lunes, 21 de enero de 2013

Enamoradas reflexiones del Atleti-Levante


Seguramente ustedes, gente de orden y con notables facultades para la observación, se habrán preguntado el por qué del parón de las crónicas agónicas de un tiempo a esta parte. Los habrá que habrán pensado en una huelga salvaje y silenciosa por parte del que suscribe, sin duda reivindicando alguna causa eminentemente justa, como la de que los mediapuntas sean ajusticiados sumarísimamente, a ser posible antes del amanecer, sin derecho a defensa legal ni recursos posteriores. Los habrá que se habrán planteado si servidor no estará pidiendo a gritos un despido indemnizado por parte de los patronos del blog, algo muy de moda, pese a la crisis y los problemas de empleo, entre profesionales tan dispares como blogueros y entrenadores lusitanos de carácter agrio ¿Qué será? ¿Qué no será? Se pregunta la fiel e irresponsable feligresía agónica ante el absentismo del que perpetra estas tonterías coleccionables. El motivo es mucho menos terrenal que todos esos que ustedes barajan. Es, simple y llanamente, que servidor se ha enamorado.

Sí, sí, lo que yo les diga, me he enamorado. Pero hasta las trancas, oigan. Como un colegial, aunque dé algo de vergüenza reconocerlo a estas y otras edades ¿Que cómo sé que ando enamoriscado? Pues miren, uno tiene todos los síntomas: come poco y a deshoras, duerme de manera liviana y atribulada y suspira cansinamente a la menor ocasión que el día le brinda. Uno, que siempre ha tenido un sentido más bien prosaico de estas cosas, se ve ahora vagando como alma en pena, arrastrando los pies de tan enamorado como está y leería poemas de escritores románticos con los que comparte gusto por las ojeras si dispusiera de tiempo. No crean ustedes que este estado transitorio que me inunda ha impedido que este juntaletras haya dejado de ver los partidos de nuestro Atleti, que una cosa es estar colado por los huesos de alguien y otra coger los principios de uno y tirarlos a la papelera tras haberlos arrugado como una factura de Gas Natural, no. Servidor ha presenciado la insufrible vuelta de Copa en Getafe, la injustísima igualada en Mallorca, la académica victoria ante el Zaragoza y el ilusionante primer capítulo de los cuartos de la eliminatoria ante el Betis. Lo ha visto todo, vamos. Pero lo ha visto de otra manera. Es diferente esto de ver las cosas totalmente enamorado. Será porque ahora las ve junto al objeto de su amor, claro. Los ve con él al lado o en brazos, los ve mientras le da de comer o le saca los gases, actividad sorprendente por la extrañeza que produce alegrarse tanto de que te eructen en la cara. Será un poco por todo ello. Será porque ahora veo los partidos con un nuevo atlético de casi cuatro kilos que acaba de llegar en el mercado de invierno a mi casa. Seguro que es por eso…

Se presentaba el Levante a jugar en el Calderón y lo hacía según las señas de identidad del equipo valenciano: no jugar demasiado y no dejar jugar aún más, lo que tiene su mérito por encima de criterios estéticos. Salió el Atleti a por el partido desde el minuto uno y salió de esa manera que nos ha enamorado más o menos a todos: con la intensidad por bandera, con la presión desbocada como aliada e intentando avasallar al rival, aunque este sea tan incómodo como una silla de diseño finlandesa. Se volcaba el Atleti por la izquierda enganchado a la profundidad de Filipe y a la verticalidad de un Cebolla que merecía titularidad. Poco a poco fue nivelándose la llegada por la otra banda gracias a la mejor noticia de la noche: Manquillo. Manquillo suplió ayer a Juanfran de manera soñada para un canterano. Javi estuvo intenso, entonado, comprometido, disciplinado cuando debía y sobre todo atrevido. Por encima de todo estuvo brillante y enamoró a todos, incluso a los de corazón más duro y ceño más fruncido. Manquillo ayer se adueñó de la banda derecha y, lo que es más importante, del futuro de esa banda en el equipo. Fue capaz de tirar un desmarque profundísimo y asistir de primeras a Adrián para que éste aseara un partido que era reválida para él ante el terreno que Diego Costa le ha ganado. Aprobó solo el asturiano, al que se le debe medir en más citas, aunque tal vez su partido, como el de los demás, se empequeñeció ante la irrupción del lateral derecho del filial por el que desde ayer bebemos los vientos.



Seguía el Atleti intentándolo. Presionando y achuchando siempre con Gabi y su generosidad en el esfuerzo a la cabeza. Con Koke mandando y con las bandas acompañando. Se encontraba el Levante, especialista en desactivar rivales, totalmente desactivado y en una de estas Falcao se rompió...

– ¡Ah!, ¿pero Falcao estuvo ayer sobre el campo? –se pregunta de manera impertinente.

Hombre, estar, lo que se dice estar, estuvo. Estuvo desconectado, sobre todo. No queda claro si echó de menos el trabajo que le hace Diego Costa, los balones de los que le surte Arda o si físicamente no estaba al cien por cien, pero el hecho es que estuvo pero poco, aunque se le espera. Con la lesión del Tigre todavía fresca, llegó un balón medio sueltecito, medio libre y mediopensionista a Koke. Resurrección vio por el rabillo del ojo al portero algo adelantado y clavó en la escuadra un balón que finiquitó el partido y terminó de enamorar a todo aquel que no acababa de caer rendido al canterano y su enorme temporada.

Ha comenzado una segunda vuelta a la que pedimos con ilusión y fe que sea tan buena como la primera. Éste Atleti ha enamorado durante la primera parte de la temporada, y aunque pudiera ser opinable si también ha enamorado su juego en todas las citas, lo que es indiscutible es que lo ha hecho por compromiso y seriedad, algo que muchos creíamos perdido en el abismo de la sociedad anónima deportiva. Incluso en los momentos de menor inspiración, este equipo deja unas mariposas en el estómago que hace muchos años uno no sentía. Más allá de connotaciones sentimentales y de aspectos subjetivos, uno cree justo el lugar que ocupa el equipo en la clasificación y aún piensa que probablemente haya merecido más en algunas plazas donde se dejó puntos. Además de todo eso, que no es poco, sobre el campo surgen como setas noticias buenas e incluso estupendas, como por ejemplo la recuperación de Costa, la irrupción de Manquillo, la confirmación de Koke o la jerarquía de Miranda. Será cuestión del amor, pero uno ve a los nuestros más altos, más listos y hasta más guapos. No apetece que el romance termine y para eso está el Cholo, el Cupido que disparó la flecha que ha acertado en todos los corazones rojiblancos, esos que antes se desangraban no reconociendo lo que tenían delante. Probablemente quede ñoño y demasiado meloso, pero no me digan ustedes que no es bonito sentirse así.

Permítanme terminar de manera tan tonta, que me toca ir a preparar un biberón. Es lo que tiene el amor...