Para: Zacarías Cebollero Minglanilla
Plataforma petrolífera Neptuno 2
Atlántico Norte. Según pasas Groenlandia, a la derecha mirando a Terranova.
De: Saturnina Minglanilla Covachas
Querido hijo, espero que a la llegada de la presente te encuentres bien, que desde pequeño siempre has sido un poco enquencle y con tendencia a la anemia. Prométeme que comerás bien, aunque te pongan pescado.
Hace ya tiempo de tu última misiva y te escribo preocupada por no tener más noticias tuyas. Has de saber que aquí estamos todos bien salvo pequeñas cosas, a tu padre le ha vuelto a subir el ácido úrico y yo sigo con mis achaques. El que está algo más delicado es tu abuelo, que dice el doctor Burgos que tiene una enfermedad alemana de cuyo nombre no quiero acordarme, pero que le hace pasearse en calzoncillos por casa y hablar solo, dice él que con Luís Aragonés.
Tu hermana también bien, se ha casado en terceras nupcias con un subsecretario de la Federación española de Fútbol que ha metido a la mayor a trabajar con él de becaria. El pequeño, del que casi no te acordarás porque te fuiste cuando era un bebé, anda ennoviado con Anabel, la nieta de los del quinto derecha.
Nos alegramos de que te lleves bien con tus compañeros de la perforadora y de que varios de ellos sean del Atleti como tú. Me sorprende que haya algunos que lleven casi un cuarto de siglo allí destinados, pero sus motivos tendrán. Supongo que no todos estarán allí por esa cabezonería tuya, pero estas cosas es mejor llevarlas en compañía.
Ya le he puesto varias velas a San Apapucio para que este jueves ganemos por fin a los otros. Pero, por si acaso, no estaría de más que reconsideraras tu postura. Ya sé que dijiste que no volverías a tierra firme hasta que ganásemos un derby, pero es que ya van muchos años desde que no te vemos. Estas tozudeces son muy de los Cebollero, que me conozco yo muy bien estas cosas después de aguantarlas cuarenta y tres años.
Nada más, cariño. Escribe pronto y no olvides tomar mucha leche.
Tu madre que te quiere,
Zacarías padre enfiló los últimos metros de la larga caminata desde el estadio hasta su casa. Las únicas almas que compartían la calle con él eran algunos taxistas que fumaban en la puerta del bar de Paco muy concienciados con la nueva ley. Ya era muy tarde y tenía congeladas las extremidades a pesar de los calcetines de lana y los guantes de goretex que le regaló su nieta la mayor en los últimos Reyes. Nostálgico recordó cuántas y cuántas veces había recorrido junto a su hijo ese mismo camino de vuelta. Recordaba cómo comentaban las jugadas del partido, cómo el niño regateaba eufórico farolas y papeleras utilizando como balón cualquier lata vacía diciéndole: “¡Papá, mira! Como Futre”. También recordaba que cuando la niñez y la adolescencia quedaron atrás, cada vez fueron más los días en los que los dos subieron la cuesta en silencio, no se sabe bien si enfadados o hastiados.
Una vez ganó el refugio del portal, intentó subir despacito los seis escalones hasta la entreplanta para no hacer ruido. Giró la llave con suavidad y se desvistió en el salón para no tener que encender luces. De puntillas entró en la habitación y levantó la colcha para meterse en la cama cuando Saturnina levantó la cabeza:
- ¿Qué? ¿Otra vez?
- Sí cariño, trata de dormirte de nuevo.
Saturnina tardó bastante en dormirse, frustrada y a la vez enfadada con San Apapucio.
Mientras tanto en la plataforma petrolífera Neptuno 2, el gerente de suministros miró extrañado a Zacarías Cebollero.
- O sea, que anulamos tu petición para salir mañana en el primer helicóptero.
- Sí Julio, me reengancho otra vez. No sé por cuánto tiempo pero me reengancho.
Don Emilio, mientras le leo esta puñalada en el corazón que me ha dado usted con este párrafo, que transcribo en su totalidad, dada la brillantez del mismo:
ResponderEliminar"Zacarías padre enfiló los últimos metros de la larga caminata desde el estadio hasta su casa. Las únicas almas que compartían la calle con él eran algunos taxistas que fumaban en la puerta del bar de Paco muy concienciados con la nueva ley. Ya era muy tarde y tenía congeladas las extremidades a pesar de los calcetines de lana y los guantes de goretex que le regaló su nieta la mayor en los últimos Reyes. Nostálgico recordó cuántas y cuántas veces había recorrido junto a su hijo ese mismo camino de vuelta. Recordaba cómo comentaban las jugadas del partido, cómo el niño regateaba eufórico farolas y papeleras utilizando como balón cualquier lata vacía diciéndole: “¡Papá, mira! Como Futre”. También recordaba que cuando la niñez y la adolescencia quedaron atrás, cada vez fueron más los días en los que los dos subieron la cuesta en silencio, no se sabe bien si enfadados o hastiados".
No puedo más que secarme el par de lágrimas que están asomando por mi cara, y darle las gracias por, al menos, no hacer que me sienta tan sumamente solo como me creo que estoy.
Muchas gracias, Don Emilio .De corazón.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYo creo que a la hora de escribir se nota cuando estamos tristes o enfadados y normalmente el resultado suele ser más personal (seguro que mejor en su crónica de hoy como ya le he comentado en su bloq)
ResponderEliminarLo mismo dicen los rockeros por ejemplo, que las canciones de desamor son infinitamente superiores a las de amor.
Por eso me fío más de su visión o de la de cualquiera de los que pasan por éste, por el suyo o por otros sitios similares, que de la del periodista al que ese día le ha tocado hacer la información del partido. Aunque proclame a los cuatro vientos lo atlético que es. Él tiene que separarlo, es trabajo. Nosotros en cambio, nos fuimos a la cama ayer sin querer hablar con nadie.
Don Tomi, siempre nos quedará saber que hay alguno (o tal vez muchos) a los que nos duele. Y no estamos solos, ni de coña, y nos sentimos orgullosos de no estarlo.
Un abrazo.
Genial, fantástico, brillante....... Y todos los demás adjetivos que desees.
ResponderEliminarSiempre es un disfrute leerte.
Don Emilio, quizás seamos nosotros los que estemos equivocados ... Quizás esto no sea más que un simple divertimento, un pasatiempo, como echarte una partida de parchis o de ajedrez ... Quizás no merezca la pena marcharte llorando de rabia para casa, ni levantarte con un disgusto como si te hubiesen extirpado el 30% de tu corazón. Quizás el fútbol no sea más que fútbol, y el Atleti más que otro equipo más ... Quizás estemos equivocados, ciertamente ...
ResponderEliminarNo dejo de admirarme,D.Emilio,de su capacidad para transformar las tragedias de nuestro equipo en entretenidas crónicas,ya sean humorísticas o nostálgicas(como es el caso),enhorabuena.
ResponderEliminarY no,Don Tomi,no creo que sea cuestión de estar equivocados o acertados.Es una cuestión,para mí, de Dolor.Mientras duela,el asunto importa.Y nos duele.Y cuando deje de doler,habremos dejado de sentir y de ¿vivir?
Los sentimientos jamás se equivocan, Don Tomi. Opino lo mismo que Don Emilio y Don Charly y éste, como otros espléndidos lugares de atléticos de raza, no es lugar para tibios.
ResponderEliminarTampoco debería serlo el equipo. Y sin embargo ...
Es un día para mirar de frente, decir :" Pues sí, mira, yo soy el gilipollas que ayer dijo que ... que el otro día escribió que ... ", etc, etc y sí, mira, un poco ridículo sí que me siento. La vida. Dos cafés. Menudo frío.
(Se me olvidó dar un ¡¡Hurra!! por ese abuelo que habla con Luis Aragonés, por esa becaria buena, de la Federaçao, por el reenganchao y, por supuesto, por el autor).
ResponderEliminarGracias a todos, van a conseguir ustedes que me sonrojen. Saben que sin ustedes esto no tendría demasiado sentido.
ResponderEliminarMe gustaría tambien dar la bienvenida a los amigos de Futbólogos.
Sobre el tema de los sentimientos podríamos escribir una tesis doctoral. La globalización del deporte, con su marketing salvaje, con su predominancia de las televisiones sobre el aficionado que va al estadio, etc...está haciendo que el deporte se convierta en un entretenimiento de usar y tirar. Miren ustedes el modelo americano, allí son de los Lakers o de los Knicks pero ir al estadio es algo como ir al zoo o a Port Aventura. Son fans del equipo, pero no existe esa sensación de tribu ni de pertenencia a unos colores. Supongo que el modelo al que vamos es ese, pero por mi parte, espero o no estar ya por aquí o no enterarme de nada.
Porque yo creo que no estamos equivocados, ni ustedes, ni yo, ni los niños que ayer se acostaron antes de que acabara el partido y esta mañana lo primero que han hecho al despertarse es preguntar qué hizo el Atleti. Y creo que si no se viviera así, no sería lo mismo. Y no quiero saber como sería no vivirlo como lo hacemos.
Don Emilio lo felicito por su gran crónica. Ciertamente, tiene razón. En el deporte de hoy cada vez importan menos los sentimientos y más los euros.
ResponderEliminarTodos estamos muy tristes, más que por la derrota por ver a los nuestros en el papel de indolentes persistentes. Nos toca aguantar la tormenta pero no de brazos cruzados. Cada uno de nosotros tiene que hacer lo que pueda por tratar de arreglar este depauperado Atleti.
Un saludo.
Correcto Don Julio, hay que levantarse y seguir.
ResponderEliminarArteche no nos lo perdonaría si no fuera así.