CIRCULAR
MS/SSP 2013/05/23
De:
Ministerio de Sanidad/Subsecretaría de Salud Pública
A:
Responsables de Áreas Sanitarias, Directores de Centros hospitalarios adscritos
Como continuación
de las anteriores comunicaciones referentes a la avalancha de casos diagnosticados
del ya conocido como síndrome de mayo, ésta subsecretaría ha bajado a nivel 2
la alerta estatal de criticidad epidemiológica. Aun así, se considera todavía prematuro
e irresponsable poner en conocimiento de los medios y la opinión pública en
general el gran número de afectados por
la patología, evitando de esta manera malas prácticas como las que se
produjeron en alertas de epidemia anteriores como la de la gripe aviar, en la
que se puso en cuarentena a los pacientes canarios por lo que pudiera pasar.
Dentro de
la política de transparencia y fluidez en la comunicación que siempre
caracterizó a este departamento, se adjunta ensayo clínico de campo realizado
por el eminentísimo internista Ataulfo Solozábal Molina en el que se desvelan
algunas claves sobre la enfermedad a la que nos enfrentamos.
Sin otro
particular, queden saludados atentamente.
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Anexo I: 23/5/2013
Apuntes del ensayo clínico con pacientes aquejados del conocido como Síndrome
de Mayo dirigido por el Dr. Solozábal Molina adscrito al Servicio de Medicina
Interna del Hospital Provincial Ignacio Urdangarín de Fuenteturbia de Abajo.
Desde la
madrugada del pasado sábado 18 de mayo, el Servicio de Urgencias de éste centro
recibe múltiples ingresos de pacientes que presentan cuadros de similares
características: afonía que impide la emisión de ningún sonido, luxaciones de
codo de diferentes grados, estado general de euforia con episodios de risa
compulsiva y hematomas severos en parte interior de ambos brazos. Se deriva a
los pacientes al traumatólogo de guardia que descarta causas endógenas en
cuanto al tema del codo pero alerta de que los individuos, de todas las edades,
sexos, clases sociales y color de ojos, deberían estar experimentando un dolor
casi insufrible por el desplazamiento de la articulación y en cambio, se
muestran eufóricos y no paran de sonreír. Ya por la mañana del día siguiente,
se habilitan boxes de aislamiento para poner en cuarentena a los afectados y se
pone en conocimiento del ministerio la sintomatología y el volumen de
infectados, los cuales siguen en ese estado de permanente felicidad y hasta se
funden unos con otros en sentidos abrazos que suelen terminar en sollozos y
vertido de lagrimones de un tamaño que aconseja administrar suero en vena para
evitar deshidratación. Poco a poco evoluciona favorablemente el tema de la
afonía y los pacientes empiezan a articular palabras en voz muy queda, casi
imperceptible. No obstante, la enfermera Ridruejo parece entender en varios de
ellos fragmentos sueltos de conversación en los que se repite la frase: “¡Catorce
años!”, lo que hace pensar a este equipo médico en un episodio regresivo preadolescente.
A consecuencia de ello, se pide opinión a los servicios de Psiquiatría y
Neurología, que descartan daño sobrevenido en el cortex cerebral y conductas
esquizoides pero observan que, cuando algún auxiliar o celador que viste bata
blanca se persona al lado de los infectados para vaciar la cuña, éstos estallan
en carcajadas y señalan al interfecto con ánimo de guasa, no ocurriendo nada de
esto cuando el profesional sanitario que los atiende viste bata de color verde,
azul o berenjena tostada, que los hay muy procaces.
Pasadas las
primeras horas la situación se estabiliza si bien siguen llegando pacientes con
el mismo cuadro al servicio de urgencia. Al tercer día se firma el alta del
paciente alfa, el primero que llegó a este centro, y mientras se abrazaba a
modo de despedida con otros pacientes todavía en observación y saludaba a
varios afectados que esperaban su turno para ser diagnosticados ocurre un hecho
que pudiera ser relevante para la comprensión de la enfermedad que nos ocupa:
el televisor de la sala de espera mostraba imágenes de la reciente final de
Copa celebrada el fin de semana pasado y un paciente malencarado que se había
desplazado como consecuencia de un ataque de acidez estomacal galopante comentó
nosequé sobre el arbitraje, sobre la suerte y sobre los malditos postes. Justo
entonces, todos los pacientes afectados por el síndrome de mayo presentes en la
sala prorrumpieron en sonoros y continuos cortes de manga, algunos de ellos
compulsivos, dedicados al paciente del ardor de estómago. Incluso los pacientes
ya escayolados y a los que el hematoma se les estaba poniendo de color amarillo
limón no dudan en brindar enérgicos y sentidos cortes de manga al interfecto
que finalmente tiene que retirar sus afirmaciones tan cargadas de mal perder
mientras todos los infectados por el síndrome carcajean a costa del susodicho,
muy feo él, todo sea dicho.
Pasada una
semana desde el estallido de la epidemia todos los pacientes en observación
presentan evolución favorable. Muchos de ellos han solicitado al office de enfermería
la posibilidad de obtener camisones a rayas rojas y blancas, atuendo éste que
favorece la mejoría de los pacientes a ojos vista. Aún a día de hoy, éste
equipo médico no encuentra más explicación a la epidemia que un origen vírico
desconocido hasta ahora aunque existen artículos publicados en fecha similar del año 1992 en los que se describen síntomas parecidos a los de la enfermedad
actual. Éste centro continúa haciendo seguimiento de los primeros pacientes a
los que el mal se les presentó de manera ambulatoria, pero, a pesar de que la
afonía inicial ha remitido en la mayoría de ellos, la emoción les impide explicar
de manera racional el porqué de lo suyo. No obstante, a poco que uno les
pinche, estos se levantan como resortes de la silla para alzar las manos al
cielo y cantar a voz en grito, ¡Aleeeeeeeeti, Aleeeeeeeti, Atlético de
Madriiiiiid!, lo que a ojos de este equipo médico pudiera tener relevancia a la
hora de futuros desarrollos de fármacos. Todavía se observan episodios de
cortes de manga furibundos y estallidos de risa dedicados a otros pacientes que
andan con los hombros caídos y arrastrando los pies, pero parece que se puede dar
por controlada la epidemia gracias al buen funcionamiento de los protocolos
existentes para enfermedades de este pelaje.
Firmado: Dr.
Ataulfo Solozábal Molina
Jefe de
Medicina Interna del Hospital Provincial Ignacio Urdangarín
Saltó el
Atleti al césped del Calderón y el Mallorca, como equipo buen educado que es,
le estaba esperando formado para hacer pasillo a los gloriosos campeones de
Copa. La grada, plagada de pacientes que durante los días anteriores al choque
habían desarrollado y superado sin demasiadas consecuencias el síndrome de
mayo, pedía con no poca guasa que tras el pasillo de los jugadores a los
campeones, fuera Manzano el que le hiciera un pasillo al Cholo o incluso que
los jugadores del Atleti le hicieran un pasillo a Manzano para coserle a
collejas de manera conmemorativa por su buen hacer al frente de la nave
rojiblanca. Manzano estuvo medio escondido todo el partido. Avergonzado, no
podía ser de otra manera, al ver lo que es capaz de hacer un entrenador que
sabe con una plantilla de calidad inferior a la que dispuso el jiennense de la
patilla de gafa coloreada.
Empezó el Atleti
el partido con los titulares de la final de Copa. Con los héroes cuyos nombres
estarán hilvanados para la historia unos junto a los otros. Empezó con ellos y
la afición se hartó de aplaudirles, a pesar de que muchos aficionados todavía
andaban con los brazos en cabestrillo por lo de las luxaciones de codo. Salió
el Atleti fluido, relajado pero sin ánimo de hacer daño a un equipo que
bastante tiene con su situación y con lo que tiene en el banquillo. A pesar de
que el partido tenía su punto de entretenido, el aficionado atlético dejaba
discurrir los minutos comentando con el de al lado batallitas sanitarias, que
es algo que siempre gusta contar a todo el mundo: cómo le habían tratado en los
hospitales a los que habían acudido, cómo a pesar del reposo prescrito seguían
repartiendo cortes de manga a aquellos que se hacían merecedores de los mismos
y cómo todos se morían de la risa viendo la cara de estreñimiento que aquejaba
desde una semana a vecinos y compañeros de trabajo de los que suelen ir por la
vida con el pecho hinchado al más puro estilo de paloma torcaz.
Poco dio de
sí el partido más allá del ambiente festivo e incluso festivalero. A lo mejor
se pudiera hablar de la ansiedad de un Falcao que quería dejar como testamento
un golito de esos suyos, a lo mejor se pudiera hablar de la manía que tienen
los equipos con eso de tocarle las narices a Diego Costa. Tal vez pudiéramos
hablar de los buenos minutos de Óliver y de que Arda parece otro con el pelo a
lo marine. Pudiéramos hablar del insultante estado de forma de Courtois y hasta
de lo aparatoso golpe que el pobre Filipe se llevó sin comerlo ni beberlo.
Podríamos hablar del Cata, del que se acordó un sector de la grada de manera
justa, afeándole la conducta y deseando su salida con deshonor tras ese
encontronazo con una aficionada con la que se empleó con mucha más dureza que
con los delanteros rivales con los que se cruzó por los caminos. No hubo manera,
la afición estaba para otras cosas. Para recordar principalmente. Para fijar
más si es posible las imágenes de lo vivido hace algo más de una semana en esos
recovecos en los que el cerebro guarda las cosas inolvidables. Las cosas de las
que uno tira en los momentos malos. La afición sigue enferma de felicidad,
sigue con una euforia casi patológica ¡Bendito síndrome de mayo!