Artículo publicado en La Vida en Rojiblanco:
http://www.lavidaenrojiblanco.com/opinion/etiquetas/
Si hay algo que en este país gusta más que una caña de cerveza con su correspondiente tapa es etiquetar. Colgar sambenitos y echarse a descansar, que encasillar cansa una barbaridad. Detrás de las etiquetas se esconde principalmente la envidia, el ánimo de echar basura al que se atrevió a ser diferente. Al que decidió saltarse libretos e improvisar soñando con saltar las barreras. Con la silla apoyada en el quicio de la puerta, los etiquetadores pasan revista a los que transitan por la calle Mayor vomitando amargura: la guapa que se arregla es puta; el tipo de buena planta que cuida su apariencia es un chulo o, directamente, maricón; el Atleti es violento y juega al fútbol que da pena.
http://www.lavidaenrojiblanco.com/opinion/etiquetas/
Si hay algo que en este país gusta más que una caña de cerveza con su correspondiente tapa es etiquetar. Colgar sambenitos y echarse a descansar, que encasillar cansa una barbaridad. Detrás de las etiquetas se esconde principalmente la envidia, el ánimo de echar basura al que se atrevió a ser diferente. Al que decidió saltarse libretos e improvisar soñando con saltar las barreras. Con la silla apoyada en el quicio de la puerta, los etiquetadores pasan revista a los que transitan por la calle Mayor vomitando amargura: la guapa que se arregla es puta; el tipo de buena planta que cuida su apariencia es un chulo o, directamente, maricón; el Atleti es violento y juega al fútbol que da pena.
Lo triste
de las etiquetas no es que haya alguien con tanto tiempo libre y vileza para
repartirlas, lo realmente desolador es comprobar cómo calan en la opinión de
los demás. Despachadores de horarios, colegiados y analistas de ceño fruncido
niegan verse influidos por ellas, pero las llevan cosidas en el refajo de su
criterio. La gran mayoría asegurará, en ocasiones sin haberse llevado más de
cuatro partidos de los de rojo y blanco a la boca, que la violencia desplegada
por el Atleti es obscena y que habría que tomar medidas como calificar sus
encuentros con dos rombos y sacarlos a empujones del horario infantil. Como
ejemplo, valga el de un segundo entrenador con poco pasado y ningún presente
que la otra tarde se quejaba amargamente de los cortes en el juego que los
colchoneros propiciaban. Hace un tiempo fue capaz de glosar en alejandrinos las
gestas de Xabi Alonso como paladín de la falta táctica. Se contrapone violencia
versus conocimiento del juego mientras la grada se pone en pie para jalear una
patada a toro pasado de Isco, el hombre llamado a acabar con el hambre en el
mundo. El ojo hinchado de Godín y las agresiones sin balón a Juanfran, tres
veces negadas a la manera de San Pedro, se soslayan o se explican donde la
letra pequeña para no incomodar a las etiquetas, que son muy particulares.
Tampoco se
libra el equipo colchonero de la letra escarlata del mal juego. Los repartidores
de papeles se aburren, ¡qué desdicha!, sin saber el flaco favor que se hacen a
sí mismos. El Atleti da a luz partidos en los que juega bien, muy bien y hasta
regular tirando a mal, y en estos últimos es cuando más ternura inspira. Es en
esos, y no en otros más pintureros, cuando se valora la dificultad de la
empresa. Es en esos, y no en los de abultada diferencia, donde el sudor riega
la ciega convicción de sus aficionados. Con la clasificación en un pañuelo a
falta de un suspiro, cabría preguntarse bajo qué oscuro sortilegio camina la
Liga para que los de Simeone se codeen con la élite ¿Cómo es posible que
jugando de manera tan deficiente el Atleti mire de igual a igual a esos otros
dos equipos que cada vez que saltan al campo hacen estallar la primavera?
¿Tanto dan de sí los límites del reglamento –otra etiqueta interesada– para
poner al mismo nivel luces y sombras? Asegurar que en la Ribera del Manzanares habita
el tedio señala a los que se están jugando los títulos con los rojiblancos.
Mucho tendrían que reflexionar los guardianes de la belleza y los adalides del
temperamento pretendidamente señorial sobre sus propias etiquetas antes de entretenerse
analizando las del de enfrente.
A modo de
conclusión, tal vez lo mejor sea perpetuar el disparate. Ha llegado la hora de reducir
toda la temporada a un torpe balón lanzado desde los aledaños de un banquillo. Ahí
se resume todo. Ahí, y en etiquetar a cualquiera que se salga del camino marcado como
puta, como maricón o, aún peor, como del
Atleti.
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