Cuando hace
unos días anunció Domínguez con una mirada en la que se podría nadar que su
espalda había dicho basta muchos nos sentimos culpables.
Para
encontrar la raíz de su dolor quizás haya que remontarse varios años atrás. A
un tiempo en el que el Atleti era una sombra que deambulaba por las
competiciones como alma en pena. Adictos a cualquier tipo de esperanza, fue
verle entrar con asiduidad en las alineaciones y allí nos subimos. A su
espalda. Lo hicimos por su condición de canterano y por una determinación al ir
al corte que recordaba al semblante de los que esperaban a que abrieran las
puertas de los grandes almacenes en el primer día de rebajas. He venido a
llevarme el balón, te pongas como te pongas, parecía decir Domínguez cada vez
que se medía a un delantero. Sin circunloquios. Sin excusas. Dejando que el
corazón supliera su falta de estatura y sus carencias técnicas.
A medida
que el calendario avanzaba, más iban encaramándose a su espalda. Álvaro se
convirtió en compañero ideal, yerno perfecto y titular indiscutible en un equipo lleno de discusiones. Con el
tiempo llegaron los títulos, las llamadas, aunque quedas, de los
seleccionadores y, lo más importante, empezó a adivinarse el Atleti parecido a
aquel que nuestros mayores nos contaron del que ahora disfrutamos. Domínguez
seguía llevando a un gran número de aficionados a cuestas pese a tener mucho
menos nombre y cuota de responsabilidad que otros. De repente, un día quisimos
creer la enésima mentira y el central se marchó, como tantos otros antes que
él.
También ahí
tuvimos culpa. Nos apeamos de su espalda como si nada, como si nos hubiéramos
pasado de estación por ir distraídos. El brillo de lo que Simeone estaba
consiguiendo nos hizo olvidar un poco a Domínguez pese a que él nunca nos
olvidó. Le habíamos dejado como recuerdo un dolor de espalda permanente y ese
veneno que las rayas rojiblancas inoculan sin piedad en sus víctimas. De
repente, reparamos en que el tiempo ha ido pasando y, al volver a
reencontrarnos con Álvaro, vimos reflejado en su cara el dolor que le lleva
mordiendo demasiados años. El dolor que le produjo llevarnos a la espalda
cuando aún era un chaval.
Por una vez
el club estuvo a la altura e invitó a Domínguez a la cena de Navidad del
equipo, a la que asistió como uno más, lo que siempre ha sido, y le
encomendó realizar el saque de honor del pasado partido ante Las Palmas. De
esta manera pudo recibir el calor de una afición que le ovacionó con cariño y
también con algo de remordimiento. Por lo del olvido y, sobre todo, por lo de
la espalda. Espero que sepa perdonarnos con la misma grandeza con la que defendió la rojiblanca ¡Buena suerte, central!
Homenaje más que merecido el suyo, una lástima que no cuajara con el Cholo. Recuerdo la narración de Paco González en la final de la Europa League 2010: "Renovación para Domínguez ya por favor." Y al poco mete el 2-1 Forlán.
ResponderEliminarUno di noi
Sí, una pena que no se convirtiera en un central para muchos años, pero es que Miranda y Godín en plenitud eran mucho, tal vez demasiado...
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