Sudor,
contrataque y balón parado. La Santísima Trinidad de la religión cholista
condujo a la victoria en Pamplona, retirando en gran parte la marea de dudas
que los nuevos bocetos habían dejado. Ha vuelto el Atleti, pensó más de uno cuando
al descanso reflexionaba sobre lo visto. Bastaron unos minutos para caer en la
cuenta de que el añorado modelo se había hecho carne en la capital navarra pese
al intercambio de golpes inicial, pese al necio penalti que Oblak supo descifrar
con mano firme. Avisaron los de Simeone previamente como era costumbre:
explotando al máximo los fallos del rival y recuperando la confianza en la
estrategia. Llegó un gol de córner por fin y tuvo que ser Godín el que rompiera
el maleficio de la pizarra. Un minuto más tarde, con el rival todavía valorando
la herida dejada por la primera picadura, Gameiro finiquitó el choque definitivamente
con un remate cruzado tras contragolpe fulgurante ¡Cómo se echaban de menos
estos partidos que fallecían de inanición tras el primer gol del Atleti!
Es de
justicia reconocer que gran parte de la culpa por la vuelta a los orígenes la
tiene la presencia de Tiago sobre el campo. No falla. Cuando un rato antes de
que los partidos del Atleti comiencen se confirma que sale Tiago de titular, las
agencias de calificación de la deuda rojiblanca guardan todas las
incertidumbres en un congelador no-frost de última generación. La inclusión del
portugués asegura equilibrio, criterio a la hora de sacar el balón y, por
encima de todo, mando en plaza. No extraña que el Cholo haya querido olvidarse
de carnés de identidad y condicionantes estéticos. Contaban que cuando las
fiestas del pueblo de al lado coincidían con los días en los que Matías, el
pastor de espaldas tan recias como los montes en los que pasaba meses con el
ganado, volvía a casa, los mozos iban con otro ánimo y hasta se atrevían a
sacar a bailar a las chicas locales sin temor a ser lanzados al pilón. Ante
cualquier escaramuza, Matías andaba al quite evitando que la sangre llegara al
río. Lo mismo que Tiago, vamos. Miles de ataques rivales con pretensiones han
muerto a sus pies por obra y gracia de su proverbial colocación. Miles de
ataques rojiblancos de los que levantan del asiento tuvieron el prólogo de un
primer pase suyo en vertical de esos que derrumban primeras líneas de presión. Con
él sobre el césped el equipo se vuelve hermético, sí, pero también infinitamente
más reconocible.
No es menos
justo hablar también de Koke, no fuera a ser que algún despistado pudiera
pensarle señalado por el párrafo anterior. La largamente perseguida y aplaudida
adaptación del vallecano al mediocentro dotaba al equipo de un perfil más dado
a plantear los partidos en una batalla a campo abierto en la que normalmente la
pegada final decidía el rumbo. Siendo la apuesta válida en muchas citas, no
dejaba de vivirse como una contradicción para un ejército que se mueve con
comodidad en la guerra de guerrillas. Probablemente no fuera Koke el
responsable de que el equipo se mostrase más vulnerable, pero ciertamente el
resultado perdía empaque. Con él en el puesto de interior que le pertenece
desde hace casi un lustro, se aprovechan de igual manera sus cualidades sin
desguarnecer la fortaleza. Si en las impensables cotas alcanzadas no hace mucho
Koke se movía en terrenos del ocho, ¿por qué cambiar? Su paso atrás no deja de
ser un recurso a valorar, pero no tiene por qué ser el nuevo dogma.
Retornó el
Atleti, el de siempre, cuando más necesario parecía. El partido del Reyno de
Navarra comparte ADN con tantos otros encuentros en los que el conjunto
colchonero consiguió la victoria desde el juego directo y la defensa sin
fisuras. Choques que agonizan sin esperanza hasta el pitido final cuando los de
rojo y blanco se ponen por delante. Es de imaginar a los próximos rivales
contrariados, pensando en las mayores posibilidades de arrancar algo positivo
con aquel otro Atleti menos áspero que se ha mostrado en el primer tramo de la
competición. Sabemos que ese Atleti existe. Sabemos que es un lugar al que
podemos volver e incluso disfrutar la estancia, pero este otro Atleti de
Pamplona es el hogar. Nuestra casa. Ha vuelto el Atleti.
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