Artículo publicado en ctxt.es: http://ctxt.es/es/20160217/Deportes/4294/Fernando-Torres-Atletico-de-Madrid-idolo-La-Colchoner%C3%ADa.htm
Dudar de Fernando Torres debería estar castigado por el código penal. Así, sin tibiezas. La duda, de manera inexplicable, siempre le ha acompañado a lo largo de su carrera. En su caso parece no importar el palmarés. Se soslayan, si hace falta, todos los títulos individuales y colectivos recolectados desde su eclosión, cuando acababa de guardar su infancia en un cajón lleno de sueños por venir. Sus cifras goleadoras se tildan de insuficientes, sus méritos se banalizan, formar parte de equipos que se recordarán se antoja casual cuando se analiza su participación. Vaya donde vaya, haga lo que haga, a su lado siempre parece emerger la duda, afeando un cuadro que a todas luces es bellísimo.
Dudar de Fernando Torres debería estar castigado por el código penal. Así, sin tibiezas. La duda, de manera inexplicable, siempre le ha acompañado a lo largo de su carrera. En su caso parece no importar el palmarés. Se soslayan, si hace falta, todos los títulos individuales y colectivos recolectados desde su eclosión, cuando acababa de guardar su infancia en un cajón lleno de sueños por venir. Sus cifras goleadoras se tildan de insuficientes, sus méritos se banalizan, formar parte de equipos que se recordarán se antoja casual cuando se analiza su participación. Vaya donde vaya, haga lo que haga, a su lado siempre parece emerger la duda, afeando un cuadro que a todas luces es bellísimo.
Si el
aficionado al fútbol en este país tuviera que elegir dos momentos, dejando las
competiciones de clubes a un lado, seguramente elegiría dos goles. Uno en Viena
y otro en Johannesburgo. Los protagonistas principales de esos goles, el propio
Fernando e Iniesta, son recibidos y despedidos de la mayoría de estadios
patrios de manera muy distinta. Raro es el campo del que el manchego no sale
ovacionado, más raro todavía es encontrar un recinto del que Torres se marche
entre tímidos aplausos. Quizás el seguidor medio se muestra intimidado ante la
presencia de esa duda, desdentada y contrahecha, que permanece al lado de
nuestro nueve incluso cuando abandona el rectángulo de juego. Tal vez por ello,
además de porque recordamos aquel pasado mucho más reciente de lo que parece en
el que su presencia era el único motivo para no caer en los brazos de la desesperanza,
cuando Fernando comparece en el Calderón el aire se carga de una electricidad
especial. Solo con entrever su rubio cabello, sea dentro o fuera del campo, las
emociones se disparan. Es nuestro y nosotros somos suyos. Sin fisuras. No hay
sombra de esa duda paticorta y desfigurada que tan patente se hace lejos del
Manzanares y, si la hubiera, viene de la mano de algún desmemoriado que
merecería pagar su sacrilegio siendo galardonado con un pase anual ilimitado al
tour de Concha Espina o tortura semejante.
La ausencia
de la duda cerca de nuestro estadio tiene una explicación geográfica. La duda
fue parida algún kilómetro más al norte. Castellana arriba, para ser más precisos.
La duda nació de un rencor, del despecho ante la negativa de Fernando a mudarse
de acera. La duda, que tuvo la suerte de estudiar en los mejores colegios –poderoso
caballero es su progenitor–, fue creciendo alimentada por el resentimiento de
quienes no acostumbran a recibir calabazas. Tanto pábulo se le ha dado, tanto
se ha consentido a esa duda cejijunta y con orejas de soplillo que llegó a
creerse merecedora del derecho de juntarse al Niño sin besar por donde pisara,
que es lo que debería.
Decía León
Felipe que en un mundo injusto el que clama por la justicia es tomado por loco.
A estas alturas de la película, somos varios miles de locos a los que nos parecería
cabal un tratamiento distinto para Fernando. Aun así, conscientes de las pocas
posibilidades de la empresa, casi disfrutamos viendo a otros describir y
pregonar las supuestas virtudes de esa duda indigna y corcovada. Ninguno de
nosotros la ha visto nunca. Cuando miramos a Torres vemos al mejor delantero
centro que el balompié de este país conoció. De eso no cabe ninguna duda.
Con Fernando Torres se ha sido muy injusto durante toda su carrera. Cada partido ha sido siempre un examen. Muchísimos vivieron de un año bueno (algunos ni eso), pero Fernando (casi) siempre ha estado ahí.
ResponderEliminarFernando Torres siempre ha sido el rival de otro. Con Villa, por ejemplo, se creó una rivalidad en el que uno no debía soportar al otro. O eso decían. Sin embargo, preguntando a Villa, se sabía que no era así. Pero no interesaba.
¿Sabe qué le digo? Que ellos se lo han perdido. Mejor dicho, que ellos se lo están perdiendo.
Un abrazo.
¡FORZA ATLETI SIEMPRE!
Es cierto. Solo nosotros estamos saboreando su carrera como merece. Solamente espero que, al menos, los de la grada sepamos estar a su altura. Y si fuera posible que fuéramos todos, mucho mejor....
EliminarUn abrazo
Sinceramente ni siquiera me gustaría que otros le idolatrasen...es NUESTRO y solo nuestro, es parte de nosotros y nosotros parte de él....
ResponderEliminarNo es tanto cuestión de idolatrar, se trata de reconocimiento. De ver reflejado un respeto que se ha ganado sobradamente..
ResponderEliminarGracias por comentar.