Dejémonos
de elucubraciones y análisis apresurados. El
Atleti, nuestro Atleti, el del Cholo y sus guerreros, el que fue capaz de
enamorarnos de nuevo, no ha vuelto de Milán. Ahí radica todo el problema. El
equipo no ha regresado aun de la capital lombarda y deambula, todavía, con la
amarga medalla de subcampeón colgada al cuello por el césped del estadio donde
se disputó la final.
Cierto es
que el grupo se marchó de vacaciones, volvió al trabajo, viajó a Australia y se
hizo fotos enternecedoras con crías de canguro, jugó el Carranza y alguna otra
pachanga más, presentó fichajes y comenzó la liga, pero lo hizo todo a
distancia. Fue como casarse por poderes. Lo hicieron, pero no. Están sin estar. Siguen en Milán
del primero al último. Intentando digerir lo indigerible. Sintiendo incluso punzadas de
dolor en la herida, más fresca de lo que pudiera parecer.
De nada
sirve teorizar sobre sistemas, mediocentros, jugadas a balón parado buscando
tratamientos de fertilidad, estados de forma, piernas cargadas, motivaciones y metas,
viejas y nuevas caras, roles a desempeñar ni rumores mientras el Atleti siga
varado en San Siro, enredado en las mallas que aquel maldito penalti no quiso
besar.
Inútil se
antoja cualquier debate sobre si Gameiro funcionará pese a ser el segundo o,
más bien, el quinto plato. Sobre si Gaitán debiera tener guardado un sitio en la
alineación de cara a ensanchar los campos con estrecheces o sobre si pronunciamos
el nombre de Vrsaljko con un mínimo de dignidad: poco puede pedirse a los que
acaban de llegar a un conjunto que hizo añicos el billete de vuelta a la vez
que su mayor sueño.
No merece
la pena tampoco personalizar ni señalar, que además queda muy feo. Koke no es
Koke ni Saúl es Saúl. Oblak tampoco es el mismo y Juanfran suda lágrimas cada
vez que sube por la banda. Ninguno ha vuelto. No aporta nada comparar
estadísticas ni medir actuaciones. No hablamos de nombres ni se barajan
alternativas. Tampoco se trata de una cuestión de estilos futbolísticos, no
ahora. Hablamos de volver. De reponerse, aún maltrechos, y pasar página, aunque
cueste.
Hablaba
recientemente Simeone en una entrevista de muerte y de duelo a la hora de
referirse a aquella noche de mayo. Quiso el técnico mostrar más entereza de la
que realmente guarda y añadió que el luto había terminado, no siendo cierto.
La nación rojiblanca va quemando las etapas del duelo más lentamente de lo
deseado. Ya hemos pasado por la negación, por la ira y por la negociación pero
queda un trecho para dejar atrás la depresión que desembocará en la aceptación
de lo que ocurrió. De inoportunas, como mínimo, deberían calificarse las
críticas, algunas muy descarnadas, que sobre jugadores y, especialmente,
técnico se han vertido tras los dos primeros partidos de Liga. Venían a decir
que los dos tropiezos nos alejaban del objetivo sin ser conscientes que el
único y principal objetivo debe ser comprar un pasaje de vuelta. Volver de Milán.
Sin estar del todo de acuerdo con su artículo, ya que creo que lo único que falta es encontrar esa “tecla” que nos darán los partidos, sí considero que hay alguien que no ha vuelto de Milán: parte de la afición.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo no estoy de acuerdo, el partido del Alavés hubo 30 remates y 20 saques de esquina, fue mala suerte o de acierto, eso no lo provoca que la cabeza esté en Milán. Contra el Leganés se jugó igual de mal que 20 partidos el año pasado, la diferencia que Griezman no la metió.
ResponderEliminarAdemás físicamente estamos a un 70% y eso en un equipo que lo basa casi todo en eso, es mucho.
Estamos teorizando ya bastante. Y esto es fútbol. Ni drama ni comedia. Deporte en estado puro.
ResponderEliminarDe acuerdo en lo de parte de la afición. Tener la cabeza en Milán es llegar una ďécima de segundo tarde a un balón, disparar a puerta sin convicción y,en definitiva, dudar de uno mismo. El equipo tiene dudas donde antes solo existían certezas, y eso es lo que hay que recuperar, la confianza. Nunca dejemos de creer (incluso en uno mismo)...
ResponderEliminarAbrazos
Exacto Emilio. En el deporte profesional en general, y en el fútbol en particular, la línea entre el éxito y el fracaso, entre definir o fallar una ocasión de gol o entre acertar a meter una mano tras una estirada o no llegar sabemos que es extremadamente delgada, y no olvidemos que el factor psicológico tiene una importancia extraordinaria, porque esa es la diferencia entre anticiparte a esa fracción de segundo o no, entre saber que ese balón va a entrar o disparar sin esa certeza. No se trata de suerte, se trata de convicción. Esa convicción llegará con trabajo y con dos victorias seguidas. Estoy seguro.
EliminarNo hay otro camino. Trabajar y esperar para que ese trabajo permita ahuyentar las dudas. Cuando la cabeza funciona, las piernas se aligeran.
ResponderEliminar