Pepiño no podía creérselo. Acababa de salir de Málaga y se metía en Malagón, y además en domingo, con lo que le fastidiaba a él perderse la paella de su suegro. El mensaje del subsecretario no dejaba lugar a dudas: “Se recomienda de nuevo cerrar el espacio aéreo de Madrid”. Justo ahora que se acababa de desactivar el estado de alarma, cáspita (en realidad aquí se vertió otro epíteto más contundente y malsonante, pero ha sido suprimido en aras de hacer la historia más accesible a los Agonistas más jóvenes). Aún así quiso llamar a Barajas para que el viceadjunto a la presidencia de Aena le ratificara el diagnóstico:
- La alerta se localiza entre las 17:00 y las 19:00 horas, señor ministro. Estamos desviando los vuelos a Valladolid y Ciudad Real, que no sabe usted qué aeropuerto tenemos montado allí, aunque tal vez esté algo infrautilizado siendo optimista –le explicó Honorato, el secretario del viceadjunto, lo que hizo asumir a Pepiño la gravedad del asunto porque cuando alguien que se llama Honorato te confirma algo, no caben reticencias ni reservas.
No contento del todo, pidió al administrativo que resolvía crucigramas en cuatro idiomas (como se pedía en la convocatoria de empleo público emitida) que le pusiera con el responsable de la torre de control. Después de siete tonos de marcado por fin alguien tuvo a bien descolgar el teléfono.
- Hola, ¿con quién tengo el gusto de hablar? Soy el ministro del ramo. Necesitaría saber si la alerta está justificada antes de tomar medidas drásticas –dijo con educación Pepiño, no fuera a contribuir al enrarecimiento de las cuestiones sindicales.
- Hola señor Blanco. Al habla Tomasa, la gestora de mantenimiento y control de superficies sanitarias comunes, también llamada señora de la limpieza. Se lo confirmo, lo sé de buena tinta. Y mire que aquí solo está de guardia el pobre de Jose Julio (véase la entrada Hoy no me puedo levantar) que desde lo del ejército está de lo más sumiso y comprometido, ha experimentado un gran cambio. Cambio.
- Muy amable Tomasa, ¿y podría darme más detalles? ¿Se trata de una amenaza terrorista? ¿Ha entrado en erupción algún volcán dormido durante largos años? Reporte, Tomasa, reporte. Ejem…, esto…cambio.
-¡Uy! Pepe, porque puedo llamarte Pepe, ¿no? La alerta se ha disparado a la hora del partido del Atleti en la zona del Calderón. Todo ha venido por un informe psicosocioantropológicofutbolero de los de inteligencia en el que se prevenía de la tendencia de los dos contendientes de esta tarde a despreciar el juego de tiralíneas, a ese juego amanerado de rasear el balón que hacen los bajitos de otros equipos. Estos dos equipos son de buenos mozos, gente de fuerza y derroche. Es por ello, por ese trato esmerado que al esférico dispensan los dos equipos, que se recomienda restringir los vuelos, porque según las previsiones el cuero estará al menos tres cuartas partes del juego sin tocar el suelo, con el peligro que conlleva para la navegación aérea. Si me permites Pepe, yo creo que sí deberías instaurar otra vez el estado de alarma. Cambio.
- …Gracias Tomasa, muy amable. Cambio –se despidió el desanimado responsable de Fomento.
- ¿Será corto, no? –dijo Tomasa molesta ante el desinterés que por lo general los profanos ponían en el fin de las comunicaciones, tema que podía acarrear bastantes malentendidos.
- Sí perdón Tomasa, corto. Corto –admitió empequeñecido.
- Yo también corto Pepe. Pero no dos veces sino una. ¡Qué paciencia tiene que tener una!
Triste, ¿no? Pero desgraciadamente real. Aún así no me pide el cuerpo hablar de sistemas, ni de tácticas, ni de laterales que se desdoblan, ni de delanteros que buscan desmarques al hueco. Tampoco hablaremos de la jugada más veces repetida (y suponemos que ensayada y trabajada), la del pelotazo de De Gea a la cabeza de Reyes para prolongar a no se sabe muy bien dónde. Vaya por delante que puestos a hacer esa jugada, la elección de Reyes es acertada de cara a minimizar daños colaterales si se confirman los estudios de prestigiosas universidades que previenen del daño neurálgico que puede acarrear golpear repetidamente el balón con la cabeza. Tampoco hablaremos del árbitro, ese sospechoso habitual que se suele atrever a hacer cosas que no osaría hacer con otros contendientes cuando pita a nuestro equipo. No me acordaré del entrenador, de momento, porque me da igual que sea Quique, Abel, Aguirre o cualquier nombre que ustedes quieran poner en la línea de puntos.
No. Hoy, coincidiendo con el enésimo episodio de descomposición del Atleti, nos vamos a acordar de esos, de los que todos sabemos. Los que se apropiaron indebidamente del club. Los que no muestran la menor vergüenza en pisotear sistemáticamente nuestra historia. Los que confeccionan plantillas a base de comisiones en vez de a base de necesidades. Los que prefieren fichar a jugadores desconocidos a precio de crack (permítanme un inciso para apuntar que Elías, el penúltimo llegado, ya está totalmente integrado, su estatua en el primer gol del Bilbao así lo atestigua). Los que bajan cláusulas de rescisión buscando descapitalizar el patrimonio, el del club, no el suyo propio, que la crisis es muy mala y ahora hay que guardar. Los que prometen estadios y ciudades deportivas que no se materializan. Los que filtran interesadamente rumores y noticias a la prensa cómplice. En fin, esos que ustedes saben. El productor de la Daga de Rasputín, el becario veterinario de tabique nasal asintótico metido a brillante gestor y el viajero compulsivo y cliente preferente de resorts brasileños. Esos son únicos responsables de esto. Y lo único bueno es que la gente lo sabe. Todos. Y cada vez se oyen más voces que lo pregonan. Y el veinticuatro de abril se deben oír todas.
Por cierto, la lluvia de hoy no nos ha permitido confirmar si nuestro entrenador volvía a vestir un jersey excesivamente corto. Corto y cierro.