Ignacia no
confiaba demasiado en estas modernidades, la verdad, pero allí estaba ella con
el mejor de sus vestidos. Y todo por hacerle caso a su nieto el pequeño, el de
su hija la que vive en la capital. Speed dating. Citas rápidas. La idea era
sentarse delante de un desconocido y charlar durante cinco minutos para ver si
merece la pena plantearse con él amistad o lo que surja. Ella, que todavía
lucía hermosa a pesar de sus años, tenía claro que muchos de los que ocuparan
la silla de enfrente buscarían más un lo que surja que una amistad o algo más
serio, pero ella se había decidido a acudir allí sin pensar demasiado. Ya
habían pasado muchos años desde que a su Basilio se lo llevara una peritonitis
galopante sobrevenida por la coz de una mula traidora en el bajo vientre y ella
se sentía sola. Decía su nieto que así era como los de la ciudad encontraban a
alguien con quien espantar esas soledades llenas de recuerdos que dolían. No es
que no hubiera tenido proposiciones a lo largo de estos años, nada de eso, las
hubo hasta aderezadas por los pretendientes con varias hectáreas de tierras de
labor, cabezas de ganado y hasta un puesto vitalicio de panadera consorte en
una tahona del pueblo de al lado. A todos dijo que no con agradecimiento porque
no se sentía preparada. Tal vez hoy las cosas fueran a ser diferentes. Ojalá
fuera así.
Uno, que
lleva ya algunos años viendo caso todos los partidos del Atleti, había llegado
a perfeccionar una técnica casi infalible de predicción sobre el desempeño de
los nuestros en el partido a jugar. Bastaban con cinco minutos, solo cinco, lo
que dura una cita rápida, para saber si el Atleti que ese día saltaba al césped
iba a dejar buen sabor de boca o un cabreo de mil demonios. No me pregunten por
los indicadores que uno consultaba para llegar a tal conclusión, no se trataba
de hechos aislados si no de un conjunto de detalles y gestos que conformaban el
mapa colchonero para ese día. Unas veces era una carrerita desganada de Forlán
la que se sumaba a las medias descolocadas de Agüero para presagiar un
petardazo de partido, otras veces un primer control orientado de Caminero y un guiño
de Kiko para vaticinar que a continuación seríamos testigos de noventa minutos
que quedarían en el recuerdo. A veces Schuster se plantaba en el mismísimo
centro geométrico del campo y desde allí hacía volar a lo largo de treinta
metros un balón que aterrizaba mansamente a los pies de un portugués de nombre
Paulo que había avisado con anterioridad de que ese día estaba por la labor con
una sacudida de su melena. Otras, bastaba casi con consultar la alineación, ver
que salía de inicio Richard Nuñez o Ibagaza y prepararse para lo peor. Ya les
digo, solo cinco minutos o incluso menos para hacerse una idea general que
raramente fallaba.
De un
tiempo a esta parte, uno, a pesar de que con la edad empieza a tener cada día
más manías, ha dejado de preocuparse por esos pequeños hechos significativos,
por esos cinco primeros minutos de los partidos y el aroma que desprenden. Para
ser exactos, cuando les digo de un tiempo a esta parte debería decir desde que
Simeone está en el banquillo. Desde su llegada uno sabe lo que se va a
encontrar y, por ello, da casi hasta un poco igual el resultado y hasta si se
juega mejor o peor, si para llegar al objetivo marcado el camino es de rosas o
de espinas. Hace un tiempo, viendo el inicio del partido de Valladolid o el de
ayer mismo, uno se temería algo malo, un partido de esos que duelen y que se
instalan en el compartimento de los recuerdos a olvidar sin poder hacerlo
nunca, pero eso ya no pasa. Uno sabe que, ante cualquier síntoma de decaimiento
en cualquiera de los que salen al campo, allí estará él. Aplaudiendo o echando
una bronca como se deben echar las broncas, como las echaríamos ustedes y yo,
invocando a la camiseta que portan y a la gente que se ha reunido para
acompañar al equipo dejando sus vidas aparcadas por noventa minutos. Uno espera
que Simeone esté muchos años con nosotros porque él ha sabido espantar esas
soledades que muchos sentíamos a pesar de estar rodeados de nuestros iguales.
Ojalá sea así.
Puso El
Cholo en liza a un equipo en el que tenían cabida las rotaciones pero lo hizo
con medida, mesuradamente como suele hacer él las cosas. Un toquecito allí y
otro allá: Villa y Gabi para dotar al banquillo de veteranía, Filipe también
para que se pudiera ver a Insúa, ese jugador con el que durante bastante tiempo
teníamos dudas de si era real y salieron del equipo Raúl y Manquillo, volviendo
al plantel Arda y Juanfran. Simeone rota pero sin volverse loco, dando a cada
partido la importancia que tiene, que ya se sabe que las rotaciones pueden
traer más de un disgusto y si no que le pregunten a Galileo. Ya a los cinco
minutos, lo que dura una cita rápida, quedaron dos cosas claras: una, que los
fabricantes de camisetas o los responsables de marketing e imagen de los
equipos no tienen vergüenza por vestir al Osasuna como si fuera el Borussia de
Dortmund en versión low cost y dos, que iba a costar sacar adelante el partido.
También en
cinco minutos, cinco solo, lo que dura una cita rápida, Diego Costa le puso al
partido el sello de casi finiquitado tras dos centros que llegaron de la
derecha. Uno de Juanfran que remató con oportunismo y otro de Koke, otra vez Koke, que el de
Lagarto cabeceó con maestría. Comentan en los mentideros federativos que el Sr. Marqués se está pensando convocar a Diego Costa para que juegue con la selección y uno, que no quiere malpensar, no puede creer que no le haya llamado ya sin poner en duda un criterio futbolístico más dado a llamar a canteranos de otro equipo de Madrid o poner a Koke de lateral derecho desaprovechando su capacidad como asistente. No se había llegado al ecuador de la primera
parte y se volvía a mostrar ese Atleti que hemos visto crecer en los últimos
tiempos. Rocoso y casi inaccesible, puede que poco brillante en ocasiones pero letal y con las
ideas claras en muchas otras. Dos lunares tuvo el partido, dos, y los dos se concentraron en
cinco minutos, lo que dura una cita rápida: el golpe en la rodilla que obligó a
retirarse a Mario Suárez, del que en los últimos partidos se ha visto la
versión buena, y el gol del rival tras centro al área que al cierre de estas líneas no sabría
definir si como bien sacado o como mal defendido.
Fue la
segunda parte rara. Una segunda parte de esas que se tienen que jugar cuando
casi ninguno quiere hacerlo. Pensaba el Atleti en citas futuras, citas del fin
de semana, citas que no deberían ser rápidas y pensaba el Osasuna que no podría
meter mano a los rojiblancos ni aunque el segundo tiempo durara una eternidad.
A pesar del corto margen, no recorrían el estadio ni runrunes ni temores
infundados, hasta eso han sido capaces de conseguir Simeone y los suyos. Si
acaso, flotaba en el ambiente algo de preocupación por lo tarde que se estaba
haciendo y lo tirano que es el despertador cada mañana, pero no quedaba
resquicio para esos miedos, algunos autoimpuestos y otros institucionalizados
de tanto repetidos: el sufrimiento, la leyenda del Pupas, los goles de
jugadores con flequillo rebelde en el tiempo de descuento. Murió el partido y
se dieron la mano los contendientes comentando que el próximo partido lo
deberían disputar en dos tiempos de cinco minutos con un descanso de un minuto
para beber agua o bebidas carbonatadas, que muchas veces cinco minutos bastan
para muchas cosas en la vida y se marchó Simeone para el túnel de vestuarios a
buen paso para poder reflexionar durante cinco minutos, lo que dura una cita
rápida, en lo que iba a decir a los suyos…
Pues si usted se dió cuenta en cinco minutos, D. Emilio, yo pequé de optimismo en el mismo tiempo. Lo vi facilito, y lo corroboró el de Lagarto.
ResponderEliminarPero claro, asi lo sintieron estos, que querían quitarse el estorbo para ver mas allá en el tiempo, y nos regalaron un partido de esos, de antes aunque no tan antes. Si, de esos que hacían volar puntos del Calderón como por ensalmo.
Hasta nuestro turco se sumó a la fiesta, fallando dos de las que dejan la cosita preparada nada mas que para ponerse el pijama. Pero no, oiga, hay que darle emoción a la cosa. La emoción del Cholo, ya sabe, el resultado incierto, si, pero no me tires a puerta, no vaya a ser que acertes y la caguemos. Pero emoción al fin y al cabo. De esa que sirve para que los avispados comentaristas deportivos mantengan un nivel y recuerden con nostalgia aquellos tiempos en los que cualquier mindundi te remontaba puntos en aquellos tiempos no tan lejanos...
Mala noticia (quién lo diría) lo de Mario, por cierto.
Ya vienen...
Buenas tardes.
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ResponderEliminarPudo ser un partido de esos de antes en las formas, pero este Atleti tiene unos fondos que no tenían muchos otros de los que uno recuerda. Tiene mucha menos calidad que el del doblete, eso sí, pero tiene un compromiso que uno no había visto con estos ojitos.
ResponderEliminar¿Sabe qué? Que servidor cree tanto en lo que ve y en lo que cree saber sin haber visto que ya no siente esa emoción, esa incertidumbre por el resultado en citas así. Uno sabe que la moneda caerá de cara pase lo que pase.
Lo único bueno que trae lo de Mario es poder ponerle cara a Yoyaloví, imagino que entrará en la convocatoria.
Buenos días