martes, 20 de noviembre de 2012

El compromiso


–…como le decía, soy fuerte y no me asusta trabajar duro. Poseo un terreno a las afueras del pueblo en donde seguro que podemos ser felices. Antes vivíamos allí mi madre y yo, pero ya habrá oído usted que ella desapareció inesperadamente de un día para otro justo cuando el circo se estableció por tiempo limitado en la capital de la provincia. La Guardia Civil maneja dos hipótesis: una, que harta de hacer tantos equilibrios presupuestarios dada nuestra condición humilde se enroló como funambulista en la troupe. Otra, que se acercó demasiado a la jaula de los leones, cosa asaz probable dada su condición de corta de vista y la condición de los leones, cuyo currículo alimenticio incluía de manera probada a dos domadores, a un payaso llorón y a un incontable batallón de pesados comerciales del Círculo de Lectores. Desde entonces la casa está triste, vacía…

Iban dirigidas estas palabras a Remigio, padre de la criatura objeto de la petición de mano. Sopesaba Remigio los argumentos expuestos y escrutaba cuidadosamente a la persona que se sentaba enfrente intentando ocultar los lógicos nervios propios de trances así.

– No sé, no sé…– intervino Remigio –. Es todavía joven…y casi no ha salido de casa. Siempre anda debajo de las faldas de su madre.

– Lo sé. Sé que para usted y su señora será duro, pero ya hemos hablado y no le parece mala idea. Como le he dicho, nunca le faltará un plato que llevarse a la boca…Nos irá bien. La soledad es muy mala y entre dos se combate de manera mucho más efectiva. Alguien con quien compartir ilusiones, inquietudes y las fechas de vacunación del ganado, que siempre se me pasan. Alguien con quien acurrucarse en las duras noches de invierno…

– ¿Acurrucarse? Esa es otra. No tiene casi experiencia. No ha tenido más contacto con el sexo contrario que el que a su edad surge de manera natural aunque mal vista con aves de corral y cabaña caprina…

– No se apure, Don Remigio. Que una es joven pero leída y hasta escrita en ciertas lides. Si hay que enseñar a su Remigín lo que se tercie, aquí está servidora para iniciarle en las artes del solaz sin animales de cuadra de por medio….

– Sea entonces….¡Remigín! –gritó el padre a modo de llamada –. ¡Baja! ¡Está aquí Marceliana con licencia para pretenderte!...



Nos ha acostumbrado este Atleti en los últimos tiempos a manejar un concepto que muchos creíamos perdido: el del compromiso. Desde la llegada de Simeone, el equipo puede jugar bien, mal o incluso peor, pero se atisba claramente un rumbo, una identidad, un fin común que une a jugadores y técnicos (como comprenderán, meter a la gerencia en esta ecuación quedaría de un frívolo que abrumaría) ¿Que toca deleitarse con el duende que despliega el juego del turco de rizo pretérito? Ahí andan todos para colaborar y hasta contemplar la obra de arte ¿Qué toca remangarse y cerrar las prietas filas ante una expulsión o un pinchazo de isquiotibial? Ahí estarán todos juntos de nuevo, unidos en una suerte de Fuenteovejuna rojiblanca guionizada por el Cholo. No hay declaración de representante o padre de jugador con aspiraciones de madre de folclórica que resquebraje la unidad. No hay rotaciones ni estancias en el banquillo que hagan asomar palabras más altas que otras. No hay descontentos. No hay ruedas de prensa incendiarias. No hay titulares en la prensa alimentados desde dentro, aunque probablemente no los hubiera tampoco aún cuando algún mediapunta se presentara ante los medios en ropa interior y anunciando futura operación de cambio de sexo o de demarcación, de tan ocupados como andan los reporteros glosando las gestas de los dos estomagantes contendientes de siempre.

Lejos quedan los tiempos de las visitas vergonzantes a campos pequeños, de las bromas del lunes a la hora del café y de las declaraciones altisonantes. Lejos quedan también los tiempos en los que se sacaba mucho más pecho del que recomendaba el juego y los resultados globales, ya saben esos tiempos de jersey de pico y famélica figura. Simeone convence desde el trabajo, desde el discurso pausado y humilde y, sobre todo, desde sus ideas a todos los padres y madres rojiblancos, encantados y convencidos de entregar sus manos y hasta algún antebrazo a la causa. Probablemente se pudiera pedir algo más. Sería deseable mejor juego y una mayor continuidad en el mismo. Sí, pudiera ser. Aún así, tras venir de donde venimos, de ese territorio yermo de patadón, comisión y tentetieso, a uno le parece buen partido este Atleti reconocible. Cercano. Con licencia para llegarnos a donde hace tiempo que no nos llegaba. 

4 comentarios:

  1. Esta frase lo explica todo: “Yo no podría cambiar la camiseta del Atlético con un rival. Me tendrían que dar dos. La mía vale más”.
    Saludos cordiales.

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    1. Una de esas frases que habrá que guardar para cuando vengan tiempos peores (siempre se esperan gracias a la gerencia..)

      Póngame a los pies de quien considere, Don Paul

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  2. Si, D. Emilio, por fin y a pesar de los indirigentes pesares, por fin tenemos algo donde reconocernos. Un bloque sólido, comprometido y con hambre. Quizá no de para nada, quizá nos quedemos en la orilla pero, al menos, se ha recuperado el respeto. Y eso, habiendo pasado esa travesía del desierto donde las mofas de los lunes eran cosa corriente, ya es algo.
    Se ha recuperado el respeto, digo, a las vista del aficionado medio. No pretendamos que nuestro "periolistismo" deportivo patrio guarde la bufanda de un dia para otro. Para eso hace falta algo mas. Pero en muchos casos (algunos realmente indignantes) ni la naturaleza da, ni Salamanca enseña.
    Pues nada, sigamos disfrutando pues...
    Buenos dias.

    PS1: Otra del turco. Que grande, aunque no cambie de peinado...
    PS2: Le auguro un buen futuro a Remigín. Que sea ella la que ronda no es cosa a despreciar...

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  3. Hablando de Arda y del compromiso, deberíamos glosar en su justa medida las dos veces que bajó corriendo como casi nunca le habíamos visto a defender tras corners mal sacados y peor posicionados....

    Salvó un gol y medio el tío...

    PD: No es mala opción en la vida la de Remigín, dejarse hacer e incluso querer...

    Buenas tardes.

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