Si ustedes
tienen a bien darse un garbeo por San Petersburgo, cosa que les recomiendo, la
imagen que les quedará de la ciudad más allá de la afrancesada monumentalidad,
del Hermitage, del tráfico infernal o de las aspirantes a modelo de piernas
infinitas que se cuelgan del brazo de señores con cuello de toro cinqueño será
la de las señoras enfadadas. No existe salón de museo, taquilla de atracción
turística o puesto de cobro del metro en el que no se haya habilitado una silla
sobre la que descansa las posaderas una señora con gesto avinagrado. Ellas
están ahí para afearle a usted cualquier actitud que se le ocurra adoptar: que
si no se pueden tirar fotos, que si no queden atrás del grupo, que si no se
adelanten al grupo, que qué es eso de tener ganas de hacer pis, sigan, sigan,
dicen maldiciendo en cirílico. Casi no hay que proporcionar motivo para recibir
una bronca de esas damas de falda desgastada, de esas herederas de la más
rancia tradición soviética del ceño fruncido que hasta se permiten el lujo de
propinar un pescozón a un viajante de embutidos de Vitoria que solicita
amablemente si podría tirarle una foto con la parienta delante de un icono. ¿Que
qué tiene que ver esto con el partido de ayer? Pues más allá de la procedencia
del rival, no mucho la verdad, pero ahí lo dejo por lo que pueda pasar.
Saltaron
los equipos al campo y una vez alineados para el besamanos comenzó a atronar
por la megafonía el himno de la Champions. Quien más y quien menos sintió en la
boca del estómago ese cosquilleo peculiar de las grandes ocasiones y lo
atribuyó no tanto a la grandeza del rival o de la competición si no a la
musiquilla esa que se te mete por el espinazo. Fueron muchos los que, sin duda
llevados por la emoción del momento, proclamaron que el himno de la Champions
es al fútbol lo que Paquito Chocolatero a las fiestas de pueblo, afirmación que
desde la gerencia de este blog se eleva a rango de teorema.
Puso
Simeone en liza al equipo de gala habitual y puso a Adrián, el añorado, para
suplir a Diego Costa. Dispuso el entrenador del Zenit a su equipo en el campo con
planteamiento rácano de inicio, lo que unido a la equipación de los rusos
planteó dudas sobre si era el Zenit de San Petersburgo o el Poli Ejido. No
quería el rival ir a buscar nada y el Atleti lo buscaba atenazado o más bien
precavido, que ya se sabe que en cumpleaños de cuñados y torneos cortos como
este los traspiés se pagan caros. Llegaba el Atleti poco y si lo hacía era
aprovechando los balones parados, en los que Koke está empezando a opositar
para cátedra. Fruto de uno de ellos se adelantó el Atleti tras remate de
Miranda en el primer palo. Un remate que nos recordó a aquel otro de hace unos
meses que tan felices nos hizo.
Tras el descanso,
se puso el partido arisco, enfadado como las taquilleras del metro de San Petersburgo. Los rusos adelantaron líneas y ni las paradas de Courtois
ni el larguero pudieron evitar el empate de Hulk, jugador con pinta de cantante
de bachatas con pasión por los anabolizantes. Enfadada pintaba la cosa y daba
la sensación de que aquel equipo timorato de los primeros cuarenta y cinco
minutos podría llegar a atreverse a echar un jarro de agua gélida sobre las
ilusiones rojiblancas. Sacaba el Zenit su cara de señora enfadada y se mostraba
el Atleti tímido, temeroso de decir que quería ir al servicio a pesar de tener
ya las rodillas juntas para evitar desalojar la vejiga.
Tuvo que
ser él. El que no entiende de enfados ni de caracteres avinagrados. Ese que se
parece a ese amigo que todos tenemos al que nuestra mujer le tiene algo de
manía por ser gracioso y hacernos olvidar las obligaciones propias de un
consorte. El turco de la barba. El adalid y mesías del ardaturanismo. El que
peleó un balón que deseaba entrar en la portería pero se resistió a ello. El
que metió un gol de rebote que los más fieles a la causa califican como un
milagro con aroma otomano. Fue él el que con el gol devolvió la tranquilidad a
la parroquia, la condición de inofensivo al equipo ruso y hasta le sacó a
regañadientes una sonrisa forzada a todas las señoras enfadadas que pueblan las
atracciones turísticas de San Petersburgo.
Quiso
Baptistao sumarse a la fiesta con un tanto de jugador que lleva más dentro de
lo que hasta la fecha ha enseñado y se llevó el Atleti los puntos en su partido
menos inspirado desde que ha comenzado la temporada. A pesar de las bajas, de
lo que pesan ciertas competiciones y su himno y de los partidos que se ponen
con cara de señora enfadada se sobrepuso este Atleti de fuertes convicciones.
Desde ayer, dicen las guías turísticas de San Petersburgo que hay salas de
museos en los que alguna señora de falda desgastada se permite el lujo de
esbozar una sonrisita de vez en cuando, que es algo que más allá de la
procedencia del rival del partido de ayer no tiene mucho que ver, pero ahí lo
dejo por lo que pueda pasar.
Precioso.articulo
ResponderEliminarPues sí, Don Emilio, más de una señora enfadada finalmente mostró una tímida sonrisita, mientras muchos atléticos lucimos nuestra más amplia sonrisa. Y ahí lo dejo por lo que pueda pasar :-)
ResponderEliminar...y pensar que antes de que llegara el Cholo este mismo equipo provocaba lágrimas y carcajadas a partes iguales...
Eliminar¡Qué cosas!