Más de
treinta años tuvieron que pasar para que el Atleti lograra vengarse del Bayern
por aquello de Bruselas y en unos meses tres veces ha sido negado el equipo
bávaro por los colchoneros. Imagino que los fieles adoradores de la posesión de
balón deben estar compungidos ante tamaña atrocidad. Hablando de equipos alemanes,
uno recuerda una previa de Champions contra el Schalke, equipo con gran
tradición en el cuidado paliativo de jugadores terminales, en la que el Atleti se
metió en la fase de grupos de la competición tras arrollar a los teutones. Fue
un partido extraordinario. Una rara avis en aquel Atleti de entonces donde lo
más extraordinario era que Maniche terminara los partidos sin sacarse un
bocadillo de chorizo de Pamplona del dobladillo de la media para apagar el
hambre.
Servidor de
ustedes ese día incluso participó, no sin algo de vergüenza, de esa suerte propia
de graderío conocida como hacer la ola. Nunca volví a caer en esa frivolidad,
pese a asistir a encuentros que la merecían más holgadamente. Más allá de esta
confesión que pudiera cambiar el altísimo concepto que alguno de los lectores
pudiera tener, aun a estas alturas, del que suscribe, lo significativo del
hecho es la capacidad que uno tiene para recordar los partidos extraordinarios
de hace unos años, seguramente por ser escasos, y la falta de espacio en el
disco duro craneal para recordar cada momento excepcional que nos ha dejado el
Atleti de Simeone, de tantos que fueron. Hay noches, como la de ayer, en la que
uno querría agarrar cada segundo y guardarlo en un cajón con llave para que
nunca escapara. Dentro de algunos años los dejaremos salir, todavía frescos, con
el ánimo de volverlos a vivir si la agujereada memoria que tendremos lo
permite.
Cuando eso
ocurra, rememoraremos la mano prodigiosa de Oblak sin la que pudo haber cambiado
todo. Tendremos que describir las fantásticas conducciones en diagonal de Carrasco
y esos latigazos con los que las finaliza. Volveremos a llenar de adjetivos
grandilocuentes las hazañas de Filipe y Juanfran, capaces de anular a las
estrellas adversarias y de provocarles dolores de cabeza en cada una de sus
incorporaciones al ataque. Admitiremos que, pese a no estar del todo finos
frente al marco contrario, Torres y Griezmann se marcaron un partidazo. Recordaremos
el despliegue y poderío de dos centrocampistas totales: Koke y Saúl, por los
que el Atleti es envidiado en todo el continente. Rendiremos de nuevo homenaje
a Savic y Godín, capitanes inexpugnables de la guardia de la noche que custodia
el muro defensivo del reino rojiblanco. Por último, evocaremos con emoción la nueva
lección magistral de conocimiento del juego que Gabi impartió desde su cátedra
en el mediocentro.
Lo grande
de este Atleti no estriba tanto en lo que nos hace vivir, que es muchísimo,
sino en lo que nos deja guardar para más adelante. Solo es de esperar que la
memoria nos aguante, porque las gestas del equipo parecen tener cuerda para
rato. Iremos devorando con avidez cada lance, cada imagen que el equipo nos
regala para poder contarlo dentro de unos años. Entonces, sacaremos todo otra
vez, todavía fresco, para contarlo de nuevo, si es posible a algún nieto
vestido de rojo y blanco que se siente sobre nuestras rodillas.
Pura emoción en esas puestas en escena y las coreografías del CALDERÓN, y es tan grande siempre el sentimiento que nos dura días y dias, hasta la siguiente escenificación memorable de ese veneno llamado ATLETI.
ResponderEliminarY esa afición envenenada, por tanto, que encaja peefecta, casi siempre, en el escenario.
Y para guinda las imprescindibles reflexiones post partido llenas de fino humor y las crónicas de la agonía, Emilio Muñoz cosido a la esencia del ATLETI o tatuado. Que no nos falte nunca ninguno de los ingredientes en esta receta que sólo pueden degustar algunos elegidos.
GRACIAS
Pura emoción en esas puestas en escena y las coreografías del CALDERÓN, y es tan grande siempre el sentimiento que nos dura días y dias, hasta la siguiente escenificación memorable de ese veneno llamado ATLETI.
ResponderEliminarY esa afición envenenada, por tanto, que encaja peefecta, casi siempre, en el escenario.
Y para guinda las imprescindibles reflexiones post partido llenas de fino humor y las crónicas de la agonía, Emilio Muñoz cosido a la esencia del ATLETI o tatuado. Que no nos falte nunca ninguno de los ingredientes en esta receta que sólo pueden degustar algunos elegidos.
GRACIAS
Muchas gracias (por partida doble) por el comentario. Gracias a ustedes por estar siempre al otro lado.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias por su crónica, don Emilio. Pura delicia.
ResponderEliminar¡FORZA ATLETI SIEMPRE!
Las que usted tiene, Don Paul.
ResponderEliminarGracias y abrazos variados...
Que partido, Don Emilio. De los que quedan guardados en la memoria como muestra de un tiempo maravilloso, este que vivimos. Hablo del Atleti, obviamente.
ResponderEliminarBuenas tardes.
PS. Lo de la ola lo dejaremos pasar, pero no se acostumbre...
No hay día que lo de la ola no me remueva la conciencia, pese a la inconsciencia de la juventud que me adornaba por entonces.
ResponderEliminarAhora que lo de ayer era para ola y para tsunami, ya puestos...
Buenas tardes