Miraba El
Cholo por la cristalera de uno de los funcionales y modernos salones del hotel
en el que el equipo se hospedaba mientras daba cuenta mecánicamente de un café
con leche y de una rebanada de pan con tomate y pernil de la tierra. Quedaban
pocas horas para el partido y nuestro técnico pensaba en los últimos ajustes,
en las palabras exactas a utilizar para exacerbar el ánimo de los suyos justo
antes de salir al campo. Tomaba Simeone su merienda, esa comida tan ninguneada
por nutricionistas y endocrinos, siempre pendientes del desayuno como base de
todas las teorías, y ya las ediciones digitales de los periódicos daban por
hecha la venta de Demichelis en lo que se calificaba como una operación redonda
como un donut de chocolate. No quería Simeone acabar de creer lo que se oía y
se preguntaba con qué cara le tendría que pedir al central argentino que se
dejara la piel en el campo si en algún momento las circunstancias del partido
aconsejaran u obligaran su participación. Pensaba El Cholo en lo de la
operación redonda como una rueda de tractor e intuía que había algo que se le
escapaba, algo que ni los que gobiernan el fútbol ni los que dan fe de ello en
los medios deben conocer. Lo de Demichelis sería una operación redonda como una
pizza cuatro estaciones si estuviéramos hablando de intermediarios de cebollas,
por ponerles un ejemplo: ¡Que negocio he hecho, Ceferina! Le compré un
cargamento de cebollas a un agricultor a quince céntimos el kilo y lo he
vendido en el mercado central a setenta. Redonda como el volante de un autobús
de la EMT sería también si de operaciones de las que se realizan en un desguace
hablamos, compra usted un coche para el arrastre por cien euros y vende sus
piezas por más del triple de lo que pagó por él. Cavilaba Simeone sobre la
redondez de ciertas operaciones cuando, ya después de acabar con su merienda, se
encontró con el Mono Burgos en el hall y comentaron que, más allá de redondeces
e incluso esfericidades, ellos iban a disponer de un central menos para
afrontar el curso y que si no sería posible que ciertas operaciones estuvieran
pergeñadas por gentes de despacho que debieran dedicarse a intermediar en la
compra de cebollas o a comprar coches para el arrastre. No se les daría mal, ya
que casi todo lo que tocan queda para echarse a llorar o para el desguace.
Salió el
Atleti al campo dispuesto a afrontar otra final y salió con el equipo de gala y
con Courtois de amarillo, algo que nos gusta más. Salió el rival con Marimar
Jr. de titular y salió con Chés en vez de Iniesta, hechos que reflejan a las
claras que el nuevo mister culé no solo tiene problemas de gusto a la hora de
elegir americanas de vivos colores. Comenzó el partido y se echó el Atleti un
poquito demasiado atrás, tal vez tímido o tal vez agazapado, vayan ustedes a
saber. Amasaba el balón el rival y pudo hacer daño a los nuestros tras un par de
esas combinaciones infinitas y algo cansinas. Pasaban los minutos y a cada
minuto que pasaba respondía el Atleti adelantando un metro las líneas y ganando
en seguridad y aplomo. Encontró el rival la coartada de la supuesta violencia
rojiblanca para intentar disimular su impotencia y empezaba a salir el Atleti a
la contra con mala idea, con Arda manejando el avance desde el centro y con
Diego Costa como primera línea de infantería. Pudo cambiar el partido de manera
drástica antes del descanso, pudo ponerse el Atleti por delante a pies de Koke,
pero sobre todo en un remate del turco que el suplente en la selección del
suplente en su equipo sacó de forma increíble y ya no hubo tiempo para más que
para que el Atleti se marchara al vestuario dueño del partido y confiado en el
plan y el rival se fuera a la caseta con Xavi y Busquets erigidos en asesores
del árbitro en lo que a cuestiones disciplinarias se refiere.
Nada más mostrarse,
la segunda parte heredó lo que se vio en el final de la primera: el Atleti
mandón y lleno de peligro y el equipo del novio de Shakira enfurruñado, con
esa típica rabieta que los niños consentidos desarrollan cuando alguien osa
discutir la propiedad de un juguete o el orden establecido. Volvió de nuevo el
cancerbero que ayuda a calentar al futuro padre del hijo de Sara Carbonero a
sacar una mano con tintes de milagro tras disparo intencionado de Villa y fue
entonces, justo entonces, cuando el colegiado, bien asesorado por los
mediocentros que vestían de azul y grana, decidió que hay ciertos asuntos que
no deben cambiar a lo loco de la noche a la mañana. Hay ciertas cosas que
tienen un orden, un guión establecido. Usted es el protagonista de la película
y aquel señor del sombrero es un secundario, esto es lo que hay. No debe el
secundario robar un plano que no le corresponde supuestamente, no debe uno
saltarse ciertos escalafones decididos en redacciones y juntas extraordinarias
de intermediarios de cebollas encerrados en los cuerpos de presidentes de clubes
de fútbol. Pensó en todo esto el trencilla y pensó también en los estudios de
sus hijos, en el seguro médico privado y en lo que pudiera llegar a pasar si al
final de la película el malo, que para ustedes y para mí es el bueno, se
llevara a la chica del brazo.
Expulsó el
árbitro a un Filipe que cinco minutos antes había sufrido un plantillazo
alevoso del jugador que colecciona balones dorados por un forcejeo con Alves,
ese jugador con vocación de artista circense, tras consultar con un linier que
estaba a sesenta metros de la jugada, lo que justifica las reticencias de
Platini y Blatter a la hora de introducir las nuevas tecnologías en el fútbol.
Con semejantes facultades visuales en los auxiliares de banda, el ojo de halcón
es algo claramente superfluo. No contento con eso, expulso también a Arda, que
ya estaba con sudadera y chancletas en el banquillo, probablemente por decirle
en otomano antiguo lo que merecía y hasta pitó un penalti cabriolero que fue
desperdiciado por el ayer desdibujado astro del gesto ausente. Aguantó el
Atleti con diez y metió el miedo en el cuerpo a aquellos que no acostumbran ni
gustan de sentirlo. Achuchó el Atleti con casta y un orgullo que ayer todos
sentimos durante y tras el partido y se vino para casa con la cabeza alta y la
convicción fuerte, como debe de ser.
Esta tarde,
a la hora de la merienda, Simeone se tomará de nuevo un café con leche y puede
que hasta una rebanada de pan con tomate. Si le apetece, le pondrá encima una
loncha de jamón mucho más bueno que el de la tarde anterior y se sentará
tranquilo a ver lo que depara el sorteo de Champions. Mientras discurre el
sorteo y sale una vez más Butragueño a sacar los rivales más débiles posibles
para acomodarlos en el grupo del equipo de las mocitas, pensará El Cholo en lo
que se ha acortado la distancia entre ellos y nosotros. Reflexionará también
nuestro técnico sobre lo difícil que el entorno va a poner dar ese último paso,
el de la igualdad plena, el de os voy a mirar a los ojos y sé que no os gusta,
sé que estáis acostumbrados a mirar a los demás por encima del hombro y no os
manejáis bien si no es así. Pensará también en lo difícil que desde dentro le
pondrán poder dar ese último paso. Pensará en Demichelis el efímero, el central
que será recordado como el Juan Pablo I de los fichajes del Atleti. Pensará en
las operaciones redondas y en lo cojo que se le queda el equipo a pocos días de
vista del cierre de mercado. Pensará en formas y maneras de seguir haciendo del
agua caldo y hasta en desguaces e intermediarios de cebollas, cómo no….