Tal vez
ustedes no lo supieran pero ayer había eliminatoria de copa, bueno, ustedes sí
que lo sabían, que por eso en su mayoría son gente de criterio, gente que si
cobra es en nómina y no en sobre color manila y ve la vida de color rojo y
blanco. Daba la sensación de que salvo a ustedes y a mí, y también
probablemente a los aficionados del Sevilla, a nadie más le importaba la otra
semifinal de copa, la de ayer. Seguían los medios en las horas previas
desglosando las bondades del enésimo encuentro del siglo, desmenuzando cada
cara, cada gesto. Analizando hasta la saciedad más estomagante si aquel
mediapunta que se metió el dedo en la nariz antes de sacar un corner no estaría
con ese gesto pergeñando una jugada de estrategia innovadora parida en las
pizarras de grandes pensadores de los que calientan el trasero en cómodos
asientos Recaro. Fuera de eso, todo lo demás da igual. La masa ya ha obtenido
su ración recurrente de alimento y ahora se sienta en el sillón a digerir su
hartura con la sal de frutas de los comentarios que se vierten en las tertulias
deportivas. Los asistentes al banquete mediático siguen maldiciendo a aquel sorteo
caprichoso e insensible que quiso con sus azares que del partido de siempre,
esa comilona que tanto repite, salga solo un puesto en la final y que el otro
puesto salga de una especie de pedrea para pobres. De un partido que no llena
páginas de diarios, fíjense ustedes qué injusticia más grande. Ante tal
dislate, se oyen voces, algunas de pito, que hasta recogen firmas para que no
solo el título de Copa, sino el de Liga, el de Supercopa, el de Champions y hasta
el de los premios Limón y Naranja que reparten las peñas periodísticas se
diriman única y exclusivamente entre los dos contendientes de costumbre. Prestigiosos
consultores de corbata almidonada y calcetines de rayas de colores que buscan
dar una falsa impresión de desenfado han realizado estudios de mercado que
aseguran que la celebración de treinta y cinco clásicos al año en modalidad de
playoff sería lo justo. Esta competición, al mejor de dieciocho partidos, sería
lo que realmente necesita el balompié patrio, dejando así de lado partidos
intrascendentes que solo sirven para cansar al espectador y para que los dos
niños de los ojos de todos coleccionen goles de todas las facturas que luego
son inmortalizados en serigrafías sobre tazas de café. A la espera de que las más
altas instancias deportivas tomen cartas en el asunto e institucionalicen el
interminable duelo, nosotros, raros que somos, preferimos hablar de lo que
vimos ayer.
Recibía el
Atleti al Sevilla con la final de Copa en un horizonte bastante cercano. Si el
partido se hubiera celebrado hace unas semanas, justo antes de que el equipo
hispalense destituyera de su banquillo a ese entrenador tan gracioso y tan
reguapo que es leyenda en la acera oscura, hubiéramos apostado con los ojos
cerrados a que el Atleti pasaba la eliminatoria sin demasiado esfuerzo. Como el
partido se celebró anoche a deshora y como a los de Nervión ha llegado ese
entrenador cuyo movimiento de brazos solo puede ser comparado con el de expertos
en artes marciales, vendedores de coches
usados o vendedores de coches usados con cinturón negro de kung fu, la
parroquia no andaba muy por la labor de apuestas ni de arriesgar. Influía, cómo
no, el hecho de que el pueblo todavía digería el partido de la noche anterior
para que se esperara un partido ligero. Un partido digestivo. Un aperitivo
balompédico. Nada de eso ocurrió finalmente. Será porque somos raros y los
nuestros también se vuelven así cuando se ponen la sagrada camiseta rojiblanca,
será porque los contrarios también sufrieron episodios de enajenación mental
transitoria, pero lo cierto es que salió un partido eléctrico. Intensidad pura.
Con bastantes imprecisiones. Con errores de bulto y con notables desaciertos. Y
con manos. Con muchas manos.
Discurría
el partido por los primeros minutos de la segunda parte. Atacaba en oleadas un
Atleti que hubiera merecido mejor suerte en el marcador durante un primer
asalto frenético, cuando, presionado por Diego Costa, Spahic decidió expulsarse
al tirarse de cabeza a por el balón y abrazarlo con singular cariño. Ejecutó
Costa la pena con esa finura con la parece tocado en los últimos tiempos. Se
prometía muy feliz el partido ante diez y por delante en el luminoso cuando en
un desajuste llegó la segunda mano. Fue Godín, que puso una mano blanda, floja.
Una mano tal vez algo innecesaria a la altura del trasero que igualó la
contienda en número y marcador. Siguió el Atleti arriba y no se arrugó el
Sevilla tampoco. Repartían golpes los contendientes sin saber que el destino
guardaba una tercera mano, la que supuso el segundo de los nuestros
transformado por Diego Costa en similar ubicación al primero. Hubo más manos,
no crean, pero no fueron tan relevantes por no vistas o no queridas ver. Sobre
todo hubo manos que aplaudieron a rabiar y se agarrotaron por la emoción. Manos
enguantadas y a la intemperie que poblaban la grada del Calderón. Manos de
gente rara. Gente que gusta de nadar contracorriente y esperar al postre porque
el proclamado plato principal les deja fríos. Gente que busca la pedrea, el partido
de los pobres. Gente que espera la vuelta con la ilusión del que sabe que las
espadas siguen en alto aunque sobre partidos como éste o como el que vendrá no
se emitirán ediciones limitadas de edredones con la cara de los protagonistas. Esa
gente es la que sabía que ayer había una eliminatoria de Copa en toda su
extensión. Gente de criterio….
Totalmente de acuerdo en todas sus reflexiones.
ResponderEliminarCon respecto al universo binario, yo defiendo que, en la Liga, el resto de equipos deberían jugar esos cuatro partidos con el filial y con el juvenil. Que ganasen todo por 10-0 o 0-10,que empatasen a 1000 puntos y se lo jugasen en sus enfrentamientos particulares. Ahora bien, no sé si les haría mucha gracia a los jefes de las teles transmitir esta semana un RM-Osasuna B, y un Mallora Juvenil-FC. Tampoco creo que los socios llenaran el campo la semana que viene, para presenciar un, pongamos, Zaragoza B-RM, o un FCB-Celta B. A lo mejor entonces empezábamos a hablar de otro modo a la hora de repartir los dineros. A lo mejor entonces había sobre para todos, como en Génova street.
También estoy de acuerdo en que, si en el banquillo sevillista siguiese el ex-novio de Valderrama, todo sería mucho más fácil. Pero bueno, dicen que las manzanas más sabrosas son las que están en las ramas más altas.
Y respecto al partido, pues que me puse muy nervioso, que no podías dejar la pantalla ni para hacer un pipí rápido, porque siempre estaba pasando algo, y, a medida que se acercaba el final, pues pasaban más cosas. El típico partido de eliminatoria. ¿Y cuántas eliminatorias hemos perdido con el señor de negro en el banquillo?.
Bueno, D. Emilio, esta semana no le he cogido el paso...¿Le come y le duerme bien mi pequeño tocayo?.
ResponderEliminarLa eliminatoria fué intensa, desde luego. Ya veremos lo que ocurre en Sevilla, pero no va a estar nada fácil. Aunque, eso si, el rendimiento de los chicos del Cholo (we trust) en esto de eliminatorias es tan bueno que me quedo un poco mas traquilo sabiendo que ellos tienen que salir a morder y que los nuestros saben como capear ese temporal.
En cuanto a los medios de desinformación...Mire, yo normalmente sigo los partidos por TV con la radio (COPE) conectada. No soporto a los comentaristas deportivos de la tele (especialmente el tal Carlos Martinez de Canal+) y el tal Carreño (SER, T5) es imbécil. Pues bien, cuál será mi sorpresa cuando al sintonizar la COPE resulta que no retransmiten el partido a toda España. ¡Una semifinal de Copa de Rey!. La explicación oficial que me dieron (porque tuvieron la jeta de meterse en una conversación twittera en la que les mencioné) es que cambiaron la programación debido a la tormenta política y que, en cualquier caso, se podía haber seguido por internet. ¡¡¡Pero como se puede tener tanta cara!!!.
Esto es un ejemplo. Últimamente la prensa me está poniendo enfermo. Lo de ayer contra el Betis es otra. Ya tienen a Costa en el punto de mira, obviando por decir algunos, el criminal pisotón del "superclase" Soldado, o el codazo infame que le rompe la mandíbula a Marc Valiente del "cachorro" Aduriz. Pero el malo, el loco, el antideportivo es Costa. Va a ser verdad que la posición de Atleti escuece. Y mucho además.
En fin, D. Emilio, siga usted en la brecha...si le dejan.
Buenos dias.