente les da igual esto, el fútbol es la excusa y unos colores su coartada, pero a los otros les proporcionaría el mismo placer una pelea en el recinto ferial entre los habitantes de Fuenteturbia de Arriba y Fuenteturbia de Abajo o tirar botellas tras una manifestación por una buena causa que a ellos se la refanfinfla soberanamente. Los otros se meten con usted por no saltar cuando ellos saltan, con el negro por ser de otro color y hasta escupen a un niño de cinco años que no llega a entender qué problema hay en ir a un estadio con la camiseta que los Reyes le han traído para gran disgusto de su padre, que es aficionado del equipo rival desde que era un mico. El futuro de los otros está escrito con tintes de drama. Acabarán en una cuneta o con sus huesos en la cárcel. Acabarán en un río con la cabeza abierta tal vez y lo mejor que habrán hecho por la sociedad es no haberse cruzado con nadie normal. A los otros habría que exigirles también que antes de cerrar la puerta para marcharse devolvieran a los aficionados de bien lo que nos han arrebatado en todos estos años de tropelías: la posibilidad de poder ir a ver a tu equipo a lugares como San Sebastián, Sevilla o ahora La Coruña, la tranquilidad de saber que no habrá ninguno de los otros de otras ciudades que te afeará el gesto de celebrar un gol de tu equipo en equivocado recuerdo de las hazañas de esos otros supuestamente cercanos a los que mucha gente mete en el mismo saco que a ti pese a no tener absolutamente nada que ver. 



¿De verdad es tan complicado echar a los otros? Uno cree que no dado que los otros son treinta y no más, rodeados, eso sí, de un numeroso rebaño de palmeros confundidos por una adolescencia más o menos tardía. Uno cree que sería tan sencillo como que se pusieran de acuerdo instituciones, aficionados y, con la iglesia hemos topado en el caso de nuestro equipo, dirigentes de los clubs para erradicar a los otros de la ecuación, para evitar la indignación y la vergüenza que uno siente cuando piensa en que le puedan llegar a confundir con uno de los otros por el hecho de ser del Atleti.

Vergüenza sintió uno también cuando tras finalizar uno de los partidos con menos pinta de partido que uno recuerda por todo lo que había sucedido en la previa, salió el presidente del Atleti, peluca y micrófono en mano, a decir que esto no tenía que ver nada con ellos. Que como lo que había sucedido había pasado a una distancia prudencial del Calderón y a la hora del desayuno, que a él que le registraran. Salió a condenar la violencia con su acostumbrado verbo atropellado pero para hacerse a un lado, para quedarse quieto como Don Tancredo mientras pasaba el toro de lo acaecido con los pitones muy cerca. Se hizo a un lado el cañí presidente que consiente la presencia de los otros con la complicidad del que no quiere remover avisperos no vaya alguien a mirar para él o para con el que cooperó necesariamente para quedarse con esta casa que tan grande les viene. Se quitó de en medio de manera vergonzante con esa rebosante falta de autoridad moral que él potencia creyendo que es casticismo y uno por primera vez en su vida pensó en la fortuna que tienen los aficionados de otros equipos a los que sus dirigentes les han hecho el inmenso favor de expulsar de los estadios a sus propios otros. Se mostró indocumentado, no sabiendo ni contestando como es costumbre. Callando y otorgando de la misma forma que ante la degradación del estadio u otros asuntos que deberían requerir su atención y obtienen callada por respuesta. A lo mejor tendremos que preguntarle al apropiador, que lo mismo y a pesar del soterramiento de la M-30, se enteró de algo de lo que pasó en una de sus múltiples vueltas a la vía de circunvalación.

Seguro que muchos de ustedes, al igual que el que suscribe, tienen hijos de corta edad en los que han depositado la enorme expectativa de que continúen la tradición familiar del amor a unos colores. Seguro también que, a pesar de que uno sospecha que a día de hoy no se van a enterar demasiado de lo que pasa, planean cuándo será el momento en que los enanos, vestidos de rojiblanco, visitarán el Calderón por primera vez. Uno solo espera que el día que eso ocurra ya no quede ninguno de los otros entre los que acudan al estadio. 

4 comentarios:

  1. Buenas, don Emilio.
    Tema muy peliagudo, que, en mi opinión, NADA tiene que ver con el fútbol. Imagino que se ha dado cuenta, pero la inmensa mayoría de las últimas peleas (no) futbolísticas ha sido por motivos políticos. El fútbol hace muchísimo tiempo que pasó a segundo plano.
    La alarma creada no debiera tener tintes futboleros y sí sociales. ¿Por qué nuestros jóvenes salen a matarse a las calles? Vean un telediario y juzguen. Poco pasa para lo que debiera ocurrir, si se siguiera el ejemplo de la “gente bien” que nos gobierna.
    En fin…. Un día tenemos que tomarnos una cerveza (y unas bravas) y hablar largo y tendido.
    Un abrazo.

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    1. Estoy de acuerdo con usted, Don Pablo, no tiene que ver nada con el fútbol y por ello el fútbol debería poner todo su empeño en expulsar a los que se escudan bajo su paraguas haciendo que parezca más pequeño todo lo inmensamente bueno que lleva aparejado.

      Cierto es que el descontento reinante, la falta de futuro mientras otros se llenan los bolsillos impunemente puede hacer que aflore lo peor en un grupo de equivocados, pero incluso en caldos de cultivo así se hace difícil qué impulsa a alguien a confirmar asistencia en un evento preparado para matar o morir.

      ...y una de oreja, oiga, a la plancha si es posible...

      Un abrazo

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  2. D. Emilio, no me salen las palabras. Estoy profundamente asqueado, decepcionado y lleno de rabia.
    Todo es un completo despropósito y quien paga el pato soy yo y otros tantos cientos de miles en toda España, a los que nos afean, señalan e incluso amenazan por una panda de mierdosos que ni siquiera son de nuestro equipo pero que utilizan su nombre y su cobijo para toda una serie de delitos por los que hace tiempo que deberían estar pagando.
    ¿Ahora que, D. Emilio? ¿Cómo me presento en mi querida Coruña a ver al Atleti, a visitar a mis amigos y compartir con ellos una jornada de Liga? ¿Porqué ya no puedo ir a Sevilla acompañando a mi equipo? ¿Porqué tengo que pasar miedo en Valencia? ¿Porqué me enjaulan en Villarreal o Bilbao?
    Y no quiero hablar en su santa casa de la inutilidad gubernamental y de la idiocia de nuestra dirigencia. No quiero ensuciarla con exabruptos y gruesas palabras. Tan solo permítame que al señor Consejero Delegado y al señor Presidente del Club Atletico de Madrid SAD los mande a esparragar, que es una fina forma de mandarles a la m.... Ojalá que esto sirva, no sólo para limpiar los fondos, sino también los palcos. Sería lo único positivo de toda esta verguenza.

    Buenos dias.

    PS: Lamentáblemente, tardaré mucho en poder compartir con mi hijo un partido del Atleti. Porque le dije que espero un chico...¿no?

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  3. Ya verá como lo de ir con el enano al campo llega antes de que se dé cuenta siquiera.

    Cuando viajemos, vamos a tener que ir con mil ojos para saber si el sitio que visitamos es afín o contrario a la corriente imperante en los otros, para saber si alguna cuita que desconocemos puede hacer que a nosotros, simples aficionados, nos puede costar un disgusto...Una pena

    Cuando ocurren estas cosas uno se da cuenta del nivel del país: siempre reaccionando tarde, con muertos sobre la mesa y siempre reaccionando tras haber dejado claro que esto no tenía que ver conmigo...Del dúo prescrito permítame no hablar más, solo mentarlos al escribir esto me ha provocado una acidez brutal...

    Buenos días

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