Ni playa ni
montaña, ni tan siquiera sumido en un atasco, servidor de ustedes comenzó el
puente metido en una gran superficie, echado pa’lante que es uno. Quizás
tuviera que ver el hecho de que al abrir la nevera se le cayera a uno el alma a
los pies. Solamente un limón seco con varios trienios de antigüedad guardaba el
fuerte, no quedaba ni siquiera un mal sobre de ketchup de los que dan en las
hamburgueserías o un árbitro que se haya comido un penalti en jornada previa.
Todo vacío. La nada absoluta. El que suscribe llenó su carrito de artículos
inútiles y de alguno necesario, claro está, pero siempre manteniendo la férrea
disciplina táctica que la dueña de mi casa había esbozado en forma de lista.
Una lista de esas que acaban manoseadas y arrugadas de tan consultadas, una
lista plagada de ambigüedades, una lista en la que no se aclara al sufrido
comprador por poderes si los yogures de fresa hay que comprarlos con trozos,
edulcorados o bajos en grasa. En fin, que les voy a contar que ustedes no
sepan.
Se acercaba
el momento de mayor estrés para el visitante a la gran superficie: el de sacar
todo del carro para pagar. El momento supremo, el momento que pone el corazón a
doscientas pulsaciones incluso a los opositores a bombero. Uno, tras recoger el
testigo de plástico que otorga el honor de poner cosas en la cinta de caja como
cliente siguiente, fue sacando las cosas de forma ordenada según dictan los
cánones del comprador profesional: primero lo congelado, luego lo fresco, un
poco después las cajas de leche y los packs de bebidas en lata, en medio todo
lo que no es ni fresco, congelado, ni está en caja o pack y por último los
artículos de droguería. Quedan fuera de esta regla los huevos y el pan Bimbo,
que por delicados pueden ponerse tanto al principio como al final, pero nunca
mezclados con los otros recios productos. El caso es que ya andaba uno
desplegando esas bolsas de rafia que hoy en día anegan los maleteros del
sufrido ciudadano, esas invasoras de diseño de largas asas, esas usurpadoras
del sitio que antes disfrutaban los balones en las partes de atrás de los
coches, esas bolsas que impiden el partido espontáneo y hasta el gol regañao en
cualquier porción de césped mínimamente practicable, esas que sirven para lavar
conciencias medioambientales del comercio en general cuando, de improviso,
aparece un señor de mediana edad que, primero colocándose en línea como si
fuera un delantero burlando el fuera de juego y segundos después adelantándose
unos pasitos, pretendía sacar ventaja en el noble arte de colarse. Ya casi veía
uno la parte de atrás de su brillante chándal oscuro cuando éste que les habla
decidió poner claras las cosas al espabilado caballero:
- ¡Uy!, no
le había visto -aquí uno tiene que poner cara de que sí, de que seguro que no
me ha visto, a pesar de los dos metros de altura y de la altura, valga la redundancia, que alcanza lo
almacenado en el carro, víveres con los que se podría sobrevivir varios años en
una isla desierta-. De todas formas, mire solo llevo estas dos minucias. Un par
de productos que ni necesito ni utilizo de manera regular, pero que se me han
antojado ahora que se inicia el puente ¿Me dejaría usted pasar?
Uno, que
normalmente intentan conducirse por la vida de manera comprensiva y empática,
le hubiera dejado pasar para verle alejarse con sus minucias rumbo al parking,
pero hubo algo que le impulsó a decir que no, que de eso nada, que se
mantuviera atrás que ese era el sitio que le correspondía. El individuo, claro
está, se amohinó, sin duda poco acostumbrado a estar detrás, a esperar su turno
y protestaba por lo bajinis lleno de soberbia. Ya les digo que todavía no sé si
fue el ciclo lunar, el inicio del puente o qué fue lo que me empujó a no dejarle
pasar bajo ningún concepto. Aunque ahora que lo pienso, lo mismo fue ese
escudo en forma de despertador que lucía el gachó en el pecho del chándal,
vayan ustedes a saber.
Solo con
dar una vuelta por los alrededores del Calderón, se adivinaba que andaba la
gente con ganas de fútbol. Invitaba a ello el rival, el horario y hasta una
pequeña tregua climática antes de que lleguen los fríos siberianos que azotan
nuestro estadio con regularidad. Dispuso el Cholo a los habituales en los
partidos de casa, esto es, Tiago por Mario, y tuvo a bien además otorgar una
nueva oportunidad a Adrián para sustituir al renqueante Arda. Salió el Atleti
dubitativo y el Athletic con un uniforme que parecía un pijama de entretiempo y
pareció durante los primeros minutos que el fútbol andaba todavía inmerso en la
operación retorno del puente. Minutos de imprecisiones, de batalla estéril y de
protagonismo para el árbitro, empeñado en sacar tarjeta amarilla a todo aquel
que osara saltar en balón dividido por alto con Adúriz, que debe ser un
futbolista que cae bien al gremio arbitral. Poco a poco se sacudieron los
nuestros el buñuelo, por no decir la torrija, que es más de otros puentes, y
fue principalmente de la mano de Koke, imperial de nuevo ayer encontrando
huecos a la espalda de la zaga rival allá donde los hubiera, y de Villa, lo que
es noticia y buena.
Fue el
asturiano el que abrió la lata rival tras centro meritorio de Juanfran con un
remate en escorzo invertido, o lo que es lo mismo un remate raro y medio
mordido que además rebotó en un defensa antes de alojarse en la portería rival.
Sirvió el gol para darle confianza al asturiano y para asentar a los nuestros.
Si poco se había visto del equipo vasco hasta entonces, quejas en cada salto
aparte, menos se vio a partir de ese momento. Solo quedó sobre el campo el
Atleti, este Atleti reconocible e insaciable que nos ha tocado disfrutar. Se
desdoblaban Juanfran y Adrián haciendo suya la banda derecha, se sumaba Filipe
por la izquierda, Tiago se entonaba y Gabi demostraba una vez más que a
pulmones no hay nadie que le gane. Encontraba el equipo a Villa con asiduidad,
hecho que pudiera atribuirse a que el asturiano se mostró menos estático y más
caído a banda izquierda y todo el ataque giraba en torno a Koke, siempre Koke.
Faltaba por
sumarse a la fiesta Diego Costa y lo hizo culminando de manera brillante una
arrancada suya de esas que rebosan velocidad, una jugada de esas que parece que
va a perderse en el limbo de las jugadas olvidadas por descontrolada pero que el de Lagarto
controla de forma medida. Se quitó del medio a dos rivales con un cambio de
pierna y fusiló por bajo dejando la moral rival y el partido finiquitados.
Dicen las malas lenguas que, tras ver en los resúmenes de la noche, tarde en
hora local, la finalización de Diego Costa en el gol, Scolari salió corriendo
de su apartamento con vistas a la playa de Copacabana rumbo al consulado
español más cercano, para ver si podría acreditar un abuelo extremeño que le
hiciera tener bajo sus órdenes a un delantero como el que nos ocupa y no a Fred
y otras extravagancias cariocas, Marimar incluido.
Más de lo
mismo en la reanudación: un Atleti desatado y unos leones con peligro de
gatitos siameses. Toda la fiereza perdida de los bilbaínos militaba del lado de
los madrileños, todos los balones divididos tenían color rojiblanco y los que
no estaban divididos, también. Pudo el Atleti ensanchar la herida y pareció que
no quisiera. Pudo Villa cabecear a la red tras otra subida del efervescente
Juanfran y encontró carne de portero. Pudo Koke volver a sentar cátedra y
pudieron varios meter un gol que se difuminó generosamente entre los
participantes en la jugada. Pudo ser más si hay lugar para que se pueda pedir más
a este equipo y ya les digo por adelantado que pedirles más parece caprichoso.
Suma y
sigue este equipo que de manera permanente nos dibuja una sonrisa y nos mantiene
el pecho el posición de henchido orgulloso. Sea con oficio o con juego, sea en
las buenas o en las menos buenas. Falten o no algunos pilares. Aún abrazando
como un dogma de fe la filosofía del partido a partido, empieza uno a pensar
que será difícil descabalgar a este grupo de la ola a la que les ha subido
Simeone. Deberán andar con ojo los que andan delante con exigua ventaja y
deberán seguir detrás los que andan amohinados por estarlo. Los que están poco
acostumbrados a ver nuestra gloriosa retaguardia y protestan por lo bajinis
siempre tan llenos de esa soberbia tan suya. No intenten colarse, leñe, y menos
con ese chándal tan feo con ese escudo-despertador ahí puesto.
Imperiales sus líneas, como siempre, don Emilio. Y no olvidemos que ese señor molestón está justo detrás porque ya le han ayudado con la compra un par de veces, aunque él no deje de quejarse porque tiene un conocido en Barcelona del que dice que le ayudan más aún.
ResponderEliminarY una apostilla final, sin quitar nada de mérito a lo que hicimos ayer y llevamos haciendo toda la temporada: si éste es el quinto clasificado de la Liga española, tenemos un problema.
Todo tiene relación, Don Juan, ese señor se pone tan pesado, más pesado de lo que siempre ha sido, si cabe, porque uno de los del pelotón de los supuestamente torpes tiene el carro delante con todas las de la ley.
ResponderEliminarLo de hablar de los árbitros, tanto unos como otros, me parece de una obscenidad bárbara...
Saludos
¿Será posible tamaño descaro, D. Emilio?. Bien se ve que andan malacostumbrados a colarse, a hacer de menos, al desprecio constante, al "quítate tu que me pongo yo", los del alcantarillado escudo. Va en su naturaleza y en su "señorío". Ahora que, por fin, se están encontrando con otro en la cola, con mucha hambre por cierto, que les puede quitar el sitio a base de dentelladas.
ResponderEliminarAndaba yo preocupado por los comentarios que habrían suscitado el record de 4 penalties pitados en contra de la galaxia. En mi fuero interno me da igual, pero ya sabe usted que mi media naranja es algo blanquecina, y comentaba con sapiencia que la culpa de eso es que el trampas es un "coladero", y que si se hubiese pitado alguno mas no hubiese pasado nada. Comentario juicioso y lleno de verdad. Asi que me dispuse a taparme la nariz y leer un twit del inefable Roncerdo a ver si es que ha entrado la sapiencia y la justicia entre sus bufanderos periodistas... Y por fin mi alma volvió al sosiego. "Al Madriz 4 penaties en contra en 2 jornadas. Al Atleti 0 en 55. Injusticia"
Pues que bien. Y estos son los que deciden las portadas en su medio y opinan sobre la oportunidad de contar con Costa en la Selección. O de cualquier otro...
Ahora la moda es que, equipo que juega contra el Atlético", equipo que sufre de "desaparición espiritual transversal u oblícua", que les obliga a ponerse de perfil y dejar que los muchachos del Cholo (we trust) jueguen solos o, como máximo, contra postes de entrenamiento. Todo parece sencillo, pero no lo es. Lo que pasa es que este equipo tiene tal fe en lo que hacen, que no dejan que nadie les saque de su sueño, sea el partido a partido o el que sea.
Sinceramente, D. Emilio, el orgullo que me están volviendo a hacer sentir será inolvidable, pase lo que pase al final de la temporada.
Muy buenos dias.
Mire que se lo tengo dicho, a su mujer hágale caso a pesar de esa tendencia suya, pero no se le ocurra echarle cuenta a ninguno de los voceros oficiales del napoleónico régimen del ser superior. Su salud lo agradecerá.
ResponderEliminarHablábamos hace una semana apenas de la españolización o no de Costa y una vez más, el sainete mostrado por la prensa canalla ha sido sonrojante. Donde antes decían ambiguo ahora los hay que le ponen a la altura de la paella, del cocido o de la feria de abril de lo españolísimo que lo ven desde que ha hecho pública su elección. Los hay también, que en su autoatribuido papel de salvaguardas de la raza nacionalmandrilista como origen y núcleo de cualquier selección posible le siguen negando el pan, la sal y hasta el saludo.
Pintoresco y cañí a partes iguales....
Buenos días
El Atlético hace muy pequeños a los rivales. En los dos últimos partidos hemos concedido ¡tres ocasiones! al rival (todo eso sin jugar bien en Granada). A día de hoy somos el equipo que mejor presiona con infinita diferencia. ¿Cómo era aquello de “corremos como un modesto …”?
ResponderEliminarCreo que la mayoría de los partidos en el Calderón van a seguir este guion, con el contrario medio entregado de inicio.
Hizo usted muy bien no dejando colarse al individuo en cuestión. Quizá también hubiera debido denunciarle a seguridad por colón y hortera.
Muchas gracias.
La verdad es que el rival, que llegaba crecido por resultados y sobre todo la propuesta con la que los consigue no fue capaz de enhebrar un pase hasta cinco minutos antes del final. Tantas veces ha ocurrido en lo que llevamos de curso que incluso los más cenizos no podrán seguir atribuyéndolo al demérito del rival.
ResponderEliminarAún habiendo dejado pasar al individuo (si hubiera vestido de manera menos ofensiva, claro está), no hubiera llegado muy lejos, se le hubiera enganchado la riñonera con la estantería de chicles Trident.
Un abrazo
La riñonera es una perversión que puede (y debe) combatirse con todos los medios a nuestro alcance (estantería de chicles en la cabeza, por ejemplo).
EliminarUn abrazo.
Existen textos protoevangélicos que profetizan un juicio final sumarísimo a aquellos que alguna vez, y no sirve como coartada eso de estar de vacaciones fuera de España y aquí no me conoce nadie, se ajustaron una riñonera.....
EliminarY haré en ellos (los que portaren riñonera) grandes venganzas con reprensiones de ira;
Eliminary sabrán que yo soy Jehová,
cuando haga mi venganza en ellos (los que portaren riñonera, claro).
Ezequiel, 25:17
...y si además de la ira de Yahvé hay lugar a darle un par de collejas, miel sobre hojuelas, oiga....
ResponderEliminar¿Ezequiel Castillo? ¿El del Tenerife?
Soberbia entrada. Fíjese qué casualidad que el sábado pasado, supermercado mediante, vi a un crío de unos tres años con un chándal del Atleti (en plena Málaga profunda). La satisfacción que me da a mí cuando veo a alguien, sobre todo joven, ser de nuestro querido equipo... Saludos!
ResponderEliminarDeben ser los supermercados ecosistemas independientes en los que son capaces de convivir los seres más evolucionados (léase el niño que usted encontró) con infraseres de chándal oscuro y riñonera a juego....Curioso
EliminarSaludos