Hay
partidos que nacen con rictus de moribundo. Partidos de los que se espera una
barbaridad, como de ciertas relaciones, aun sabiendo que la mayoría de ellas no
merecerían trascender más allá del primer beso. Hay batallas que prometen un
nuevo desembarco de Normandía y acaban en una escaramuza saldada con un herido
por esguince de tobillo al pisar una piel de platano. Hay encuentros a los que
les sobran ochenta minutos. Choques llenos de respetos o, lo que es peor, de
pizarras, que quedarían perfectamente resumidos con unos minutos de descuento.
Hay días del calendario marcados en rojo que traicionan todas las expectativas
formadas. Hay partidos, como el de ayer, a los que les ocurren todas estas
cosas que les cuento juntas.
Hay
partidos que se dejan atrapar por la vulgaridad más absoluta sin proponérselo.
Partidos llenos de burocracia en los que el balón es tratado por uno de los
contendientes como un formulario ante la mirada prevenida del rival, que queda
apoyado en el quicio de la ventanilla rezando para que no falte un sello, una
firma, para que la fotocopia aportada esté compulsada debidamente. Hay
encuentros que se asemejan a un mal poema, estrofas que ni ese verso suelto que
siempre es Correa es capaz de resucitar. Hay contiendas que hacen imposible
destacar a alguien. Rácanas en héroes, plagadas de villanos. Hay ocasiones en
las uno maldice que el destino, que a veces toma forma de fax tardío, haya
puesto en nuestro camino a un portero que para los suyos fue como un embarazo
no deseado, por mucho que ahora digan.
Hay
partidos llenos de ausencias: la intensidad, la tensión, alguna trifulca que
acelere los pulsos. Hay encuentros en los se echa y se echará de menos al
navarro de la nariz curvada. Se equivocaba Arbeloa, el mejor del Atleti ayer,
cuando en la previa hablaba de que los de rojo y blanco esperan todo el año
este partido. Lo que realmente esperaban todos era su presencia. Carrasco,
Jackson, Filipe, todos querían transitar por la autopista de la ineptitud que
construye el susodicho cada vez que comparece. Hay historias en las que un jugador
de buen gusto técnico pasa a la posteridad rematando con la canilla un balón
que casi se le escapa fuera. Hay choques que dejan sabor a incompletos pese a haberse antojado insufriblemente
tediosos durante todo su discurrir. Hay obras en las que el planteamiento y el
nudo no sirven de mucho, pero cuyo desenlace le deja a uno sensación de
orfandad. Hay partidos que merecerían una mucha mejor crónica que esta,
crónicas llenas de adjetivos grandilocuentes, de palabras esdrújulas con las
que llenar la boca. Este partido solo lleva como equipaje estas pobres líneas.
Hay partidos que no merecen más.
Pues lleva toda la razón, D. Emilio, hay partidos que no merecen mucho mas. Partido flojo, tedioso, sin sustancia, chichinabero quitando quizá los últimos minutos.
ResponderEliminarAsi que aprovecho para saludarle, a la espera de que quiten los carteles de "en construcción" que tienen puestos, a ser posible antes del cacareado traslado a la "puñeta".
Buenos dias.
PS: La familia bien, muchas gracias. El pequeño creciendo a ojos vistas. En cuanto me descuide me dará capones con la barbilla. Espero que la suya también esté bien de salud y felicidad. A ver si voy retomando la rutinilla después de unos meses de mujo jaleo. Un saludo.
A dos puntos de unos y a tres de otros tras este calendario tan pejiguero y con el cartel puesto....
ResponderEliminarNo nos queda otra que ser optimistas y creer, que motivos hay
Buenos días, rozando con la tarde ya....
Pues hoy no estoy de acuerdo (con su crónica, que sí con su comentario), don Emilio. Un equipo nuevo, como somos temporada tras temporada, está haciendo un esfuerzo tremendo para las que las cosas salgan. Y las cosas no están saliendo todo lo bien que deseamos; aunque, con la mente fría, llevemos más o menos los puntos con los que contábamos tras ver el calendario. Y eso debe valorarse, disculpe mi atrevimiento.
ResponderEliminarAyer se pudo ganar al equipo que año tras año va a ganar el sextete y que sólo consigue, de fijo, un borceguí de oro o plata para un tipo tan ridículo como su número siete. Y no se ganó porque, evidentemente, no estamos a nuestro nivel. Pero ese punto, a mí, me sabe muy bien, ya que con todo, y como apunta, estamos a un partido de la cabeza. Y en dos semanas ya estará Koke.
En su comentario, en cambio, sí habla de motivos fundados que invitan al optimismo. Y ahí sí estoy de acuerdo con usted. Luego nos la pegaremos (o no), pero que vemos a seguir peleando lo saben hasta los no creyentes en la verdadera FÉ.
Un abrazo e, insisto, ruego perdone mi insolencia.
Tal vez no haya sabido transmitir mi sentir debido a mi torpeza a la hora de expresarme pero yo también soy optimista, Don Paul. Mucho. Mi decepción no proviene del desempeño del Atleti en el partido, proviene de lo feo y soso que fue el mismo. Hubo fases en las que no parecía un derby de hecho, faltó emoción, falto piel como dicen los políticos de todo a cien cuando las urnas les dan la espalda. Efectivamente se pudo y se debió ganar al equipo cuyo presidente aspira a dominar el mundo a base de retransmitir en riguroso directo actos de masaje con final feliz a un jugador que se harta de meter goles a equipos de media tabla para abajo.
EliminarDicho todo esto, y valorando en su justa medida el mérito que tiene ensamblar cada año tantas piezas nuevas en este maravilloso puzzle que siempre acaba resolviendo Simeone, a mí el Atleti que me enamora es el de la segunda mitad del segundo tiempo. Desatado, respondón, dispuesto a morir o matar sin hacer prisioneros.
Ayer debatía con Don Jesúsez en otros foros sobre si ese Atleti estaba condenado a la desaparición y, en caso de que fuera así, ahí sí me rebelo contra el sistema. La intensidad, la solidaridad, ese hambre que algunos equivocados confundían con violencia deben ser siempre el estandarte de este equipo, sus señas de identidad. Se puede jugar bien o jugar muy mal, se puede ganar e incluso perder pero que sea de manera reconocible. Ese Atleti, mucho más allá de los nombres y de los sistemas, es el que consiguió volvernos a enganchar después de tantos años de Atletis perfectamente olvidables y me resisto a pensar que esa identidad puede difuminarse.
Insolencia nunca, siempre se agradecen sus sabias reflexiones.
Un abrazo
Yo creo que sí, que el Atlético de los últimos años está condenado a desaparecer. Desgraciadamente, en mi opinión, pues ese el FÚTBOL que me gusta. Y ese FÚTBOL nos ha valido para pelear por todo (y ganar bastante) hasta el final. Ahora mismo no tenemos gente tan física para seguir ese patrón. Ya no están los Raúl García, Mario Suárez o Diego Costa. Han venido otros futbolistas de unas características totalmente diferentes. El Cholo, lógicamente, tiene que cambiar (o, como dice él, dar con la tecla) el sistema. De momento no está clara la cosa, pero yo apuesto a que en menos de un mes ya sabemos a qué jugar. Ya verá usted entonces, con un juego más “bonito”, sacando resultados, los que tanto nos tachaban de violentos dirán que nos falta esa intensidad que ellos mismos llamaron violencia. Y entonces sonreiremos.
Eliminar¡FORZA ATLETI SIEMPRE!
Si es así, a lo de la extinción me refiero, servidor habrá dejado un trocito de ilusión por el camino. A mí también es el fútbol que me llega, de hecho creo que es un estilo inherentemente ligado al Atleti por tradición y destino. Coincido en que se han ido marchando referencias de ese tipo de juego pero desde el bendito día en el que Simeone llegó a nuestro banquillo siempre supo reinventarse sin abandonar ese modelo en mayor o menor medida: supo jugar con un Falcao que exigía juego en el área y con un Diego y un Arda que monopolizaban el balón; adaptó su obra a la eclosión salvaje de Diego Costa y sus estampidas que arrasaban centrales y fue capaz de volver sobre sus pasos para acomodarse a las características de Manzdu y a un Griezmann que llegó hecho un adolescente y ahora es un hombre en casi todos los partidos. A pesar de todo, esa identidad de lucha e intensidad ha presidido todos los dibujos y formas posibles.
EliminarSe comprende lo de los nuevos, su necesario tiempo de adaptación, de conversión a la única fe posible. Parece lógico pensar en la casi obligatoriedad de tratar al balón con más mimo que en años anteriores vistos los mimbres, pero dejarse aunque sea una pizca de esa patria que para todos nosotros debería ser el esfuerzo no negociable a mi juicio sería un error.
Llegaremos a jugar más bonito, no lo dudo, aunque recelo de los caudillos del supuesto preciosismo guardiolesco (su equipo era mucho menos sin la presión como se vio en etapas posteriores). Se ajustarán los automatismos, cada uno encontrará su lugar y sonreiremos como usted vaticina, pero si a la aptitud le hurtamos siquiera una pizca de aquella actitud pasada estaremos perdidos e irreconocibles. Ojalá no lo veamos….
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