Ahí estaba él.
Plantado delante de la puerta que un segundo antes había encajado sus tímidos
golpecitos. Ahí estaba, esperando. Se había atrevido a dar el paso tras sopesar
reflexivamente las señales que los últimos tiempos le habían mostrado: las
señoras que le dijeron que le veían distinto, más guapo tal vez, cuando iban a
pagar la contribución a su ventanilla de la caja de ahorros; los consejos de
una vidente telefónica de las de a euro y medio el segundo convencida de que Júpiter
y Saturno se habían alineado a su favor. Todo desembocaba en ese momento. El
momento para el que se había preparado con esmero, colocando con precisión
quirúrgica cada pelo de su rala cabellera para tapar de igual forma claridades
e inseguridades. La puerta se abrió. Ella volvió a iluminar con su sonrisa el
tétrico descansillo. Vestía solo un top muy ajustado que pregonaba a los cuatro
vientos la necesidad de subir tres o cuatro grados el termostato de la
calefacción de su piso. Ella miró desde la atalaya de su imponente estatura al
amable vecino de enfrente, compañero de noches de sopas de ave con fideos y
películas fácilmente digeribles, casi tiritando en el rellano con el único
atavío de una camiseta imperio y unos calzoncillos abanderado gastados por el
uso.
– ¡Ay, Marcelino! ¡Qué cosas tienes! –dijo
volviendo a cerrar la puerta tras mostrar una sonrisa condescendiente que le
dejó nadando en su propia indignidad.
“Otra vez será” se
oyó decir al bueno de Marcelino al cerrar la puerta de su apartamento para
zambullirse de nuevo en su soledad…
Comenzó el partido
casi ocho horas antes de lo previsto. No comenzó donde hubiera debido, sino
donde hubiéramos elegido, en el Calderón. Salió el equipo a estirar, a hacer
rondos y a corretear desenfadadamente y veintiún mil de los nuestros estaban
allí para jalear hasta los más nimios detalles. Miraban los jugadores, sobre
todo los más nuevos o los más extranjeros y no daban crédito a lo que veían.
Pensaban en el recurrente mantra de lo de ir partido a partido, en lo de que
este encuentro, a nivel de puntos, vale lo mismo que uno ante el vicecolista y
repararon en que no era cierto. Ni de lejos. Corrieron a resguardarse en los
vestuarios con el calor de tantas voces metido en el cuerpo y los aficionados
se fueron a casa satisfechos por haber insuflado esos ánimos que horas más
tarde permitirían estirar el pie un poquito más y esprintar de nuevo aún cuando
el gemelo pidiera una tregua.
Comenzó de nuevo
el partido ocho horas más tarde. Comenzó en el sitio designado, ese estadio con
hechuras de prisión de baja seguridad del norte de la capital. Ese recinto al
que muchos se refieren como teatro sin llegar a considerar que a lo que asemeja
realmente es a un circo romano con sus fieras y todo. Salió el Atleti y extrañó
la falta de Filipe Luis pero extrañó aún más la presencia de Cata Díaz para
sustituirle, en lo que fue un mensaje que pudiera interpretarse como poco osado
desde el banquillo. Salió el Atleti y parecía bien plantado. Un equipo que se
aferraba al orden. Salió el rival como suele salir en estos partidos. Fiel a su
tradición de señorío, de caballero del honor. Salió a no jugar y a no dejar
jugar. Salió a alentar a la masa que vociferaba pidiendo sangre. Salió
dispuesto a valerse del empujoncito, de la patada tardía, de las reuniones poco
espontáneas para protestar airadamente éste o aquel saque de banda. Salió así,
de la misma manera que hace un tiempo salía cuando había un portero cuyo apellido rimaba con capullo que daba vueltas por el césped como una croqueta hasta que
encontraba a un rival caído y daba un volatín que pretendía ocultar el pisotón
que había dado. Salió como cuando un jugador de Málaga con orejas de soplillo sopesaba
los pómulos rivales con sus codos en cada salto y nunca era sancionado. Salió
como cuando el actual entrenador del Sevilla, siempre tan chistoso, hacía
chanzas sobre un lateral rojiblanco poco dotado técnicamente. Salió así el
enemigo, como suele, y los nuestros no supieron ni pudieron contrarrestar con
juego o casta sus artes. Se desquiciaron los nuestros tras cada manotazo, tras
cada protesta y algunos, en especial Diego Costa, se equivocaron al ponerse a
la altura de los locales. Uno hubiera esperado que el árbitro hubiera puesto
algo de paz en el paisaje, pero el colegiado, altamente valorado en instancias
federativas, decidió delegar su labor arbitral en el número catorce del equipo
contrario, jugador de notable desplazamiento en largo de balón y de incontable
falta táctica. Parece un milagro que el hijo de Perico Alonso no se vaya de ciertos
partidos antes de tiempo si no es con la connivencia de los trencillas de
turno, tal vez pretendiendo no afear el espectáculo con tarjetas de color
amarillo, que ya se sabe que es un color que en los teatros está muy mal visto.
Servidor no querría
que ustedes, gente de bien, e incluso algunas gentes de peor vivir que pasaran
a leer estas líneas se quedaran con la percepción de que el párrafo anterior pretende
justificar la derrota en el partido de ayer. No, no es esa la intención del que
suscribe. Frente a un rival que despliega sus armas, aunque sean marrulleras y
conocidas, no queda otra que mostrar las propias. No fue así. No ofreció nada
el Atleti. No creó peligro, no se acercó casi al marco rival ni tuvo arrestos
para dar una mala patada. Se vio a un Atleti chico, no se sabe si acomplejado o
superado. Mostraron los nuestros su peor cara desde que Simeone se hizo con las
riendas de la nave. Una cara surcada por las arrugas de la impotencia. No hubo
noticias de Arda, ni de Falcao, ni de Koke. No hubo presión. No hubo bandas,
entregada la izquierda de antemano, poco inspirada la derecha. No hubo
seguridad defensiva en el segundo gol ni consuelo tras el primero, marcado tras
falta directa por ese jugador tan mono que ayer volvió a dejar una imagen para
el recuerdo tras inspirado regate malabarista que acabó en el recogepelotas. No
hubo juego directo ni tampoco elaborado. No hubo nada, la verdad.
“Otra vez será”,
decimos todos como tantas otras veces. Aunque no, no es lo mismo que otras
veces. Esta vez el equipo ha dado señales que alimentan las esperanzas. No
ayer, claro. De ayer solo se puede esperar que la noche sea olvidada lo más
pronto posible y luego seguir confiando. Aunque duela y a pesar de los cinco
puntos de ventaja que todavía existen. Antes eran ocho. Tal vez ustedes hayan
interiorizado también ese mantra recurrente de que lo de ayer eran solo tres puntos más.
Los mismos que se ponen en juego en un partido de primavera contra un equipo de
media tabla que no se juega demasiado. No es cierto. Ni de lejos.
En mis tiempos mozos, D. Emilio, (y no tan lejanos, no se crea usted), existía en Cuenca una categoría amateur de fútbol llamada Adheridos. En esta categoría, como puede suponer, se juntaba todo aquel que no había llegado a más en esto del balompié. Partidos del "Bar Tal" contra "Recambios Cual", ya sabe. Partidos de campo de tierra, de resacas domingueras y pelos en pecho y piernas.
ResponderEliminarEn estos equipos se juntaban plantillas variopintas, con jóvenes recién expulsados por edad de los equipos juveniles a cuarentones de barriga cervecera con poca técnica y aún menos escrúpulos. Se puede hacer una idea de lo que allí se cocía cada domingo. Marrullerías muchas. Fútbol poco. Y todo ante un árbitro preocupado las mas veces pos salir indemne que por el reglamento. Eso si, la mayoría de las veces y como reza el anuncio, luego se iban a tomar unas cervezas...todos juntos.
Bueno, pues lo del sábado fué uno de esos partidos, pero con plantillas de cientos de millones de euros. De miles de millones de pesetas por ponernos en aquella tesitura que le contaba. No era un campo de tierra,no, y se juntaron algunos de los que dicen, son los mejores jugadores del planeta. Pero si le pongo un partido de aquellos con este, las comparaciones futbolísticas estarían a la par. Y las no futbolísticas también. Sin personalismos.
En fin. Los nuestros no entendieron el mensaje. Se desconcentraron. Se perdieron. Una pena, D. Emilio, una pena.
No queda otra, pues, que levantarse. Viktoria Pilsen y Depor. Ya llegará el día.
Buenos dias (a pesar de todo).
Buenos días D. Emilio.
ResponderEliminarEmpiezo por decir que no he visto el partido. Lo que sé de él es por las crónicas de los periódicos, por las de los blogs rojiblancos y por los comentarios de quienes sí lo vieron. Yo preferí disfrutar de un espectáculo teatral y unos pinchos y evitar la enésima decepción. Atenuada por la diferencia de puntos, pero decepción. Ya sabe, aun que la mona se vista de seda...
Unas veces porque salen fríos, otras por un mal planteamiento, otras por la ayuda del trencilla de turno, otras por que están muy presionados,... Se puede seguir hasta el infinito, pero al final la conclusión es la misma, se pierde el partido.
Llámelo descponfianza, pesimismo, como usted quiera, pero desde que leí que habría un entrenamiento a puerta abierta en el Calderón, ya sabía lo que iba a pasar. Al menos esperaba un resultado digno. Si encima sale MAG (alias prescrito) diciendo que la joranda ya había sido un éxito por la afluencia de aficionados al estadio (20.000 personas leí en un diario on-line), pues qué más quieres.
¿No forzar a Filipe Luis para este partido? ¿Qué partido era? ¿Contra la Ponferradina? ¿Qué lesión tenía? Ojo, no tengo nada contra el Cata, que fue de los pocos que se salvaron.
¿Mano de Arda en un lugar idóneo para que el sub-balón de oro la enchufe a los 15 minutos? ¿Qué cable se le cruzó? Desde ese momento desapareció. ¿Dónde estaba la banda izquierda?
¿Por qué siempre eligen este partido y, últimamente, el del Farsa, para desaparecer todos?
¿Es que no saben que los que están ahí apoyándoles van a tener uno de sus peores días el lunes al volver al trabajo y tener que aguantar a unos vikingos que no han hecho nada y siguen a 11 puntos del primero?
Va a ser cierto lo que dicen los vikingos, que cuando empiezan el campeonato ya cuentan con 12 puntos, los del Atleti y los del Español. Aunque no les vale, porque al Farsa le pasa lo mismo.
Que pase el día lo mejor posible. Un saludo,
No supo el Atleti adaptarse a cómo salió el toro. Salió resabiado, toreado y sabiendo dónde hay bulto y no tuvo oportunidad de lidiarlo con un mínimo de aseo.
ResponderEliminarSinceramente pensaba que esta vez sí que podría cambiar el viento, ese que tantos años lleva soplando en la misma dirección, pero no. Le vino el partido grande a todos y cada uno de los nuestros. Desde el más técnico al Cata (del que sigo sin entender su alineación), desde nuestro turco a un desquiciado Diego Costa, desde un Gabi fallón a un portero que debe sufrir pesadillas con la Rata repeinada. No salió nada, cosa que se podría permitir en algún caso, pero no siempre en el mismo. Una pena, como bien dicen ustedes.
Buenos y resignados días....
No vi el partido, acostumbro desde hace años a no martirizarme en exceso, bastante tengo con dos décadas de GILISMO y lo que eso ha conllevado....
ResponderEliminarIgualmente es inevitable saber lo que ha pasado, leeros, y ver videos pasadas 24 horas.
Por lo que he "recopilado al respecto" Don Emilio, esta derrota duele mucho más que las anteriores, PORQUE esperaba otra actitud del ATLETI DEL CHOLO y el único que parece estuvo a la altura d elo que yo esperaba fue Diego Costa. Con la banda de pandilleros del Trampas repartiendo estopa a diestro y siniestro esperaba lo mismo de los nuestros. Yo dije van a perder pero se van a dejar los coj...en el campo. Este Atleti del Cholo va a morder...pero no me imaginaba que fuese el polvo lo que mordió. Se supone que con el Cholo la actitud del equipo iba a ser otra.
No se me tome el comentario de machista, pero al ATLETI le faltaron,HUEVOS!.
Raquel.
A mi juicio le faltaron recursos. No creo que sea tanto una cuestión exclusivamente de huevos, Doña Raquel, sino de saber qué ofrecer cuando el partido se mueve por los señoriales cauces a los que gusta llevar los encuentros a nuestro molesto rival norteño.
ResponderEliminarHubiera entendido muchas posibles posturas ante el planteamiento cérvido, pero nunca la de prácticamente bajar los brazos.
PD: Diego Costa fue el que con más ahínco cayó en la trampa. Está bien hacer frente al enemigo sin miedo, no lo está tanto el desquiciarse de la manera que él mostró. Lo mismo que a él se le veía acelerado y cercano a la expulsión, en cada acción los rivales con los que chocaba tenían totalmente medido el lance. Le vino grande una actuación que el rival tenía perfectamente guionizada. Una pena...Insisto
Alguunoos ya lo habíamos dicho aantees, queridoo.
ResponderEliminarPelín oportunista, la verdad. Sé que usted defendía el que no se estaba jugando a nada y ahí discrepábamos algunos, pero lo del sábado no es una cuestión de jugar o no jugar con unos mínimos criterios estéticos. Fue una incomparecencia como un castillo medieval de grande.
ResponderEliminarDecepcionante fue la palabra que más se pudo leer en twitter. Teníamos todos muchas esperanzas, pero el Atlético que vimos sobre el césped del Bernabéu no fue el que hemos visto esta temporada.
ResponderEliminarEs a la vez una tristeza y un consuelo, porque creo que no hay motivos para que después de la tragedia blanca el Atleti no vuelva a ser lo que ha sido esta temporada.
Un abrazo, don Emilio.
Sí, decepcionante sobre todo por las expectativas que todos teníamos, en mayor o menor medida.
ResponderEliminarHasta ahora el equipo recuperó bien de los golpes (Valencia, Coimbra) aunque este haya sido en todo el hígado y haya cortado la respiración.Veremos...
Un abrazo...
Es que yo soy asín.
ResponderEliminarSi fuera de Utrera, iría sonriendo cegadora y permanentemente.
Con un poco más de optimismo, algunos llegarían a escribir que Raúl García podría ser el nuevo Michael Laudrup y el Cebolla Rodríguez, Ronaldinho.
No minusvalore la situación, si usted fuera de Utrera y gambeteara alocadamente con el único fin de que le dieran un revolcón, no sería capaz de escribir palabras de más de tres letras...(del uso de las haches, por muy mudas que sean, mejor ni hablamos)
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