Ayer no era
un día normal para la Peña atlética de Transilvania. Sus miembros y miembras
(como pueden ver en Transilvania serán un poco supersticiosos pero lo de la
paridad lo llevan en la sangre), por fin pudieron reunirse para ver todos
juntitos el partido del Atleti en el mesón del pueblo después de un año de
partidos matinales que impedía un quórum mínimo aunque fuera de manera extracorpórea.
Con tanto partido mañanero, los integrantes de una de las más antiguas peñas
rojiblancas se han visto obligados durante toda la temporada a trasnochar, o
más bien trasmañanar, intentando escuchar vía transistor el partido del equipo
de sus amores en la cripta, misión casi imposible ésta porque como todo el
mundo sabe una cripta no es buena ni para la artrosis ni para captar ondas
radiofónicas con antena telescópica. La emoción era doble: por un lado, la
importancia del partido en cuestión, nada menos que una semifinal europea, por
otro, el hecho de que la final soñada se fuera a disputar ahí al lado como
quien dice, con lo que el desplazamiento del personal para vivir in situ el evento
se torna obligado y llevadero, aspecto nada desdeñable cuando de movilizar la
infraestructura propia de una peña con la idiosincrasia de la que nos ocupa se
trata. Tras los abrazos salutatorios y los típicas conversaciones de
reencuentro: (“Hija, yo no sé cómo lo haces pero parece que tuvieras tres
siglos menos de los que tienes, que piel más cerúlea y qué ojeras tan bien
trabajadas” o “Mira ese que buen color tiene, claro, solo toma sangre de
tetrabrik con abrefácil y eso a la larga se paga”), los asistentes se sentaron
muy tiesos delante del televisor para ver el inicio del partido.
Se plantó
el Atleti algo reservón en Mestalla o tal vez fue el Valencia el que salió un
poco desatado. Los chés llegaban con facilidad a las inmediaciones del área colchonera
con más sensación de peligro que peligro en sí. Nadie dijo que fuera a ser fácil,
pero anduvimos un buen rato sin que la camisa nos llegara al cuello. Uno piensa
que la clave de esos minutos estuvo en la actuación de dos parejas de
jugadores. En la parte negativa, unos Tiago y Mario con la poca sangre
habitual, superados ampliamente por los volantes levantinos. En la positiva,
unos centrales que firmaron uno de sus partidos más serios como pareja a pesar
de esa tendencia que tienen a hacernos mala sangre con sus burdos fallos
puntuales. Muy bien estuvieron Godín y Miranda toda la noche y volvió a estar entonado
de nuevo Courtois, al que habría que agradecer un par de intervenciones
meritorias que evitaron que se nos disparara la presión sanguínea. No
presionaba el Atleti, no se mantenía el balón en nuestro poder y daba la
sensación de que el primer gol de los rivales era una cuestión de tiempo por el
empuje que mostraba. Después de pedir la hora durante casi treinta minutos, los
nuestros se agarraron al descanso con alivio, con esa veneración con la que en
la patria de nuestros protagonistas de hoy, los lugareños se aferran a
crucifijos y baldes de agua bendita. Quedaba el resultado intacto, incólume,
que no era poco después de ver lo que se había visto.
A pesar de
los años que los contemplan y la de cosas que han visto, quedaron algo azorados
esos atléticos transilvanos e intentaron engañar al bajón propio del descanso
con esos pequeños gestos con los que todos nos entretenemos mientras bajamos pulsaciones:
visitas al tocador, que siempre está bien estirar las piernas por muy contrario
a los espejos que sea uno; salir a fumar un cigarrito a la noche refrescada por
el aire que viene de los Cárpatos; “¿Señor mesonero, ¿no tendrá usted una
ración de morcilla o de sangre encebollada?” ,“No, solo tenemos pollo al ajillo”,
“No me joda, al ajillo no, que pasamos luego una mañana toledana”…En fin, lo
que haríamos todos.
Empezó la
segunda parte con un Valencia más comedido, con un colmillo menos afilado.
Seguía empujando, sí, pero ya se sabe que, cuando se trata de remontar, las ansiedades
vencen a las voluntades a medida que el reloj corre. Empezó el Atleti a no
pasar tantos apuros, empezó a estirar el cuello para mirar más allá de su área.
Los de arriba, invisibles hasta el momento, recibían alimento de balón.
Reparamos en que Arda, Diego y Adrián estaban en el campo y en una de sus
combinaciones el asturiano selló el pasaporte a Bucarest de un latigazo
violento y hemoglobínico.
– Ya lo
decía yo –apuntó la vizcondesa Natasha, tesorera de la peña –. Esto lo tenía
que arreglar Adrián, que es quien más sangre fría tiene. Líbreme el destino de
cruzarme con sangres más calientes. Una añada fresca y afrutada de sangre fría es otra cosa, ¡dónde va a parar!.
El gol fue
como una estaca en el corazón de la fe valencianista. De ahí al final quedó
tiempo para abrazos, para alguna lagrimita, para que Tiago sacara a relucir su
sangre caliente a destiempo y para que alguno solicitara permiso para hacer una
vista a Soldado cualquier noche de estas para tentarle la yugular con ánimo de
hacerle siervo, que alguien de su carácter y pasado no merece pertenecer a
según qué nobles colectivos.
– No podía
ser de otra manera. No podíamos caer en el día del cumpleaños del Atleti –peroró
Don Vlad, presidente y miembro más veterano de la peña–. ¡Fijaos, 109 años de
vida! Como mi pequeño Vlade, que está hecho un torbellino –dijo señalando a un
mozalbete pálido y revoltoso que miraba al gato del mesonero con avaricia–.
Pues, nada, a ganar la final.
“A ganar”,
gritaron todos a coro mientras salían todos del local para fundirse en uno con
la noche. “¿Te quedas a tomar la última?”, “¡Uy!, no. Que tengo a la madre de
mi mujer en el castillo pasando unos días y no quiero dormir en el sarcófago
de invitados”. Quedaron todos en reunirse de nuevo para ir a Bucarest. Para
vivir una noche que esperemos nos haga entrar en la eternidad. Ellos saben lo
que es eso. Lo de la eternidad, digo. Ellos saben de eso y saben también de por
qué de eligieron estos colores a los que aman como ustedes o como yo. Por ser
rojo de sangre y blanco de palidez. No podía ser de otra manera….
Grande como siempre querido, una cronica muy "ad hoc".
ResponderEliminarSi hubieran marcado en el primer tiempo se nos hubiera helado un poco la sangre, la verdad, pero luego la cosa resultó mas sencilla de lo esperado.
Ahora a pensar en el Betis, a ver si tienen una buena tasa de alcohol en sangre despues de la feria.
¡Cuantas emociones!
No se si cortarme las venas o dejármelas largas...
A cuidarse
La dinámica del equipo y su estado de forma invitan a creer. A creer tanto en un final de liga triunfal como en llevarse el gato al agua en la final ante un Bilbao ciertamente muy cansado. Aún así, el rival puede ser temible por Llorente, un jugador que no necesita que su equipo juegue para liarla...
ResponderEliminarVeremos....
Ay, D. Emilio, que nervios oiga.
ResponderEliminarSi los protas de esta entrada se hubiesen pasado por casa a esas horas a darse un atracón, no hubiesen podido sacarme mas que un chupito. Ta poca era la sangre que me corría por el cuerpo. Y la verdad es que, viédolo resumido después, tampoco fué para tanto. Pero si nos cuelan uno, no se que hubiese pasado.
Pero bueno. Se pasó a la final (¡¡¡Adrián!!!). In-creíble que diría aquel. Increible el rendimiento de la chapuza. Pero vaya, que nos quiten lo bailao. Vamos a por lo que queda que las finales no se juegan, se ganan (gran frase, oiga).
Felicidades, enhorabuena y un abrazo, señor finalista...
Buenas noches.
Fue una cuestión más de sensaciones (llevamos dentro el poso de el del jersey de pico...)que de oportunidades tangibles. Uno recuerda las dos paradas de Courtois en la misma jugada y un disparo en la segunda parte. Si no llegaron más fue por lo bien que estuvo la defensa en general y los centrales especialmente.
ResponderEliminarLo intentó el Valencia jugando, como en la primera parte, y hasta albeldeando, como en la segunda. Todo acabó cuando Adrián volvió a sacar su proverbial sangre fría.
Un abrazo con sabor rumano...Buenas noches.