Inauguraba
el Atleti la liga en casa y lo hacía a un horario razonable e incluso adecuado.
Jugaba el Atleti a la hora de la merienda y, por ello, tuvimos la fiesta en
paz. Sin reproches, sin trasnoches, pudiendo volver a casa justo para cenar
como Dios manda, un bolecito de gazpacho y unas tapas de lacón a la plancha con
pimentón picante en lo alto. Pudiendo volver del fútbol y aprovechar lo que
queda de noche para estudiar esa asignatura que espera en septiembre, esa que
lleva enquistada desde antes de la gloriosa venida del Cholo a nuestras vidas y
banquillos. Pudiendo volver para acostar a los niños y darles un beso en la
frente. Jugaba el Atleti a las siete y el clima se mostró benévolo regalando al
aficionado con una brisita que paliara el calor que llevamos sufriendo todo el
verano. Jugaba el Atleti y hasta los aficionados del tendido del sol del
Calderón agradecieron la hora pese a tener que ponerse unas gafas de sol con una
superficie parecida a las que llevaba Pepe Gáfez. Jugaba el Atleti y la hora
invitaba a tomarse un algo a la salida del partido sin el riesgo de que a uno
le llamen golfo o desahogado. Jugaba el Atleti y la afición se pudo marchar a casa
en metro a esas horas en las que no hay que estar llevándose la mano al trasero
para palpar la cartera dos o tres veces entre estación y estación. Jugaba el
Atleti y el Calderón estaba guapo y contento, y los que estaban dentro, más.
Dispuso El
Cholo dos cambios de inicio con respecto a los partidos jugados hasta ahora:
Tiago por Mario Suárez y Raúl García por Koke. De ambas sustituciones se
desconfiaba de antemano y ambos nos demostraron con el paso de los minutos que no
era para tanto, que mejor esperar a tener la herida para ponerse la tirita. En
contraposición, no dispuso Simeone cambios en su vestuario, de nuevo de negro
riguroso, lo que fue interpretado por algunos como un terno muy acorde al
estado de ánimo que presenta el entrenador por lo que pueda pasar de aquí a que
se cierre el mercado de fichajes, nada bueno. Saltaron los equipos al césped y,
como se suele hacer al inicio de los partidos una vez se tiene claro quiénes
salen en tu equipo, la afición se puso a estudiar por encima qué armas
presentaba el rival para afrontar la contienda. Reparó el aficionado colchonero
con alegría en que Saúl era titular de nuevo, lo que le servirá para crecer aunque
sea en posiciones un poco más retrasadas de las que a él le gustan. El
respetable también se fijó en que salía de inicio Alberto Perea, jugador que se
convirtió en sensación de una pretemporada de cuyo nombre no queremos
acordarnos y que ha quedado como jugador de relleno con flequillo rebelde y en
que el Rayo tiene un delantero que se llama Larrivei, pero ni es rubio, ni de
Boston, ni mete triples.
Casi no
tuvo la afición tiempo de fijarse más en el Rayo porque el Atleti salió
arrollador y el rival se difuminó como un azucarillo. Presionaban los nuestros
encarnizadamente con las líneas juntas y bien arriba y Diego Costa, ese
delantero con el que las madres de los centrales amenazan a sus hijos cuando
éstos no se comen el puré de verduras, percutía y desarbolaba el endeble
entramado defensivo vallecano. Asfixiaba el Atleti al rival y se sucedieron los
goles de manera natural: el primero de Raúl García a balón parado, el segundo
de Diego Costa tras pase de la muerte de Arda y el tercero de Arda tras tumbar
al portero con un regate de esos con el trasero que solo él sabe hacer. Llevaba
el partido apenas media hora y Paco Jémez hubiera tirado la toalla si eso ni
supusiera un peligro en forma de roto a la altura del sobaco de la integridad
de su ajustadísima camisa. El Rayo, convertido en chispita por el hambre de los
nuestros pedía con ansia la hora pese a quedar sesenta minutos por delante.
Comenzó la
segunda parte de la misma manera: superioridad insultante, hombres contra
alevines, un peso pesado de la presión y el compromiso contra un delgaducho peso
pluma con cama reservada en la enfermería. Pudo Arda redondear su gran partido
con un gol más cuando la afición todavía se sentaba tras visitar los baños y
los puestos de bocadillos a precio de oro, pero prefirió hacerlo poniendo un
centro medido para que Tiago hiciera el cuarto completando así un partido
brillante en el robo y el achuche del lusitano, normalmente indolente en
semejantes aspectos de juego. Hubo tiempo aún para un quinto, de Raúl García
otra vez y llegando, que es lo suyo y si no hubo más fue porque Dios o El
Cholo, de los que se sospecha sean una única persona, no quisieron. Faltó si
acaso un gol de Villa, pelín ansioso toda la tarde por no poder sumarse a la
fiesta goleadora, pero participativo e involucrado a más no poder y el árbitro decretó
un final que pudiera haberse producido un poco antes del descanso, miren
ustedes por donde.
Abandonó la
afición el recinto satisfecha. Contenta a rabiar por lo que había visto y por
llegar a su barrio a tiempo de pedir una jarra de cerveza con limón en ese
sitio en el que ponen de aperitivo aceitunas aliñadas traídas de Cordoba. Iba la
gente camino del coche, del metro o de adonde narices fueran y apretaba el paso
más de lo habitual, sin duda contagiados por este Atleti que no descansa, que
avasalla desde lo físico, desde una exuberancia de forma que le otorga una
superioridad inusual para estas fechas. Hubo incluso algunos seguidores que
comenzaron a trotar camino de la estación de Pirámides y era el trote tan continuado
que se convirtió en galope veloz azuzado por la adrenalina que Simeone ha
insuflado en nuestras venas. Desgraciadamente, esa brisita aliada que ayudó a
sobrellevar mejor la tarde impidió homologar varias mejores marcas de la
temporada que algunos aficionados consiguieron en los doscientos metros lisos,
lo que tal y como está el atletismo español se comprende. Corría el aficionado
en pos de llegar a sus dominios y, mientras tanto, se imaginaba al equipo
corriendo tras el final de otro partido, más concretamente se lo imaginaba dando una vuelta
de honor el miércoles que viene. Paseando una Supercopa.
Qué gozada de partido y de crónica. Me ha hecho gracia lo de Paco Jémez. Saludos desde Málaga.
ResponderEliminarSaludos, Don Dami. Me da a mi que este año va a haber más días de los de gozar, el equipo muestra unos síntomas inmejorables.
EliminarPues si, D. Emilio, uno que es dado a dignificar la siesta y santificarla si el esfuérzo pretérito lo merece,se quedó con mucho tiempo por delante para sus quehaceres. Raro, oiga, que ya empezaba a acostumbrarme a cerrar la agenda del dia con el partido del Atleti. Claro que, no hay problema. El miércoles volvemos a la rutina.
ResponderEliminarY hoy, tan fresco como una rosa, analizo lo de ayer y es como usted dice. Es tal el grado de compromiso y de sacrificio de esta plantilla con la causa, que a todos nos insufla una energía nueva. Va usted por la calle y si ve a alguien que anda con una velocidad superior a la normal, puede llegar a pensar que es seguidor del Atleti. Y si lo hace con cierta sonrisilla en la boca, puede usted darlo por confirmado.
Ahora que, mire que el cielo está despejado, pero los nubarrones nunca desaparecen. Quedan unos dias de mercado, tenemos una base espectacular para rematarla con un par de retoques. Verá como viene uno con la jeta torcida y lo estropea.
Lo del vasallo y el señor del Cantar del Mio Cid, D. Emilio. Asi es este Atleti.
Buenos dias.
Con decirle que se han presentado esta mañana en la oficina varios sanitarios que decían representar al COI para extraer sangre a los del Atleti que aquí nos encontramos, ya que ayer tarde varios hicimos la mínima para los europeos en pista cubierta del año que viene....
EliminarOjalá lleguen esos retoques, aunque fíjense ustedes en que si el inicio hubiera sido chapucero y mediocre, uno tendría más esperanzas de que llegaran. De esta forma alguno saldrá a decir que para qué se necesita nada con lo bien que está todo.
Buenas tardes
Jajaja, que grande lo de Larrivei...
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